viernes, 6 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos VIII: Las Elecciones de 1988

Después del éxito del Foro y de las reuniones que teníamos para organizar las brigadas de defensa del voto, me invitaron al mítin de Cuauhtémoc Cárdenas en la UNAM, el cual fue ¡verdaderamente impresionante! La explanada de la Rectoría estaba llena y el discurso de Cárdenas, fue tan moderado, tan bien redactado, tan lejos de la retórica incendiaria de Clouthier, que en muchos sentidos me convenció, en muchos no. Como he dicho, el estatismo, el apoyo a Fidel Castro (redactado como antiimperialismo) y la identificación entre el estatismo y la soberanía nacional, no me convencían. Sin embargo, si me parecía sincera su lucha por la democracia y por la justicia, había tanta gente en Rectoría y se sentía esa sensación de unión, de estar rompiendo alguna cadena que nos restaba libertad que me sentí solidario con su movimiento, sentía que había una genuina lucha por la democracia y justicia en la gente que estaba en ese mitin. Aunque no fuera mi partido, yo sentía que no era mi batallón, estábamos peleando la misma batalla.

Días después  un maestro suyo de la UNAM, les propuso organizar otro grupo, ese si, para apoyar abiertamente la candidatura de Cuauhutémoc Cárdenas. Lo habían denominado Convergencia Democrática (no tiene nada que ver con el actual partido Convergencia), fundamentalmente la idea era hacer una reunión de jóvenes universitarios en un hotel cerca de reforma, donde se apoyara a Cárdenas y se hiciera un compromiso de votar por el FDN y cuidar el voto.

En ese momento estaba un poco confundido, por un lado yo estaba en el PAN, pero no me convencía nada Clouthier, por otro lado estaba en un grupo que organizaba brigadas de defensa del voto y foros por la democracia, lo cual no iba en contra de mi militancia, pero participar en un grupo que si los apoyaba ya tenía otra connotación, finalmente mi participación en el PAN se reducía a repartir propaganda y yo quería hacer más que eso. Me preguntaba que hacer, cuando llegó nuevamente Arturo y me invitó a una reunión para organizar una fiesta en casa de Karla Faesler, con el fin de recaudar fondos para financiar el evento de Convergencia Democrática. Asistí sin prejuicios y ayudé en la organización. Me justificaba pensando que era otra trinchera con el mismo objetivo, pero sobre todo yo tenía algo más que aportar. Mis compañeros del PAN me lo reprocharían por mucho tiempo.

A esa fiesta llegó Porfirio Muñoz Ledo y Julio Faesler, que era papá de Karla y líder de una asociación por la democracia. Estuvo interesante, porque también llegaron jóvenes que ahora militaban en el FDN, como Lorena Villavicencio (que sería diputada del PRD) o Guadalupe Chavira, que con el tiempo sería delegada en Milpa Alta, entre otros que ya no recuerdo. Finalmente, se recaudaron los fondos y se hizo aquella famosa reunión de Convergencia en un hotel entre el Monumento a la Revolución y Reforma. El invitado especial era Porfirio Muñoz Ledo, sin embargo, llegó muy tarde, porque le habían dado mal la dirección, la prensa estaba enojada y ya se quería ir, así que con su inigualable habilidad política, los apaciguó, les dio nota y el evento fue un éxito, al día siguiente salieron algunas notas en el periódico y con eso nos dimos por bien servidos.

Después de eso y de asistir a varios mítines del FDN, me di cuenta de la fuerza que estaba tomando, mucho mayor que la de Clouthier, así que no tuve dudas, tenía que apoyar con todas mis fuerzas a Cárdenas porque en esa coyuntura, sólo él y el FDN, podrían derrotar al PRI y eso se veía cerca. Aunque pareciera paradójico – y lo era – el triunfo de Cárdenas (pensaba entonces) reivindicaría todos los agravios que teníamos los jóvenes de mi generación contra el PRI, desde la corrupción, la prepotencia y la impunidad de los priístas, hasta los fraudes electorales y las crisis económicas que habían provocado. En mis adentros sufría un poco de disonancia, pero no tenía dudas, apoyar a Cárdenas era lo correcto porque el derrotaría al PRI y ese el primer punto de mi agenda, por el momento aplazaría mis diferencias y me concentraría en mi Convergencia.

Hicimos algunas cosas más a favor de Cárdenas, básicamente organizar las brigadas, pero en las discusiones que teníamos, comentábamos (casi exigíamos) que la izquierda, se uniera en torno a Cárdenas que era el candidato más fuerte, lo que implicaba que Heberto Castillo, candidato del PMS, renunciara a su candidatura a favor de Cárdenas. Apenas unos meses antes de las elecciones, Heberto se había resistido con todas sus fuerzas a renunciar a favor de Cárdenas tal vez porque como escribió Macario Schetino “Tal vez veía demasiado "nacionalismo revolucionario" y poca izquierda en la opción cardenista”[1]. En lo que tuvo razón, pero nosotros no lo veíamos así en ese entonces (el entusiasmo desvanece muchas realidades) así que cuando nos enteramos, estábamos eufóricos. Aunque había muchas dudas de que el PRI fuera a entregar el poder, (no lo había hecho en el pasado), la fuerza que estaba tomando el FDN, el enojo contra la crisis económica y de seguridad pública y el recuerdo del fraude de Chihuahua 86, podrían revertir – según yo – cualquier intento de fraude electoral. En ese momento tenía la misma sensación que había percibido en Chihuahua dos años antes, la gente estaba unida, optimista, me impresionaba ver a los campesinos y a los obreros, en silencio escuchando con toda atención, los discursos de Cárdenas, me parecía que la convicción del cambio era tan profunda y la gente estaba tan determinada que no la iban a poder frenar.

