lunes, 4 de agosto de 2014

Memorias de Los Pinos XVII: 1994...

Observando lo que sucedía en Guanajuato en particular y a nivel nacional, tenía mucho material para reseñar en mi revista (El Guanajuatense) y en una colaboración que publicaba con cierta frecuencia en el periódico El Nacional de Guanajuato (que siendo del gobierno me dejaba publicar lo que yo escribiera sin ninguna censura) criticaba al priísmo dinosáurico que había en Guanajuato, analizaba los procesos electorales y defendía las reformas económicas de Salinas, bajo la premisa de que eran reformas saludables provenientes de un gobierno autoritario que debía desaparecer y proponía ideas para modernizar al país como la necesaria reelección legislativa y de alcaldes y miembros del ayuntamiento.

Haciendo algo de labor periodística y editorial, viajaba mucho a México y aprovechaba para asistir a las sesiones de la Cámara de Diputados donde se discutían las reformas y políticas del salinismo, me tocó ver, por ejemplo, cuando Diego Fernández de Cevallos negociaba con Fox enfrente de los medios de comunicación para decirle que no había logrado eliminar el transitorio de la reforma electoral que le impedía postularse – en beneficio de la candidatura de Fernández de Cevallos – pero que si él (Fox) lo decidía no aceptaría el transitorio, aunque eso echara para abajo toda la reforma, a lo que Fox respondía que siguiera la reforma para adelante, lo que provocó su famosa huelga política de 1994. 

Adalberto Rosas


Javier Livas
A finales de 1993, los partidos designaron a sus candidatos, Diego Fernández de Cevallos postulado por el PAN, había dejado en el camino a Adalberto Rosas el mítico candidato a gobernador de Sonora en 1985 que había sido víctima de un grave fraude electoral sin que pudiera defender su triunfo y Javier Livas hijo de un gobernador priísta de Nuevo León que había ingresado al PAN y que luego sería expulsado de manera muy deshonrosa para el partido azul. 

Luís Donaldo Colosio por el PRI que dejó en el camino (aunque en realidad Salinas fue quien lo dejó en el camino) a Manuel Camacho, previo “berrinche” de éste último y Cuauhtémoc Cárdenas por el PRD que dado que la legislación electoral no permitía las candidaturas comunes, ni las coaliciones iría sólo por el PRD, lo que a su vez permitió seis candidaturas presidenciales más, Cecilia Soto por el PT, Jorge González Torres por el Verde, Rafael Aguilar Talamentes por el PFCRN, Marcela Lombardo por el PPS, Alvaro Treviño por el PARM y Pablo Emilio Madero (ex candidato del PAN a la presidencia en 82 y que había renunciado al partido) por el PDM.


 Una vez decididas las candidaturas y aprobado el TLC, concluyó el año y me fui a Morelia a pasar el fin de año con mi madre. 

Todo estaba muy tranquilo, pero en la mañana del 1 de enero de 1994 (cuando el TLC entraría en vigor), prendí la televisión un poco adormilado, cuando de pronto ví un canal de noticias (creo que era el Canal 40) que sólo transmitía notas escritas, sin locutores ni imágenes, sólo texto, donde decía que un grupo armado había tomado San Cristóbal de las Casas en Chiapas. Sin entender bien la nota, esperé a que la volvieran a pasar una y otra vez y de nuevo decía lo mismo sin mayor explicación. Después compré un periódico local que explicaba mejor la noticia (pienso que eso fue el día 2) y lo que estaba pasando con el zapatismo, quedé absolutamente estupefacto, como dice Enrique Krauze, no había palabras en el diccionario para explicar la sorpresa con la que recibí la noticia. Sin embargo, sabiendo la gravedad de los problemas de injusticia que había en México, en el fondo pensaba que no debía sorprenderme tanto. Por otro lado, meditaba que el bienestar que podían proporcionar el TLC y las reformas salinistas, llegarían demasiado tarde y el levantamiento zapatista que no sabía de que dimensiones era podía echar para atrás el proceso modernizador y lo más grave…la transición a la democracia que yo veía acercarse. ¡Qué mala suerte! Pensaba – es más fácil transitar a la democracia por la vía de la estabilidad política y económica, será más difícil si hay un conflicto armado que a su vez pueda desestabilizar la economía.

