Después del éxito del Foro y de las reuniones que teníamos para organizar las brigadas de defensa del voto, me invitaron al mítin de Cuauhtémoc Cárdenas en la UNAM, el cual fue ¡verdaderamente impresionante! La explanada de la Rectoría estaba llena y el discurso de Cárdenas, fue tan moderado, tan bien redactado, tan lejos de la retórica incendiaria de Clouthier, que en muchos sentidos me convenció, en muchos no. Como he dicho, el estatismo, el apoyo a Fidel Castro (redactado como antiimperialismo) y la identificación entre el estatismo y la soberanía nacional, no me convencían. Sin embargo, si me parecía sincera su lucha por la democracia y por la justicia, había tanta gente en Rectoría y se sentía esa sensación de unión, de estar rompiendo alguna cadena que nos restaba libertad que me sentí solidario con su movimiento, sentía que había una genuina lucha por la democracia y justicia en la gente que estaba en ese mitin. Aunque no fuera mi partido, yo sentía que no era mi batallón, estábamos peleando la misma batalla.
Días después un maestro suyo de la UNAM, les propuso organizar otro grupo, ese si, para apoyar abiertamente la candidatura de Cuauhutémoc Cárdenas. Lo habían denominado Convergencia Democrática (no tiene nada que ver con el actual partido Convergencia), fundamentalmente la idea era hacer una reunión de jóvenes universitarios en un hotel cerca de reforma, donde se apoyara a Cárdenas y se hiciera un compromiso de votar por el FDN y cuidar el voto.
En ese momento estaba un poco confundido, por un lado yo estaba en el PAN, pero no me convencía nada Clouthier, por otro lado estaba en un grupo que organizaba brigadas de defensa del voto y foros por la democracia, lo cual no iba en contra de mi militancia, pero participar en un grupo que si los apoyaba ya tenía otra connotación, finalmente mi participación en el PAN se reducía a repartir propaganda y yo quería hacer más que eso. Me preguntaba que hacer, cuando llegó nuevamente Arturo y me invitó a una reunión para organizar una fiesta en casa de Karla Faesler, con el fin de recaudar fondos para financiar el evento de Convergencia Democrática. Asistí sin prejuicios y ayudé en la organización. Me justificaba pensando que era otra trinchera con el mismo objetivo, pero sobre todo yo tenía algo más que aportar. Mis compañeros del PAN me lo reprocharían por mucho tiempo.
A esa fiesta llegó Porfirio Muñoz Ledo y Julio Faesler, que era papá de Karla y líder de una asociación por la democracia. Estuvo interesante, porque también llegaron jóvenes que ahora militaban en el FDN, como Lorena Villavicencio (que sería diputada del PRD) o Guadalupe Chavira, que con el tiempo sería delegada en Milpa Alta, entre otros que ya no recuerdo. Finalmente, se recaudaron los fondos y se hizo aquella famosa reunión de Convergencia en un hotel entre el Monumento a la Revolución y Reforma. El invitado especial era Porfirio Muñoz Ledo, sin embargo, llegó muy tarde, porque le habían dado mal la dirección, la prensa estaba enojada y ya se quería ir, así que con su inigualable habilidad política, los apaciguó, les dio nota y el evento fue un éxito, al día siguiente salieron algunas notas en el periódico y con eso nos dimos por bien servidos.
Después de eso y de asistir a varios mítines del FDN, me di cuenta de la fuerza que estaba tomando, mucho mayor que la de Clouthier, así que no tuve dudas, tenía que apoyar con todas mis fuerzas a Cárdenas porque en esa coyuntura, sólo él y el FDN, podrían derrotar al PRI y eso se veía cerca. Aunque pareciera paradójico – y lo era – el triunfo de Cárdenas (pensaba entonces) reivindicaría todos los agravios que teníamos los jóvenes de mi generación contra el PRI, desde la corrupción, la prepotencia y la impunidad de los priístas, hasta los fraudes electorales y las crisis económicas que habían provocado. En mis adentros sufría un poco de disonancia, pero no tenía dudas, apoyar a Cárdenas era lo correcto porque el derrotaría al PRI y ese el primer punto de mi agenda, por el momento aplazaría mis diferencias y me concentraría en mi Convergencia.
