sábado, 31 de mayo de 2014

Memorias de Los Pinos V: 1985, PRI: Hora Cumplida

En 1985, a los 19 años, los jóvenes de esa época vivíamos una situación que ofrecía pocas perspectivas para el futuro. Había una crisis económica muy grave, por un lado el gobierno y muchas empresas estaban altamente endeudados, básicamente en dólares y el servicio de esa deuda restringía el gasto del gobierno en bienes públicos y había provocado la quiebra de muchísimas empresas y negocios. Paradójicamente, el gobierno se seguía endeudando a un ritmo tan o más alto que el de las administraciones anteriores, para poder pagar sus deudas, de tal manera que la inversión y el gasto público estaban muy restringidos, por lo que la economía estaba parada en la época de mayor crecimiento demográfico de la historia de México y el desempleo y el subempleo constituían el único horizonte posible de una buena parte de los jóvenes de mi generación.

Por otro lado, los peores vicios del sistema priísta se hacían cada vez más evidentes, más burdos y más cínicos. Tres asuntos me llamaron la atención profundamente en esa época. En primer lugar el descubrimiento en 1984 del Rancho Búfalo, en el desierto de Chihuahua, donde miles de campesinos  trabajando como esclavos, cultivaban marihuana, con sistemas de riego y fertilizantes con la protección de policías, militares y funcionarios. Después de una denuncia de un agente de la DEA, el gobierno aseguró el rancho, el escándalo fue muy grande ¿cómo es que nadie se había dado cuenta de la existencia de un rancho de ese tamaño, tan próspero y con tanta gente trabajando ahí? ¿Cómo es que nadie se percató del transporte de miles de toneladas de marihuana afuera del rancho? El asunto era bastante ridículo y el gobierno a través de la televisión trataba como subnormales a los mexicanos, era absolutamente imposible que nadie se hubiera percatado, después se supo que muchos estaban perfectamente enterados y otros involucrados en el asunto.

Este aseguramiento, provocó también, la caída del narcotraficante Caro Quintero, el homicidio del agente de la DEA, que provocó el aseguramiento, Enrique Camarena y un grave problema diplomático con Estados Unidos que cerró la frontera con México. Pero quizás lo más interesante del asunto fue el descubrimiento, para muchos jóvenes desempleados o con pocas perspectivas económicas, de la increíble riqueza de los narcotraficantes, de la impunidad en la que vivían y de las estrechas relaciones que tenían con políticos y funcionarios. Yo tuve la impresión, por primera vez, de que el narcotráfico de haber sido un negocio paraestatal, ahora estaba fuera de control y los funcionarios del gobierno que sinceramente querían combatirlo estaban desarmados y podían hacer muy poco para someterlo.



En segundo lugar, me impactó el homicidio del periodista Manuel Buendía que, luego se supo fue ordenado por el jefe de la Dirección Federal de Seguridad (una policía ilegal que tenía el gobierno), misma que el Secretario de Gobernación controlaba directamente y que después del descubrimiento de su responsabilidad la desaparecieron, ¿cómo era posible que el gobierno estuviera involucrado en semejantes crímenes? ¿En que clase de selva estábamos viviendo que la policía era el lugar donde se formaban los principales delincuentes? ¿Por qué el responsable político de esa policía seguía tan campante y además aspiraba a la Presidencia de la República?

En tercer lugar, me entusiasmó la lectura de un artículo de Octavio Paz, titulado “Hora Cumplida”, en él consideraba, entre otras cosas,  que el PRI, como sistema – no como partido – ya había cumplido su cometido, según Paz, el “Ogro Filantrópico” había permitido paz y cierto desarrollo a México, pero era hora de que se abriera el sistema a la democracia liberal y al pluripartidismo. Yo no podía estar más complacido, me reafirmaba que este era el camino correcto y que la derrota del PRI era posible.

No obstante, lo moderado aunque certero de su crítica, el PRI reaccionó agresivo y violento, contra la crítica de Paz y de los otros intelectuales que escribieron en ese número de Vuelta, Gabriel Said y Enrique Krauze, recuerdo algunas histéricas (no históricas) peroratas de un político priísta Adolfo Lugo Verduzco que acusaba – en un discurso en Morelia - de reaccionarios y casi traidores a la patria a todos los que no apoyaran al PRI y a su sistema. Por mi parte, me sentía muy optimista, todo parecía ir dirigido a una transición democrática gradual, por la vía del legislativo y la apertura que había tenido el PRI en las elecciones municipales de Chihuahua, Durango, Guanajuato, Sonora, Nuevo León y otros lugares fundamentaban racionalmente nuestro optimismo.

