miércoles, 29 de junio de 2011

La Denuncia Formal: Un Laberinto de Impunidad

Ahí les va la Introducción del nuevo libro que busca entender porqué a pesar de la inseguridad la gente no denuncia los delitos y porqué los gobiernos complican tanto la presentación de una denuncia.

En México, apenas se denuncian 22.1 de cada 100 delitos sin embargo, solamente se inicia una averiguación previa en 14.8, es decir que de cada 100 delitos solamente 14.8 son “investigados” por la autoridad ministerial.

Básicamente el 38.3% de las personas que no denuncian el delito o delitos de los que han sido víctimas es porque lo consideran una pérdida de tiempo, 15.2% porque desconfían de la autoridad, 12.3 porque los trámites son largos y difíciles, 4.8 por una actitud hostil de la autoridad y 1 por miedo a que los extorsionaran. En suma, el 70% de los que no denuncian un delito, consideran que el deficiente servicio de la autoridad (en este caso de las agencias del ministerio público) es la principal causa de que no denuncien los delitos. En los países con los niveles más altos de denuncia, la autoridad conoce entre el 50% y el 70% de los delitos.

La denuncia de hechos que tentativamente pueden implicar la existencia de un delito, (aunque no es la única forma de que la autoridad se entere de la existencia de un posible delito) es muy importante para investigar y perseguir cualquier tipo de crimen y para desarrollar una sólida política anti-criminal. Sin embargo y a pesar de su importancia, el diseño del sistema de seguridad pública y procuración de justicia, así como la regulación de este procedimiento, en la práctica inhiben al individuo, como los datos lo confirman, para reportar a la autoridad la posible comisión de un delito.

Las razones del bajo nivel de denuncia en México se pueden explicar de diversas maneras, sin embargo, el origen del problema se encuentra en la confusión que existe entre el concepto de denuncia o querella en un sistema inquisitivo, que opera como una garantía contra abusos de autoridad, especialmente de quien está encargado de la investigación de los delitos y el concepto de denuncia o querella en un sistema adversarial donde estas son el simple (o complejo dependiendo el ilícito) reporte de un posible delito o en etapas posteriores como la acusación que hace la entidad competente a un juez, para vincular a una persona a un proceso penal.

Por un lado, a la denuncia se le entiende como el hecho de que cualquier persona le reporte a la autoridad la posible comisión de un delito (noticia de un crimen), para que la autoridad proceda a actuar en consecuencia, es decir, impedir que éste continúe, si es que está en proceso, con el fin de proteger a las posibles víctimas, o a investigarlo para perseguir a los culpables.

Por el otro, a la denuncia se le da el carácter de una garantía para el imputado y para la sociedad en general ya que este requisito (previo a cualquier investigación criminal) busca  impedir que la autoridad pueda causar molestia (detención, cateo, intervención de comunicaciones, etc.) a un individuo por su propia iniciativa, sino que requiere para actuar que haya una acusación hecha por un persona (antes se pedía que fuera una cierta y digna de fe) y por un hecho que pueda constituir un delito en el que éste haya estado involucrado.

Esta segunda acepción (la de ser una Garantía) requiere de mayor explicación para entender su significado, la lógica en la que se diseñó, el derecho que buscaba proteger en el marco del Garantismo Inquisitivo, pero sobre todo, la absurda restricción que genera y la torpeza que provoca para denunciar e investigar los delitos y lo innecesario de esta garantía a la luz de una justicia democrática.

Bajo la premisa de que la Denuncia es una Garantía, los códigos de procedimientos penales, tanto federal como de los estados, así como la jurisprudencia, han establecido a la denuncia y a la querella (y una serie de formalidades para presentarlas) como un requisito de procedibilidad para iniciar la investigación de un delito lo que provoca, como nos demuestran las cifras, un nivel escandalosamente bajo de denuncias de parte de las víctimas u ofendidos de un delito.

Establecer en la carta magna el sólo hecho de reportar la posible comisión de un delito a la autoridad investigadora parecería fútil sin embargo, detrás de este requisito existe una larga discusión sobre las garantías procesales que atenúan la agresividad del sistema inquisitivo y de las facultades de molestia que la autoridad investigadora puede tener en contra de un ciudadano, sospechoso de un delito.

El presente ensayo, es un intento por entender las razones del bajo nivel de denuncia del delito que hay en México pese a la criminalidad que se vive, desagregando el proceso de denuncia y entendiéndolo a la luz de su trayectoria histórica, jurídica y fundamentalmente política.

Al mismo tiempo y abusando de la paciencia del lector, busca recuperar y separar en su adecuada etapa procedimental (aunque al principio genere confusión), las diversas acepciones que equivocadamente se han integrado en el proceso de denuncia ante el Ministerio Público como; a) reporte de un delito; b) como la imputación que se hace en contra de una persona por la posible autotía o participación en la comisión de un delito y; c) como requisito indispensable para que un juez pueda librar una orden de aprehensión.

Finalmente, hace una propuesta para recuperar y facilitar en la teoría y en la práctica, el concepto y el procedimiento para; a) reportar un posible delito, con el fin de aumentar el nivel de denuncia del delito; b) recuperar el papel del Ministerio Público como autoridad administrativa encargada de la persecución de los delitos y evitar cualquier semejanza de esta noble institución con los antiguos jueces inquisitivos y c) solventar la grave confusión de etapas procesales que existen entre el reporte de un posible delito (la denuncia) y la acción penal que permite a un juez, por “denuncia” del Ministerio Público librar una orden de aprehensión o autorizar otras medidas de molestia en contra de individuos sospechosos de cometer un delito para vincularlos a un proceso penal.

Si bien la reforma al sistema de Seguridad Pública y Justicia Penal de 2008, resolvió en la legislación muchas de las restricciones que han tenido la autoridad y la sociedad para combatir la delincuencia y proteger los derechos humanos, mantuvo e incluso incrementó la dispersión y duplicidad que existe entre las instituciones de seguridad pública y procuración de justicia para articular una política criminal, básicamente porque omitió recuperar el sentido original y garantista del concepto y del proceso de Denuncia (manteniendo la confusión de originada en1929 y sin leer al gran Francisco Zarco como veremos) como el requisito para que un juez pueda vincular a un ciudadano a un proceso penal y no como un trámite de corte inquisitivo para que una autoridad administrativa (el Ministerio Público) pueda someter a una instrucción administrativa a un ciudadano, cosa que va seguir generando problemas en la implantación del nuevo proceso penal pero sobre todo va a ser un obstaculo para que haya seguridad pública y justicia penal en nuestro país.

viernes, 17 de junio de 2011

Memorias de Los Pinos


Por. Bernardo León Olea

Repito esta primera parte para, empezar desde el principio.

Mi oficina en Los Pinos estaba exactamente arriba de la oficina del Presidente, en broma, me gustaba decir que “mi oficina estaba por encima de la del Presidente”, lo cual físicamente era verdad, pero hasta ahí.

El último día que ocupe esa oficina, me senté en el escritorio, observe toda la habitación con su grandes ventanales que daban a los jardines y al busto de Benito Juárez y de Sebastián Lerdo de Tejada, el librero estaba vacío, el enorme pizarrón que había mandado poner en una pared se encontraba perfectamente limpio y sólo unas cuantas cajas con libros y con algunas fotos personales permanecían en la mesa de juntas, listas para llevármelas.

Sentado en ese lugar, pasaron por mi mente las experiencias que me había tocado vivir en 20 años de activismo político, desde el diálogo interno que tuve a los 18 años para decidir si me afiliaba al Partido Socialista (PSUM) al Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), al Partido Demócrata Mexicano PDM o al PAN (Acción Nacional), hasta el proceso de desafuero en contra de López Obrador, pasando las elecciones en Juchitán, Oaxaca en el 1985, por la campaña para gobernador en Chihuahua en 1986, el fraude electoral de 1988, la elección de Ruffo en Baja California Norte, que lo convirtió en el primer gobernador panista de la historia, hasta la elección de Vicente Fox en el año 2000.