Ya con Heberto Castillo y el PMS aliado con el FDN, la fuerza de Cárdenas creció muchísimo, por todo el país llenaba plazas y acumulaba adhesiones, nosotros acelerábamos, con nuestras modestas posibilidades, el trabajado de nuestras brigadas por la defensa del voto, con la energía que me nos daba (por lo menos a mí), saber que estábamos haciendo lo correcto y de vivir un momento histórico.

Finalmente, llegó el día del cierre de campaña en el Zócalo, que fue impresionante, la plaza estaba llena  a reventar y la austeridad republicana del evento, el discurso de Cárdenas escuchado en silencio por los miles de asistentes y la escenografía del Palacio Nacional y la catedral, le daban un aire casi místico. Cárdenas, se veía un líder muy comprometido, mucha gente estaba con él y el momento de acabar con el PRI había llegado. Sin embargo, yo sentía que el tiempo – como diría Octavio Paz – estaba nublado, unos días antes de las elecciones nos enteramos del homicidio de Francisco Xavier Ovando y de su asistente Román Gil Heraldez. Ovando era muy cercano a Cárdenas y estaba directamente relacionado con la organización de la campaña y de la elección. Además de la gravedad del homicidio, yo me preocupé mucho, tenía el antecedente familiar muy cercano, de las historias que contaban acerca de los homicidios cometidos para llevar a cabo el fraude electoral en 1939, cuando Almazán había sido candidato de la oposición (a la que luego abandonó). Mi abuelo lo vivió y lo sufrió de cerca y mi padre siendo niño tenía historias que contar de ese día y del 2 de octubre del 68. Así que mi preocupación no era paranoica.

¿Qué pasaría el día de las elecciones? ¿Algún miembro de las brigadas podría se herido? Después del homicidio de Ovando y Gil, establecimos una cadena telefónica y unos pañuelos blancos en los coches para identificarnos. Nadie se hecho para atrás, en todo caso hubo mas cautela. En la víspera de las elecciones, entre un cierto grado de miedo, la emoción inconciente del peligro, la adrenalina y la expectativa del triunfo, hicimos los preparativos. Esa noche prácticamente no dormimos y luego nos despertamos muy temprano, fuimos a votar, sin ningún problema (en mi casilla no hubo fraude y ganó el PAN), salimos a patrullar las casillas, no recuerdo que hayamos detectado muchos problemas, al menos en la zona que nos tocaba, pero en la delegación Tlalpan, hubo un robo descarado de unas urnas, además de algunas fricciones entre representantes de casilla del FDN o del PAN con los del PRI. De nuestros compañeros brigadistas recibíamos telefonazos con noticias de la jornada en otras partes de la ciudad, pero no recuerdo nada espectacularmente grave, pero de otras partes del país, teníamos noticia de robo y llenado de urnas, expulsión y/o suplantación de funcionarios de casilla, cambio de ubicación de las casillas y otros tipos de fraude electoral en los que el PRI era experto.

En la tarde las cosas se empezaron a complicar, especialmente cuando iniciaron los recuentos. En una colonia popular, impedimos que se expulsara a uno de nuestros representantes generales, con el argumento de que no era representante de esa casilla, llegó toda nuestra brigada e hicimos presión, a “gritos y sombrerazos” para que se quedara al recuento, así fue. Una vez concluido, supimos que Cárdenas y los candidatos del FDN (no los del PMS que en diputados habían seguido por separado) habían ganado esa casilla, sin embargo, se presentó un personaje, muy sospechoso, vestido de negro (seguramente era un agente de Gobernación, ese sí) con un automóvil LTD (unos lanchones de la época) con los vidrios polarizados, alegando que el se llevaría las urnas al comité distrital electoral, el presidente de la casilla no se opuso, pero nosotros si y animamos a la gente para impedirlo, temíamos que en el camino modificaran los resultados de la casilla, así que ante la presión de la gente, el oscuro personaje sacó una pistola, todos retrocedimos, excepto unas personas de la colonia que lo retaban a que les disparara, el hombrecillo, salió huyendo a toda velocidad en su gran coche y se perdió entre las tortuosas calles de esa colonia, finalmente, el presidente de casilla cerró las urnas y en nuestro coche lo llevamos al comité distrital electoral.

