En 1985, a los 19 años, los jóvenes de esa
época vivíamos una situación que ofrecía pocas perspectivas para el futuro. Había
una crisis económica muy grave, por un lado el gobierno y muchas empresas
estaban altamente endeudados, básicamente en dólares y el servicio de esa deuda
restringía el gasto del gobierno en bienes públicos y había provocado la
quiebra de muchísimas empresas y negocios. Paradójicamente, el gobierno se
seguía endeudando a un ritmo tan o más alto que el de las administraciones
anteriores, para poder pagar sus deudas, de tal manera que la inversión y el
gasto público estaban muy restringidos, por lo que la economía estaba parada en
la época de mayor crecimiento demográfico de la historia de México y el
desempleo y el subempleo constituían el único horizonte posible de una buena
parte de los jóvenes de mi generación.
Por otro lado, los peores vicios del sistema
priísta se hacían cada vez más evidentes, más burdos y más cínicos. Tres
asuntos me llamaron la atención profundamente en esa época. En primer lugar el
descubrimiento en 1984 del Rancho Búfalo, en el desierto de Chihuahua, donde miles de
campesinos trabajando como esclavos, cultivaban marihuana,
con sistemas de riego y fertilizantes con la protección de policías, militares
y funcionarios. Después de una denuncia de un agente de la DEA, el gobierno
aseguró el rancho, el escándalo fue muy grande ¿cómo es que nadie se había dado
cuenta de la existencia de un rancho de ese tamaño, tan próspero y con tanta
gente trabajando ahí? ¿Cómo es que nadie se percató del transporte de miles de
toneladas de marihuana afuera del rancho? El asunto era bastante ridículo y el
gobierno a través de la televisión trataba como subnormales a los mexicanos,
era absolutamente imposible que nadie se hubiera percatado, después se supo que
muchos estaban perfectamente enterados y otros involucrados en el asunto.
Este aseguramiento, provocó también, la caída
del narcotraficante Caro Quintero, el homicidio del agente de la DEA, que
provocó el aseguramiento, Enrique Camarena y un grave problema diplomático con
Estados Unidos que cerró la frontera con México. Pero quizás lo más interesante
del asunto fue el descubrimiento, para muchos jóvenes desempleados o con pocas
perspectivas económicas, de la increíble riqueza de los narcotraficantes, de la
impunidad en la que vivían y de las estrechas relaciones que tenían con
políticos y funcionarios. Yo tuve la impresión, por primera vez, de que el
narcotráfico de haber sido un negocio paraestatal, ahora estaba fuera de
control y los funcionarios del gobierno que sinceramente querían combatirlo
estaban desarmados y podían hacer muy poco para someterlo.
En segundo lugar, me impactó el homicidio del
periodista Manuel Buendía que, luego se supo fue ordenado por el jefe de la
Dirección Federal de Seguridad (una policía ilegal que tenía el gobierno),
misma que el Secretario de Gobernación controlaba directamente y que después
del descubrimiento de su responsabilidad la desaparecieron, ¿cómo era posible
que el gobierno estuviera involucrado en semejantes crímenes? ¿En que clase de
selva estábamos viviendo que la policía era el lugar donde se formaban los
principales delincuentes? ¿Por qué el responsable político de esa policía
seguía tan campante y además aspiraba a la Presidencia de la República?
En tercer lugar, me entusiasmó la lectura de un
artículo de Octavio Paz, titulado “Hora Cumplida”, en él consideraba, entre
otras cosas, que el PRI, como sistema –
no como partido – ya había cumplido su cometido, según Paz, el “Ogro
Filantrópico” había permitido paz y cierto desarrollo a México, pero era hora
de que se abriera el sistema a la democracia liberal y al pluripartidismo. Yo
no podía estar más complacido, me reafirmaba que este era el camino correcto y
que la derrota del PRI era posible.
No obstante, lo moderado aunque certero de su
crítica, el PRI reaccionó agresivo y violento, contra la crítica de Paz y de
los otros intelectuales que escribieron en ese número de Vuelta, Gabriel Said y
Enrique Krauze, recuerdo algunas histéricas (no históricas) peroratas de un
político priísta Adolfo Lugo Verduzco que acusaba – en un discurso en Morelia -
de reaccionarios y casi traidores a la patria a todos los que no apoyaran al
PRI y a su sistema. Por mi parte, me sentía muy optimista, todo parecía ir
dirigido a una transición democrática gradual, por la vía del legislativo y la
apertura que había tenido el PRI en las elecciones municipales de Chihuahua,
Durango, Guanajuato, Sonora, Nuevo León y otros lugares fundamentaban
racionalmente nuestro optimismo.
Me presenté a mi comité distrital (en esa época
el distrito 38) el cual era dirigido por un viejo militante panista, Don Tomás
Carmona, quien siendo obrero se había unido al PAN y había participado en el
primer debate político televisado contra un candidato del PRI. Para mi
sorpresa, fue muy amable conmigo y muy abierto, me abrió las puertas del
partido, me presentó con los 20 o 30 militantes que había entonces y me citó
para el próximo sábado, en que haríamos campaña por nuestro candidato a
diputado Jesús González Schmall, (que después de ser un importante líder
panista, se salió del PAN) el cual competía contra el priísta Sócrates Rizo,
que después sería gobernador de Nuevo León.
