domingo, 10 de agosto de 2014

Memoria de Los Pinos XVIII: No todo lo que brilla es Oro

En otro plano, en Guanajuato, después de las elecciones de julio, se celebrarían elecciones para Presidentes Municipales en diciembre. En julio, a la par de las elecciones federales, se habían elegido diputados locales y el PAN había sufrido una derrota tan espectacular como bochornosa, la primera elección después de la llamada “concertacesión” de 1991, donde el PAN que gobernaba Guanajuato, debía haber demostrado su fuerza y justificado la caída de Ramón Aguirre, fue un fracaso, el PAN perdió 12 de 13 distritos federales y 17 de 18 distritos locales.

Después de la abrumadora derrota de agosto, decidí acercarme a las campañas de alcaldes y cooperar con el PAN para que no se fuera a perder la Presidencia Municipal de León que había sido un gobierno excelente. Le llamé a Ramón Muñoz para ofrecerle mi apoyo (el coordinaría en la práctica la campaña del PAN en León) y me citó un día en su oficina. Me invitó a la campaña y me pidió que participara ayudando a elaborar la plataforma política, es decir, el programa de acción. En ese momento todavía no se definían los candidatos que postularía Acción Nacional y estaban en el proceso de decidirlo, sin embargo, para mi sorpresa había una verdadera guerra por obtener las candidaturas, especialmente en los lugares en los que el PAN pensaba ganar.

Después de los resultados de agosto, no entendía como era posible que después del movimiento de 1991 que había llevado a Medina al gobierno y de sus buenos resultados como gobierno, había recibido semejante castigo electoral. 

En 1991, el PAN con la ola Fox, había ganado en 12 municipios, sin embargo, muchos de los candidatos o eran panistas de última hora, es decir, no llevaban mucho tiempo militando sino que habían salido de las filas civiles o empresariales o eran del grupo panista contrario a algunos de sus regidores o del Comité Municipal del PAN. Las relaciones entre los panistas ya sea el alcalde, los regidores o el líder municipal del PAN se habían tensado en casi todos los municipios, por un lado había diferencia de criterios, por otro intereses (a veces no muy santos) contrapuestos y muchos panistas se consideraban con prebendas que el alcalde (de su mismo partido) no estaba dispuesto a darles. 
El Costo de la Honestidad

Adicionalmente, algunos alcaldes se tomaron muy en serio su papel y eliminaron la corrupción, se decidieron a cobrar impuestos y multas y desecharon el amiguismo y las recomendaciones de personas por parte del partido en los puestos públicos, lo que paradójicamente irritó a muchos panistas que pensaban que al triunfo del partido en el municipio les correspondería un empleo bien pagado o una prebenda del Alcalde o un privilegio por su militancia. 

Ahora muchos panistas querían comportarse como los priístas hacían en el pasado. Así, algunos alcaldes del PAN, celosos de su honradez y consecuentes con el discurso del PAN de hacer gobiernos sin privilegios, tuvieron logros importantes, pero se enfrentaron a sus propios compañeros negándoles privilegios, condonaciones de multas o impuestos, provocando una severa división al interior del partido y reclamos de la ciudadanía que estaba acostumbrada, en el nivel municipal, a gobiernos bonachones, paternalistas y laxos en el cumplimientos de reglamentos.

Todo esto operó en beneficio del PRI, además de la fuerza y el dinero de las campañas federales de Zedillo, el programa de Solidaridad que convirtió su estructura, prácticamente, en comités de campaña y los problemas de organización en las campañas del PAN. En este contexto, la prioridad era salvar la plaza en León que era una especie de barco insignia del PAN a nivel nacional, cosa que no resultó nada fácil. Sin embargo, a pesar de los problemas para conseguir un candidato para León que no provocara una ruptura de consecuencias catastróficas y de los problemas para implementar la campaña, muchos candidatos del PAN, se acercaron a la campaña de León para copiar sus estrategias y su propaganda. 

