En su ensayo “Sobre la Revolución” Hannah Arendt, (filósofa judía alemana que dejó su país a la llegada de Hitler al poder) observa que “las revoluciones”, más allá de todas sus justificaciones ideológicas, “nunca han abandonado la causa más antigua de todas, aquella que desde el principio de nuestra historia ha determinado la existencia de la política, es decir, la causa de la libertad frente a la tiranía.” En otras palabras, el objeto de toda revolución, no es solamente cambiar o destruir el estado de cosas en que vive una sociedad, sino fundar la libertad.
México ha sido un país que a lo largo de su historia como país independiente (como nación en 2021, cumpliremos 500 años de La Conquista concluida el 13 de agosto de 1521) ha vivido muchas guerras con objetivos revolucionarios, sin embargo, a pesar de los esfuerzos, la fundación de la libertad ha quedado pendiente. En 1821 una vez concluida la Revolución de Independencia, los intentos absolutistas de Iturbide anularon la posibilidad de una monarquía constitucional, posteriormente, las luchas entre centralistas y federalistas, conservadores y liberales, monárquicos y republicanos impidieron la paz y el progreso, pero sobre todo la libertad que da la civilización como orden social.
Hasta el último tercio del siglo XIX, cuando a la derrota de los conservadores y de los monárquicos, se restauró la república y comenzó un periodo de relativa libertad, que se veía interrumpida, por la dificultad de institucionalizar un gobierno de leyes (de equilibrio de poderes que limite la tiranía) que fuera superior al poder de los caudillos, la cuestión la concluyó Porfirio Díaz, institucionalizando su persona por encima de las leyes y sus instituciones. No se fundó la libertad.
De igual manera, la llamada Revolución Institucionalizada, con su Partido Hegemónico, su corporativismo y su ideología “revolucionaria”, se quedó al margen de fundar la libertad y en muchos casos hizo retroceder ciertas instituciones a etapas anteriores a la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma. Igual, no se fundó la libertad.
En el México contemporáneo, el fin del Partido Hegemónico y la alternancia de partidos en el poder, ha brillado por la ausencia de una reforma política (que debió haber sido el primer objetivo de la transición y no el último) y ha dejado espacios vacíos de poder que, siguiendo impulsos coloniales y corporativos, ha intentado llenar la llamada partidocracia (este sistema político que centra el ejercicio de la vida pública en tres burocracias verticales y cerradas que inhiben el ejercicio de la ciudadanía y disfrutan de increíbles privilegios), y que en la práctica ha paralizado la creación de un nuevo régimen político, que permita a los mexicanos vivir con dignidad, más allá del consumismo que los despersonaliza y los enajena, transformando una ciudadanía activa, participativa e idealista, en una ciudadanía cínica que paulatinamente abandona el sueño de intervenir en la vida pública y de construir el bien común y se concentra en la lucha por sobrevivir.
Ignoro, si los esfuerzos por impedir la reforma política en México, se hacen como una tácita de conspiración para repartirse los privilegios del poder, gane quien gane, pierda quien pierda, porque siempre habrá una tajada (plurinominal) para cada burocracia, o es simplemente la inercia, la desidia y la negligencia de la clase política que por su horizonte de tres o seis años, está impedida para tener una visión moral y política de más largo plazo.
El peligro de aplazar más esta reforma puede causar un daño moral muy grande a la sociedad, que como dijera Václav Havel frente a la Caída del “Socialismo con Rostro Humano” en el 68 Checoslovaco; “Al final, en sustitución de la libre participación en las decisiones económicas, una intervención amplia en la vida política y un desarrollo espiritual libre, tan sólo se ofrece al ser humano la posibilidad de decidir libremente el modelo de frigorífico o de lavadora que se comprará”. Así, “el choque tras la caída del último ideal solamente podría desembocar en una modorra y un marasmo moral tales que, posiblemente, no nos recuperaríamos durante una generación entera”.
A 100 años de la Revolución, es imperativo recuperar el idealismo y la fuerza moral que logró derrotar al PRI e iniciar el tránsito a un sistema democrático, para no repetir los ciclos perversos de la historia de México, de idealismo y esperanza, por cinismo y decepción. ¿Qué le pasó a los grandes ideales de la Independencia, de la Reforma, de la Revolución? ¿Qué le pasará a los grandes ideales de la transición democrática?
Básicamente hacer la reforma política es abrir el sistema político y transformar la nefasta partidocracia, en una democracia abierta. ¿Cómo? No me cansaré de repetirlo, con algunas medidas esenciales y urgentes;
a) Obligando a la clase política a la rendición de cuentas, eliminando la prohibición de la reelección inmediata de legisladores y alcaldes.
b) Eliminando la representación proporcional (los plurinominales).
c) Permitiendo las candidaturas independientes.
d) Permitiendo que para ser funcionario (no electo), se respete y amplíe el Servicio Profesional de Carrera garantizando el derecho de que cualquiera pueda ingresar al Servicio, aunque no sea compadre, amigo, pariente, sino por su competencia y en igualdad de oportunidades con el resto de los mexicanos. Lo que tendrá el beneficio adicional de restringir las posibilidades de corrupción y permitirá crear una Administración Pública eficiente, efectiva y eficaz.
e) Garantizando la independencia de los jueces y ministerios públicos, federal y de los estados, no sólo de los otros poderes, sino también de sus propias jerarquías y burocracias, para que puedan actuar y ser auditados por su desempeño y no por sus lealtades; y
f) Construir una auditoria independiente del gobierno que realmente luche contra la corrupción y transparente la rendición de cuentas.
De esta manera, controlaríamos a la clase política autocrática, origen de la decepción ciudadana y reactivaríamos los ideales de la transición que no buscaban en palabras del Maquío Clouthier, “cambiar de amo, sino dejar de ser perros”.
Fundar la libertad, ni más, ni menos.
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