Me presenté a mi comité distrital (en esa época el distrito 38) el cual era dirigido por un viejo militante panista, Don Tomás Carmona, quien siendo obrero se había unido al PAN y había participado en el primer debate político televisado contra un candidato del PRI. Para mi sorpresa, fue muy amable conmigo y muy abierto, me abrió las puertas del partido, me presentó con los 20 o 30 militantes que había entonces y me citó para el próximo sábado, en que haríamos campaña por nuestro candidato a diputado Jesús González Schmall, (que después de ser un importante líder panista, se salió del PAN) el cual competía contra el priísta Sócrates Rizo, que después sería gobernador de Nuevo León.

Excitado, por el inicio de mi participación política, preparé un discurso en el que planteaba las razones por las que me parecía que la prioridad era derrocar el monopolio priísta del poder, estaba en la misma línea discursiva de los líderes del PAN, cuyo lema para esas elecciones era “Por una nueva mayoría” ya que esperaban ganar al menos 70 diputados de mayoría y las gubernaturas de Sonora con Adalberto Rosas y Nuevo León con Fernando Canales, también le escribí una larga carta al candidato del PAN en Nuevo León dándole algunas ideas para su Plan de Gobierno, esperando que además de ganar tuviera un plan contra la corrupción y la injusticia, pero nunca supe si le llegó la carta, mucho menos si la leyó.

Pensaba que ese sábado, haciendo campaña por el PAN y con mi discurso causaría buena impresión y podría desarrollar un liderazgo que me permitiera llevar mis ideas adelante. Sin embargo, llegó el sábado, me presenté temprano en el comité y para mi sorpresa, hacer campaña, no era ir a un mitin y decir discursos, sino que con otros compañeros, tomamos pintura, blanca y azul y fuimos por la lateral del periférico del DF, pintando postes con las siglas del PAN con mala caligrafía. Discretamente, arrugué el papel donde estaba mi discurso y lo tiré en el bote de basura del comité. Militar en el PAN en esa época era muy diferente a como es hoy, no había dinero, ni empleos que ofrecer a los militantes, éramos pocas personas, aunque muy entusiastas y las campañas se limitaban a hacer algunas pintas de bardas, algunos recorridos con el candidato, una que otra visita domiciliaria y quizás uno o dos eventos al final de la campaña, todo pagado por el propio candidato. Bajo esta premisa, la verdadera lucha en el PAN era por las candidaturas plurinominales, cuyos primeros lugares de la lista eran diputaciones seguras, así González Schmall era al mismo tiempo candidato de mayoría por el 38 distrito y uno de los primeros lugares en la lista plurinominal (sería el coordinador de la bancada) por lo que de cualquier manera ganaría.

Aunque no era lo que yo esperaba, mi primera campaña como activista del PAN, me gustó mucho, me di cuenta del poderío del PRI y del apoyo que tenía del gobierno, de las limitaciones de PAN, pero también de la lucha interna (quizás mezquina) que había en el propio PAN por los escasos espacios de poder que ofrecía, seguía sintiendo, sin embargo, que mis compañeros panístas eran un poco frívolos ante los temas de pobreza y de justicia, la preocupación fundamental era ganar espacios y evitar el fraude electoral.

El día de las elecciones voté por primera vez en mi vida en una casilla completamente vacía (las credenciales de elector eran rosas, pero ya no eran de papel sino plásticas y no tenían fotografía), después regresé a mi casa me encontré a un querido amigo mío y le pregunté por quien había votado, me respondió que por el PRI, sin pensarlo mucho le dije:

- ¿Para qué votas por el PRI si siempre gana?
-Tú por quien votaste, me preguntó
- Por el PAN, respondí
- ¡Pero si gana el PAN es la dictadura de la derecha!

Se me hizo tan espectacularmente absurdo el argumento que me quedé sin palabras y argumenté que tenía un desayuno familiar y me tenía que ir. Unos años después, esta persona sería un luchador muy comprometido por la democracia y un amigo entrañable. Cada vez que le recuerdo la anécdota lo niega, fingiendo amnesia permanente.

En cierta forma las elecciones de 1985, fueron una pequeña decepción para mí, el PAN no obtuvo la nueva mayoría que se había propuesto, aunque ganó algunos distritos de mayoría en el norte y centro del país, (nosotros en el DF no ganamos) sin embargo, en el 7° distrito de Chihuahua, capital se había cometido un fraude electoral muy grande contra el PAN, que incluso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, (sería el preludio de lo que pasaría el siguiente año en las elecciones para gobernador) y perdió debido a un gran fraude electoral, las gubernaturas de Sonora y Nuevo León, donde incluso la policía reprimió la protesta panista, cuando el gobernador espurio Jorge Treviño tomó posesión unos meses después.