Un día mientras el publicista de la campaña exponía su estrategia, llegó una mujer menudita, con una vocecita aflautada, que comentaba en voz alta lo atinado que le parecían cada una de las estrategias que anunciaba el publicista, me preguntaba quien era esa mujer, cuando de pronto el candidato del PAN Luís Quirós, tomó la palabra y presentó a esa mujer explicando que era la candidata del partido a presidenta municipal de Celaya, su nombre era Marta Sahún Jiménez.

La verdad no le puse mucha atención, de hecho me pareció que iba a ser muy difícil que ganara la elección, parecía tan frágil y tan señora de sociedad, que no la imaginaba haciendo campaña en las colonias o enfrentándose a los problemas de drogadicción que había en esa ciudad. Sin embargo, me llamó la atención que no parecía preocuparle las limitaciones que pudiera tener, ella estaba muy enfocada a su campaña y con la energía para llevarla a cabo. 

Después de desearle suerte, me olvide del asunto y me enfoque en la Alcaldía de León. La campaña fue muy dura, el PRI tenía ánimos de revancha y el PAN venía de una mala racha, pero Luís Quirós hizo una magnífica campaña (su lema era el líder que escucha) y ganó la elección aunque con un margen muy pequeño, apenas lo suficiente para evitar que cualquier impugnación de la elección prosperara. Celaya se perdió.

Simultáneamente a la campaña y a mi incipiente labor periodística, fundé una editorial, acaba de leer las interesantísimas memorias de la ex Primer Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher y se me ocurrió que se podían publicar y divulgar experiencias de gobierno y estudios políticos hechos desde los estados y municipios. Después de vivir en el DF prácticamente toda mi vida, víctima del centralismo político e intelectual, desconocía toda la riqueza intelectual que existe en los estados y municipios de México, así que fundé la editorial pensando en retomar toda ese conocimiento acumulado y promover a los autores para que sistematizaran sus conocimientos y experiencia y las plasmaran en libros que pudiéramos difundir por todo el mundo. 
Luis Quiroz: Alcalde de León 1994

En esta hipótesis, además de pedirle a Ramón Muñoz que me invitara a la campaña de Luís Quirós, le propuse que escribiera un libro en donde platicara su experiencia como estratega del Ayuntamiento de León y contara esa historia de éxito. En esa época, lo poco que había sobre administración municipal era básicamente teórico, así que un libro inductivo, basado en una experiencia exitosa real, beneficiaría a muchos funcionarios municipales, especialmente panistas que eran nuevos en el gobierno, y académicos que podrían aprovechar ideas y experiencias para sus propias administraciones municipales.



Después de varios meses de trabajo, finalmente se publicó “La Voluntad de Servir” donde se plasmaba tema por tema (Seguridad Pública, planeación urbana, etc.) las dificultades, innovaciones y éxitos de la administración de León, área por área, de 1992 a 1994. Con ese libro, lo que estaba buscando es transmitir la idea de que no sólo era importante ganar elecciones, sino gobernar bien. Estaba preocupado porque en América Latina, mucha gente estaba desilusionada con la democracia por el pésimo desempeño de los gobierno emanados de ella, así que pensaba que publicar libros como “La Voluntad de Servir” donde Ramón acumulaba los conocimientos y las innovaciones desarrolladas durante una exitosa administración municipal, la consideraba mi primera aportación, como editor, para que desde el nivel más básico de gobierno, que es el municipio, se generara una cultura de buen gobierno y de una sana e innovadora administración pública.  

El libro tuvo bastante éxito entre muchos funcionarios municipales y académicos del tema, que lo han citado en muchos trabajos e investigaciones y le implicó a Ramón muchas conferencias en diferentes partes del país. Editando libros me di cuenta las pocas librerías que hay en México y lo poco que se lee en nuestro país.

lunes, 4 de agosto de 2014

Memorias de Los Pinos XVII: 1994...