Hicimos algunas cosas más a favor de Cárdenas, básicamente organizar las brigadas, pero en las discusiones que teníamos, comentábamos (casi exigíamos) que la izquierda, se uniera en torno a Cárdenas que era el candidato más fuerte, lo que implicaba que Heberto Castillo, candidato del PMS, renunciara a su candidatura a favor de Cárdenas. Apenas unos meses antes de las elecciones, Heberto se había resistido con todas sus fuerzas a renunciar a favor de Cárdenas tal vez porque como escribió Macario Schetino “Tal vez veía demasiado "nacionalismo revolucionario" y poca izquierda en la opción cardenista”[1]. En lo que tuvo razón, pero nosotros no lo veíamos así en ese entonces (el entusiasmo desvanece muchas realidades) así que cuando nos enteramos, estábamos eufóricos. Aunque había muchas dudas de que el PRI fuera a entregar el poder, (no lo había hecho en el pasado), la fuerza que estaba tomando el FDN, el enojo contra la crisis económica y de seguridad pública y el recuerdo del fraude de Chihuahua 86, podrían revertir – según yo – cualquier intento de fraude electoral. En ese momento tenía la misma sensación que había percibido en Chihuahua dos años antes, la gente estaba unida, optimista, me impresionaba ver a los campesinos y a los obreros, en silencio escuchando con toda atención, los discursos de Cárdenas, me parecía que la convicción del cambio era tan profunda y la gente estaba tan determinada que no la iban a poder frenar.
Ya con Heberto Castillo y el PMS aliado con el FDN, la fuerza de Cárdenas creció muchísimo, por todo el país llenaba plazas y acumulaba adhesiones, nosotros acelerábamos, con nuestras modestas posibilidades, el trabajado de nuestras brigadas por la defensa del voto, con la energía que me nos daba (por lo menos a mí), saber que estábamos haciendo lo correcto y de vivir un momento histórico.
Finalmente, llegó el día del cierre de campaña en el Zócalo, que fue impresionante, la plaza estaba llena a reventar y la austeridad republicana del evento, el discurso de Cárdenas escuchado en silencio por los miles de asistentes y la escenografía del Palacio Nacional y la catedral, le daban un aire casi místico. Cárdenas, se veía un líder muy comprometido, mucha gente estaba con él y el momento de acabar con el PRI había llegado. Sin embargo, yo sentía que el tiempo – como diría Octavio Paz – estaba nublado, unos días antes de las elecciones nos enteramos del homicidio de Francisco Xavier Ovando y de su asistente Román Gil Heraldez. Ovando era muy cercano a Cárdenas y estaba directamente relacionado con la organización de la campaña y de la elección. Además de la gravedad del homicidio, yo me preocupé mucho, tenía el antecedente familiar muy cercano, de las historias que contaban acerca de los homicidios cometidos para llevar a cabo el fraude electoral en 1939, cuando Almazán había sido candidato de la oposición (a la que luego abandonó). Mi abuelo lo vivió y lo sufrió de cerca y mi padre siendo niño tenía historias que contar de ese día y del 2 de octubre del 68. Así que mi preocupación no era paranoica.