José Angel Conchello
Durante esa legislatura, tuve la oportunidad de ir muchas veces a la cámara de diputados, me parecía una legislatura muy interesante, me sentaba en una curul y presenciaba los debates como si fuera otro miembro de la legislatura, un diputado del PAN, el noble Juan Bernal Alcocer, me ayuda a colarme en el salón de sesiones y me protegía de las constantes amenazas de expulsión de los ujieres de la cámara y de otros diputados panistas que no me querían ahí. A pesar de las batallas parlamentarias que presencié, era muy notorio que el Congreso tenía muy poco poder, por el PAN José Ángel Conchello, Juan de Dios Castro en primer lugar y Ricardo García Cervantes, Gabriel Jiménez Remus y Jesús González Schmall en segundo eran muy aguerridos y batallaban con las imposiciones del PRI, por el PSUM y el PMT, Jorge Alcocer, Arnoldo Martínez Verdugo, Demetrio Vallejo (que tenía una vocecita de niño)  Pablo Pascual Moncayo, Heberto Castillo, José Luís Díaz Moll y por el PRT, Rosario Ibarra y Pedro Peñaloza de los que me acuerdo haber visto subir a la tribuna, evidenciaban con claridad y en ocasiones con desesperación como se imponía la aplanadora del PRI, aunque en muchas ocasiones la oposición ganaba los debates.



En el PRI también había gente muy inteligente y muchos diputados de esa legislatura llegarían a ser políticos muy encumbrados, entre otros Luís Donaldo Colosio, pero demasiado disciplina a las órdenes del Presidente transmitidas por el pastor, que era el líder de su bancada, no había ningún contrapeso real al ejecutivo. Fernando Ortiz Arana, Santiago Oñate y Diego Valades, eran muy buenos para debatir (Blas Chumacero, un viejo líder sindical sólo observaba los debates con cierto desdén y cara de enojado, como sabiendo que más allá del debate estaba la fuerza de la CTM), sin embargo, al final de las discusiones, sin importar los argumentos, todos volteaban a ver a Nicolás Reynez, que era el líder de la bancada y recibía instrucciones directas de Gobernación y votaban en el sentido que se les decía, en ocasiones incluso en violación flagrantes de algunos artículos constitucionales. Recuerdo como Jorge Alcocer se desgañitaba de vez en cuando, señalando que lo que mandaba la  Constitución no se votaba, pero al fin se votaba y ganaba el PRI.

Cuando estaba ahí, me parecía tan evidente, que la corrupción del PRI se basaba en la falta total de contrapesos, cualquier cosa que se denunciara, cualquier crítica al Presidente o a un funcionario, se apagaba acrítica y fulminantemente desde la bancada del PRI, ¿cómo no se iban a sentir impunes?, si estaban bien con el sistema eran básicamente intocables, en la cámara se veía con mucha claridad como funcionaba el sistema priísta. Además de ver los debates y soñar con ser diputado alguna vez, el PRI, a pesar de la crisis económica y de seguridad que vivía el país se veía muy sólido desde San Lázaro y me frustraba mucho tener que esperar tres años para otro proceso electoral donde se pudiera derrotar al PRI.

Me equivocaba, había una nueva oportunidad de darle un fuerte golpe al sistema, el siguiente año 1986 habría elecciones para gobernador, congreso local y ayuntamientos en Chihuahua, donde el PAN tenía una excelente oportunidad de ganar, también habría elecciones en Durango y Sinaloa donde Manuel Clouthier, el famoso “Maquío” sería el candidato. Algunos medios de comunicación (los que tenían algo de independencia) hacían reseñas de la fuerza que el PAN estaba tomando en Chihuahua y otros como el Excélsior, publicaban caricaturas en las que se ilustraba como si ganaba el PAN en Chihuahua, se separaría de México y se uniría a Estados Unidos.