Observando lo que sucedía en Guanajuato en particular y a nivel nacional, tenía mucho material para reseñar en mi revista (El Guanajuatense) y en una colaboración que publicaba con cierta frecuencia en el periódico El Nacional de Guanajuato (que siendo del gobierno me dejaba publicar lo que yo escribiera sin ninguna censura) criticaba al priísmo dinosáurico que había en Guanajuato, analizaba los procesos electorales y defendía las reformas económicas de Salinas, bajo la premisa de que eran reformas saludables provenientes de un gobierno autoritario que debía desaparecer y proponía ideas para modernizar al país como la necesaria reelección legislativa y de alcaldes y miembros del ayuntamiento.

Haciendo algo de labor periodística y editorial, viajaba mucho a México y aprovechaba para asistir a las sesiones de la Cámara de Diputados donde se discutían las reformas y políticas del salinismo, me tocó ver, por ejemplo, cuando Diego Fernández de Cevallos negociaba con Fox enfrente de los medios de comunicación para decirle que no había logrado eliminar el transitorio de la reforma electoral que le impedía postularse – en beneficio de la candidatura de Fernández de Cevallos – pero que si él (Fox) lo decidía no aceptaría el transitorio, aunque eso echara para abajo toda la reforma, a lo que Fox respondía que siguiera la reforma para adelante, lo que provocó su famosa huelga política de 1994. 

Adalberto Rosas


Javier Livas
A finales de 1993, los partidos designaron a sus candidatos, Diego Fernández de Cevallos postulado por el PAN, había dejado en el camino a Adalberto Rosas el mítico candidato a gobernador de Sonora en 1985 que había sido víctima de un grave fraude electoral sin que pudiera defender su triunfo y Javier Livas hijo de un gobernador priísta de Nuevo León que había ingresado al PAN y que luego sería expulsado de manera muy deshonrosa para el partido azul. 

Luís Donaldo Colosio por el PRI que dejó en el camino (aunque en realidad Salinas fue quien lo dejó en el camino) a Manuel Camacho, previo “berrinche” de éste último y Cuauhtémoc Cárdenas por el PRD que dado que la legislación electoral no permitía las candidaturas comunes, ni las coaliciones iría sólo por el PRD, lo que a su vez permitió seis candidaturas presidenciales más, Cecilia Soto por el PT, Jorge González Torres por el Verde, Rafael Aguilar Talamentes por el PFCRN, Marcela Lombardo por el PPS, Alvaro Treviño por el PARM y Pablo Emilio Madero (ex candidato del PAN a la presidencia en 82 y que había renunciado al partido) por el PDM.


 Una vez decididas las candidaturas y aprobado el TLC, concluyó el año y me fui a Morelia a pasar el fin de año con mi madre. 

Todo estaba muy tranquilo, pero en la mañana del 1 de enero de 1994 (cuando el TLC entraría en vigor), prendí la televisión un poco adormilado, cuando de pronto ví un canal de noticias (creo que era el Canal 40) que sólo transmitía notas escritas, sin locutores ni imágenes, sólo texto, donde decía que un grupo armado había tomado San Cristóbal de las Casas en Chiapas. Sin entender bien la nota, esperé a que la volvieran a pasar una y otra vez y de nuevo decía lo mismo sin mayor explicación. Después compré un periódico local que explicaba mejor la noticia (pienso que eso fue el día 2) y lo que estaba pasando con el zapatismo, quedé absolutamente estupefacto, como dice Enrique Krauze, no había palabras en el diccionario para explicar la sorpresa con la que recibí la noticia. Sin embargo, sabiendo la gravedad de los problemas de injusticia que había en México, en el fondo pensaba que no debía sorprenderme tanto. Por otro lado, meditaba que el bienestar que podían proporcionar el TLC y las reformas salinistas, llegarían demasiado tarde y el levantamiento zapatista que no sabía de que dimensiones era podía echar para atrás el proceso modernizador y lo más grave…la transición a la democracia que yo veía acercarse. ¡Qué mala suerte! Pensaba – es más fácil transitar a la democracia por la vía de la estabilidad política y económica, será más difícil si hay un conflicto armado que a su vez pueda desestabilizar la economía.