La operación se repitió varias veces en diferentes casillas, en algunas el recuento iba muy lento y los representantes del PRI buscaban entorpecerlo en todo momento, sin embargo, siempre perdían, ahora pienso que estaban esperando ayuda que nunca llegó. Cuando llegamos al comité distrital, había una larga cola de funcionarios de casilla entregando sus urnas, todos tenían historias que contar, pero la mayoría nos compartía los resultados, en casi todas ganaba Cárdenas y al igual que en Chihuahua, la gente se juntaba para festejar los triunfos del FDN. Un detalle curioso de esa noche fue que llegó el candidato del PAN a diputado, Diego Zavala manejando un volkswagen azul, con su esposa que, intuyo, había sido presidenta de una casilla, trayendo una casilla al comité.

Después de un rato de estar en el comité distrital, recibimos la invitación para ir a la casa de la candidata del FDN a diputada por ese distrito (que servía de casa de campaña) Marcela Lombardo, quien era hija de Vicente Lombardo Toledano, fundador del Partido Popular Socialista (PPS) de la CTM y uno de los miembros de la generación de 1915, junto con Manuel Gómez Morín y con mi abuelo. Por un momento pensé, con todos los antecedentes de comunismo y discurso proletario, que iríamos a una casa más sencilla, pero en realidad no tenía nada de proletaria, las computadoras se empezaban a usar y había unos jóvenes sumando los resultados en esas primitivas máquinas. Marcela Lómbardo, era una mujer como de 60 o 65 años, de pelo blanco con una vocecita apenas audible (que podía haber sido la abuelita de cualquiera de nosotros) y con un carácter un poco seco. Aunque todo indicaba que había ganado (había dejado en el camino a Diego Zavala del PAN y a Miguel Angel Yunes del PRI) no se veía especialmente feliz, de pronto llegó Porfirio Muñoz Ledo, como siempre, hablando en voz alta, casi gritando, para todo mundo lo oyera, diciendo que había ganado él la senaduría y Cárdenas la presidencia, con la voz engolada, se jactaba del triunfo y hacia bromas sarcásticas sobre los líderes del PRI.

Después de un rato de estar ahí regresamos a mi casa que era nuestro centro de operaciones y después de comentar los hechos del día y de comer algo, empezamos a enterarnos del fraude que se había orquestado en muchas partes de la República, prendimos la televisión y nos enteramos de que el sistema se había caído y que por ello no se podían dar resultados, sospechamos (sin ser demasiado perspicaces) que el fraude se estaba instrumentando. Estábamos indignados, nos comunicamos con todos los que pudimos y decidimos tener una reunión para el día siguiente. Cárdenas, Clouthier y Rosario Ibarra, que era la candidata del PRT, se habían manifestado afuera de Gobernación (donde entonces estaba la Comisión Federal Electoral) para protestar por el fraude, cuando los ví a los tres me sentí muy optimista, a pesar de que el fraude había sido, al parecer, muy grande, la oposición unida, podía forzar mediante la protesta la apertura democrática.

El 7 de julio, nos reunimos en casa de Antonio Tenorio y redactamos un documento donde, Las Brigadas Juveniles por el Sufragio Efectivo, demandábamos respetuosamente el respeto a la voluntad popular, era un documento sencillo pero contundente, sin embargo, ante la falta de dinero para publicarlo en un periódico, decidimos presentarnos en Gobernación, en la sesión de la Comisión Federal Electoral y dárselo a alguno de los representantes del FDN o del PAN para que lo leyera. Nos fuimos a Gobernación, pero los guardias de seguridad no nos dejaron entrar, de pronto alguien de las brigadas, dijo que mi tío era Subsecretario de Gobernación, yo sentí frío porque yo no tenía ningún tío que fuera Secretario de Gobernación, pero por seguirle la corriente a mi compañero dije que sí. Me preguntó mi nombre y le contesté – Bernardo León Olea, cuando oyó mi segundo apellido ¡palabra mágica! Me dijo que iba a preguntar, pero me amenazó que por mi bien no estuviera mintiendo. Después de unos minutos, para mi sorpresa, nos abrió la reja y nos dejó pasar.

Una vez adentro, le dije a mi amigo que yo no tenía ningún tío Subsecretario de Gobernación y me dijo que si lo tenía, era Jorge Carrillo Olea. Le dije que no lo conocía y que nunca había oído hablar de él, me contestó – que importa si es tu tío o no, ¡nos dejaron pasar! ¿no? Nos reímos y entramos al enorme salón donde sesionaba la Comisión Federal Electoral (apenas unos años después, supe que si era mi tío lejano, lo conocí, pero nunca le platiqué el asunto, ni el me dijo nada, sospecho que los guardias nunca le preguntaron y ante el miedo a una reprimenda nos dejaron pasar).

Adentro del salón, le pedimos a los representantes del FDN y del PAN que leyeran nuestro documento, pero ninguno quiso, así que después de un momento de duda, un compañero muy valiente (Carlos González Martínez que estudiaba economía en la UAM) y ante la sorpresa de todos, leyó el documento en voz alta, mientras lo leía muchísimos periodistas y camarógrafos le acercaban los micrófonos y lo fotografiaban, lo que permitió que no lo sacaran del salón, por mi parte le entregué una copia del documento a Manuel Bartlet, Secretario de Gobernación y Presidente de la Comisión Federal Electoral, en ese momento, sólo alcancé a decirle – señor Secretario con todo respeto, y le extendía el documento, sin embargo, alguien de su equipo de seguridad me jaló de la camisa, me la rompió y me fui hacia atrás. Para ese momento Carlos había terminado de leer el documento y después de algunas entrevistas algunos se salieron del salón de sesiones.