Una mañana, me desperté tarde, el día anterior había regresado de un viaje a Morelia por asuntos de trabajo (para ganar dinero intentaría exportar escobas de una fábrica Moreliana cuyo dueño era Salvador López “Chavo” quien años más tarde sería Alcalde de Morelia), me extrañó mucho ver una figura de un cristo que había en mi casa, muy pesado, volteado de cabeza, en eso sonó el teléfono, era mi hermana preguntándome como me había ido de temblor. Inmediatamente cuestioné, - ¿Cuál temblor? Estaba tan dormido que no había sentido nada, pero la Ciudad de México había sido sacudida por un fuerte terremoto. Dos primos míos fueron aplastados por el peso de su edificio y sólo después de escarbar en los escombros aparecieron sus cadáveres, mis tíos (sus padres) vivían en Aguascalientes y ha falta de comunicaciones telefónicas mi tío le informó a su esposa de la muerte de sus hijos por la televisión, también así nos enteramos nosotros. Como es sabido la solidaridad y la auto organización de la gente para ayudar en el rescate fue muy grande, de ahí se organizaron muchos grupos ciudadanos en defensa de sus derechos, no tengo ni que decir la lamentable actuación del gobierno y su Presidente, además de la torpeza de su reacción a la tragedia, intentaron disminuir las dimensiones del costo humano y material de la tragedia, mucha de la ayuda internacional no llegó a quienes más lo necesitaban y aprovecharon para echarle la culpa de la crisis al terremoto…




viernes, 30 de mayo de 2014

Memorias de Los Pinos IV: ¿A qué partido me afilio?

Los años del sexenio de Miguel de la Madrid, fueron muy difíciles para mi y para mi familia, básicamente por razones económicas, provocadas por los gobiernos priístas, a mis ojos, cualquier cosa que hacia Miguel de la Madrid me parecían tímidas e hipócritas, en el fondo – según yo- sólo quería rescatar al sistema, me sentía sin esperanzas y, a punto de salir de la preparatoria, el futuro de mi generación no se veían entonces, muy promisorio.

Sin embargo, un día cayeron en mis manos, como una pequeña y tenue luz de esperanza, algunos números atrasados de la revista Proceso, que, relataban como el PAN había ganado unas elecciones importantes en Chihuahua y en Sonora, el PDM otras en Guanajuato y una coalición del Partido Socialista PSUM y la COCEI (Coalición Obrera, Campesino, Estudiantil del Istmo) en Juchitán, Oaxaca, leí con pasión las entrevistas a diputados del PAN del PSUM y del PDM que narraban su batallas parlamentarias y los esfuerzos por construir un México mas justo.
 
Me sentía eufórico y pasaba de la desesperanza del gobierno de De la Madrid,  a la esperanza de la participación política. Quería volverme un activista, en realidad no me importaba mucho si ganaba el PAN, el PDM o el PSUM, lo que yo quería era que el PRI perdiera y que desapareciera ese monopolio, sentía que poco a poco el sistema político cambiaría si otros partidos accedían a espacios de poder aunque fueran pequeños y el municipio parecían ser el campo de batalla.

Quería saber más y quería participar en esa lucha, por mi cabeza empezaron a surgir ideas, que tal si el PAN, el PDM y el PSUM se unen contra el PRI y hacen un frente común, que pasa si todos salimos a la calle y exigimos el fin del PRI. O si me voy a Chihuahua o a Oaxaca para ayudar en la lucha por la democracia. En esa época, sin Internet, estuve buscando las direcciones o los teléfonos de los partidos políticos de oposición, me urgía participar, recuerdo que el PRI tenía muchísimos y el resto apenas uno que otro o no estaban en el directorio. Llame al PSUM, pero nadie me contestó, llame al PAN, pero una señorita se portó grosera conmigo y tuve que colgar, llame al PDM y tampoco contestó nadie. Busque las direcciones y salí de mi casa, no podía pasar otro día sin que yo estuviera involucrado en la lucha contra el PRI, había oído el término democracia pero, para mí, el término sólo significaba elecciones sin fraude electoral, no entendía bien que eran las ideologías y me movía el sentido práctico de derrotar al PRI, que yo pensaba era la causa de todos los males del país.

Salí de mi casa, tomé uno de esos camiones “delfín” que había entonces en la Ciudad de México y me dirigí al PAN, cuyas oficinas estaban en la Colonia del Valle, para mi sorpresa aquello se veía muy desoldado, entre a la casa de la calle de Ángel Urraza y no había nadie, de pronto salió una persona que me miró con cara de ¡has de ser un espía de Gobernación! Apenas tenía 17 años, pero la sensación de no ser bienvenido me inhibió, me preguntó que quería y sólo atine a decir que me había equivocado de oficina y me salí. Sude frío, tenía tantas ganas de participar en la derrota del PRI, que no sabía como canalizar tanta energía, me frustró que en el PAN no me hubieran recibido con los brazos abiertos y con fanfarrias, después de todo no tenían mucha gente y yo venía a sumarme a la lucha, pero el “modito” me apenó y no me afilié al PAN en ese momento.