Excitado, por el inicio de mi participación
política, preparé un discurso en el que planteaba las razones por las que me
parecía que la prioridad era derrocar el monopolio priísta del poder, estaba en
la misma línea discursiva de los líderes del PAN, cuyo lema para esas elecciones
era “Por una nueva mayoría” ya que esperaban ganar al menos 70 diputados de
mayoría y las gubernaturas de Sonora con Adalberto Rosas y Nuevo León con
Fernando Canales, también le escribí una larga carta al candidato del PAN en
Nuevo León dándole algunas ideas para su Plan de Gobierno, esperando que además
de ganar tuviera un plan contra la corrupción y la injusticia, pero nunca supe
si le llegó la carta, mucho menos si la leyó.
Pensaba que ese sábado, haciendo campaña por el
PAN y con mi discurso causaría buena impresión y podría desarrollar un
liderazgo que me permitiera llevar mis ideas adelante. Sin embargo, llegó el
sábado, me presenté temprano en el comité y para mi sorpresa, hacer campaña, no
era ir a un mitin y decir discursos, sino que con otros compañeros, tomamos
pintura, blanca y azul y fuimos por la lateral del periférico del DF, pintando
postes con las siglas del PAN con mala caligrafía. Discretamente, arrugué el
papel donde estaba mi discurso y lo tiré en el bote de basura del comité. Militar
en el PAN en esa época era muy diferente a como es hoy, no había dinero, ni
empleos que ofrecer a los militantes, éramos pocas personas, aunque muy
entusiastas y las campañas se limitaban a hacer algunas pintas de bardas,
algunos recorridos con el candidato, una que otra visita domiciliaria y quizás
uno o dos eventos al final de la campaña, todo pagado por el propio candidato.
Bajo esta premisa, la verdadera lucha en el PAN era por las candidaturas
plurinominales, cuyos primeros lugares de la lista eran diputaciones seguras,
así González Schmall era al mismo tiempo candidato de mayoría por el 38
distrito y uno de los primeros lugares en la lista plurinominal (sería el
coordinador de la bancada) por lo que de cualquier manera ganaría.
Aunque no era lo que yo esperaba, mi primera
campaña como activista del PAN, me gustó mucho, me di cuenta del poderío del
PRI y del apoyo que tenía del gobierno, de las limitaciones de PAN, pero
también de la lucha interna (quizás mezquina) que había en el propio PAN por
los escasos espacios de poder que ofrecía, seguía sintiendo, sin embargo, que
mis compañeros panístas eran un poco frívolos ante los temas de pobreza y de
justicia, la preocupación fundamental era ganar espacios y evitar el fraude
electoral.
El día de las elecciones voté por primera vez
en mi vida en una casilla completamente vacía (las credenciales de elector eran
rosas, pero ya no eran de papel sino plásticas y no tenían fotografía), después
regresé a mi casa me encontré a un querido amigo mío y le pregunté por quien
había votado, me respondió que por el PRI, sin pensarlo mucho le dije:
- ¿Para qué votas por el PRI si siempre gana?
-Tú por quien votaste, me preguntó
- Por el PAN, respondí
- ¡Pero si gana el PAN es la dictadura de la
derecha!
Se me hizo tan espectacularmente absurdo el
argumento que me quedé sin palabras y argumenté que tenía un desayuno familiar
y me tenía que ir. Unos años después, esta persona sería un luchador muy
comprometido por la democracia y un amigo entrañable. Cada vez que le recuerdo
la anécdota lo niega, fingiendo amnesia permanente.
En cierta forma las elecciones de 1985, fueron
una pequeña decepción para mí, el PAN no obtuvo la nueva mayoría que se había
propuesto, aunque ganó algunos distritos de mayoría en el norte y centro del
país, (nosotros en el DF no ganamos) sin embargo, en el 7° distrito de
Chihuahua, capital se había cometido un fraude electoral muy grande contra el
PAN, que incluso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, (sería el
preludio de lo que pasaría el siguiente año en las elecciones para gobernador)
y perdió debido a un gran fraude electoral, las gubernaturas de Sonora y Nuevo
León, donde incluso la policía reprimió la protesta panista, cuando el
gobernador espurio Jorge Treviño tomó posesión unos meses después.