Con todo y mi camisa rota, no me sacaron del salón y me quedé un rato escuchando lo que pasaba en la Comisión, había mucha luz y mucho calor por los reflectores, estaban ahí algunos políticos e intelectuales famosos, escuchando los debates y criticando al caída del sistema, fue entonces cuando Bartlet dijo que el sistema no se cayó, sino que se calló. Humor negro para una situación muy delicada en el país. Después de comentar, los asuntos con algunas de las personas que estaban ahí, recuerdo a Don Julio Faesler, con su pelo blanco, observando el brutal atraco que se estaba cometiendo con indignación, pero con serenidad, decidí retirarme, no pensaba regresar, pero por si acaso, le dije al guardia de la entrada que se acordara de mi porque iba a regresar, el guardia me contestó candidamente – a ti si te dejo entrar, pero no ha otros que vinieron a hacer borlote a la sesión. Ante semejante comentario, por supuesto no me había identificado con los del “borlote” le dije – si que bueno que ya no dejen entrar a esos revoltosos-. Una vez afuera de Gobernación, me encontré con otros compañeros brigadistas que no habían podido entrar les conté la anécdota y nos dio un largo ataque de risa, que no podíamos parar, más que por la broma, nos sirvió para sacar la tensión y los nervios de esos días.

De regreso a casa, mi madre me estaba esperando muy preocupada, me dijo que me habían visto en la televisión, con mi camisa rota, obviamente le contesté que no había pasado nada y le pregunté si Carrillo Olea era nuestro pariente, me confirmó que si lo era, pero que no tenía muy claro el parentesco, era muy amable, muy atento y lo veía cada año en la comida de los Olea. Acto seguido me pidió que no hiciera ninguna barbaridad, pero (para mi sorpresa) me felicitó por lo que estábamos haciendo, luego descubrí lo politizada que estaba mi madre y lo moderna que era. 12 hijos, un esposo y treinta y tantos nietos, después, descubría que más allá de su suave voz, de su carácter maternal, había una mujer que estaba más que consciente de lo que pasaba y en otras circunstancias habría estado con nosotros en las brigadas. ¡Gran mujer!

El candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, se había proclamado ganador de los comisios, sin que hubiera una declaratoria oficial de la Comisión Federal Electoral y sin que hubiera terminado el recuento de votos. A petición de la oposición, la Comisión, emitió un comunicado que se publicó en los periódicos señalando que no había declarado a ningún ganador. Aprovechando el desplegado, le sacamos todas las copias que pudimos (no muchas), fabricamos engrudo en mi casa, que nos enseñó a hacer Isabel Wences, (que era hija de un ex rector de la Universidad e Guerrero y candidato a Senador por el FDN), y nos fuimos a pegar esas fotocopias en todos los postes de luz que posibles. La idea era impedir que la gente se desanimara y dejara, por ello, de apoyar el movimiento, la consigna era combatir el fraude y que se respetara el triunfo de Cárdenas que creíamos seguro.

Muchas personas, gente muy humilde, al ver lo que estábamos haciendo, nos cooperaba con dinero, apenas unos pesos, para sacar más copias y pegarlas en más postes. Me sentí conmovido, recordé, porqué desde la mujer que había visto sentada en el piso pidiendo dinero para alimentar a su bebé, afuera del restaurante de la Zona Rosa, donde había senado con mi padre, había decidido participar en política y para mis adentros (para no parecer cursi) me prometí que iba a hacer todo lo posible, para ayudar a esa gente a salir de la marginación en la que estaban y a crear un régimen de gobierno más justiciero, la primera tarea era impedir que se burlara la voluntad popular expresada en las urnas. Pensando en esa gente, más rabia me daba el cinismo de los priístas, su fraude electoral, su corrupción, su prepotencia. No pararía hasta ver caer al PRI, era para mí, un imperativo de justicia, no de venganza, ¡pero de justicia!

Pasaron unos días y se confirmó el fraude, eventualmente la Comisión Federal Electoral, le dio el triunfo a Salinas y se enviaron los paquetes electorales a la Cámara de Diputados para que el Colegio Electoral, compuesto por todos los diputados, calificara la elección. Yo estaba muy enojado, como en Chihuahua 86, aunque quizás con más coraje, estaba listo para cualquier cosa. El FDN, convocó a otro mitin en el Zócalo, mucha gente venía bastante enardecida por el fraude, en ese momento me sentía muy indignado y al oír el recuento de irregularidades más enojado estaba. Durante el discurso de Cárdenas, yo esperaba que convocara a una movilización, incluso pensaba, no sin algo de temor debo confesar, que si nos pedía tomar Palacio Nacional, lo iba a hacer y calculaba mis opciones, sin embargo, transcurrió el discurso y ¡nada! Además de protestar y de la lucha que se daría en el Colegio Electoral y de que se formaría un frente o quizás un nuevo partido, no se propuso nada.