Comparaba, la transición a la democracia y el gobierno de Fox, con la forma en que me la imaginaba durante la década de los ochenta y de los noventa, cuando la meta era derrotar al PRI y construir un sistema democrático y me daba cuenta que derrotamos al PRI, pero luego algunos obtusos colaboradores del Presidente Fox lo habían revivido en sus peores formas y, por otro lado, la construcción de un sistema democrático todavía era muy frágil como para cantar victoria, sin embargo, el país estaba en calma y la economía estable, aunque subsistía una enorme injusticia en el país.

Claramente las cosas habían sido muy diferentes a como las había imaginado, me sentía un poco decepcionado, pero no demasiado, durante mis años en Los Pinos – al menos en los que a mí me tocaba – habíamos tenido muchos éxitos que festejar y a pesar de toda yo me sentía muy optimista. Sin asomo de cinismo, con los pies en la tierra, y después de ver con cierta crudeza la naturaleza humana en el trance de la lucha por el poder, me había convertido en fiel seguidor del paradigma panista de que “no haya ilusos para que no haya decepcionados”.

Abstraído en mis recuerdos y reflexiones y, dándome cuenta de donde estaba sentado y la trascendencia del momento – al menos para mí – (no todos los días se va uno de Los Pinos), me regresó a la realidad mi secretaría –Josefina – que me avisaba que ya estaba mi chofer en la puerta 5 para llevarme a mi casa. Me paré, observe por última vez la oficina y me salí.

Al cerrar la puerta oí el ruido de la cerradura electrónica de mi oficina por última vez, me despedí de Josefina – mi secretaria – sin mucha ceremonia para evitar las lágrimas y baje las escaleras principales. En la planta baja me cruce con el Presidente Fox y me despedí con un –buenas noches presidente y me respondió amablemente de la misma manera y continué mi camino a la calle. El Presidente no sabía que yo había renunciado, no me había atrevido a decirle, porque un funcionario antes de mi se había ido a despedir y el Presidente se había negado a aceptarle su renuncia y lo había tratado casi como un desertor, así que yo presente mi renuncia ante mi jefe directo, que era Ramón Muñoz y no le informé directamente al Presidente, tenía miedo de que me retuviera o de recibir alguna reprimenda.

Renuncié, en diciembre de 2005, en 2006 serían las elecciones federales y yo me quería presentar como candidato a diputado por el V distrito electoral en Tlalpan DF, tenía la ambición de ser diputado, tenía una agenda legislativa y política que quería promover en la cámara baja y no quería que nada aplazara mi proyecto, además había terminado mi trabajo y el proyecto que quedaba pendiente (la reforma de seguridad pública y justicia penal) no sería aprobada hasta el sexenio siguiente (yo esperaba ser el Presidente de la Comisión de Justicia para promover su aprobación), la mala relación de Fox con el Congreso impedirían que eso sucediera antes, por lo que yo sentía que había terminado mi tarea. Así que me fui a la Puerta 5, me despedí de los miembros del Estado Mayor Presidencial que cuidan la entrada de la casa presidencial, me subí por última vez al coche que me había prestado el gobierno por cinco años y medio y me fui a mi casa.

Ese ciclo de mi vida que había empezado 20 años antes, terminaba, en diciembre de 2005, saliendo de la Residencia Oficial de Los Pinos después cinco años y medio de trabajar con el primer gobierno panista de la historia, efectivamente mucho agua había corrido en ese río. 

martes, 7 de junio de 2011

Ernesto Cordero: Una candidatura endogámica


De los últimos cinco presidentes emanados del PRI, ninguno tuvo un puesto de elección popular antes de ser presidentes. Su vida, la de Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas y Zedillo había transcurrido entre oficinas burocráticas de bajo y alto nivel, pero ninguno fue diputado, senador, gobernador, presidente municipal, ninguno fue a buscar el voto o a entenderse con los ciudadanos, su vida era sólo la rutina, sólo la visión muy limitada, que desde la oficinas burocráticas del gobierno federal en el DF se tiene del país.

Si uno observa sus trayectorias profesionales, básicamente fueron servidores de carrera, quizás con la excepción de Luis Echeverría, que estuvo mas ligado al trabajo partidista dentro del PRI, ninguno realmente hizo trabajo político. Su ascenso fue burocrático y su llegada al poder estuvo directamente relacionada con un sistema político, que independientemente de a quien postulara para ser presidente, ganaría las elecciones.

Dicho de otra manera, en México las carreras políticas se construían en la burocracia, no en la arena electoral, lo que convertía a la Administración Pública un campo de batalla político, distorsionando su función administrativa en perjuicio de los mexicanos.

Los viejos priístas (y los nuevos ahora se han dado cuenta de eso) sabían que había que estar en contacto continuo con el pueblo, ir a sus bautizos y bodas, conocer su necesidades, darles diferentes apoyos y ayudas ya que estos “gestos” son fundamentales para mantener a su clientela electoral y política. Ese inmenso trabajo político le dio al PRI muchas décadas de poder, sin embargo, como todo buen monopolio (sin competencia), al saberse invencible descuido a sus bases (bajo la calidad de su producto) y permitió que unos jóvenes muy lejanos del pueblo pero armados con diplomas en diferentes universidades extranjeras, articulados al hablar y de finas maneras tomaran las cúpulas del poder (de donde todo partía) y abandonaran la cercanía con el pueblo.

Los tecnócratas tienen un despreció muy grande por la política, consideran a los políticos unos merolicos profesionales que no tienen clase. Ellos no se ensucian las manos, no discuten con ignorantes y mucho menos se rebajan a la despreciable tarea de buscar votos, excepto cuando, en la lejanía del candidato presidencial, hacen el esfuerzo de saludar a sus acarreados. Ellos son “políticos de cúpula”

Los tecnócratas fueron tan exitosos en su conquista del poder desde la burocracia y no desde el voto, que transmitieron la idea a muchos jóvenes mexicanos de que para llegar al poder había que estudiar en alguna universidad de prestigio básicamente en Estados Unidos, pero sobre todo vendieron la idea de que la carrera política no se construye en las colonias, en los pueblos, en los distritos electorales sino en la universidades extranjeras y en la burocracia federal.

Este esquema se repetía, en los estados y aún en algunos municipios e incluso en el Poder Legislativo, muchos burócratas eran postulados como gobernadores de sus estados natales, aunque habían pasado toda su vida en la ciudad de México y a otros los hacían diputados, plurinominales, por supuesto para que no compitieran.

Las elecciones del 1988, donde el PRI casi pierde el poder a manos de los “políticos” con bases (Cuauhtémoc Cárdenas había sido senador y gobernador de Michoacán) hicieron evidente esta situación y para 1994 Salinas postuló a Colosio que había sido diputado por mayoría, líder del PRI y Senador por Sonora, como candidato presidencial, sin embargo fue asesinado y un tecnócrata por antonomasia como Zedillo, fue postulado.

En la campaña de 1994, un político con apenas una licenciatura en la UNAM, pero forjado en las batallas partidistas, en las campañas, en los fraudes electorales y en el Congreso, lo venció en el debate y lo puso en la tesitura del perder las elecciones.

Para el año 2000 el PRI postuló a Labastida que había sido Gobernador de Sinaloa en 1986 (aunque llevaba años de no vivir ahí y ganó a través de un fraude electoral en contra de Manuel Clouthier), sin embargo se encontró con un político – Vicente Fox – de la calle, que había sido diputado federal por mayoría, Gobernador de Guanajuato y cuya carrera política estaba muy lejos de la alta burocracia panista.

La Tecnocracia del PAN

Desde su fundación, el PAN había tenido muchos problemas para ganar elecciones y obtener espacios de poder y por ello buscaba entre los empresarios, los profesionistas independientes y los activistas religiosos, a su candidatos, con el fin de atraer su fuerza y sus bases para el PAN.

Básicamente, durante la primera parte de su historia, el PAN ganaba alguna que otro distrito legislativo y esporádicamente un municipio basado en la fuerza no del PAN sino del incauto líder al que habían convencido para que se postulara.

Más adelante se crearon los diputados de partido donde todavía era indispensable tener una buena cantidad de votos para llegar a la cámara de diputados, sin embargo, después de las reformas electorales que crearon y ampliaron los diputados plurinominales y los subsidios a los partidos políticos, se fue forjando una burocracia panista que por su trabajo al interior del PAN, no con las bases, ni en los distritos, obtenían los primeros lugares en las listas plurinominales o la postulación en los distritos “seguros” lo que cambió completamente la dinámica partidista.