¿Qué pasaría el día de las elecciones? ¿Algún miembro de las brigadas podría se herido? Después del homicidio de Ovando y Gil, establecimos una cadena telefónica y unos pañuelos blancos en los coches para identificarnos. Nadie se hecho para atrás, en todo caso hubo mas cautela. En la víspera de las elecciones, entre un cierto grado de miedo, la emoción inconciente del peligro, la adrenalina y la expectativa del triunfo, hicimos los preparativos. Esa noche prácticamente no dormimos y luego nos despertamos muy temprano, fuimos a votar, sin ningún problema (en mi casilla no hubo fraude y ganó el PAN), salimos a patrullar las casillas, no recuerdo que hayamos detectado muchos problemas, al menos en la zona que nos tocaba, pero en la delegación Tlalpan, hubo un robo descarado de unas urnas, además de algunas fricciones entre representantes de casilla del FDN o del PAN con los del PRI. De nuestros compañeros brigadistas recibíamos telefonazos con noticias de la jornada en otras partes de la ciudad, pero no recuerdo nada espectacularmente grave, pero de otras partes del país, teníamos noticia de robo y llenado de urnas, expulsión y/o suplantación de funcionarios de casilla, cambio de ubicación de las casillas y otros tipos de fraude electoral en los que el PRI era experto.
En la tarde las cosas se empezaron a complicar, especialmente cuando iniciaron los recuentos. En una colonia popular, impedimos que se expulsara a uno de nuestros representantes generales, con el argumento de que no era representante de esa casilla, llegó toda nuestra brigada e hicimos presión, a “gritos y sombrerazos” para que se quedara al recuento, así fue. Una vez concluido, supimos que Cárdenas y los candidatos del FDN (no los del PMS que en diputados habían seguido por separado) habían ganado esa casilla, sin embargo, se presentó un personaje, muy sospechoso, vestido de negro (seguramente era un agente de Gobernación, ese sí) con un automóvil LTD (unos lanchones de la época) con los vidrios polarizados, alegando que el se llevaría las urnas al comité distrital electoral, el presidente de la casilla no se opuso, pero nosotros si y animamos a la gente para impedirlo, temíamos que en el camino modificaran los resultados de la casilla, así que ante la presión de la gente, el oscuro personaje sacó una pistola, todos retrocedimos, excepto unas personas de la colonia que lo retaban a que les disparara, el hombrecillo, salió huyendo a toda velocidad en su gran coche y se perdió entre las tortuosas calles de esa colonia, finalmente, el presidente de casilla cerró las urnas y en nuestro coche lo llevamos al comité distrital electoral.
La operación se repitió varias veces en diferentes casillas, en algunas el recuento iba muy lento y los representantes del PRI buscaban entorpecerlo en todo momento, sin embargo, siempre perdían, ahora pienso que estaban esperando ayuda que nunca llegó. Cuando llegamos al comité distrital, había una larga cola de funcionarios de casilla entregando sus urnas, todos tenían historias que contar, pero la mayoría nos compartía los resultados, en casi todas ganaba Cárdenas y al igual que en Chihuahua, la gente se juntaba para festejar los triunfos del FDN. Un detalle curioso de esa noche fue que llegó el candidato del PAN a diputado, Diego Zavala manejando un volkswagen azul, con su esposa que, intuyo, había sido presidenta de una casilla, trayendo una casilla al comité.
Después de un rato de estar en el comité distrital, recibimos la invitación para ir a la casa de la candidata del FDN a diputada por ese distrito (que servía de casa de campaña) Marcela Lombardo, quien era hija de Vicente Lombardo Toledano, fundador del Partido Popular Socialista (PPS) de la CTM y uno de los miembros de la generación de 1915, junto con Manuel Gómez Morín y con mi abuelo. Por un momento pensé, con todos los antecedentes de comunismo y discurso proletario, que iríamos a una casa más sencilla, pero en realidad no tenía nada de proletaria, las computadoras se empezaban a usar y había unos jóvenes sumando los resultados en esas primitivas máquinas. Marcela Lómbardo, era una mujer como de 60 o 65 años, de pelo blanco con una vocecita apenas audible (que podía haber sido la abuelita de cualquiera de nosotros) y con un carácter un poco seco. Aunque todo indicaba que había ganado (había dejado en el camino a Diego Zavala del PAN y a Miguel Angel Yunes del PRI) no se veía especialmente feliz, de pronto llegó Porfirio Muñoz Ledo, como siempre, hablando en voz alta, casi gritando, para todo mundo lo oyera, diciendo que había ganado él la senaduría y Cárdenas la presidencia, con la voz engolada, se jactaba del triunfo y hacia bromas sarcásticas sobre los líderes del PRI.
