sábado, 31 de mayo de 2014

Memorias de Los Pinos V: 1985, PRI: Hora Cumplida

En 1985, a los 19 años, los jóvenes de esa época vivíamos una situación que ofrecía pocas perspectivas para el futuro. Había una crisis económica muy grave, por un lado el gobierno y muchas empresas estaban altamente endeudados, básicamente en dólares y el servicio de esa deuda restringía el gasto del gobierno en bienes públicos y había provocado la quiebra de muchísimas empresas y negocios. Paradójicamente, el gobierno se seguía endeudando a un ritmo tan o más alto que el de las administraciones anteriores, para poder pagar sus deudas, de tal manera que la inversión y el gasto público estaban muy restringidos, por lo que la economía estaba parada en la época de mayor crecimiento demográfico de la historia de México y el desempleo y el subempleo constituían el único horizonte posible de una buena parte de los jóvenes de mi generación.

Por otro lado, los peores vicios del sistema priísta se hacían cada vez más evidentes, más burdos y más cínicos. Tres asuntos me llamaron la atención profundamente en esa época. En primer lugar el descubrimiento en 1984 del Rancho Búfalo, en el desierto de Chihuahua, donde miles de campesinos  trabajando como esclavos, cultivaban marihuana, con sistemas de riego y fertilizantes con la protección de policías, militares y funcionarios. Después de una denuncia de un agente de la DEA, el gobierno aseguró el rancho, el escándalo fue muy grande ¿cómo es que nadie se había dado cuenta de la existencia de un rancho de ese tamaño, tan próspero y con tanta gente trabajando ahí? ¿Cómo es que nadie se percató del transporte de miles de toneladas de marihuana afuera del rancho? El asunto era bastante ridículo y el gobierno a través de la televisión trataba como subnormales a los mexicanos, era absolutamente imposible que nadie se hubiera percatado, después se supo que muchos estaban perfectamente enterados y otros involucrados en el asunto.

Este aseguramiento, provocó también, la caída del narcotraficante Caro Quintero, el homicidio del agente de la DEA, que provocó el aseguramiento, Enrique Camarena y un grave problema diplomático con Estados Unidos que cerró la frontera con México. Pero quizás lo más interesante del asunto fue el descubrimiento, para muchos jóvenes desempleados o con pocas perspectivas económicas, de la increíble riqueza de los narcotraficantes, de la impunidad en la que vivían y de las estrechas relaciones que tenían con políticos y funcionarios. Yo tuve la impresión, por primera vez, de que el narcotráfico de haber sido un negocio paraestatal, ahora estaba fuera de control y los funcionarios del gobierno que sinceramente querían combatirlo estaban desarmados y podían hacer muy poco para someterlo.



En segundo lugar, me impactó el homicidio del periodista Manuel Buendía que, luego se supo fue ordenado por el jefe de la Dirección Federal de Seguridad (una policía ilegal que tenía el gobierno), misma que el Secretario de Gobernación controlaba directamente y que después del descubrimiento de su responsabilidad la desaparecieron, ¿cómo era posible que el gobierno estuviera involucrado en semejantes crímenes? ¿En que clase de selva estábamos viviendo que la policía era el lugar donde se formaban los principales delincuentes? ¿Por qué el responsable político de esa policía seguía tan campante y además aspiraba a la Presidencia de la República?

En tercer lugar, me entusiasmó la lectura de un artículo de Octavio Paz, titulado “Hora Cumplida”, en él consideraba, entre otras cosas,  que el PRI, como sistema – no como partido – ya había cumplido su cometido, según Paz, el “Ogro Filantrópico” había permitido paz y cierto desarrollo a México, pero era hora de que se abriera el sistema a la democracia liberal y al pluripartidismo. Yo no podía estar más complacido, me reafirmaba que este era el camino correcto y que la derrota del PRI era posible.

No obstante, lo moderado aunque certero de su crítica, el PRI reaccionó agresivo y violento, contra la crítica de Paz y de los otros intelectuales que escribieron en ese número de Vuelta, Gabriel Said y Enrique Krauze, recuerdo algunas histéricas (no históricas) peroratas de un político priísta Adolfo Lugo Verduzco que acusaba – en un discurso en Morelia - de reaccionarios y casi traidores a la patria a todos los que no apoyaran al PRI y a su sistema. Por mi parte, me sentía muy optimista, todo parecía ir dirigido a una transición democrática gradual, por la vía del legislativo y la apertura que había tenido el PRI en las elecciones municipales de Chihuahua, Durango, Guanajuato, Sonora, Nuevo León y otros lugares fundamentaban racionalmente nuestro optimismo.