Durante las décadas de los ochentas y noventas, el PAN reclutó líderes sociales – básicamente empresarios – para lograr triunfos electorales. Líderes como Francisco Barrio, Manuel Clouthier, Carlos Medina, Fernando Canales, Adalberto Rosas, Vicente Fox, Ernesto Ruffo, entre otros, provenían de sindicatos patronales que querían cambiar la política del régimen pero que no parecían estar muy compenetrados en la ideología, ni siquiera en las luchas panistas, salvo excepciones que cumplían el doble perfil (panista-empresario) como Don Luis H. Álvarez o Rodolfo Elizondo.

Estos líderes y otros más le dieron fuerza al PAN y ganaron elecciones sin embargo, muchos panistas, los veían como advenedizos que habían aprovechado las luchas generacionales del PAN para cosechar los frutos sin que los verdaderos panistas – según ellos – tuvieran acceso al poder o a los altos cargos dentro de los gobiernos.

Los pleitos entre los comités municipales y estatales de PAN y sus alcaldes y gobernadores se multiplicaron, ya sea porque exigían cuotas dentro de sus gobiernos o porque querían definir la política y las alianzas de sus administraciones.

Esta situación llegó a su punto más alto, cuando los que se sentían herederos del PAN, se vieron desplazados por los empresarios y Fox se quedó con la candidatura presidencial, mientras Felipe Calderón quedó en los primeros lugares de la lista plurinominal, aunque casi toda la campaña del 2000 se la pasó en Harvard, para luego ser líder parlamentario en la cámara de diputados en una relación muy difícil con Santiago Creel y con el propio Fox que permitió que la agenda legislativa de ese sexenio fracasara.

La reacción en el PAN al triunfo de Fox no se hizo esperar, los panistas empezaron a pedir todo tipo de puestos y cargos en la Administración Pública Federal con el apoyo del partido, mientras Fox peleaba en el Congreso (con la oposición de Calderón) para que se aprobará una Ley del Servicio Profesional de Carrera, que evitara que el gobierno federal se convirtiera en un botín político de cualquier partido en este caso del PAN.

Sin embargo, esta ley no se implementó debidamente y una burocracia albiazul, se convirtió en un subproducto de la transición democrática. Aunque perdió el PRI las elecciones en el 2000, en realidad las formas y métodos priistas permanecieron en el gobierno y se trasplantaron al PAN.

El PAN nunca ha sido un partido de masas, más bien la ciencia política lo ubicaría como un partido de cuadros que aspiran al gobierno, sin embargo, a partir del triunfo del año 2000 las solicitudes para entrar al partido se multiplicaron geométricamente, por lo muchos lideres panistas se sintieron amenazados de perder el control del partido, así que se restringió mucho la afiliación al PAN y pasar de adherente a militante resultó una empresa muy complicada para muchas personas, incluidas algunas muy cercanas a Fox.

Seis años después, la visión endogámica del PAN, ha permitido que casi se pierdan las elecciones presidenciales del 2006, que se perdieran las elecciones del 2009 y que el panorama para el 2012 se vea complejo por buscar algún calificativo.

Sin embargo, esta situación no parece inmutar la premisa endogámica del PAN para los panistas o incluso todavía más, para los Calderonistas.

Ernesto Cordero, es una buena persona, capaz e inteligente y a diferencia de su jefe es mas conciliador y de buen trato, sin embargo, nunca ha tenido un puesto de elección popular, no tiene carrera política, es producto de la endogamia calderonista y reproduce un esquema que llevó al PRI a perder el poder.

La política es distinta a la administración pública, son dos cosas distintas, la política busca el cambio, a innovación y se basa en el sentido común, la administración pública busca la continuidad, el orden y se basa en la técnica. Los perfiles son distintos, un político esta en la calle, su trabajo es hablar, proponer, convencer, ser electo, no tiene que ser un experto, para eso lo asesoran los expertos.

En el fondo la tecnocracia tiene una visión profundamente despectiva de la política y de la democracia, porque cree que la técnica supera al sentido común, a las aspiraciones de los individuos. Los tecnócratas deben ser los asesores de los políticos, pero seria una pena que el PAN reprodujera el esquema que llevó al PRI a perder el poder y el PRI ganara con un político que al parecer esta muy bien asesorado.

Ojala que en el PAN encontremos un político que se postule a la Presidencia y que los panistas entendamos que los políticos son electos y los tecnócratas son de carrera y no tienen militancia partidista.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Nueve ideas del Inventor de la Policía para que ésta funcione









LOS NUEVE PRINCIPIOS BÁSICOS DE
SIR ROBERT PEEL (fundador de Scotland Yard)
SOBRE LA POLICIA.

1. La misión básica para la cual existe la policía es prevenir el delito y el desorden.
2. La capacidad de la policía para realizar sus funciones depende de la pública aprobación de sus acciones.
3. La policía debe conseguir que el público coopere espontáneamente en el voluntario cumplimiento de la ley para ser capaz de alcanzar y mantener su respeto.
4. El grado de cooperación del público que puede llegar a alcanzarse disminuye en proporción a la necesidad del empleo de la fuerza física.
5. La policía no alcanza y conserva el favor del público satisfaciendo a la opinión pública sino demostrando constantemente su absoluta imparcialidad al servicio de la ley.
6. La policía emplea la fuerza física en el grado necesario para conseguir la observancia de la ley o para restaurar el orden solamente cuando el ejercicio de la persuasión, el consejo y la advertencia se han mostrado insuficientes.
7. La policía, en cualquier tiempo, debe mantener una relación con el público que haga realidad la tradición histórica de que la policía es el público y el público es la policía; solamente llega a ser miembro del público la policía a la que se le paga para prestar una atención completa a los deberes que incumben a cada ciudadano en interés del bienestar y la existencia de la comunidad.
8. La policía debe siempre dirigir sus acciones estrictamente hacia sus funciones y nunca pretender usurpar el poder judicial.
9. La prueba de la eficiencia policial es la ausencia de delito y desorden, no la evidencia visible de las acciones policiales al actuar contra estos.



martes, 18 de mayo de 2010

El PAN Suyo

No hay nada más reaccionario que la razón, lo que mueve a los pueblos es la ilusión.
Miguel de Unamuno (filósofo Conservador)

Ingresé al PAN en 1985, no había ni un peso en el comité del distrito XXXVIII de Álvaro Obregón y Magdalena Contreras en el DF donde me afilié, apenas unas 10 o 15 personas nos reuníamos los miércoles en un local extremadamente sencillo para hacer nuestras juntas. Los sábados, pintábamos, sin mucha precisión, bardas y postes de luz con la leyenda de "PAN" o "Vota PAN" en el mejor de los casos, por supuesto, que nadie cobraba un centavo por hacer eso, era completamente voluntario.

A pesar de la precariedad (el PRI era omnipotente en esos días) mucha gente se unía y votaba por nosotros, los motivos eran espirituales (en el sentido más laico del término) y en el fondo lo que nos unía era la convicción de que México necesitaba sacudirse al PRI y que hubiera una democracia donde los partidos se alternaran el poder por decisión del voto ciudadano.

En esa época era mucho más fácil ser militante que ahora, tampoco había tanta demanda... cierto; pero en más de un sentido, la precariedad del partido, aseguraba, de alguna manera, la sinceridad de quien quería militar, desde la marginalidad en que el PRI y su sistema tenían al PAN de entonces y participar en política.

El PAN ganó en 2000, sobre la imprecisa ilusión del pueblo mexicano, en un cambio democrático, sin embargo, el ejercicio del poder en los últimos 10 años ha desgastado al PAN y han cambiado los motivos de muchos militantes panístas para participar en política.

La repartición del poder ha cerrado al partido a la sociedad y ha centralizado muchas decisiones, por lo que la democracia interna ha sufrido y el reclutamiento de liderazgos sociales ha decaído y por ello el PAN ha perdido muchas elecciones.