Me fui caminando a la Avenida Insurgentes, envuelto en mis pensamientos y con la sensación de frustración, tomé un camión y me fui al Monumento a la Revolución donde había leído que estaban las oficinas del PDM, en efecto, llegué, más preparado que en el PAN, y también estaban desoladas, sólo había un viejito canoso que hablaba con una voz muy baja y como triste. Le platique mis intenciones y muy amablemente, me dijo que estaba bien y me invitó a un evento que iban a tener unos días más adelante, ahí me presentaría a alguien que me afiliaría y me daría alguna tarea que hacer.

Me sentí un poco decepcionado, yo traía mucha energía, y ese viejito se veía débil y sin mucho entusiasmo, le quise platicar mi euforia por derrotar al PRI, pero me vio con cierta condescendencia y me invitó que fuera a ese evento sin prestar mucha atención a lo que le decía. Salí un poco desanimado, comenzó a llover, no tenía dinero para el camión, por lo que tuve que pedir dinero a algún transeúnte para mi pasaje y todo mojado y un poco decepcionado regrese a mi casa.

Aunque mi primera experiencia partidista no había sido muy buena, seguía entusiasmado, me faltaba ir a las oficinas del PSUM, pero tenían algunas dudas sobre el socialismo. Mi abuelo había sido fundador del PAN y aunque no militó por mucho tiempo porque lo nombraron Ministro de la Suprema Corte, siempre quedó en el recuerdo familiar su participación panista. Por otro lado, viniendo de una familia profundamente católica, el materialismo dialéctico y la lucha de clases me generaban ciertas dudas, aunque el PSUM ya había renunciado a la dictadura del proletariado (aunque no sabía muy bien que era ninguna de las tres cosas).

Para quitarme de dudas, tome unos libros de Ríus, que eran explicaciones en forma de “comic” de diferentes temas, de la biblioteca de mi papá, sobre Marx, sobre Lenin, sobre la Revolución Cubana, sobre Jesucristo, recuerdo que había varios de diferentes temas. No puedo decir que los leí, más bien me los bebí, sonaba tan interesante, tan idealista y tan bien fundamentado científicamente, además de que la música y la letra de La Internacional me gustaban muchísimo, sobre todo esa parte que decía (por lo menos así lo recuerdo):

El día que el triunfo alcancemos
Ni esclavos ni dueños habrá
La tierra será un paraíso
Patria de la humanidad

Casi me convencieron, sin embargo, había algo que no me terminaba de convencer, por un lado, detestando como yo detestaba al gobierno, no me gustaba la idea de que el programa del socialismo se pareciera (al menos en mi reflexión) al de López Portillo, porque querían estatizar muchas empresas, yo había visto con cierta cercanía la corrupción del gobierno y pensaba que a mayor gobierno, mayor corrupción, nunca me convenció el estatismo. La segunda cosa que no me cuadraba, era su adoración por la Revolución Cubana, para mí, Fidel Castro era un dictador (como el PRI lo era) y no existía la libertad de oponerte a Castro, al contrario, yo quería un país donde la vida política fuera plural y nadie concentrara el poder como lo hacía el PRI. No obstante, me llamaban mucho la atención sus líderes en el Congreso, como Rolando Cordera y Arnaldo Córdova, que destacaban sobre los demás diputados de esa legislatura.

Finalmente, me tenía que decidir, tenía muchas ganas de participar en la política para derrotar al PRI y hacer que México renaciera de sus cenizas, pero llevaba mucho tiempo dándole vueltas al asunto y la verdad es que ningún partido me convencía realmente. Evidentemente el PRI, estaba descartado, el PDM me había parecido un partido de viejitos con algunas ideas interesantes, pero me asustaba que tuviera organizaciones secretas y era demasiado religioso, para mí la religión era importante, pero creía en el paradigma cristiano de “al cesar lo que es del cesar y a dios lo que es de dios” no detestaba a Juárez como los sinarquistas y tampoco era tan católico, no era para mí.
 