José Angel Conchello |
Durante esa legislatura, tuve la oportunidad de
ir muchas veces a la cámara de diputados, me parecía una legislatura muy
interesante, me sentaba en una curul y presenciaba los debates como si fuera
otro miembro de la legislatura, un diputado del PAN, el noble Juan Bernal
Alcocer, me ayuda a colarme en el salón de sesiones y me protegía de las
constantes amenazas de expulsión de los ujieres de la cámara y de otros
diputados panistas que no me querían ahí. A pesar de las batallas parlamentarias
que presencié, era muy notorio que el Congreso tenía muy poco poder, por el PAN
José Ángel Conchello, Juan de Dios Castro en primer lugar y Ricardo García
Cervantes, Gabriel Jiménez Remus y Jesús González Schmall en segundo eran muy
aguerridos y batallaban con las imposiciones del PRI, por el PSUM y el PMT,
Jorge Alcocer, Arnoldo Martínez Verdugo, Demetrio Vallejo (que tenía una
vocecita de niño) Pablo Pascual Moncayo,
Heberto Castillo, José Luís Díaz Moll y por el PRT, Rosario Ibarra y Pedro
Peñaloza de los que me acuerdo haber visto subir a la tribuna, evidenciaban con
claridad y en ocasiones con desesperación como se imponía la aplanadora del
PRI, aunque en muchas ocasiones la oposición ganaba los debates.
En el PRI también había gente muy inteligente y
muchos diputados de esa legislatura llegarían a ser políticos muy encumbrados,
entre otros Luís Donaldo Colosio, pero demasiado disciplina a las órdenes del
Presidente transmitidas por el pastor, que era el líder de su bancada, no había
ningún contrapeso real al ejecutivo. Fernando Ortiz Arana, Santiago Oñate y
Diego Valades, eran muy buenos para debatir (Blas Chumacero, un viejo líder
sindical sólo observaba los debates con cierto desdén y cara de enojado, como
sabiendo que más allá del debate estaba la fuerza de la CTM), sin embargo, al
final de las discusiones, sin importar los argumentos, todos volteaban a ver a
Nicolás Reynez, que era el líder de la bancada y recibía instrucciones directas
de Gobernación y votaban en el sentido que se les decía, en ocasiones incluso
en violación flagrantes de algunos artículos constitucionales. Recuerdo como
Jorge Alcocer se desgañitaba de vez en cuando, señalando que lo que mandaba
la Constitución no se votaba, pero al
fin se votaba y ganaba el PRI.
Cuando estaba ahí, me parecía tan evidente, que
la corrupción del PRI se basaba en la falta total de contrapesos, cualquier
cosa que se denunciara, cualquier crítica al Presidente o a un funcionario, se
apagaba acrítica y fulminantemente desde la bancada del PRI, ¿cómo no se iban a
sentir impunes?, si estaban bien con el sistema eran básicamente intocables, en
la cámara se veía con mucha claridad como funcionaba el sistema priísta. Además
de ver los debates y soñar con ser diputado alguna vez, el PRI, a pesar de la
crisis económica y de seguridad que vivía el país se veía muy sólido desde San
Lázaro y me frustraba mucho tener que esperar tres años para otro proceso
electoral donde se pudiera derrotar al PRI.
Me equivocaba, había una nueva oportunidad de
darle un fuerte golpe al sistema, el siguiente año 1986 habría elecciones para
gobernador, congreso local y ayuntamientos en Chihuahua, donde el PAN tenía una
excelente oportunidad de ganar, también habría elecciones en Durango y Sinaloa
donde Manuel Clouthier, el famoso “Maquío” sería el candidato. Algunos medios
de comunicación (los que tenían algo de independencia) hacían reseñas de la
fuerza que el PAN estaba tomando en Chihuahua y otros como el Excélsior,
publicaban caricaturas en las que se ilustraba como si ganaba el PAN en
Chihuahua, se separaría de México y se uniría a Estados Unidos.
Una mañana, me desperté tarde, el día anterior
había regresado de un viaje a Morelia por asuntos de trabajo (para ganar dinero
intentaría exportar escobas de una fábrica Moreliana cuyo dueño era Salvador
López “Chavo” quien años más tarde sería Alcalde de Morelia), me extrañó mucho
ver una figura de un cristo que había en mi casa, muy pesado, volteado de
cabeza, en eso sonó el teléfono, era mi hermana preguntándome como me había ido
de temblor. Inmediatamente cuestioné, - ¿Cuál temblor? Estaba tan dormido que
no había sentido nada, pero la Ciudad de México había sido sacudida por un
fuerte terremoto. Dos primos míos fueron aplastados por el peso de su edificio
y sólo después de escarbar en los escombros aparecieron sus cadáveres, mis tíos
(sus padres) vivían en Aguascalientes y ha falta de comunicaciones telefónicas
mi tío le informó a su esposa de la muerte de sus hijos por la televisión,
también así nos enteramos nosotros. Como es sabido la solidaridad y la
auto organización de la gente para ayudar en el rescate fue muy grande, de ahí
se organizaron muchos grupos ciudadanos en defensa de sus derechos, no tengo ni
que decir la lamentable actuación del gobierno y su Presidente, además de la
torpeza de su reacción a la tragedia, intentaron disminuir las dimensiones del
costo humano y material de la tragedia, mucha de la ayuda internacional no
llegó a quienes más lo necesitaban y aprovecharon para echarle la culpa de la
crisis al terremoto…
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