Después de un rato de estar ahí regresamos a mi casa que era nuestro centro de operaciones y después de comentar los hechos del día y de comer algo, empezamos a enterarnos del fraude que se había orquestado en muchas partes de la República, prendimos la televisión y nos enteramos de que el sistema se había caído y que por ello no se podían dar resultados, sospechamos (sin ser demasiado perspicaces) que el fraude se estaba instrumentando. Estábamos indignados, nos comunicamos con todos los que pudimos y decidimos tener una reunión para el día siguiente. Cárdenas, Clouthier y Rosario Ibarra, que era la candidata del PRT, se habían manifestado afuera de Gobernación (donde entonces estaba la Comisión Federal Electoral) para protestar por el fraude, cuando los ví a los tres me sentí muy optimista, a pesar de que el fraude había sido, al parecer, muy grande, la oposición unida, podía forzar mediante la protesta la apertura democrática.
El 7 de julio, nos reunimos en casa de Antonio Tenorio y redactamos un documento donde, Las Brigadas Juveniles por el Sufragio Efectivo, demandábamos respetuosamente el respeto a la voluntad popular, era un documento sencillo pero contundente, sin embargo, ante la falta de dinero para publicarlo en un periódico, decidimos presentarnos en Gobernación, en la sesión de la Comisión Federal Electoral y dárselo a alguno de los representantes del FDN o del PAN para que lo leyera. Nos fuimos a Gobernación, pero los guardias de seguridad no nos dejaron entrar, de pronto alguien de las brigadas, dijo que mi tío era Subsecretario de Gobernación, yo sentí frío porque yo no tenía ningún tío que fuera Secretario de Gobernación, pero por seguirle la corriente a mi compañero dije que sí. Me preguntó mi nombre y le contesté – Bernardo León Olea, cuando oyó mi segundo apellido ¡palabra mágica! Me dijo que iba a preguntar, pero me amenazó que por mi bien no estuviera mintiendo. Después de unos minutos, para mi sorpresa, nos abrió la reja y nos dejó pasar.
Una vez adentro, le dije a mi amigo que yo no tenía ningún tío Subsecretario de Gobernación y me dijo que si lo tenía, era Jorge Carrillo Olea. Le dije que no lo conocía y que nunca había oído hablar de él, me contestó – que importa si es tu tío o no, ¡nos dejaron pasar! ¿no? Nos reímos y entramos al enorme salón donde sesionaba la Comisión Federal Electoral (apenas unos años después, supe que si era mi tío lejano, lo conocí, pero nunca le platiqué el asunto, ni el me dijo nada, sospecho que los guardias nunca le preguntaron y ante el miedo a una reprimenda nos dejaron pasar).
Adentro del salón, le pedimos a los representantes del FDN y del PAN que leyeran nuestro documento, pero ninguno quiso, así que después de un momento de duda, un compañero muy valiente (Carlos González Martínez que estudiaba economía en la UAM) y ante la sorpresa de todos, leyó el documento en voz alta, mientras lo leía muchísimos periodistas y camarógrafos le acercaban los micrófonos y lo fotografiaban, lo que permitió que no lo sacaran del salón, por mi parte le entregué una copia del documento a Manuel Bartlet, Secretario de Gobernación y Presidente de la Comisión Federal Electoral, en ese momento, sólo alcancé a decirle – señor Secretario con todo respeto, y le extendía el documento, sin embargo, alguien de su equipo de seguridad me jaló de la camisa, me la rompió y me fui hacia atrás. Para ese momento Carlos había terminado de leer el documento y después de algunas entrevistas algunos se salieron del salón de sesiones.