Sólo me quedaban el PSUM y el PAN (sabía que existía el PMT pero no tenía ninguna referencia así que no estaba en mi lista), me gustaba el PAN, en muchos sentidos, parecía más abierto que los demás, reclutaba líderes de la sociedad civil, sin que fueran, necesariamente muy conocedores de su doctrina (por lo demás muy similar a la del PDM), muchos profesionistas de clase media militaban en el PAN, muchos empresarios inconformes con la política del régimen (especialmente con la nacionalización de la banca) utilizaban al PAN como plataforma para abrir el régimen (entre ellos Clouthier y Fox), el PAN era un lugar donde convergían diferentes grupos sociales, más allá de cuestiones doctrinarias para luchar por el fin común de abrir el sistema y derrotar al PRI, por si fuera poco, era el más fuerte y parecía el más viable para ganar una elección que derrotara al sistema.

Por otro lado, el PAN me parecía un poco frívolo en cuanto su preocupación por la injusticia y la corrupción, estaban muy preocupados (como yo) por ganar elecciones y ganarle espacios al PRI, pero una vez en el poder, sus administraciones eran mediocres y con una mentalidad muy de derecha, veían el combate a la pobreza como una obra de caridad y no como un imperativo de justicia, eran modernizadores, pero nada o muy poco justicieros (lo siguen siendo), la mayoría de ellos (aunque no todos) venían de la clase alta y media alta y su lucha era más por ganar más espacios de poder, que para hacer más justicia.

Por el contrario, del PSUM, me gustaba mucho su preocupación social, les importaba la justicia y eso me agradaba, el PSUM había renunciado a la dictadura del proletariado y habían aceptado la democracia, sin embargo, como dije antes seguían siendo muy estatistas y no me cuadraba su adoración a la dictadura de Castro, a pesar de los bueno que hubiera hecho (como otros dictadores habían hecho cosas buenas también), porque para ese momento ya me había dado cuenta de que lo que me molestaba del sistema priísta era que no me sentía en un país libre, me di cuenta que la libertad, era el valor político más importante para mí y no entendía (ni lo entiendo ahora) porque vinculaban empresas del estado con mayor justicia social, si era el lugar donde más corrupción había y porque apoyaban a Castro, si en Cuba no había democracia y según yo (ahí me equivoque) todos queríamos derrocar al PRI para que hubiera libertad y democracia. Para mí las propuestas ideológicas eran un poco abstractas y de pronto intolerantes y autoritarias, lo importante era liberarnos del autoritarismo y la falta de libertad que había por las imposiciones del PRI.

Seguía dándoles vueltas al asunto, me gustaban unas cosas del PAN y otras del PSUM y a veces soñaba con fundar un partido político a mi gusto, pero me parecía una locura. Necesitaba decidirme cuanto antes porque las elecciones de 1985 (primeras en las que votaría) estaban ya cercanas y no quería que me tocaran sin tener una trinchera donde pelear. Acaba de leer un libro de Octavio Paz, Tiempo Nublado, que me había confirmado que la libertad es el bien político más importante (ahora se que libertad y justicia son inseparables) pero también me había profundizado mis dudas sobre mi participación política, ningún partido se ajustaba exactamente a lo que yo creía.

Sin embargo, no tuve que esperar mucho más, llego a mis manos, un montón de ejemplares atrasados del periódico El País de Madrid, que me regaló un tío, a él le habían llegado como una promoción y los había guardado, pero los iba a tirar así que me les regaló. En esos ejemplares, se narraba entre muchas cosas, muchos noticias sobre el gobierno socialista de Felipe Gonzáles, los cambios que estaba haciendo, su lucha por entrar a la entonces Comunidad Económica Europea y la condición que le habían puesto de ingresar a la OTAN, si quería ser miembro de Europa, cosa contraria a su programa electoral, unos años después convocaría a un referéndum y España aprobó el ingreso a la OTAN, para ingresar a la CCE.

Me gustó muchísimo el PSOE y lo que estaba haciendo Felipe Gonzáles en España, así que me imagine al PSUM, transformándose en un PSOE mexicano, modernizando México y creando lo que hoy llamaríamos un Estado Social de Derecho, moderando el estatísmo y buscando una solución a mi “cuestión cubana”.

Sin embargo, aunque yo no lo sabía el PSUM nunca sería el PSOE, las personas que conocí de ese partido eran muy dogmáticas y para la época lo que yo les platicaba les parecía muy reaccionario, así que luchar por convertir al PSUM en el PSOE, sólo me desviaría de la meta principal que era derrocar al PRI, así que deseché la idea. En ese momento, el PAN era mucho más cercano a lo que yo creía(y ahora se que la política esta hecha de estructuras y coyunturas y no de grandes principios doctrinales que se vuelven una gran hipocresía), no había que luchar para convencerlos de mi oposición al estatísmo, ni de la dictadura del Fidel Castro, además coincidía con los ejes principales de su doctrina, la dignidad de la persona, el bien común, la visión solidaria del Estado, etcétera, quizás no eran todo lo liberales que yo quería, pero eran menos dogmáticos que la mayoría de los militantes del PSUM y me percate de que sería más fácil imitar a Felipe Gonzáles desde el PAN que desde el PSUM, por su puesto que desde el PAN se podría luchar por la justicia, pensaba yo, así que decidía afiliarme al PAN.