 
Publiqué en mi revista algunos análisis sobre el problema de Chiapas, tratando de entender aunque se que es polémico el asunto, entendía la situación de marginación histórica de los indígenas de Chiapas, pero no me podía imaginar su futuro (promisorio), sin que se subieran al barco de la modernidad, me preguntaba de donde obtendrían ingresos suficientes para sus familias sino tenían una agricultura moderna y productiva u otro negocio, ¿cómo podrían mantener su forma de vida y al mismo tiempo salir de la pobreza sin la ayuda – o quizás un poco más que sólo ayuda – del gobierno? Entendía su reclamo, pero nunca me quedó claro, cual era la solución que proponían. ¿Renunciar al TLC? ¿Revertir la reforma la 27 constitucional? 

Para mí, la pobreza es producto de un sistema de justicia injusto donde no todos somos iguales ante la ley y por ello hay privilegios que generan impunidad y prepotencia. Entiendo que la lucha contra la pobreza empieza en un sistema de justicia que elimine privilegios y ese ha sido mi lema desde siempre, pero en el caso de los zapatístas la pregunta que me hacía es cómo integrarlos al México moderno, no cómo mantenerlos en una especie aislamiento, para que preservaran su cultura, que por lo demás tiene elementos de una gran riqueza, pero también tiene graves atrasos, especialmente en los derechos de las mujeres. El discurso del Subcomandante Marcos, fue un poco decepcionante para mí, no era nada moderno, compasivo, pero atrasado, parafraseando a John Womack era la historia de un grupo de campesinos que no quería cambiar y para eso organizaron una – pequeña – revolución.

La historia es bastante conocida, cuando todo mundo estaba distraído con el asunto de Chiapas y el regreso triunfal de Camacho a las primeras planas por su negociación de la paz, en marzo, mataron a Colosio en Tijuana, rodeado de toda clase de rumores, recuerdo que a pesar de que el PRI nunca ha sido santo de mi devoción, estaba consternado por la noticia, sentado en la sala de mi departamento en León, miré la televisión por horas y horas, como si el sólo hecho de ver los noticieros, hiciera revivir al candidato del PRI. Las contradicciones y las ambiciones del salinismo habían hecho crisis y más allá de lo que pensara hacer Colosio cuando fuera Presidente (que sin duda lo hubiera sido) como decía Juan María Alponte en sus clases, “éticamente es imposible alcanzar fines nobles, por medios viciados”. Se había acabado el salinismo cuyos métodos fueron muy viciados, de los fines… sería especular.

La diferencia entre la campaña de 88 y la de 94, era muy notoria, las premisas eran muy distintas para mí, ahora Cárdenas no tenía la menor oportunidad de ganar, las plazas que llenaba no se reflejaban en las encuestas y por lo menos yo no sentía la emoción de seis años antes. Su discurso, me sonaba a un rumor de un pasado que no volvería, se oponía a la apertura comercial, a las privatizaciones, a las reformas del campo, en esa época Cárdenas me parecía una versión del Presidente Echeverría, ahora estaba fuera de tiempo. 

Por su parte, Diego Fernández de Cevallos iba tomando fuerza y su discurso era más moderno, aunque me parecía muy arrogante y me llamaba la atención que presumiera su amistad con Fernando Gutiérrez Barrios (ex Secretario de Gobernación de Salinas) combinaba dos cosas que me gustaban, por un lado apoyaba las reformas de Salinas y por el otro, señalaba con toda claridad que para concluir la modernización de México faltaba el ingrediente democrático. Eso es lo que yo pensaba, concluir la transición, imposible echar para atrás lo bueno que se había logrado en el salinismo, pero sin democracia (es decir, equilibrios y contrapesos en el ejercicio del poder) sería una Perestroika, pero no una Glasnots, ni una Demokratzia como quería Gorvachov, es decir, la reforma económica lo único que hacía es hacer más competitivo al país en un mundo que estaba cambiando, económica y políticamente. 