 
Publiqué en mi revista algunos análisis sobre el problema de Chiapas, tratando de entender aunque se que es polémico el asunto, entendía la situación de marginación histórica de los indígenas de Chiapas, pero no me podía imaginar su futuro (promisorio), sin que se subieran al barco de la modernidad, me preguntaba de donde obtendrían ingresos suficientes para sus familias sino tenían una agricultura moderna y productiva u otro negocio, ¿cómo podrían mantener su forma de vida y al mismo tiempo salir de la pobreza sin la ayuda – o quizás un poco más que sólo ayuda – del gobierno? Entendía su reclamo, pero nunca me quedó claro, cual era la solución que proponían. ¿Renunciar al TLC? ¿Revertir la reforma la 27 constitucional? 

Para mí, la pobreza es producto de un sistema de justicia injusto donde no todos somos iguales ante la ley y por ello hay privilegios que generan impunidad y prepotencia. Entiendo que la lucha contra la pobreza empieza en un sistema de justicia que elimine privilegios y ese ha sido mi lema desde siempre, pero en el caso de los zapatístas la pregunta que me hacía es cómo integrarlos al México moderno, no cómo mantenerlos en una especie aislamiento, para que preservaran su cultura, que por lo demás tiene elementos de una gran riqueza, pero también tiene graves atrasos, especialmente en los derechos de las mujeres. El discurso del Subcomandante Marcos, fue un poco decepcionante para mí, no era nada moderno, compasivo, pero atrasado, parafraseando a John Womack era la historia de un grupo de campesinos que no quería cambiar y para eso organizaron una – pequeña – revolución.

La historia es bastante conocida, cuando todo mundo estaba distraído con el asunto de Chiapas y el regreso triunfal de Camacho a las primeras planas por su negociación de la paz, en marzo, mataron a Colosio en Tijuana, rodeado de toda clase de rumores, recuerdo que a pesar de que el PRI nunca ha sido santo de mi devoción, estaba consternado por la noticia, sentado en la sala de mi departamento en León, miré la televisión por horas y horas, como si el sólo hecho de ver los noticieros, hiciera revivir al candidato del PRI. Las contradicciones y las ambiciones del salinismo habían hecho crisis y más allá de lo que pensara hacer Colosio cuando fuera Presidente (que sin duda lo hubiera sido) como decía Juan María Alponte en sus clases, “éticamente es imposible alcanzar fines nobles, por medios viciados”. Se había acabado el salinismo cuyos métodos fueron muy viciados, de los fines… sería especular.

La diferencia entre la campaña de 88 y la de 94, era muy notoria, las premisas eran muy distintas para mí, ahora Cárdenas no tenía la menor oportunidad de ganar, las plazas que llenaba no se reflejaban en las encuestas y por lo menos yo no sentía la emoción de seis años antes. Su discurso, me sonaba a un rumor de un pasado que no volvería, se oponía a la apertura comercial, a las privatizaciones, a las reformas del campo, en esa época Cárdenas me parecía una versión del Presidente Echeverría, ahora estaba fuera de tiempo. 

Por su parte, Diego Fernández de Cevallos iba tomando fuerza y su discurso era más moderno, aunque me parecía muy arrogante y me llamaba la atención que presumiera su amistad con Fernando Gutiérrez Barrios (ex Secretario de Gobernación de Salinas) combinaba dos cosas que me gustaban, por un lado apoyaba las reformas de Salinas y por el otro, señalaba con toda claridad que para concluir la modernización de México faltaba el ingrediente democrático. Eso es lo que yo pensaba, concluir la transición, imposible echar para atrás lo bueno que se había logrado en el salinismo, pero sin democracia (es decir, equilibrios y contrapesos en el ejercicio del poder) sería una Perestroika, pero no una Glasnots, ni una Demokratzia como quería Gorvachov, es decir, la reforma económica lo único que hacía es hacer más competitivo al país en un mundo que estaba cambiando, económica y políticamente. 