Finalmente, volví a las oficinas del PAN en la Colonia del Valle, nada más que con más valor que la vez pasada y dispuesto a aguantar la actitud de ¡has de ser espía de Gobernación! Estaban igual de desoladas que la vez anterior, pero un buen amigo mío, que era hijo de un ex presidente del PAN; Abel Vicencio, estaba en una oficina, por cierto muy grande, con sólo una mesa y una computadora de esas que tenían las letras amarillas con el fondo negro, trabajando en esa computadora, su trabajo era copiar todos los artículos que salieran del PAN en revistas internacionales – que no deben haber sido muchos – me preguntó que hacía por ahí y le dije que quería afiliarme al PAN, entonces abrió otro archivo me preguntó mi nombre completo y me dijo que ya estaba afiliado, me dio la dirección del comité distrital que me tocaba en mi colonia y luego siendo un panista de pleno derecho me regresé a mi casa.



jueves, 29 de mayo de 2014

Memorias de Los Pinos III: Antecedentes

Descubrir la Corrupción

En una familia de 12 hermanos, yo era el número 11, ser de los más chicos en una familia así tiene sus ventajas y sus bemoles, básicamente, la mayor parte de la historia familiar pasó en mi ausencia – todavía no nacía – y llegas tarde a muchos de los acontecimientos. Cuando apenas tenía uso de razón mis hermanos mayores se estaban casando y estaban perfilando sus vidas, mi padre, víctima de una enfermedad terminal estaba muriendo y mi cabeza estaba llena de dudas y preguntas.

Mi hermano mayor, se había casado, tenía un pequeño hijo y después de unos años de trabajar en el gobierno se disponía a empezar un negocio, se le había ocurrido construir un club deportivo y social, para darle ese servicio a la gente de la colonia. Para ello, había comprado un terreno muy grande, había hecho unos planos, para construir una casa club, unas canchas de tenis y una alberca, etcétera. Sin embargo, cuando solicitó los permisos para construir en la Delegación Magdalena Contreras, se los negaron. Mi hermano, preocupado por la situación y su futuro económico, fue a ver a mi padre, para pedirle consejo, le comentó que había ido a ver al Delegado para conseguir los permisos y éste le había dicho que estudiaría el asunto y que seguramente, se resolvería. Al final habían platicado de caballos (de lo cual pienso que mi hermano sabía muy poco) y el Delegado le había dicho que le gustaban mucho los caballos y las sillas de montar. Cuando mi padre oyó lo que le decía mi hermano, le explicó que sutilmente el Delegado le estaba pidiendo una silla de montar, como “mordida” para concederle los permisos (a la luz de lo que pasa ahora parece un inocente cohecho), efectivamente, le dieron su silla de montar al funcionario y salieron los permisos de construcción.

Nuevamente, el asunto me provocó un corto circuito en la cabeza, por un lado había percibido brevemente, el poder del Presidente y la política, por otro me había percatado de la pobreza y la miseria de dos personas en la calle y luego me sorprendía muchísimo que para obtener un permiso de construcción un funcionario público, pidiera una silla de montar. Era demasiado para mi joven cabeza y unos días después comencé a sufrir de migraña, sin embargo en la intensidad de los dolores de cabeza (y creo que no muy conciente de lo que pensaba), se me ocurrió que podría dedicarme a la política, pero a diferencia de lo que había visto sería honesto y en vez de usar ese poder para enriquecerme, sería austero como San Francisco de Asís y utilizaría todo el poder del Presidente (no sabía muy bien que hacían los demás políticos, además de otorgar permisos de construcción a cambio de sillas de montar) para remediar la injusticia en que vivían los pobres.