A partir de la Caída del Muro, los países del Este serían nuestros competidores, en Europa Occidental llevaban 10 años haciendo reformas como la de Salinas, desde Tatcher en el lado conservador hasta Miterrand y Felipe González en la izquierda. Las reformas de Salinas sólo nos ponían al día en materia económica, sin embargo, su elección fraudulenta en 88 y su reforma electoral que permitió al PRI tener una mayoría de más el 60% en la Cámara de Diputados y casi la totalidad del Senado, no permitían la transparencia (Glasnots), ni mucho menos la democracia, es decir los equilibrios y contrapesos al poder, que nunca llegaron. Ahí se perdió Salinas, como dijo Lord Acton “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” ¿Quién equilibraba el poder de Salinas? ¿Qué organismo realmente independiente y con facultades lo haría rendir cuentas de su gestión? ¿La Secretaría de la Contraloría cuyo titular el había designado? ¿La contaduría Mayor de Hacienda de la Cámara de Diputados, donde el PRI tenía mayoría calificada? Para mí, Fernández de Cevallos tenía razón faltaba el ingrediente democrático.

EL PRI designó a Ernesto Zedillo como sustituto de Colosio y la campaña continuó, sin embargo, la transición democrática daría un paso muy interesante, el PRI aceptó un debate entre su candidato y los candidatos del PAN y del PRD, algo que nunca se había visto antes, ni siquiera se pensaba. No puedo imaginar al candidato López Mateos debatiendo con Don Luís Álvarez o a Clouthier debatiendo con Salinas, quizás la historia hubiera sido muy diferente pero no había apertura de ninguna especie. Sin embargo, después de 88, Zedillo tuvo que debatir y perdió, Diego Fernández lo demolió en el debate (donde por cierto, creo que yo estaba más nervioso frente al televisor que Diego en el debate) y subió increíblemente en las encuestas. Yo pensé que ahora sí, el PAN ganaría las elecciones y el PRI no se podría oponer, la bola de nieve que Diego había desatado en el debate no la pararía nadie – pensé. Pero, me equivoqué, Diego desapareció después del debate y cayó de nuevo en las encuestas cediéndole el triunfo, en una campaña extremadamente inequitativa a Zedillo.


Se dieron muchas explicaciones de la desaparición de Diego, algunas personas me dijeron que se había propuesto un debate económico y Fernández de Cevallos se había retirado para prepararse, aunque el debate económico nunca se dio, ni se denunció su ausencia. Otros me contaron que Luis Correa Mena, que era alcalde de Mérida y que se distingue por su corpulencia, lo abrazó tan fuerte después del debate que le rompió algunas cotillas que le impidieron continuar con la campaña. Otros me aseguraron que lo habían comprado para que debilitara su campaña y dejara ganar a Zedillo. Cada uno que me contaba estas historias lo aseguraba determinantemente. La realidad no la sé, siempre quedara la duda...

Como era de esperarse, Zedillo ganó la elección en una campaña espectacularmente desigual en todos sentidos, los dados estaban cargados al candidato del PRI y no había duda de que todavía México no había transitado a la democracia. Ese año de 1994, va quedar en la historia como un año de ignominia para México. A pesar del levantamiento zapatista, apenas el 1 de enero y paralelamente la entrada en vigor del TLC, el homicidio de Colosio en marzo y el inusitado debate presidencial de mayo, después de las elecciones todavía habría nuevas sorpresas para los mexicanos, como el homicidio de Francisco Ruíz Massieu que sería el coordinador de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados y que además era ex cuñado del Presidente Salinas, pero sobretodo el llamado “error de diciembre”.