Con todo y mi camisa rota, no me sacaron del salón y me quedé un rato escuchando lo que pasaba en la Comisión, había mucha luz y mucho calor por los reflectores, estaban ahí algunos políticos e intelectuales famosos, escuchando los debates y criticando al caída del sistema, fue entonces cuando Bartlet dijo que el sistema no se cayó, sino que se calló. Humor negro para una situación muy delicada en el país. Después de comentar, los asuntos con algunas de las personas que estaban ahí, recuerdo a Don Julio Faesler, con su pelo blanco, observando el brutal atraco que se estaba cometiendo con indignación, pero con serenidad, decidí retirarme, no pensaba regresar, pero por si acaso, le dije al guardia de la entrada que se acordara de mi porque iba a regresar, el guardia me contestó candidamente – a ti si te dejo entrar, pero no ha otros que vinieron a hacer borlote a la sesión. Ante semejante comentario, por supuesto no me había identificado con los del “borlote” le dije – si que bueno que ya no dejen entrar a esos revoltosos-. Una vez afuera de Gobernación, me encontré con otros compañeros brigadistas que no habían podido entrar les conté la anécdota y nos dio un largo ataque de risa, que no podíamos parar, más que por la broma, nos sirvió para sacar la tensión y los nervios de esos días.
De regreso a casa, mi madre me estaba esperando muy preocupada, me dijo que me habían visto en la televisión, con mi camisa rota, obviamente le contesté que no había pasado nada y le pregunté si Carrillo Olea era nuestro pariente, me confirmó que si lo era, pero que no tenía muy claro el parentesco, era muy amable, muy atento y lo veía cada año en la comida de los Olea. Acto seguido me pidió que no hiciera ninguna barbaridad, pero (para mi sorpresa) me felicitó por lo que estábamos haciendo, luego descubrí lo politizada que estaba mi madre y lo moderna que era. 12 hijos, un esposo y treinta y tantos nietos, después, descubría que más allá de su suave voz, de su carácter maternal, había una mujer que estaba más que consciente de lo que pasaba y en otras circunstancias habría estado con nosotros en las brigadas. ¡Gran mujer!
El candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, se había proclamado ganador de los comisios, sin que hubiera una declaratoria oficial de la Comisión Federal Electoral y sin que hubiera terminado el recuento de votos. A petición de la oposición, la Comisión, emitió un comunicado que se publicó en los periódicos señalando que no había declarado a ningún ganador. Aprovechando el desplegado, le sacamos todas las copias que pudimos (no muchas), fabricamos engrudo en mi casa, que nos enseñó a hacer Isabel Wences, (que era hija de un ex rector de la Universidad e Guerrero y candidato a Senador por el FDN), y nos fuimos a pegar esas fotocopias en todos los postes de luz que posibles. La idea era impedir que la gente se desanimara y dejara, por ello, de apoyar el movimiento, la consigna era combatir el fraude y que se respetara el triunfo de Cárdenas que creíamos seguro.
Muchas personas, gente muy humilde, al ver lo que estábamos haciendo, nos cooperaba con dinero, apenas unos pesos, para sacar más copias y pegarlas en más postes. Me sentí conmovido, recordé, porqué desde la mujer que había visto sentada en el piso pidiendo dinero para alimentar a su bebé, afuera del restaurante de la Zona Rosa, donde había senado con mi padre, había decidido participar en política y para mis adentros (para no parecer cursi) me prometí que iba a hacer todo lo posible, para ayudar a esa gente a salir de la marginación en la que estaban y a crear un régimen de gobierno más justiciero, la primera tarea era impedir que se burlara la voluntad popular expresada en las urnas. Pensando en esa gente, más rabia me daba el cinismo de los priístas, su fraude electoral, su corrupción, su prepotencia. No pararía hasta ver caer al PRI, era para mí, un imperativo de justicia, no de venganza, ¡pero de justicia!