Parafraseando a Carlos Castillo Peraza podríamos concluir que; "El PAN Nuestro" tiene que transformarse en el "PAN Suyo"(del pueblo se entiende) para volver a ganar elecciones y recuperar el sentido de misión y del ilusión que nutrió a esa militancia idealista que quería y quiere con más fuerza cambiar a México y que al mismo tiempo motivó a los mexicanos a votar por un partido, entonces pequeño y marginal, que sentían parte del patrimonio colectivo.

jueves, 6 de mayo de 2010

No olvidar

"Hay determinados momentos en que el político puede obtener un éxito real sólo con olvidar toda la red entrelazada de aspectos, análisis y cálculos políticos relativizados, actuando simplemente como un hombre honrado."

Václav Havel

Carta a Alexandr Dubcek
9 de agosto de 1969

viernes, 4 de diciembre de 2009

Juanito y Elíseo Martínez; Dos caras del mismo problema

Por Bernardo María León


En el trienio 1992-1994, la Ciudad de León, tuvo un excelente Presidente Municipal; Elíseo Martínez Pérez, transformó León de una Ciudad caótica, con problemas graves de desarrollo urbano, contaminación del agua, seguridad pública, etc. En una ciudad bien planeada, con obras importantes de infraestructura pensadas a largo plazo, con parques públicos para los leoneses y con un nuevo impulso económico que promovió la industria del calzado, pero que la trascendió para que León entrara al siglo XXI como una ciudad comercial, turística y de servicios, con el fin de diversificar su estructura económica. El éxito económico de León es impresionante.


No obstante sus logros, el futuro político de Elíseo al final de su periodo era incierto, evidentemente no podía buscar la reelección como alcalde, porque el artículo 115 constitucional (en su versión priísta) se lo prohibía. En esa época se habló de que sería el candidato a gobernador o a diputado, senador, etc. Sin embargo, es muy posible, que si no hubiera una prohibición constitucional para buscar la reelección inmediata, Elíseo Martínez hubiera buscado quedarse como Alcalde de León y (aunque el hubiera es un verbo que en política no existe) es muy posible que los leoneses lo hubieran reelecto para otros tres años por su magnifico desempeño.


Al terminar su periodo, Elíseo regresó a su empresa de calzado (por lo que se, con bastante éxito) y cuando terminó el periodo de gobierno de Vicente Fox en la gubernatura, fue precandiato del PAN, pero perdió en una elección interna muy discutida contra Juan Carlos Romero Hicks, que había sido rector de la Universidad de Guanajuato. Elíseo Martínez, acabó peleado con el PAN y salió de ese partido. Después, como resultado de esas pugnas, buscó otros cargos de elección, por otros partidos, pero en la memoria de muchos leoneses sus logros desaparecieron frente a los conflictos y rencores políticos que provocó al buscar apoyo en otras fuerzas políticas. Se perdió un gran Alcalde y se ganó un mal político, todo porque Elíseo no se pudo reelegir. ¿Qué hubiera pasado con Elíseo si no se prohibiera la reelección inmediata de alcaldes? quizás hubiera durado seis o nueve años en el cargo, con grandes éxitos y experiencia y quizás después se hubiera retirado a la vida privada con un gran prestigio y cariño popular. Y quizás, nunca hubiera aspirado a ser gobernador, porque, la posibilidad de la reelección hubiera impedido que la alcaldía fuera un trampolín para nuevos cargos, sino una aspiración por sí misma, quizás, como dijo alguna vez Lawrence J. Peter, Elíseo habría llegado a su nivel de incompetencia. Buenos alcaldes no hacen necesariamente buenos gobernadores, pero alcaldes que no se pueden reelegir, buscan otros espacios políticos, donde posiblemente no tienen la competencia para desempeñarlos adecuadamente.


Por otro lado, la Delegación de Iztapalapa, ha sido desde hace algunos trienios, un bastión de la izquierda, de donde obtiene una buena tajada de los votos que acumula a nivel nacional. Sin embargo, cada tres años debe presentar a un nuevo candidato para conservar el gobierno delegacional, por las mismas razones que Elíseo no puedo mantenerse como Alcalde de León; no se permite la reelección inmediata de los delegados.


En este contexto, el pleito interno del PRD, impidió un candidato unificado de todas sus corrientes internas y esto dejó fuera a Clara Brugada, cuya candidatura por el PRD fue invalidada. En este contexto, la historia es conocida, AMLO apoyó al candidato del PT "Juanito" bajo la premisa de que renunciaría una vez en el poder en favor de Clara Brugada, para que esta dirigiera la Delegación los próximos tres años.


Nadie respeto los acuerdos y hoy Iztapalapa, tiene enfrente la perspectiva del desorden político y el enfrentamiento. TODO POR LA AUSENCIA DE LA REELECCIÓN.


El anterior Delegado de Iztapalapa, o el anterior, o el anterior, pudieron haber hecho un buen trabajo, es difícil decirlo, pero si hubieran tenido el incentivo de poderse reelegir, habrían buscado hacer un buen trabajo, se profesionalizarían y se olvidarían de usar el puesto de Delegado como un trampolín para otro puesto, y otro puesto, y otro puesto. Ser Delegado o Alcalde, podría ser una carrera política por si misma y serenaría los ímpetus de quienes sólo están pensando "hacer cola" para ver cuando les toca.


El drama de Elíseo o el de Juanito, no pasaría de ser anecdótico, sino fuera porque el desorden urbano de las ciudades en México, la ausencia de parques y proyectos de desarrollo económico y convivencia social, la debilidad fiscal de los municipios y la corrupción que impera en muchos de ellos, están muy relacionados con la falta de profesionalismo y de continuidad de los gobierno municipales, con la estúpida idea de que "hay que reciclar a las elites" y debido a ello mantener permanentemente a los gobiernos más cercanos a la gente en el "amateurismo" y el desorden.


¿Cuánto le cuesta a México que no haya reelección de Alcaldes?


La típica ciudad mexicana, está conformada por zonas de clase alta y media alta, bien urbanizadas y con servicios, la gente de este nivel social va a escuelas privadas (porque las públicas no les convencen) y a clínicas y hospitales privados (por la misma razón) y tienen en sus colonias policías privados que los cuidan. Estas colonias conviven, en todo el país, con barrios de clase baja, sin orden urbano, ni servicios, con escuelas públicas donde los niños van apenas cuatro horas a la escuela, con servicios de salud cuya calidad podría mejorarse mucho y con graves problemas de inseguridad, que van desde el narcomenudeo hasta la violencia sexual. Dos naciones conviviendo en el mismo territorio.


¿A poco creen, amables lectores, que cualquier alcalde, puede resolver estos problemas en tres años?


La democracia y el bienestar se construyen desde los niveles más básicos de gobierno, sin reelección, la sociedad pierde a sus mejores líderes (Elíseo) a un costo social muy alto y permite que "haciendo cola" lleguen alcaldes mediocres (Juanito) y corruptos a dirigir los destinos de millones de gentes esperanzadas en un buen gobierno.


¡Que débil es un alcalde cuyo proyecto de gobierno tiene un horizonte de sólo tres años!


México necesita alcaldes con poder y horizonte para empezar a  resolver los problemas desde los niveles más básicos de gobierno.

martes, 24 de noviembre de 2009

2010; Fundar la Libertad

Por Bernardo María León

En su ensayo “Sobre la Revolución” Hannah Arendt, (filósofa judía alemana que dejó su país a la llegada de Hitler al poder) observa que “las revoluciones”, más allá de todas sus justificaciones ideológicas, “nunca han abandonado la causa más antigua de todas, aquella que desde el principio de nuestra historia ha determinado la existencia de la política, es decir, la causa de la libertad frente a la tiranía.” En otras palabras, el objeto de toda revolución, no es solamente cambiar o destruir el estado de cosas en que vive una sociedad, sino fundar la libertad.

México ha sido un país que a lo largo de su historia como país independiente (como nación en 2021, cumpliremos 500 años de La Conquista concluida el 13 de agosto de 1521) ha vivido muchas guerras con objetivos revolucionarios, sin embargo, a pesar de los esfuerzos, la fundación de la libertad ha quedado pendiente. En 1821 una vez concluida la Revolución de Independencia, los intentos absolutistas de Iturbide anularon la posibilidad de una monarquía constitucional, posteriormente, las luchas entre centralistas y federalistas, conservadores y liberales, monárquicos y republicanos impidieron la paz y el progreso, pero sobre todo la libertad que da la civilización como orden social.