Durante 1994, seguí de cerca los acontecimientos políticos, tanto a nivel local, como nacional y global. Escribía mis reflexiones en mi revista (donde con diferentes seudónimos escribía casi todos los artículos) y en el periódico y las discutía acaloradamente casi con cualquier persona que lo deseara, básicamente defendía la idea de que el mundo de la globalización presentaba nuevos retos económicos, que no se podían solucionar con los métodos del pasado estatista, nacionalista y autárquico que había vivido México por lo que me parecía que las reformas y políticas de Salinas, aunque incompletas y monopólicas, no eran las correctas, pero iban por el camino correcto, además consideraba que México no era una democracia, pero que dada las estabilidad que había logrado Salinas y su gobierno, México estaba en inmejorable situación para que durante el gobierno de Zedillo se transitara finalmente a la democracia en un marco de estabilidad y crecimiento económicos.


Pensaba que si Zedillo se sostenía seis años sin crisis económicas, la pobreza disminuiría y la democracia florecería. Pensando en la transición española de los años setenta y ochenta, me gustaba pensar, que el bienestar económico permitiría una democracia que transformaría a México en una potencia mundial que trascendería sus taras domésticas para empezar a influir en el destino de la humanidad. Soñar nunca a costado nada, excepto el precio de la desilusión.

miércoles, 30 de julio de 2014

Memorias de los Pinos XVI: El Despotismo Ilustrado de Salinas

Mientras Guanajuato vivía la crisis de su transición democrática, a nivel nacional, el Presidente Salinas de Gortari transformaba México y sepultaba el hipócrita discurso de la Revolución Mexicana que había manejado el PRI hasta entonces. Después de ganar  abrumadoramente las elecciones de 1991 (que no dejó rastro de la fuerza del cardenismo tres años atrás), Salinas tenía un camino muchos mejor pavimentado para llevar a cabo su proyecto modernizador.

Desde la primera legislatura de su sexenio, Salinas había logrado con el apoyo del PAN, pasar iniciativas muy importantes como la que reformaba la Constitución para poder privatizar la banca, cuya nacionalización había provocado el ingreso de muchos líderes empresariales al PAN para oponerse a la, entonces, política estatista del gobierno.  En este contexto, el PAN apoyó casi todas las reformas salinistas, porque en más de un sentido recogían muchas de las propuestas que había hecho el PAN a través de los años. La similitud de programas provocó una curiosa alianza de facto con Salinas y con el PRI, basada en la idea de que las reformas salinistas, eran una “victoria cultural” del PAN, ya que Salinas prácticamente asumía su programa como propio, modificando la postura tradicionalmente opositora del PAN, el partido blanquiazul se convirtió en una especie de bisagra entre la oposición sistemática del cardenismo y el PRI.

La situación era un poco incómoda para mí, por un lado, Salinas estaba tomando medidas y proponiendo iniciativas con las que no podía estar en desacuerdo, como reconocer la mayoría de los triunfos del PAN en elecciones estatales y municipales (no así los del PRD), de privatizar, fusionar o liquidar cientos de empresas paraestatales entre ellas la banca y utilizar el producto de las ventas para reducir dramáticamente la deuda interna, reducir el déficit fiscal, las tazas de interés y la inflación, construir carreteras de cuatro carriles, crear un nuevo sistema de pensiones o quitarle tres ceros a la moneda, entre otras medidas que me impresionaban. Por otro lado, no olvidaba que Salinas había llegado al poder por una elección fraudulenta, que el PRI a pesar de la incipiente apertura hacia el PAN, era una dictadura de partido hegemónico y me preocupaba que Salinas, estuviera estructurando una versión más compleja del sistema priísta, utilizando al PAN para legitimarse dando una apariencia de pluralismo que en realidad era muy marginal. Temía que se estuviera construyendo una democracia dirigida que excluía a los que, como el PRD o Fox, no se sometieran a los designios y las ambiciones de Salinas.