Me presenté a mi comité distrital (en esa época el distrito 38) el cual era dirigido por un viejo militante panista, Don Tomás Carmona, quien siendo obrero se había unido al PAN y había participado en el primer debate político televisado contra un candidato del PRI. Para mi sorpresa, fue muy amable conmigo y muy abierto, me abrió las puertas del partido, me presentó con los 20 o 30 militantes que había entonces y me citó para el próximo sábado, en que haríamos campaña por nuestro candidato a diputado Jesús González Schmall, (que después de ser un importante líder panista, se salió del PAN) el cual competía contra el priísta Sócrates Rizo, que después sería gobernador de Nuevo León.

Excitado, por el inicio de mi participación política, preparé un discurso en el que planteaba las razones por las que me parecía que la prioridad era derrocar el monopolio priísta del poder, estaba en la misma línea discursiva de los líderes del PAN, cuyo lema para esas elecciones era “Por una nueva mayoría” ya que esperaban ganar al menos 70 diputados de mayoría y las gubernaturas de Sonora con Adalberto Rosas y Nuevo León con Fernando Canales, también le escribí una larga carta al candidato del PAN en Nuevo León dándole algunas ideas para su Plan de Gobierno, esperando que además de ganar tuviera un plan contra la corrupción y la injusticia, pero nunca supe si le llegó la carta, mucho menos si la leyó.

Pensaba que ese sábado, haciendo campaña por el PAN y con mi discurso causaría buena impresión y podría desarrollar un liderazgo que me permitiera llevar mis ideas adelante. Sin embargo, llegó el sábado, me presenté temprano en el comité y para mi sorpresa, hacer campaña, no era ir a un mitin y decir discursos, sino que con otros compañeros, tomamos pintura, blanca y azul y fuimos por la lateral del periférico del DF, pintando postes con las siglas del PAN con mala caligrafía. Discretamente, arrugué el papel donde estaba mi discurso y lo tiré en el bote de basura del comité. Militar en el PAN en esa época era muy diferente a como es hoy, no había dinero, ni empleos que ofrecer a los militantes, éramos pocas personas, aunque muy entusiastas y las campañas se limitaban a hacer algunas pintas de bardas, algunos recorridos con el candidato, una que otra visita domiciliaria y quizás uno o dos eventos al final de la campaña, todo pagado por el propio candidato. Bajo esta premisa, la verdadera lucha en el PAN era por las candidaturas plurinominales, cuyos primeros lugares de la lista eran diputaciones seguras, así González Schmall era al mismo tiempo candidato de mayoría por el 38 distrito y uno de los primeros lugares en la lista plurinominal (sería el coordinador de la bancada) por lo que de cualquier manera ganaría.

Aunque no era lo que yo esperaba, mi primera campaña como activista del PAN, me gustó mucho, me di cuenta del poderío del PRI y del apoyo que tenía del gobierno, de las limitaciones de PAN, pero también de la lucha interna (quizás mezquina) que había en el propio PAN por los escasos espacios de poder que ofrecía, seguía sintiendo, sin embargo, que mis compañeros panístas eran un poco frívolos ante los temas de pobreza y de justicia, la preocupación fundamental era ganar espacios y evitar el fraude electoral.

El día de las elecciones voté por primera vez en mi vida en una casilla completamente vacía (las credenciales de elector eran rosas, pero ya no eran de papel sino plásticas y no tenían fotografía), después regresé a mi casa me encontré a un querido amigo mío y le pregunté por quien había votado, me respondió que por el PRI, sin pensarlo mucho le dije:

- ¿Para qué votas por el PRI si siempre gana?
-Tú por quien votaste, me preguntó
- Por el PAN, respondí
- ¡Pero si gana el PAN es la dictadura de la derecha!

Se me hizo tan espectacularmente absurdo el argumento que me quedé sin palabras y argumenté que tenía un desayuno familiar y me tenía que ir. Unos años después, esta persona sería un luchador muy comprometido por la democracia y un amigo entrañable. Cada vez que le recuerdo la anécdota lo niega, fingiendo amnesia permanente.

En cierta forma las elecciones de 1985, fueron una pequeña decepción para mí, el PAN no obtuvo la nueva mayoría que se había propuesto, aunque ganó algunos distritos de mayoría en el norte y centro del país, (nosotros en el DF no ganamos) sin embargo, en el 7° distrito de Chihuahua, capital se había cometido un fraude electoral muy grande contra el PAN, que incluso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, (sería el preludio de lo que pasaría el siguiente año en las elecciones para gobernador) y perdió debido a un gran fraude electoral, las gubernaturas de Sonora y Nuevo León, donde incluso la policía reprimió la protesta panista, cuando el gobernador espurio Jorge Treviño tomó posesión unos meses después.