Me sentí decepcionado (y aliviado también, debo confesar), estaba dispuesto a que Chihuahua 86 y el fraude de 88 no quedaran impunes, pero no se propuso nada ¡otro agravio más! ¿Y la muerte de Ovando y la de Gil? ¿Y el esfuerzo de tanta gente humilde a favor de Cárdenas? ¿Y la clase media tan desprotegida? En verdad, me deprimí, en ese momento recordé lo que había pasado en filipinas en 1986 y como Corazón Aquino había derrocado con una gran protesta, al dictador Ferdinando Marcos y pensé que el líder que había creído nos abanderaría hasta que el PRI cayera, se había echado para atrás. Después de algunos años, alguien me comentó que Cárdenas no se había echado para atrás, sino que había sido responsable y había evitado un baño de sangre. Tal vez, no lo sé, pero si sé que el PRI, no hubiera resistido mucho, si se hubiera atrevido a reprimir a una multitud exigiendo sus derechos atropellados. ¿El ejército hubiera acatado una orden así? ¿El Presidente De la Madrid la habría dado? Nunca se sabrá, pero en ese momento, yo junto con mucha gente que estábamos ahí nos sentimos agraviados y decepcionados. Por otro lado a  la mejor Cárdenas nos salvó la vida.

Clouthier por su parte, se portó más valiente (quizás ¿menos responsable?), le reclamó al Presidente en su cara por el fraude y provocó un zafarrancho afuera de Bellas Artes, desacralizó al Presidente, en una época en que no se le tocaba ni con el pétalo de una rosa, leyendo las andanzas de Clouthier me sentía reivindicado. ¿Debí haberlo apoyado en lugar de a Cárdenas? Demasiado tarde para lamentarse, de cualquier manera en 1988, se le había dado un buen golpe al sistema PRI-Gobierno y me sentía más satisfecho.

Asistí a muchas sesiones del Colegio Electoral, primero a la que calificaría la elección de los diputados y después a la de Presidente ¿qué tenía que hacer yo ahí? Básicamente quería vivir la historia y estar presente, sentir que no estaba en mi casa como si nada hubiera pasado y presenciar los hechos. Tengo presente, varios momentos de esos Colegios Electorales, además del frío que hacia en el interior del salón de sesiones, recuerdo el primer día del Colegio Electoral, Rafael Aguilar Talamantes, presunto diputado del Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional PFCRN mejor conocido como el Ferrocarril (así le decíamos a su partido), solicitó la palabra para fundamentar su voto, pero el Presidente de la sesión se la negó por razones reglamentarias, así que se armó un alboroto y los diputados del FDN tomaron la tribuna para que Aguilar Talamantes pudiera hablar, el presunto diputado presidente, suspendió la sesión y después de un arreglo parlamentario le dio la palabra a él y a otros diputados. Con casi la mitad de los diputados en la oposición (por apenas 3 o 4 diputados) el PRI había dejado de ser el dueño total de la escena aunque seguía siendo el dueño (sólo las divisiones de la oposición, tanto al interior como con el PAN le devolvieron el control de la cámara).   Durante uno de los debates Pablo Gómez evidenció dos actas de casilla falsificadas, porque estaban firmadas por la misma persona, con tono inquisitivo decía – ¡a menos que este señor tenga el don de la ubicuidad estas actas son falsas! Sin embargo, cada vez que la oposición ganaba una discusión, a veces con pruebas muy sólidas, el PRI las sometía a votación, usaba su mayoría, las ganaba y desechaba los argumentos, como si no se hubieran dicho. Muchos priístas subían a defender lo indefendible.



El segundo, fue cuando vi por primera vez a Vicente Fox, él y otro diputado del FDN (que le decían el Chale), eran los más altos de la legislatura, sin embargo, Fox destacaba porque se vestía de manera muy peculiar. Usaba botas vaqueras, una camisa también como de rancho y en lugar de corbata unas como agujetas que servían de moño. Sin saber nada de él, destacaba sobre los demás panistas, la discusión en el Colegio Electoral era muy fuerte, muy agria, había demasiadas evidencia, pero el PRI inmutable y defendiendo lo indefendible mayoriteaba. Viendo por la televisión el sexto informe de Miguel de la Madrid, disfruté como nadie el alboroto que causó la oposición y que deslució esa misa laica, para alabar al Presidente, que era el informe presidencial.

Días después, los priístas tuvieron prácticamente que tomar la tribuna para que se pudiera leer el dictamen en el que se declaraba Presidente Electo a Carlos Salinas de Gortari, entre los gritos y reclamos de la oposición, la calificación salió avante y Salinas fue declarado Presidente.

Mientras desde el fondo del salón de sesiones de la Cámara de Diputados, observaba la escena final del Colegio Electoral que consumó el fraude, pensaba si alguna vez derrotaríamos al PRI, comenzaba a sentirme escéptico, a pesar de toda la fuerza de la gente, en las calles, en las urnas, de los reclamos de la oposición en el Colegio Electoral, el PRI parecía inmutable y sólido. Cárdenas estaba derrotado en muchos sentidos y el PAN aunque protestaba, se dividía entre los que habían visto muchos fraudes electorales y con cierta sabiduría y distancia pensaban que era otro paso más en la “brega de eternidad” y entre los que como Fox o Clouthier querían apresurar el camino.