Pasaron unos días y se confirmó el fraude, eventualmente la Comisión Federal Electoral, le dio el triunfo a Salinas y se enviaron los paquetes electorales a la Cámara de Diputados para que el Colegio Electoral, compuesto por todos los diputados, calificara la elección. Yo estaba muy enojado, como en Chihuahua 86, aunque quizás con más coraje, estaba listo para cualquier cosa. El FDN, convocó a otro mitin en el Zócalo, mucha gente venía bastante enardecida por el fraude, en ese momento me sentía muy indignado y al oír el recuento de irregularidades más enojado estaba. Durante el discurso de Cárdenas, yo esperaba que convocara a una movilización, incluso pensaba, no sin algo de temor debo confesar, que si nos pedía tomar Palacio Nacional, lo iba a hacer y calculaba mis opciones, sin embargo, transcurrió el discurso y ¡nada! Además de protestar y de la lucha que se daría en el Colegio Electoral y de que se formaría un frente o quizás un nuevo partido, no se propuso nada.
Me sentí decepcionado (y aliviado también, debo confesar), estaba dispuesto a que Chihuahua 86 y el fraude de 88 no quedaran impunes, pero no se propuso nada ¡otro agravio más! ¿Y la muerte de Ovando y la de Gil? ¿Y el esfuerzo de tanta gente humilde a favor de Cárdenas? ¿Y la clase media tan desprotegida? En verdad, me deprimí, en ese momento recordé lo que había pasado en filipinas en 1986 y como Corazón Aquino había derrocado con una gran protesta, al dictador Ferdinando Marcos y pensé que el líder que había creído nos abanderaría hasta que el PRI cayera, se había echado para atrás. Después de algunos años, alguien me comentó que Cárdenas no se había echado para atrás, sino que había sido responsable y había evitado un baño de sangre. Tal vez, no lo sé, pero si sé que el PRI, no hubiera resistido mucho, si se hubiera atrevido a reprimir a una multitud exigiendo sus derechos atropellados. ¿El ejército hubiera acatado una orden así? ¿El Presidente De la Madrid la habría dado? Nunca se sabrá, pero en ese momento, yo junto con mucha gente que estábamos ahí nos sentimos agraviados y decepcionados. Por otro lado a la mejor Cárdenas nos salvó la vida.
Clouthier por su parte, se portó más valiente (quizás ¿menos responsable?), le reclamó al Presidente en su cara por el fraude y provocó un zafarrancho afuera de Bellas Artes, desacralizó al Presidente, en una época en que no se le tocaba ni con el pétalo de una rosa, leyendo las andanzas de Clouthier me sentía reivindicado. ¿Debí haberlo apoyado en lugar de a Cárdenas? Demasiado tarde para lamentarse, de cualquier manera en 1988, se le había dado un buen golpe al sistema PRI-Gobierno y me sentía más satisfecho.