Hasta el último tercio del siglo XIX, cuando a la derrota de los conservadores y de los monárquicos, se restauró la república y comenzó un periodo de relativa libertad, que se veía interrumpida, por la dificultad de institucionalizar un gobierno de leyes (de equilibrio de poderes que limite la tiranía) que fuera superior al poder de los caudillos, la cuestión la concluyó Porfirio Díaz, institucionalizando su persona por encima de las leyes y sus instituciones. No se fundó la libertad.

De igual manera, la llamada Revolución Institucionalizada, con su Partido Hegemónico, su corporativismo y su ideología “revolucionaria”, se quedó al margen de fundar la libertad y en muchos casos hizo retroceder ciertas instituciones a etapas anteriores a la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma. Igual, no se fundó la libertad.

En el México contemporáneo, el fin del Partido Hegemónico y la alternancia de partidos en el poder, ha brillado por la ausencia de una reforma política (que debió haber sido el primer objetivo de la transición y no el último) y ha dejado espacios vacíos de poder que, siguiendo impulsos coloniales y corporativos, ha intentado llenar la llamada partidocracia (este sistema político que centra el ejercicio de la vida pública en tres burocracias verticales y cerradas que inhiben el ejercicio de la ciudadanía y disfrutan de increíbles privilegios), y que en la práctica ha paralizado la creación de un nuevo régimen político, que permita a los mexicanos vivir con dignidad, más allá del consumismo que los despersonaliza y los enajena, transformando una ciudadanía activa, participativa e idealista, en una ciudadanía cínica que paulatinamente abandona el sueño de intervenir en la vida pública y de construir el bien común y se concentra en la lucha por sobrevivir.

Ignoro, si los esfuerzos por impedir la reforma política en México, se hacen como una tácita de conspiración para repartirse los privilegios del poder, gane quien gane, pierda quien pierda, porque siempre habrá una tajada (plurinominal) para cada burocracia, o es simplemente la inercia, la desidia y la negligencia de la clase política que por su horizonte de tres o seis años, está impedida para tener una visión moral y política de más largo plazo.

El peligro de aplazar más esta reforma puede causar un daño moral muy grande a la sociedad, que como dijera Václav Havel frente a la Caída del “Socialismo con Rostro Humano” en el 68 Checoslovaco; “Al final, en sustitución de la libre participación en las decisiones económicas, una intervención amplia en la vida política y un desarrollo espiritual libre, tan sólo se ofrece al ser humano la posibilidad de decidir libremente el modelo de frigorífico o de lavadora que se comprará”. Así, “el choque tras la caída del último ideal solamente podría desembocar en una modorra y un marasmo moral tales que, posiblemente, no nos recuperaríamos durante una generación entera”.

A 100 años de la Revolución, es imperativo recuperar el idealismo y la fuerza moral que logró derrotar al PRI e iniciar el tránsito a un sistema democrático, para no repetir los ciclos perversos de la historia de México, de idealismo y esperanza, por cinismo y decepción. ¿Qué le pasó a los grandes ideales de la Independencia, de la Reforma, de la Revolución? ¿Qué le pasará a los grandes ideales de la transición democrática?

Básicamente hacer la reforma política es abrir el sistema político y transformar la nefasta partidocracia, en una democracia abierta. ¿Cómo? No me cansaré de repetirlo, con algunas medidas esenciales y urgentes;

a) Obligando a la clase política a la rendición de cuentas, eliminando la prohibición de la reelección inmediata de legisladores y alcaldes.

b) Eliminando la representación proporcional (los plurinominales).

c) Permitiendo las candidaturas independientes.

d) Permitiendo que para ser funcionario (no electo), se respete y amplíe el Servicio Profesional de Carrera garantizando el derecho de que cualquiera pueda ingresar al Servicio, aunque no sea compadre, amigo, pariente, sino por su competencia y en igualdad de oportunidades con el resto de los mexicanos. Lo que tendrá el beneficio adicional de restringir las posibilidades de corrupción y permitirá crear una Administración Pública eficiente, efectiva y eficaz.

e) Garantizando la independencia de los jueces y ministerios públicos, federal y de los estados, no sólo de los otros poderes, sino también de sus propias jerarquías y burocracias, para que puedan actuar y ser auditados por su desempeño y no por sus lealtades; y

f) Construir una auditoria independiente del gobierno que realmente luche contra la corrupción y transparente la rendición de cuentas.

De esta manera, controlaríamos a la clase política autocrática, origen de la decepción ciudadana y reactivaríamos los ideales de la transición que no buscaban en palabras del Maquío Clouthier, “cambiar de amo, sino dejar de ser perros”.

Fundar la libertad, ni más, ni menos.

martes, 17 de noviembre de 2009

Lo Mejor Está por Venir

Por Bernardo María León

En la noche del 2 y 3 de julio de 2000, estaba en las oficinas del CEN del PAN, festejando el triunfo de Fox, no podía creer que habíamos ganado las elecciones y que finalmente la era del PRI se había terminado. En medio del júbilo y de lo intoxicante de la victoria, pensaba en todo lo que tuvo que pasar para que estuviéramos ahí, la reforma electoral de principios de los sesentas que creó a los diputados de partido y que posibilitó la entrada de 20 diputados de oposición a la Cámara de Diputados, el movimiento estudiantil de 1968, los movimientos guerrilleros de los setentas, la reforma política que creó la figura de los diputados plurinominales. Los problemas electorales de los ochentas, que se debatieron entre triunfos de la oposición y fraudes electorales, como los de la coalición COCEI-PSUM en Juchitán, los del PAN y en menor medida del PDM en Chihuahua, Durango, Guanajuato, Piedras Negras, Nuevo León, Sonora, San Luís Potosí…etcétera y para coronar la década, el fraude electoral de 1988.

Como olvidar, el terremoto de 1985 y los movimientos urbano-populares que derivaron de los damnificados del sismo. El movimiento estudiantil encabezado por el CEU de 1986-87, la ruptura del PRI, encabezada por la Corriente Democrática, la fundación del PRD, la muerte de Fidel Velásquez, el retiro de Jacobo Zabludovsky y de Raúl Velasco (que manejaban el control y la propaganda del sistema), el levantamiento zapatísta en Chiapas, el asesinato de Colosio y las reformas políticas de la década de los noventa, que concluirían con la independencia de los órganos electorales y las recurrentes crisis económicas que permitieron, finalmente, generar la necesidad del cambio.

Con el tiempo se olvidan las cosas, pero en los ochentas y buena parte de los noventas, el PRI parecía invencible y sólido como granito, muchos se murieron sin ver el cambio.

Viendo la fiesta que había en el CEN del PAN, en verdad esperaba que el gran movimiento social que había tenido como objetivo fundamental derrumbar al autoritarismo del sistema priísta de Partido Hegemónico y que concluía con su derrota electoral se transformara en la fundación de un sistema político de libertades y de igualdad social. Sin saber en ese momento como quedaría conformado el Congreso, pensaba que ¡por fin! funcionarían, en la práctica los equilibrios y contrapesos de la división de poderes y del federalismo (cosa que sólo era una pantalla legitimadora para Don Porfirio y para el PRI por igual), lo que impediría la corrupción y las decisiones frívolas, autoritarias e irresponsables del pasado. ¡Estábamos en plena transición democrática! No me podía sentir más motivado y más optimista.

Sin embargo, toda la energía social acumulada que se descargó el 2 de julio del 2000, no ha tenido, después de casi 10 años, los resultados que se esperaban, el viejo corporativismo, revivió en forma de partidocracia y existe una sensación de que muchísimos problemas agobian al país y que las políticas públicas no los están resolviendo. No hay reforma del Estado y por tanto, los políticos no le rinden cuentas a la nación, lo que les da una enorme impunidad para corromperse, la educación está en manos de Elba Esther Gordillo con malísimos resultados, el sistema de seguridad social sigue sin asegurar una protección de calidad a los mexicanos, la llamada “guerra” contra el crimen organizado, no mejora la percepción de seguridad de los mexicanos, la competitividad del país cae, y un largo etcétera.