A partir de la Caída del Muro, los países del Este serían nuestros competidores, en Europa Occidental llevaban 10 años haciendo reformas como la de Salinas, desde Tatcher en el lado conservador hasta Miterrand y Felipe González en la izquierda. Las reformas de Salinas sólo nos ponían al día en materia económica, sin embargo, su elección fraudulenta en 88 y su reforma electoral que permitió al PRI tener una mayoría de más el 60% en la Cámara de Diputados y casi la totalidad del Senado, no permitían la transparencia (Glasnots), ni mucho menos la democracia, es decir los equilibrios y contrapesos al poder, que nunca llegaron. Ahí se perdió Salinas, como dijo Lord Acton “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” ¿Quién equilibraba el poder de Salinas? ¿Qué organismo realmente independiente y con facultades lo haría rendir cuentas de su gestión? ¿La Secretaría de la Contraloría cuyo titular el había designado? ¿La contaduría Mayor de Hacienda de la Cámara de Diputados, donde el PRI tenía mayoría calificada? Para mí, Fernández de Cevallos tenía razón faltaba el ingrediente democrático.

EL PRI designó a Ernesto Zedillo como sustituto de Colosio y la campaña continuó, sin embargo, la transición democrática daría un paso muy interesante, el PRI aceptó un debate entre su candidato y los candidatos del PAN y del PRD, algo que nunca se había visto antes, ni siquiera se pensaba. No puedo imaginar al candidato López Mateos debatiendo con Don Luís Álvarez o a Clouthier debatiendo con Salinas, quizás la historia hubiera sido muy diferente pero no había apertura de ninguna especie. Sin embargo, después de 88, Zedillo tuvo que debatir y perdió, Diego Fernández lo demolió en el debate (donde por cierto, creo que yo estaba más nervioso frente al televisor que Diego en el debate) y subió increíblemente en las encuestas. Yo pensé que ahora sí, el PAN ganaría las elecciones y el PRI no se podría oponer, la bola de nieve que Diego había desatado en el debate no la pararía nadie – pensé. Pero, me equivoqué, Diego desapareció después del debate y cayó de nuevo en las encuestas cediéndole el triunfo, en una campaña extremadamente inequitativa a Zedillo.


Se dieron muchas explicaciones de la desaparición de Diego, algunas personas me dijeron que se había propuesto un debate económico y Fernández de Cevallos se había retirado para prepararse, aunque el debate económico nunca se dio, ni se denunció su ausencia. Otros me contaron que Luis Correa Mena, que era alcalde de Mérida y que se distingue por su corpulencia, lo abrazó tan fuerte después del debate que le rompió algunas cotillas que le impidieron continuar con la campaña. Otros me aseguraron que lo habían comprado para que debilitara su campaña y dejara ganar a Zedillo. Cada uno que me contaba estas historias lo aseguraba determinantemente. La realidad no la sé, siempre quedara la duda...

Como era de esperarse, Zedillo ganó la elección en una campaña espectacularmente desigual en todos sentidos, los dados estaban cargados al candidato del PRI y no había duda de que todavía México no había transitado a la democracia. Ese año de 1994, va quedar en la historia como un año de ignominia para México. A pesar del levantamiento zapatista, apenas el 1 de enero y paralelamente la entrada en vigor del TLC, el homicidio de Colosio en marzo y el inusitado debate presidencial de mayo, después de las elecciones todavía habría nuevas sorpresas para los mexicanos, como el homicidio de Francisco Ruíz Massieu que sería el coordinador de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados y que además era ex cuñado del Presidente Salinas, pero sobretodo el llamado “error de diciembre”.


Durante 1994, seguí de cerca los acontecimientos políticos, tanto a nivel local, como nacional y global. Escribía mis reflexiones en mi revista (donde con diferentes seudónimos escribía casi todos los artículos) y en el periódico y las discutía acaloradamente casi con cualquier persona que lo deseara, básicamente defendía la idea de que el mundo de la globalización presentaba nuevos retos económicos, que no se podían solucionar con los métodos del pasado estatista, nacionalista y autárquico que había vivido México por lo que me parecía que las reformas y políticas de Salinas, aunque incompletas y monopólicas, no eran las correctas, pero iban por el camino correcto, además consideraba que México no era una democracia, pero que dada las estabilidad que había logrado Salinas y su gobierno, México estaba en inmejorable situación para que durante el gobierno de Zedillo se transitara finalmente a la democracia en un marco de estabilidad y crecimiento económicos.


Pensaba que si Zedillo se sostenía seis años sin crisis económicas, la pobreza disminuiría y la democracia florecería. Pensando en la transición española de los años setenta y ochenta, me gustaba pensar, que el bienestar económico permitiría una democracia que transformaría a México en una potencia mundial que trascendería sus taras domésticas para empezar a influir en el destino de la humanidad. Soñar nunca a costado nada, excepto el precio de la desilusión.

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