sábado, 7 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos IX: Los Saldos del Fraude

Miguel de la Madrid se fue en medio del desorden; para mi generación y para mí en lo personal, fue una desgracia. ¿Qué de su sexenio había tenido alguna virtud? ¿la Renovación Moral? ¿La simplificación administrativa? ¿El crecimiento de la deuda? ¿La inflación? ¿Los fraudes electorales patrióticos? ¿El crecimiento exponencial de la inseguridad y el crimen organizado? A los 22 años, después de haber vivido tres campañas, dos megafraudes electorales, un movimiento estudiantil y el nulo crecimiento de la economía y el decrecimiento de mi salario cada semana, me daba un enorme gusto que saliera del poder ese señor.

Con el tiempo me preguntaría muchas veces, si De la Madrid y su gabinete hubieran podido hacer otra cosa o intentar otra estrategia. En esa época las alternativas sudamericanas, ni las mas restrictivas, ni las más “revolucionarias” tuvieron éxito, así que durante un tiempo pensé que, efectivamente, había hecho lo que había podido en esas circunstancias, sin embargo, una vez conociendo el poder de más cerca, la capacidad de maniobra que se tenía entonces, el control corporativo del los sectores, la subordinación de los medios de comunicación, el control corporativo de los gobiernos estatales y municipales, en suma el poder brutal del presidente en esa época, no sólo pudo haber resuelto los problemas económicos en menor tiempo, sino establecer una sociedad más democrática y justa. 

La lista de cosas que pudo haber hecho sería interminable, pero la deuda de México no impedía al Presidente, deshacer los monopolios y abrir nuevas concesiones, privatizar empresas con mayor velocidad, mejorar la educación y la salud pública, impedir los fraudes electorales, modernizar la policía y el ministerio público, defender el federalismo, estructurar un sistema de partidos y la división de poderes. No todo era dinero, eso era un enorme pretexto. 

En lugar de cambiar México - ¿quién tiene la oportunidad de ser Presidente de la República? – optó por una vía conservadora, mezquina hasta el extremo, de echarle la culpa de su ineptitud a sus antecesores – que, es cierto había dejado graves problemas económicos – y al terremoto del DF en 85, pero el fraude de Chihuahua o del 88 no tenía nada que ver con la crisis económica, la corrupción de Bartlet y de la policía secreta e ilegal que él manejaba directamente, no tenía nada que ver con la crisis económica, el crecimiento de la inseguridad y el crimen organizado, tenía y tiene más que ver con la falta de justicia y los privilegios de la clase política y sus aliados en la IP, que con los déficits fiscales de López Portillo o de Echeverría, la corrupción en el gobierno y la falta de justicia para los que delinquieran en el pasado (incluyendo al chivo expiatorio de Díaz Serrano), no tenía nada que ver con la crisis económica. En el sexenio de Miguel de la Madrid, entramos al GATT, se creó el Grupo Contadora, iniciaron las privatizaciones y se firmó el Pacto de Solidaridad Económica, sin embargo, con una hipócrita apariencia de austeridad republicana y liberalismo, le hizo un grave daño a toda una generación de mexicanos, no por la grave herencia que le dejaron sino por la que dejó, por la mezquindad con la que gobernó México.

Vi por la televisión cuando Salinas de Gortari se convirtió en Presidente de México, en el contexto de incredulidad casi total en el que me encontraba, le creí muy poco de lo que dijo en sus discurso inaugural, especialmente en lo referente a la pluralidad y la democracia. Sin embargo, me llamó la atención que en su toma de posesión le diera instrucciones a su gabinete de diferentes cosas, mostrando una dinámica y un liderazgo que no había visto antes. De cualquier manera no me dejé impresionar, el señor había llegado al poder por un fraude electoral, el PRI estaba instalado en la corrupción, los ciudadanos teníamos muy poca voz y casi nada de voto en las decisiones del gobierno, así que no tenía nada de credibilidad su discurso, ni el de sus colaboradores. Mi postura ante Salinas era un enorme “pago por ver” de esceptisismo.


En esos días, mi madre me había dado a leer, unas cartas que habían intercambiado, mi abuelo (Teófilo Olea y Leyva) con su maestro, exsecretario de educación y ex candidato presidencial, José Vasconcelos cuando este vivía la amargura del exilio en España. En esas cartas Vasconcelos le reclama agriamente a mi abuelo y a los miembros de su generación porqué no habían tomado las armas en contra del gobierno cuando se perpetró el fraude electoral de 1929 en su contra. En contraste, mi abuelo le respondía entre otras muchas cosas que México ya había sufrido 10 años de guerra civil y que nadie quería más violencia, en lugar de una nueva revolución muchos, entre ellos mi abuelo hubieran querido que Vasconcelos fundara un partido político para institucionalizar la lucha democrática, pero no lo hizo para frustración de sus discípulos y seguidores, quizás por ello después de la fracasada campaña Almazanista, algunos de ellos, fundarían el PAN, empezando con Manuel Gómez Morín y mi propio abuelo.

Asistí a un último mitin de Cárdenas en el Monumento a la Revolución, ahí propuso la fundación de un nuevo partido político (lo que luego sería el PRD). En esa concentración ya no asistió tanta gente y aunque muchas personas se entusiasmaron con la formación del nuevo partido, para muchos como para mí, era como un premio de consolación. De cualquier manera una vez asentados los ánimos de la campaña, pensaba que formar un partido político era mejor que incitar a una guerra civil.


Después de leer las cartas, me quedó claro que la lucha política debía ser cívica siempre y debía evitarse la violencia a cualquier costo, me sentí aliviado porque tuve la impresión de que la lección había llegado justo a tiempo. Mi madre con su gentil sabiduría envió un mensaje que llegó certero a su destino. Junto con algunos amigos, participé en algunas reuniones preparatorias para la formación del PRD en las que se hizo muy evidente que los ex priístas tenían mucho de nacionalismo revolucionario y poco de izquierda democrática, no era para mí y lamenté cuando el PMS decidió fusionarse con el PRD, eran dos tradiciones y dos visiones distintas. El PMS era el socialismo democrático listo para modernizarse, los expriístas eran básicamente herederos de un populismo autoritario. Un día caminando por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, estaba Carlos Imaz platicando con unas personas sobre la formación del PRD, pasando junto a él, escuché que decía, - Cárdenas nos propuso que el partido se llamara Partido Revolucionario Democrático, pero nosotros no aceptamos ¿Sólo un PRI democrático? Definitivamente no. Al final quedaría como de la Revolución Democrática, sin embargo, recuerdo haber pensado que en verdad la izquierda y el nacionalismo revolucionario eran dos animales distintos en muchas cosas contradictorios. El PRD viviría siempre la tensión entre esas dos corrientes internándose en un laberinto del que no ha salido hasta la fecha. En el camino casi todas las mejores mentes de la izquierda democrática abandonaron el PRD.

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