Ante esto muchos ciudadanos se han vuelto cínicos y “sacan” lo que pueden de la partidocracia, de las “chambas”, de la influencias y del clientelismo, otros se han encerrado en su mundo cotidiano y próximo, la sensación de un proyecto común, de una lucha común, de bien común esta en riesgo. Ante la constante frustración de los cambios y beneficios que no llegan, ante el hecho de que hemos pasado de ir a la vanguardia en el mundo de países en desarrollo, vemos con impotencia como nos rebasó España y los países de Europa del Este y ahora Brasil, China, Sudáfrica, la India nos empiezan a ver hacía atrás, surge en el ciudadano una dañina sensación de tedio, de abulia respecto de los asuntos públicos que permite que los políticos cuenten con la decepción de muchos ciudadanos para seguir aprovechándose del poder. La idea de que gane quien gane, todo más o menos, va seguir igual, lastima las expectativas de los jóvenes y de los adultos, los vuelve más cínicos y compromete el futuro del país, porque la parte más gruesa de la pirámide poblacional apenas tiene 15 años.

No obstante esto, ahora pienso que podemos sacar fuerzas de la memoria de como empezó todo, como la sociedad pudo derrotar al PRI, como muchos ciudadanos pudieron, con un gran idealismo, participar políticamente, luchar por sus derechos cívicos, por la educación pública, por el derecho a unas elecciones limpias, por la transparencia, por un proceso penal más justo, por la vivienda, por la democracia, por el servicio civil de carrera, cuando el MURO del sistema priísta parecía imbatible.

Aunque cada vez que sale un informe sobre la caída de la competitividad del país, sobre la el estado lamentable de la educación (o sobre el despilfarro de Elba Esther), sobre la inseguridad, sobre la corrupción, etc., de pronto, lo más fácil es caer en el cómodo pesimismo, pero las imágenes de los jóvenes del 68, de la sociedad defendiendo el triunfo de Barrio en 1986 en Chihuahua, de los ciudadanos ayudando en el terremoto del 85, de la sociedad indignada ante la inseguridad en 2004 y 2008 y en general, de todos los que trabajan y siguen soñando, con idealismo, que lo mejor de México todavía está por venir me hace pensar que llegó el momento de retomar el impulso y de volver a proponer, de perderle el respeto (y el miedo) a Elba Esther Gordillo y rescatar a la educación pública, de revitalizar la seguridad social y enfocarnos en su cobertura y en su calidad, de construir un sistema de seguridad pública y justicia penal, que trascienda lo primitivo de la violencia en la era de la inteligencia y la tecnología, de crear mecanismos eficientes y efectivos de rendición de cuentas, de abrir las puertas (sin miedo a Slim ni al resto de los monopolios) a la competencia, a la innovación y a la creatividad, de insertarnos en las grandes decisiones del mundo y hacer nuestra aportación.

Me niego a pensar que es una fatalidad que el PRI comandado por Salinas de Gortari y representado por Peña Nieto o por Manlio Favio Beltrones (ecos de un pasado impresentable), regresen al poder y nuevamente lo expropien para su beneficio, como para demostrarnos (a los ciudadanos, no al PAN) que la democracia sólo era un capricho de las clases medias y que ahora, frente al desastre, van a regresar al poder los que realmente saben para mantener en orden al país.

Ellos cuentan con nuestra desilusión, con nuestro cinismo, con los errores cometidos por la negligencia de los gobiernos de la transición para regresar al poder. Contestemos con las reformas para evitar retroceder al pasado.

Por lo pronto, reelección de legisladores y alcaldes, fortalecimiento del Servicio Profesional de Carrera en todos los niveles de gobierno y la independencia de los poderes judiciales y del ministerio público en todo el país, ese sería un buen principio para retomar el impulso.

Sigo pensando que lo mejor está por venir.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Derribar Nuestros Propios Muros

Bernardo María León

El 9 de noviembre de 1989, estaba en la universidad. La noche anterior y en los noticieros de en la mañana me había enterado de la apertura de fronteras entre la Alemania del Este y del Oeste y de que estaban derribando el Muro de Berlín, me sentía eufórico, pensaba que no habría clases y que el rector de la universidad invitaría a los alumnos al patio central para dirigir unas palabras a la comunidad en celebración de ese momento histórico. Me imaginaba en gran fiesta con mis compañeros de la carrera festejando el fin de la guerra fría y la paz. Todos los temores de una guerra nuclear con la que habíamos vivido los de mi generación, como una amenaza latente más o menos real, se estaban disipando, porque además era muy significativo que el Muro de Berlín era derribado, derivado de la Perestroika y la Glasnot que había iniciado Gorvachov en la antigua URSS.

Cuando llegué a la universidad, no pasó nada, la mayoría de los alumnos y profesores no parecían estar enterados de la situación o simplemente no les causaba una emoción especial. El rector no suspendió clases, ni hubo una ceremonia en el patio central de la universidad, ni fiesta con mis compañeros. Un poco decepcionado, entré a mis clases normales y sentí que tal vez en ese México encerrado en si mismo, tendríamos que derribar nuestros propios muros, que nos mantenían aislados del mundo.

México se encontraba en transición (derribando sus propios muros), apenas el año anterior (1988) las elecciones presidenciales habían sido ganadas por Carlos Salinas de Gortari, a través de un espectacular fraude electoral, pero la oposición había conquistado espacios insospechados tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores. El 1 de noviembre de 1989 (apenas unos días antes de la Caída del Muro) Ernesto Ruffo Appel había tomado posesión como el primer gobernador emanado de un partido diferente al PRI, en la historia postrevolucionaria y el Presidente Salinas, no obstante su origen electoral, anunciaba reformas a la estructura económica que giraban en torno de la apertura y liberalización de la economía e incipiente y restringidamente de la política.

El despotismo ilustrado de Salinas, permitió que durante su sexenio, México abriera sus puertas al mundo y que su partido se pudiera sostener un sexenio más en el poder. Sin embargo, el costo de ese despotismo regresó a México a sus estadios políticos más primitivos que le costaron la vida a Colosio, a Ruiz Massieu y a algunas otras personas.

Entre 1997 y el año 2000 llegó la Caída de nuestro propio Muro, cuando el sistema Priísta perdió la Presidencia (eje de su sistema político) y aparentemente México pasaba de la etapa de la Transición Democrática a la Instauración Democrática, es decir, a la etapa donde derrotado el viejo régimen, se crean nuevas instituciones adecuadas a un sistema democrático.

Sin embargo, el Presidente Fox, a pesar de la enorme legitimidad de su triunfo y del poder que éste le confería, creyó que (mutatis mutandis) podría ser Felipe González o José María Aznar, sin tener que pasar por Adolfo Suárez, es decir, quería el crecimiento y la expansión económica de México (lo cual era un objetivo noble e importante), pero sin considerar que en ese momento la Instauración de la Democracia (el nuevo sistema político) era el cimiento más fuerte para el futuro de México, por lo que se perdió el tiempo en intentos de reforma fiscal, energética o laboral, que no tuvieron éxito, que mermaron el poder del presidente y que aplazaron indefinidamente la Instauración Democrática. Los Muros a medio derribar.

El sistema político priísta, que era claramente autoritario, se sostenía en la ejecución puntual de tres procesos poco estudiados por los investigadores pero fundamentales para el mantenimiento del sistema, a saber;

a) La no reelección inmediata de legisladores y de alcaldes y la posterior apertura de los espacios plurinominales.

b) La ausencia de un servicio civil de carrera que transformó al sector público en el lugar donde parafraseando a Porfirio Díaz, se hacía “mucha política y poca administración” y;

c) El control ejecutivo del Ministerio Público y por tanto del ejercicio o no de la acción penal mas la eliminación de los juicios por jurado.

Cada uno de estos procesos, hacían evidente las ventajas de pertenecer al sistema, ya que el control del patronazgo (la posibilidad de dar chambas y/o contratos para todos…los cuates) y el control del Ministerio Público garantizaban beneficios económicos e impunidad, lo que abría posibilidades casi ilimitadas a los que se disciplinaban a este sistema.