Por mi parte, lamentaba mucho, no haberme postulado, quizás en vez de estar observando desde el fondo del salón esa batalla, debía haberme batido junto con el resto de los diputados de la oposición, en la lucha parlamentaria. Estaba más claro que nunca en los objetivos políticos que perseguían, pero tenía miles de dudas en cuanto a los métodos y a al trinchera desde la que debía pelear.

En la noche, después de la sesión, el diputado “Chale” que vivía cerca de mi casa en San Jerónimo me dio un aventón. Cuando llegué la casa estaba oscura y en silencio, todos estaban dormidos, se oía el ruido de mis pasos, a pesar de todo el alboroto que había vivido durante muchas horas, los diputados se fueron a dormir a su casa y yo a la mía, todo estaba en paz, pese a todo mi madre y hermanos dormían tranquilos. Me pareció que había llegado el momento de recapitular lo que había sucedido los últimos tres años. Mis objetivos estaban muy claros, que cayera el PRI para que hubiera democracia, y eso permitiera desarrollar un sistema de lucha contra la corrupción para cambiar la desigualdad en justicia, sin embargo, los métodos y las trincheras ya no eran tan claros como a principios de 1985. Sin embargo, seguiría continuando...




[1] Macario Schetino EL Universal 3 de abril de 2007

jueves, 5 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos VII: Inflación, CEU y Elecciones 1988

Obtuve mi primer empleo de mi vida, en enero de 1987, ese año la inflación alcanzaría casi el 160% y mi salario serviría, casi exclusivamente, para pagar mis pasajes desde San Jerónimo hasta Río Ganges, cerca de Reforma, donde estaba mi trabajo y de regreso. Había llegado tarde a los exámenes de admisión y sólo podría entrar a la universidad hasta el próximo otoño por lo que conseguí un trabajo de asistente en una notaria, mi intención era estudiar derecho, así que me serviría por partida doble, ganaría algo de dinero y aprendería algo del oficio. Mi primera tarea en la notaría fue la de ir a los bancos y depositar cheques en las inversiones del notario, me parecía un poco aburrida la tarea porque había que hacer muchas colas y no era una muy jurídica, pero yo sentía que así empezaba uno su carrera, desde abajo. Me pagaban cada semana en efectivo un salario mínimo, que era muy poco pero pagaba mis pasajes de metro y camiones y sin tener a nadie que mantener, no me quejaba.

Después de unas semanas trabajando en la notaria, me di cuenta de dos cosas que llamaron mi atención, la primera que las inversiones bancarias del notario en las que yo le depositaba sus cheques le daban rendimiento de 90% y hasta 100% de intereses, la segunda que, prácticamente cada semana obtenía un aumento de sueldo, pero que no me alcanzaba para más cosas, sino para menos (nunca me había alcanzado para gran cosa) y mi madre, que trabajaba de promotora de libros en una editorial médica, se quejaba del aumento casi cotidiano de los precios. Para ser el primer año laboral de mi vida, la situación económica era muy mala, el desempleo y el subempleo crecían aceleradamente y los precios de bienes y servicios se hacían cada vez más inalcanzables para un mayor número de personas. Dentro de todo, yo me sentía privilegiado, tenía un empleo y esperaba entrar a la universidad en otoño. Sin embargo, la mayoría de mis contemporáneos, estarían subempleados o desempleados y jamás tendrían estudios universitarios.

Mientras seguía participando en el PAN, (iba a las juntas de mi comité y participaba en las convenciones, aunque en esa época, cuando no había elecciones el PAN era un partido fantasma, porque no había funcionarios partidistas profesionales y todo mundo estaba en su trabajo), comencé a frecuentar la casa de mi vecino, Arturo Márquez, que estudiaba ciencias políticas en la UNAM. En ese momento, el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) se había opuesto a una serie de reformas que había propuesto el Rector (entonces Jorge Carpizo) para aumentar la colegiatura, restringir el pase automático de los estudiantes de los CCH´s y de las preparatorias de la UNAM a la licenciatura y para establecer exámenes departamentales de tal manera que se evaluara el nivel de enseñanza-aprendizaje de los alumnos.


El CEU después de movilizaciones y paros, obligó a la Rectoría y sus funcionarios a sostener un diálogo público, que fue transmitido por radio UNAM, así que Arturo invitaba a sus compañeros de la Facultad de Ciencias Políticas, para que en su casa escucharan y comentaran los debates. Estando en su casa escuché muchos de los debates y conocí a muchos de sus compañeros que participaban activamente en el movimiento estudiantil, además tuve la oportunidad de discutir con ellos, a veces muy acaloradamente, además de hacerme su amigo. Era interesante, por un lado, participaba en el PAN, donde había militantes bastante liberales, pero también personas con ideas fascistas (la poderosa burocracia panista todavía no aparecía) y por otro iba a casa de mi vecino y podía platicar con gran confianza con activistas del CEU y de la izquierda, involucrados en una lucha por la democracia, que con su diferencias convergía con la del PAN y la mía por derrocar al sistema priísta y hacer un sistema más justiciero.