Durante los años siguientes, aunque no podía participar en política por mi edad, me volví adicto a leer el periódico y algunas revistas políticas. Al mismo tiempo escuchaba las pláticas de mi hermano – cuya empresa se había convertido en un verdadero emporio – que constantemente nos contaba como para hacer cualquier negocio, tenía que dar “mordidas” cada vez más grandes y más sofisticadas a políticos priístas, que parecían muy educados y serios, algunos incluso lo invitaban a misa. Recuerdo de un político bastante importante y conocido que le pidió como “mordida” algunos departamentos de un edificio que estaba haciendo, después una “iguala” mensual. Finalmente, cuando las empresas quebraron, debido a la devaluación decretada por López Portillo en1982 y las deudas en dólares se multiplicaron, el funcionario, con un aire condescendiente le pidió que le dejara el coche que llevaba, sin opciones le dejó el automóvil y se regresó a su casa en camión.

Otro político, también muy conocido y muy “decente” lo citó un día para pedirle que cerrara un negocio muy exitoso que estaba haciendo, básicamente porque había un monopolio que proteger en ese sector desde hace muchos años, mi hermano sin salir de su asombro, se rehusó a cerrarlo pero pagó las consecuencias, fue víctima de toda clase de presiones, el gobierno suspendió el negocio, con las típicas acusaciones falsas, e incluso lo detuvieron en la PGR. Gracias a las gestiones de mi padre, pudo salir bien librado del asunto, pero el negocio fue herido de muerte.

Por su parte, aunque mi padre era un abogado especializado en cuestiones fiscales, defendía gratuitamente a trabajadores del sindicato del seguro social y a personas, normalmente muy pobres cuyos hijos estaban injustamente en la cárcel o eran víctimas de despojos o de abusos de autoridad. Me pasé mi niñez escuchando estas historias, no comprendía como políticos que parecían tan cultos y tan decentes, fueran en realidad unos positivos criminales y tampoco comprendía para que servían los jueces y abogados, si al final siempre ganaba el que tenía más influencias en el gobierno o el que daba la “mordida” más grande. A pesar de mi edad, me sentía indignado y a al vez me daba miedo la prepotencia de los políticos, me sentía indefenso en medio de todos los políticos que eran mis vecinos.

Para completar el cuadro, mi padre y sus amigos, comentaban con regularidad que las elecciones eran una farsa y que siempre ganaba el PRI. Sin embargo, lo acompañé a votar dos veces, la primer en las elecciones de 1976, que votó por Cantinflas y la segunda en 1979 que votó por el Partido Demócrata Mexicano, que era de los antiguos Sinarquistas, una especie de nacional-catolicismo de origen popular que había sido muy fuerte en los años cuarenta, particularmente en Michoacán de donde mi familia era originaria.

Además de querer ser presidente para hacer justicia entre los mexicanos, me convertí en opositor acérrimo del PRI, me di cuenta de que todos esos políticos criminales que pedían “mordida” para poder hacer cualquier negocio, que tenían en la pobreza a mucha gente, que sus hijos “juniors” cometían toda clase de tropelías impunemente, que habían hecho quebrar las empresas de mi hermano y que se robaban las elecciones eran del PRI. Ahora no tenía dudas, la meta era derrocar a ese partido (en esa época estaba muy lejos de entender conceptos como partido hegemónico o “dictadura perfecta”) y así llegaría otro partido que sería honesto y haría justicia.

Pasaron algunos años, mi padre murió, las empresas de mi hermano quebraron y yo, como toda mi generación nacida en la segunda mitad de la década de los sesentas, nos tocó vivir desde la adolescencia las recurrentes crisis económicas. A la lista de agravios se sumó el hecho de que mi padre había dejado un seguro de vida que estaba guardado en dólares en el banco, López Portillo los convirtió en mexdólares, es decir, los pagó en pesos a un precio muy por debajo de la cotización en el mercado, por lo que mi madre con todavía unos 7 hijos que mantener, no tendría lo necesario para poder hacerlo.


López Portillo, también había nacionalizado la banca privada, en esa época no estaba tan seguro de qué significaba esa decisión, pero por ser priísta, por tener una increíble fama de ladrón (particularmente porque se había hecho público, que se había construido unas casotas en Cuajimalpa conocidas como la “colina del perro"), porque, por su culpa,  mi madre había perdido más de la mitad del dinero que mi padre había dejado en su seguro de vida y porque su devaluación había hecho quebrar las empresas de mi hermano mayor, me sentí completamente opuesto a esa decisión. Por otro lado, me llamó la atención que algunos medios que yo consideraba antigobiernistas (de mi equipo) y los partidos de la izquierda apoyaran la decisión de López Portillo. Desde entonces, la ideología estatísta de la izquierda siempre me provocó mucho rechazo.

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Bernardo León-Olea @bernardomariale En las elecciones de 1936 Franklin D. Roosevelt y el partido demócrata ganaron la mayoría calificada en ...