En efecto, aunque el texto original de la Constitución de 1917 no impedía la reelección inmediata de legisladores, ni de alcaldes (ni de gobernadores), el 29 de abril de 1933, se publicó en el Diario Oficial de la Federación, un decreto que reformaba varios artículos constitucionales, especialmente el 59 y el 115, que impedía que los senadores y diputados federales, así como los diputados locales y los alcaldes, síndicos y regidores de los ayuntamientos fueran reelectos para el periodo inmediato.

La versión oficial del entonces PNR fue que con esa medida se buscaba que muchos ciudadanos alejados hasta entonces de la política, pudieran participar ya que habría un reciclaje total de las cámaras del Congreso, de las legislaturas locales y de los ayuntamientos, sin embargo, al parecer la reforma buscaba, eliminar a los revolucionarios que se habían reelecto en las cámaras, para que el grupo de Plutarco Elías Calles (y luego del Presidente en turno y luego de la burocracia partidaria en turno) las controlara porque como Jefe Máximo nombraría a todos los diputados y senadores cada tres y seis años y por lo mismo TODOS le serían afectos y disciplinados. En voz de uno de los protagonistas de la época, el cacique Gonzalo N. Santos explicaba en sus Memorias (1) la reforma y sus consecuencias:

“Esto es claro, los hijos del general Calles han querido dominar las Cámara de Diputados y nunca han podido… y al prohibir la no reelección en las Cámaras, diputados y senadores van a ser nombrados con el dedo”

Y añadía:

…me opuse a la reforma…argumentando que las carreras políticas se habían hecho en las Cámaras, sobre todo en la de Diputados y que era la única escuela política verdadera que tenía el pueblo y la clase media y cité entre otros ejemplos: a García Vigil, a Mújica, a José Alvarez, a Portes Gil, a Carlos Riva Palacio, a Carillo Puerto, a Luís León y a mí mismo. Dije que si en las Cámaras se les arrebataba el derecho de reelegirse, en lo sucesivo, en lugar de diputados y senadores serían majadas de borregos y que ningún representante tendrían valor de enfrentarse a un poderoso, no digo poderoso solamente como presidente, sino a cualquier ministro, pues sus días como senador o como diputado estarían de antemano contados y que entonces la política nacional vendría a parar en manos de puros universitarios, los que, con honrosas excepciones, nunca se han acercado al pueblo.”

Finalmente, según Santos, fue a ver a Calles (promotor de la reforma) a su casa de Cuernavaca, para disciplinarse con la medida, pero antes le dijo:

“… creo que es un error muy grande la no reelección de las Cámaras… y los diputados y los senadores sin reelección van a ser simples empleados…”

En estas condiciones habría que ampliar el dicho de que “los niños y los borrachos siempre dicen la verdad”, para incluir a los cínicos.

En efecto, la no reelección de legisladores y alcaldes, transformó las cámaras del Congreso de contrapeso del poder ejecutivo a su caja de resonancia ya que, como se ve en el Cuadro mientras las cámaras legislativas tuvieron reelección, aún cuando fuesen adictas al régimen o a alguno de los caudillos, tenían mayor independencia, sin embargo, una vez que se eliminó la reelección inmediata la sumisión del Poder Legislativo fue casi total. Entre 1917 y 1946, el Congreso pasó de aprobar el 17.7% de las iniciativas del Presidente en la XXIX Legislatura (1920-1922) al 97.4% en la XXXVIII Legislatura (1940-1943). [2]

En este mismo sentido, la debilidad de la Cámaras, derivada de la no reelección inmediata, transformó a la administración pública (y en menor medida a la burocracia del PRI) en el campo de acción de los políticos (ahí no estaba prohibida la reelección) ya que podían alternar “chambas” y cargos de alto nivel, siempre que estuvieran en el equipo del “bueno”, por lo que la legislación que creaba al servicio civil de carrera, cuyo objeto era profesionalizar la función pública y despolitizarla y despartidizarla (acabar con el amiguismo y el compadrazgo), no se pudo concretar en todo el periodo revolucionario, debido a que, por efectos de la no reelección inmediata, la política se trasladó de las cámaras del Congreso a la administración pública porque ahí los políticos podían permanecer indefinidamente, en demérito de la eficacia del gobierno. Es importante notar que los últimos cuatro presidentes priístas NUNCA tuvieron un cargo de elección popular y a diferencia de otras democracias, los presidentes de México siempre salían del gabinete presidencial, que es de funcionarios designados.

Así, la ausencia de la reelección inmediata y del servicio civil de carrera, hacía que el Presidente, no sólo nombrara a SUS diputados y senadores, sino que también a través del patronazgo (posibilitado por la ausencia del servicio civil) nombrara él y su gabinete a todos los funcionarios del gobierno bajo el criterio de la lealtad y del trabajo político a favor del funcionario que quería ser presidente. La función pública como patrimonio del Presidente y herramienta de poder de su gabinete.

En tercer lugar, la nueva Ley Orgánica del Ministerio Público y los nuevos códigos de procedimientos penales de 1929, 1931 y 1934 a nivel del fuero común y federal, le dieron al Presidente y a los gobernadores (jefes del Ministerio Público y a través del control de Congreso Federal y locales) de la designación de los miembros de los poderes judiciales, el CONTROL DE LA IMPUNIDAD, lo que les daba herramientas fundamentales no sólo para mantener la disciplina y lealtad de los miembros del sistema, sino para establecer en la práctica cuáles era los delitos de “esa Revolución” y cuales no.

En otras palabras, iniciar una investigación criminal en contra de un político, se convirtió en una venganza de quien controlaba al Ministerio Público y la sentencia, ante un juez burocratizado (antes la sentencia la decidían los jurados criminales compuestos por ciudadanos) en su confirmación.

En suma, controlar al Congreso (federal y locales) a través de la no reelección inmediata, controlar el patronazgo en la administración pública y utilizar al Ministerio Público (por su condición de empleado del Presidente y de los gobernadores) y al Poder judicial, eran las tres herramientas más importantes del sistema priísta, porque al eliminar los contrapesos y equilibrios del Presidente y de los gobernadores, estos podían decidir sobre vidas y haciendas (y los hicieron), sobre delitos e impunidades.

En este sentido, la tarea más importante de Fox, era destruir estas herramientas de control del viejo régimen, para asegurar que, sin importar que partido ganara la Presidencia o la mayoría en los Congresos, nadie (como decía Montesquieu o John Locke) tuviera todo el poder. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de algunos legisladores (particularmente del Sen. César Jáuregui) y de la sociedad civil, fue derrotada en el Senado la iniciativa que permitía la reelección inmediata. Por otro lado, la reforma de justicia que le daba autonomía al Ministerio Público, ni siquiera se dictaminó y la Ley del Servicio Profesional de Carrera que se aprobó por unanimidad, ha sido deficientemente aplicada (con alevosía y ventaja) por las demandas de “chamba” de los aliados y “cuates” del Presidente Calderón.

Hoy, 9 de noviembre de 2009, que recordamos con optimismo la Caída del Muro de Berlín (algo que parecía imposible) sería indispensable, pensar y proponernos, derribar completamente, los muros que nos impiden a los mexicanos instaurar la democracia y consolidarla, y construir una sociedad realmente libre y de bienestar. Pero si no eliminamos la prohibición de la reelección inmediata, implantamos con todo rigor el servicio profesional de carrera y le damos autonomía al Ministerio Público, la democracia va a fracasar y la posibilidad del retroceso será (es) inminente.

Si en 2012, ganara el PRI o el PRD las elecciones presidenciales, me sentiría más tranquilo, si el Congreso fuera más profesional e independiente, porque sus integrantes le hacen más caso a sus electores que a su partido ya que de éstos últimos depende su carrera política y no de su partido o del Presidente, lo que permitiría a su vez un Poder Judicial más independiente. Me sentiría más tranquilo si los funcionarios PROFESIONALES, trascienden esta administración y le dan continuidad a la que sigue, sin que lleguen los “cuates” del siguiente Presidente a experimentar y a exprimir como “encomienda” su cargo público. Y me sentiría más tranquilo, si un Ministerio Público con autonomía, puede perseguir la corrupción de funcionarios y sus aliados de la iniciativa privada, no como vendetta política, sino como un imperativo de ley.

A eso me refiero con derribar nuestros propios muros.