De cualquier manera, yo sentía que las reformas de Salinas iban en el camino correcto, aunque siempre estaba recordando –para no equivocarme – su origen fraudulento, la manipulación del Programa de Solidaridad y la falta de equilibrios y contrapesos de su gobierno para mantenerme como un opositor al sistema priísta y a Salinas a pesar del apoyo de la cúpula del PAN que por otro lado, también me parecía correcto. ¿Cómo oponerse a reformas que el PAN llevaba años proponiendo?

En eso estaba, cuando Salinas, propuso una reforma al artículo 27 Constitucional que básicamente modificaba el régimen jurídico del Ejido transformándolo en una especie de propiedad en condominio, donde el campesino después de acordar con la comunidad pudiera – sin tanta simulación – vender y rentar sus tierras o modificar, en acuerdo con el resto de miembros de su Ejido, el régimen de propiedad y convertirlo en propiedad privada, rompiendo uno de los grandes pilares del régimen de la Revolución que sirvió como método para someter a los campesinos como sector dentro del PRI.

No acababa de salir de mi asombro por la reforma del 27 cuando, utilizando la mayoría del PRI en el Congreso (más el 60% de los diputados y casi la totalidad del Senado) y su alianza con el PAN, Salinas, logró la aprobación de la reforma al artículo 3, 5, 24, 27 y 130 constitucional que le daba reconocimiento jurídico a las Iglesias, modificando todo el esquema antirreligioso de la Constitución de 1917 y de la época de la persecución religiosa de la década de los años veinte y treinta del siglo pasado que a mi siempre me había parecido una de las épocas más negras y autoritarias del régimen de la revolución y de su fundador (aunque el PRI como tal todavía no existiera).

En esta “Montaña Rusa” de reformas, a finales de 1992, Salinas logró que se firmara el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá en una ceremonia paralela en los tres países que ví en la televisión, donde cada Presidente, es decir, Bush en Estados Unidos, Mulroney en Canadá y Salinas en México, firmaba el texto del tratado para someterlo, especialmente en el caso de Estados Unidos, a la aprobación del Congreso (que finalmente sería aprobado el año siguiente).


¿Qué podía pensar ahora? ¿Cómo me podía oponer a un Presidente que a pesar de su origen espurio estaba transformando, radicalmente el país en la dirección que a mi me parecía correcta? Por si fuera poco, muchísimas personas que yo respetaba consideraban a las reformas de Salinas como revolucionarias y las apoyaban, incluso en una película mexicana (El Bulto) un personaje interpretado por Héctor Bonilla señalaba que Salinas era el mejor Presidente de la historia de México. Obsesionado, como estaba, en la derrota del PRI, en ese momento mi análisis sobre el Salinismo era más político que económico y me preguntaba ¿qué impacto tendrían las reformas de Salinas en el sistema priísta? Sobre todo porque estaba desmantelando los sistemas de control que había tenido el PRI para sostenerse en el poder.


Por un lado, al privatizar empresas disminuía fuertemente la capacidad del Presidente, para ofrecer cargos en el sector paraestatal y acumular las lealtades políticas que eso le producía, debilitando su patronazgo. Al otorgarle reconocimiento jurídico a las Iglesias, en particular a la Iglesia Católica que el PRI, desde su fundador, había considerado su enemiga histórica, no sólo de su ideología sino del propio Estado. Paralelamente, liberaba a los campesinos (que ya no eran el 75% de la población sino el 30% pero seguían siendo un sector que daba muchos votos al PRI) de la amenaza de quitarles su tierra y consideraba concluida la reforma agraria, por lo que perdía el control de los campesinos (al menos en ese aspecto) y perdía el intermediarismo político de ofrecerles tierras. Finalmente, al abrir la economía mexicana al TLC, en el fondo disminuía su margen de maniobra política, porque eliminaba la autarquía económica de la que gozaba el gobierno y se sometía a la reglas del mercado, que no podía violar sin causar un problema con nuestro poderoso vecino del norte. 