En un principio, la lucha del CEU me parecía absurda, ¿porqué oponerse a que se hicieran exámenes departamentales? ¿No aseguraría eso que los maestros enseñaran las materias como estaba el plan de estudios? ¿no impediría eso que los maestros se la pasaran “grillando” toda la clase en lugar de enseñar su materia (como muchas veces tuve ocasión de presenciar)? No me parecía que eso afectara  la libertad de cátedra, pero en una clase de microbiología o de matemáticas o de derecho penal, se debía tratar el tema en cuestión, no los problemas sindicales de la UNAM. Por otro lado, eso mejoraría la calidad de los maestros, porque los alumnos ejercerían más presión para saber y entender lo que les preguntarían en esos exámenes.

Por otro lado, el tema del pase automático para los alumnos de CCH y las preparatorias oficiales, me parecía ridículo, no es lo mismo hacer un examen para entrar en una preparatoria, que para entrar a la carrera, ¿porqué oponerse a eliminar el pase automático? Además eso permitiría que los que vinieran de preparatorias de la SEP compitieran en igualdad de circunstancias con los de los CCH´s y las preparatorias. Finalmente, coincidía con mis amigos del CEU que el tema de las cuotas era un error, me parecía que la educación debía ser gratuita de cualquier manera (una flor del jardín del gobierno), cobrar más afectaría a muchas personas y el gobierno siempre gastaba (y gasta) muy mal los recursos fiscales, pasarle su ineficiencia y corrupción a los alumnos de la UNAM no parecía, para nada, una buena idea.

Discutíamos acaloradamente y por horas sobre los mismos temas, sin avanzar mucho, cada quien se sostenía en su postura, a veces con buenos argumentos y a veces con sofismas y babosadas, a veces con mucha racionalidad y de pronto de muy mal humor y con argumentos retóricos y descalificativos. Después cuando fui a sus casas y conocí a sus familias y vi como vivían, comencé a comprender. Algunos tenían más dinero que otros, pero ninguno era muy rico, casi ninguno tenía coche y vivían en colonias populares o de clase media, sus padres eran comerciantes en pequeño, burócratas de mediano nivel, profesionistas, académicos o empleados sindicalizados de la propia UNAM.

Para ellos la Universidad Nacional no era solamente una institución académica y cultural como quizás la veía Carpizo y los funcionarios de rectoría o el propio gobierno (que al parecer, la veían sólo como un gasto más que había que recortar), la UNAM era la única posibilidad, en un país con poquísimas oportunidades para los jóvenes y especialmente para los que venían (y vienen) de la clase media trabajadora, de ascenso social. Las reformas de Carpizo no les parecían mal, a todos, muchos de ellos incluso estaban a favor, pero ¿qué daría el gobierno a cambio?¿Más oportunidades? ¿Más empleo? O sólo era una forma de depurar la universidad y con ello la única oportunidad de ascenso social que tenían? ¿Cómo confiar en ellos? ¿Cuánto ganaba el Rector? ¿Cuánto ganaba un maestro, un investigador, un trabajador sindicalizado? ¿El gobierno, la rectoría en que cedía? ¿Qué había a cambio para ellos? El problema social que se discutía en la UNAM, la rectoría y el gobierno lo redujeron a un problema de gerencia académica, nunca entendieron lo que pasaba, es decir, que frente a la crisis económica, a la concentración del ingreso que les quitaba en muchos sentidos el futuro, además querían quitarles las pequeñas transferencias que recibían por ser parte de la comunidad universitaria, la propuesta de Rectoría era un muy mal negocio. ¿Quién lo aceptaría? Ese año, sólo ese año, la inflación llegó al 160%, la gente del gobierno y de Rectoría no entendían, por su posición social, el problema social que despertaron y la falta de perspectivas que el país les ofrecían a los jóvenes de esa época ¿Qué querían? ¿Que los jóvenes les dijeran, - gracias por quitarme oportunidades, les dejo la universidad y ya me voy sin nada a cambio?... quizás no pasaron tantas horas como yo, discutiendo y conviviendo con los militantes del CEU y los estudiantes de la UNAM, debieron haberlo hecho, la mayoría no eran los monstruos que pintó el noticiero 24 Horas de Televisa.

Sin que ninguna de las partes cediera, un día se rompió el diálogo e inició la huelga estudiantil, muchos de mis amigos participaron en la toma del campus universitario y pasaron días y noches vigilando que no entraran soldados o policías. Fracasaron, Gobernación y el CISEN estaban por todas partes, pero al menos la huelga siguió hasta que el Rector aceptó una especie de congreso universitario con capacidad de decisión y se suspendieron las reformas que había propuesto, así concluyó la huelga y muchos de los líderes del CEU trascendieron de la lucha universitaria a la política partidista, en la izquierda cardenista.

Mientras todo esto sucedía, conseguí un nuevo empleo en un bufete de abogados, me pagaban un poco más, estaba cerca de mi casa y me gustaba más (nunca me llenó el derecho notarial) porque llevábamos asuntos de inversiones extranjeras, transferencia de tecnología, registro de patentes y marcas y tramitábamos unos instrumentos llamados “swaps” en los que se canjeaba deuda externa por inversión productiva en México, además  se litigaban diferentes asuntos de tipo civil y mercantil, ese despacho era mucho mas chico que la notaria y yo era el único pasante (pasahambres en realidad) lo que me daba mas juego en el despacho.