Asistí a muchas sesiones del Colegio Electoral, primero a la que calificaría la elección de los diputados y después a la de Presidente ¿qué tenía que hacer yo ahí? Básicamente quería vivir la historia y estar presente, sentir que no estaba en mi casa como si nada hubiera pasado y presenciar los hechos. Tengo presente, varios momentos de esos Colegios Electorales, además del frío que hacia en el interior del salón de sesiones, recuerdo el primer día del Colegio Electoral, Rafael Aguilar Talamantes, presunto diputado del Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional PFCRN mejor conocido como el Ferrocarril (así le decíamos a su partido), solicitó la palabra para fundamentar su voto, pero el Presidente de la sesión se la negó por razones reglamentarias, así que se armó un alboroto y los diputados del FDN tomaron la tribuna para que Aguilar Talamantes pudiera hablar, el presunto diputado presidente, suspendió la sesión y después de un arreglo parlamentario le dio la palabra a él y a otros diputados. Con casi la mitad de los diputados en la oposición (por apenas 3 o 4 diputados) el PRI había dejado de ser el dueño total de la escena aunque seguía siendo el dueño (sólo las divisiones de la oposición, tanto al interior como con el PAN le devolvieron el control de la cámara). Durante uno de los debates Pablo Gómez evidenció dos actas de casilla falsificadas, porque estaban firmadas por la misma persona, con tono inquisitivo decía – ¡a menos que este señor tenga el don de la ubicuidad estas actas son falsas! Sin embargo, cada vez que la oposición ganaba una discusión, a veces con pruebas muy sólidas, el PRI las sometía a votación, usaba su mayoría, las ganaba y desechaba los argumentos, como si no se hubieran dicho. Muchos priístas subían a defender lo indefendible.
El segundo, fue cuando vi por primera vez a Vicente Fox, él y otro diputado del FDN (que le decían el Chale), eran los más altos de la legislatura, sin embargo, Fox destacaba porque se vestía de manera muy peculiar. Usaba botas vaqueras, una camisa también como de rancho y en lugar de corbata unas como agujetas que servían de moño. Sin saber nada de él, destacaba sobre los demás panistas, la discusión en el Colegio Electoral era muy fuerte, muy agria, había demasiadas evidencia, pero el PRI inmutable y defendiendo lo indefendible mayoriteaba. Viendo por la televisión el sexto informe de Miguel de la Madrid, disfruté como nadie el alboroto que causó la oposición y que deslució esa misa laica, para alabar al Presidente, que era el informe presidencial.
Días después, los priístas tuvieron prácticamente que tomar la tribuna para que se pudiera leer el dictamen en el que se declaraba Presidente Electo a Carlos Salinas de Gortari, entre los gritos y reclamos de la oposición, la calificación salió avante y Salinas fue declarado Presidente.
Mientras desde el fondo del salón de sesiones de la Cámara de Diputados, observaba la escena final del Colegio Electoral que consumó el fraude, pensaba si alguna vez derrotaríamos al PRI, comenzaba a sentirme escéptico, a pesar de toda la fuerza de la gente, en las calles, en las urnas, de los reclamos de la oposición en el Colegio Electoral, el PRI parecía inmutable y sólido. Cárdenas estaba derrotado en muchos sentidos y el PAN aunque protestaba, se dividía entre los que habían visto muchos fraudes electorales y con cierta sabiduría y distancia pensaban que era otro paso más en la “brega de eternidad” y entre los que como Fox o Clouthier querían apresurar el camino.
Por mi parte, lamentaba mucho, no haberme postulado, quizás en vez de estar observando desde el fondo del salón esa batalla, debía haberme batido junto con el resto de los diputados de la oposición, en la lucha parlamentaria. Estaba más claro que nunca en los objetivos políticos que perseguían, pero tenía miles de dudas en cuanto a los métodos y a al trinchera desde la que debía pelear.
En la noche, después de la sesión, el diputado “Chale” que vivía cerca de mi casa en San Jerónimo me dio un aventón. Cuando llegué la casa estaba oscura y en silencio, todos estaban dormidos, se oía el ruido de mis pasos, a pesar de todo el alboroto que había vivido durante muchas horas, los diputados se fueron a dormir a su casa y yo a la mía, todo estaba en paz, pese a todo mi madre y hermanos dormían tranquilos. Me pareció que había llegado el momento de recapitular lo que había sucedido los últimos tres años. Mis objetivos estaban muy claros, que cayera el PRI para que hubiera democracia, y eso permitiera desarrollar un sistema de lucha contra la corrupción para cambiar la desigualdad en justicia, sin embargo, los métodos y las trincheras ya no eran tan claros como a principios de 1985. Sin embargo, seguiría continuando...
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