Más adelante perdería el control de la política monetaria a partir de la autonomía del Banco de México. ¿Qué podía pensar de Salinas en ese momento? ¡Estaba desmantelando en más de un sentido el sistema político priísta y con ello la capacidad de control del sistema para obligar a la gente a sostener al PRI! Sin una parte importante de la maquinaria priísta ¿cómo podría Salinas garantizar su sucesión, el triunfo de su candidato y la continuidad del PRI?

Reflexionando un poco sobre esa época y sobre lo que había dejado Pinochet en Chile, me di cuenta de algo importante, y es que los líderes autoritarios, no necesariamente son malos gobernantes, es decir ¿qué impide que un gobierno autoritario equilibre el déficit fiscal, promueva el desarrollo de la economía o construya un programa de lucha contra la pobreza? Nada. Lo que un sistema autoritario, nunca va a poder hacer es proteger las libertades ciudadanas, los derechos humanos y combatir el abuso de autoridad. En realidad, empecé a pensar, la democracia, es una pedagogía de la libertad, es un ideal abstracto de libertad que no tiene que estar relacionado necesariamente con tal o cual política pública o con el bienestar económico de la población.

De cualquier manera, estaba desconcertado, a veces pensaba que Salinas estaba dirigiendo una transición gradual desmantelando el corporativismo del PRI al propósito para provocar la transición democrática, (siguiendo el ejemplo de las cortes del Franquismo que se autoeliminaron para que se eligieran nuevas cortes), reconociendo por un lado los triunfos del PAN en Baja California Norte y Chihuahua o corrigiendo los casos de Guanajuato y San Luís Potosí, en contra de su propio partido o simplemente estaba modernizando el corporativismo por otras vías, como el control de los monopolios y las empresas que había privatizado o el Programa Nacional de Solidaridad y sus poderosos comités en todo el país y deteniendo por cualquier medio al PRD y a Fox, para evitar frenos a su programa de modernización y equilibrios a su poder.


Las respuestas no tardaron mucho en llegar, en primer lugar la propuesta – apoyada por el PAN – de quemar las boletas electorales, fue un primer síntoma de autoritarismo que me dio una idea de cual de las dos opciones era la que buscaba Salinas. En segundo lugar, la reforma electoral de 1993, fue precedida por la campaña de Vicente Fox para eliminar la restricción a los hijos de extranjeros, pero mexicanos por nacimiento, para que pudieran ocupar la Presidencia de la República y aunque tuvo avances importantes y se aprobó que hijos de padre o madre extranjera pudieran ocupar la presidencia, se añadió un transitorio (probablemente promovido por Diego Fernández de Cevallos) para que la reforma entrara en vigor después de la elecciones, eliminando a Vicente Fox de la contienda. 

En tercer lugar, no se permitieron las candidaturas comunes y las coaliciones, que en la elección de 1988, habían permitido sumar a las fuerzas que apoyaron al cardenismo, lo que en mi opinión estaba dirigido a debilitar esa opción. Finalmente, Salinas designó al mas puro estilo priísta, es decir, a “ dedazo” como candidato del PRI a la Presidencia de la República a su Secretario de Desarrollo Social (dependencia inventada por él) y cabeza del Programa Nacional de Solidaridad, Luís Donaldo Colosio, sin buscar alguna forma más democrática de designación del candidato del partido oficial. Intuí, sin ser muy perspicaz, que Salinas no era un demócrata sino que estaba modernizando el viejo corporativismo por otras vías. 

De cualquier manera, la modernización económica que había emprendido le serviría a un futuro gobierno democrático...

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