1 Santos, Gonzalo N. Memorias, pp.476, 477 y 482. Ed. Grijalbo 1984.
2 Dworak, Fernando, El Legislador a Examen, pp.42. FCE, 2003.

martes, 3 de noviembre de 2009

No Reelijan a Flores Rico

Por Bernardo León-Olea

Solamente existen dos países en el mundo donde la reelección inmediata de legisladores está prohibida; Costa Rica y México, en el resto de las naciones, se considera la posibilidad de la reelección legislativa como una institución democrática que promueve que los legisladores rindan cuentas en sus distritos (lo cual es muy importante y fundamental) y que se profesionalicen en la función legislativa (cosa que sólo da el tiempo), lo que abre las puertas a que los diputados y senadores sean funcionarios con poder real (independiente de sus partidos), lo que a su vez les permite gestionar los intereses de su electores.

Carlos Flores Rico, es un diputado plurinominal del PRI, que está en contra de que los diputados rindan cuentas a los ciudadanos y piensa que la rendición de cuentas representa solamente “los intereses políticos de la derecha”. Este diputado, no sólo está en contra de responsabilizar a los diputados de sus acciones, sino que también se opone a profesionalizar la labor legislativa y propone mantener al Congreso de la Unión en un estado permanente de “novates” y “amateurismo”. En efecto, apenas el mes pasado propuso que se redujera la edad para ser diputado y senador, de 21 y 25 años, respectivamente, a 18 para ambos.

¡Brillante Idea!

Al parecer la idea de Flores Rico, es la de debilitar más al Congreso, probablemente bajo la peregrina premisa de que el PRI va a regresar en el 2012 (mucha agua correrá antes de que eso suceda) y entonces con un Congreso novato y amateur, el nuevo PRI podrá reproducir la vieja práctica Presidencialista de someter al Congreso a los deseos del ejecutivo.

Más allá de las tonterías que los ciudadanos tenemos que oír todos los días de parte de muchísimos diputados, la declaración que hizo el diputado Flores Rico el 2 de noviembre es importante porque se convierte en un paradigma de las taras que tiene nuestro sistema político y que impiden que México progrese.

Un Congreso donde los diputados y senadores, tienen apenas 18 años (porque según Flores Rico hay muchos jóvenes en México) y cambian cada tres o seis años, se vuelve un Congreso débil y torpe. Débil porque un político que cada tres o seis años debe quedar bien con la burocracia partidaria que los instaló en su curul, para poder seguir en la política, es evidente, NO VA A RESPONDER A LOS INTERESES DE SU ELECTORES (que se diluyen bajo la premisa de la representación proporcional), sino a los intereses que le darán “chamba” cuando concluya su periodo, lo que en la práctica traslada el poder del Congreso al seno de las burocracias partidarias que lo dominan. Por lo que se convierte en un Congreso débil.

Torpe, porque, como la historia nos lo ha demostrado, (y las declaraciones de Flores Rico lo confirman) la mayoría de los diputados y senadores no son legisladores profesionales y como nadie los va a hacer responsables, en lo individual, de las barbaridades que cometan en el Congreso, son básicamente impunes en todos sentidos ante la ciudadanía y por ello pueden decir, hacer o más grave aprobar, lo primero que se les ocurra impunemente y luego hacer comerciales en el radio acerca de los sobresaliente de su actuación.

La justificación de Flores Rico para tener un Congreso tan pobre, en su responsabilidad moral e intelectual ante la sociedad es que la no reelección (impuesta en 1933 por el propio PRI, que tenía el 100% de los legisladores, para debilitar al Congreso frente al poder Presidencial) es que los plurinominales abren la puerta a la pluralidad de partidos y la no reelección permite que “circulen las elites” en la Cámara. De los plurinominales me ocupé el artículo anterior, veamos el argumento de la circulación de las elites que tanto preocupa al diputado.

A diferencia de lo que sostiene el diputado Flores Rico, la reelección no es un impedimento para que la sociedad participe en política y una persona pueda ser electa para cualquier puesto de elección popular, en todos los países donde existe la reelección inmediata de legisladores (incluso en aquellos donde hay una tasa de reelección muy alta) son electos de manera constante nuevos legisladores, pero no cambian al 100% cada tres o seis años a todos los miembros del Congreso o del Parlamento. Por otro lado, no es bueno, ni deseable que las elites circulen a muy alta velocidad, en otros países del mundo con democracias altamente funcionales hay muchas carreras parlamentarias muy dilatadas en el tiempo (que por ello han convertido al poder legislativo en poderoso e independiente) y que han hecho enormes servicios a su país.

Si la circulación de las elites fuera un valor tan preciado a la democracia por si misma, podríamos hacer unas buenas listas con los nombres de todos los interesados en ser legisladores (podríamos reducir de tres años a tres meses el periodo y de 21 y 25 años a 10 y 13) y cada tres meses nombrar nuevos legisladores, así muchos mexicanos podrían ser diputados y senadores (aunque sea por tres meses) y tendríamos una enorme circulación de las elites.

Por el contrario, la imposibilidad de la reelección inmediata de legisladores, hace que el poder se traslade del Poder Legislativo (donde nadie puede hacer carrera), a las burocracias de los partidos, desde donde esas elites a que hace mención Flores Rico concentran un poder que no tiene ningún control ciudadano de ningún tipo, y que circulan con excesiva lentitud o de plano no lo hacen y desde donde designan candidaturas plurinominales o uninominales “seguras” para los miembros de esas elites y “perdidas” para todos los que quieran participar. Casualmente los coordinadores parlamentarios, son las más de las veces legisladores plurinominales.

La historia del propio diputado Flores Rico pude ser un testimonio de esta situación, funcionario público y partidista, a quien le tocó ser legislador plurinominal casi por escalafón “ya le tocaba” pero que básicamente no tiene que rendirle cuentas a nadie de su actuación, excepto a quienes lo pusieron en un lugar “seguro” de la lista plurinominal y que seguramente al término de su trienio le darán cobijo en otro “puesto”, pero los ciudadanos no tendremos manera de premiar o castigar su actuación.

Sin embargo, ahora hay un gran movimiento ciudadano, que está creciendo cada vez más, con la exigencia de que se eliminen los diputados plurinominales (no 100, TODOS) y de que se permita la reelección legislativa, para que los ciudadanos (elites o no) podamos hacer rendir cuentas a nuestros representantes y así sostener su carrera política o cancelarla, en función de su liderazgo y desempeño a nuestro favor (lo que es una regla de la democracia).

De qué sirve que circulen diputados y senadores cada tres o seis años (de 18 años o más) si casi todos son amateurs, si no hay incentivo alguno para generar consensos que beneficien al país o si los partidos son cómplices de sus propias fechorías, si el Congreso sigue siendo débil porque en la práctica es sustituido por la burocracias partidarias que nadie controla y que deciden en función de intereses muy particulares, si México sigue sin una buena reforma de sus instituciones que permitan a través de equilibrios y contrapesos (no estorbos y contradicciones), la protección consistente de las libertades ciudadanas, el crecimiento económico y la justicia.

La batalla para destruir un sistema político inoperante ya empezó, la primera medida es eliminar la no reelección de legisladores para que los ciudadanos podamos premiar o castigar a nuestros legisladores y así controlarlos y para que los diputados y senadores sean poderosos e independientes de sus partidos y puedan influir en las políticas públicas en nuestro beneficio.

Si el PAN ha cometido un error gravísimo al no cambiar el sistema político que le heredó el PRI y por eso no ha podido gobernar. El PRI comete un error aún más grave al pensar que va a regresar en el 2012 a restaurar el orden de ese viejo régimen, porque al no cambiarlo, están articulando las mismas condiciones que provocaron su caída, con el agravante de que la esperanza del cambio ya se diluyó.

Por favor, si se reforma la constitución y los legisladores se pueden reelegir. No reelijan a Flores Rico.

¡SENADORES DE MORENA VOTEN EN CONTRA! El Intento de Roosevelt de Destruir la Corte y cómo los Salvaron los Senadores de su Partido

Bernardo León-Olea @bernardomariale En las elecciones de 1936 Franklin D. Roosevelt y el partido demócrata ganaron la mayoría calificada en ...