José Angel Conchello
Durante esa legislatura, tuve la oportunidad de ir muchas veces a la cámara de diputados, me parecía una legislatura muy interesante, me sentaba en una curul y presenciaba los debates como si fuera otro miembro de la legislatura, un diputado del PAN, el noble Juan Bernal Alcocer, me ayuda a colarme en el salón de sesiones y me protegía de las constantes amenazas de expulsión de los ujieres de la cámara y de otros diputados panistas que no me querían ahí. A pesar de las batallas parlamentarias que presencié, era muy notorio que el Congreso tenía muy poco poder, por el PAN José Ángel Conchello, Juan de Dios Castro en primer lugar y Ricardo García Cervantes, Gabriel Jiménez Remus y Jesús González Schmall en segundo eran muy aguerridos y batallaban con las imposiciones del PRI, por el PSUM y el PMT, Jorge Alcocer, Arnoldo Martínez Verdugo, Demetrio Vallejo (que tenía una vocecita de niño)  Pablo Pascual Moncayo, Heberto Castillo, José Luís Díaz Moll y por el PRT, Rosario Ibarra y Pedro Peñaloza de los que me acuerdo haber visto subir a la tribuna, evidenciaban con claridad y en ocasiones con desesperación como se imponía la aplanadora del PRI, aunque en muchas ocasiones la oposición ganaba los debates.



En el PRI también había gente muy inteligente y muchos diputados de esa legislatura llegarían a ser políticos muy encumbrados, entre otros Luís Donaldo Colosio, pero demasiado disciplina a las órdenes del Presidente transmitidas por el pastor, que era el líder de su bancada, no había ningún contrapeso real al ejecutivo. Fernando Ortiz Arana, Santiago Oñate y Diego Valades, eran muy buenos para debatir (Blas Chumacero, un viejo líder sindical sólo observaba los debates con cierto desdén y cara de enojado, como sabiendo que más allá del debate estaba la fuerza de la CTM), sin embargo, al final de las discusiones, sin importar los argumentos, todos volteaban a ver a Nicolás Reynez, que era el líder de la bancada y recibía instrucciones directas de Gobernación y votaban en el sentido que se les decía, en ocasiones incluso en violación flagrantes de algunos artículos constitucionales. Recuerdo como Jorge Alcocer se desgañitaba de vez en cuando, señalando que lo que mandaba la  Constitución no se votaba, pero al fin se votaba y ganaba el PRI.

Cuando estaba ahí, me parecía tan evidente, que la corrupción del PRI se basaba en la falta total de contrapesos, cualquier cosa que se denunciara, cualquier crítica al Presidente o a un funcionario, se apagaba acrítica y fulminantemente desde la bancada del PRI, ¿cómo no se iban a sentir impunes?, si estaban bien con el sistema eran básicamente intocables, en la cámara se veía con mucha claridad como funcionaba el sistema priísta. Además de ver los debates y soñar con ser diputado alguna vez, el PRI, a pesar de la crisis económica y de seguridad que vivía el país se veía muy sólido desde San Lázaro y me frustraba mucho tener que esperar tres años para otro proceso electoral donde se pudiera derrotar al PRI.

Me equivocaba, había una nueva oportunidad de darle un fuerte golpe al sistema, el siguiente año 1986 habría elecciones para gobernador, congreso local y ayuntamientos en Chihuahua, donde el PAN tenía una excelente oportunidad de ganar, también habría elecciones en Durango y Sinaloa donde Manuel Clouthier, el famoso “Maquío” sería el candidato. Algunos medios de comunicación (los que tenían algo de independencia) hacían reseñas de la fuerza que el PAN estaba tomando en Chihuahua y otros como el Excélsior, publicaban caricaturas en las que se ilustraba como si ganaba el PAN en Chihuahua, se separaría de México y se uniría a Estados Unidos.

Una mañana, me desperté tarde, el día anterior había regresado de un viaje a Morelia por asuntos de trabajo (para ganar dinero intentaría exportar escobas de una fábrica Moreliana cuyo dueño era Salvador López “Chavo” quien años más tarde sería Alcalde de Morelia), me extrañó mucho ver una figura de un cristo que había en mi casa, muy pesado, volteado de cabeza, en eso sonó el teléfono, era mi hermana preguntándome como me había ido de temblor. Inmediatamente cuestioné, - ¿Cuál temblor? Estaba tan dormido que no había sentido nada, pero la Ciudad de México había sido sacudida por un fuerte terremoto. Dos primos míos fueron aplastados por el peso de su edificio y sólo después de escarbar en los escombros aparecieron sus cadáveres, mis tíos (sus padres) vivían en Aguascalientes y ha falta de comunicaciones telefónicas mi tío le informó a su esposa de la muerte de sus hijos por la televisión, también así nos enteramos nosotros. Como es sabido la solidaridad y la auto organización de la gente para ayudar en el rescate fue muy grande, de ahí se organizaron muchos grupos ciudadanos en defensa de sus derechos, no tengo ni que decir la lamentable actuación del gobierno y su Presidente, además de la torpeza de su reacción a la tragedia, intentaron disminuir las dimensiones del costo humano y material de la tragedia, mucha de la ayuda internacional no llegó a quienes más lo necesitaban y aprovecharon para echarle la culpa de la crisis al terremoto…




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