Pasaba todo el día en la calle, haciendo trámites en diferentes oficinas, iba a las oficinas de la Secretaria de Comercio encargadas de las inversiones extranjeras y de transferencia de tecnología, a Hacienda para ver asuntos de aduanas y de inversiones extranjeras y a los tribunales para copiar acuerdos, presentar escritos para hacer promociones o hablar con algún actuario o participar en algunas audiencia. Haciendo esto me di cuenta de lo precario de nuestro sistema jurídico y de cómo la corrupción era algo normal en el gobierno, especialmente en los tribunales. En esa época, los juzgados del DF, estaban en oficinas provisionales, porque su cede permanente en Pino Suárez se había caido en el terremoto del 85 y estaban dispersos en unas oficinas en la colonia Polanco, otras en Sullivan en la colonia Cuauhtémoc, otros en la colonia Roma, etc. Era tan precario el asunto que en realidad no había oficinas y los espacios del Juez, el secretario de acuerdos y los funcionarios del juzgado estaban separados por mecates de ixtle. En este contexto, cuando uno llegaba al archivo a pedir un expediente para copiar un acuerdo o cualquier otra cosa, se ponía uno un billete de 20 o 50 pesos de  esa época entre los dedos y le gritaba al funcionario el número de expediente que quería, el empleado del archivo, tomaba el billete, confirmaba el número de expediente y momentos después lo entregaba. La escena era surrealista, parecía una subasta en donde los pasantes levantaban sus billetes entre los dedos solicitando sus expedientes.


La primera vez que me mandaron por un expediente, me indigné, por supuesto que no ofrecí dinero y... por supuesto que no me dieron mi expediente, por más que gritaba y exigía mi derecho a una justicia gratuita – como dice la Constitución – ni siquiera me atendieron, entonces un pasante con más experiencia que yo, sea apiadó de mi y me preguntó el número de expediente que necesitaba, se lo pidió al funcionario y me lo dio, después me dijo que le pidiera a mi jefe una cuota para solicitar los expedientes o nunca conseguiría que me los entregaran. Cuando fui por segunda vez, di por primera vez en mi vida dinero a un funcionario en un juzgado de “justicia” civil en la Ciudad de México, nunca había vivido la experiencia de darle dinero a un empleado de gobierno para conseguir algo, me sentía muy avergonzado, pero ¿qué podía hacer? Me indignaba mucho que le pidieran dinero a los pasantes junto a los letreros que rezaban “la justicia es gratuita”. Las promesas de “Renovación Moral” y “Simplificación Administrativa” que el Presidente de la Madrid había prometido durante su campaña, no habían pasado de – en el mejor de los casos – un deseo retórico. Entre los pasantes se hacía la broma de que los funcionarios nos daban a escoger entre la torpeza de la “Renovación Moral” o la máquina bien aceitada – por la corrupción – de la “simplificación administrativa”. En efecto, sin dinero no salía ningún trámite por sencillo que fuera, con dinero era una máquina perfectamente aceitada.


Así transcurrieron, muchos meses, participaba en el PAN, discutía acaloradamente con mis amigos del CEU y les daba dinero a los funcionarios del los juzgados y de las oficinas públicas para  copiar los acuerdos o para que tramitaran con celeridad los asuntos del despacho donde trabajaba (después de esa experiencia juré nunca volver a dar una “mordida” en mi vida y nunca lo he vuelto a hacer). Además, tenía una novia, que me distrajo un poco de mis ideales de justicia y democracia.

1987, fue un año políticamente muy activo, en el PRI Cuauhtemoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Rodolfo Gonzáles Guevara e Ifigenia Martínez, entre otros, trabajaban activamente en la Corriente Democrática del PRI (fundada el 13 de agosto de 1986), para influir en la sucesión presidencial y en el rumbo de la política económica del régimen. Para 1987, el asunto había ido fortaleciéndose y las posiciones encontradas de los llamados “tecnócratas” o “neoliberales” que ahora controlaban al PRI y las de los miembros de la Corriente Democrática se volvieron irreconciliables. En marzo, después de la Asamblea Nacional del PRI, los líderes de la Corriente Democrática fueron renunciando al PRI, hasta que la mayoría quedó fuera. Por otro lado, Rodolfo Gonzáles Guevara y algunos jóvenes del Frente Juvenil Revolucionario como Alejandro Rojas Díaz-Durán y Ramiro de la Rosa, se quedaron en el PRI para luchar por cambios desde adentro, aunque la dirigencia los tenía marginados.

En esos días, se organizó, en el auditorio del ITAM, un debate entre los dirigentes juveniles de los partidos políticos. En ese debate participaron (si no me falla la memoria), por el PAN Felipe Calderón, por el PRI Alejandro Rojas Díaz-Duran y Ramiro de la Rosa y por el, entonces, Partido Social Demócrata Pascal Beltrán del Río, no recuerdo si había representantes de otros partidos, pero si los hubo no llamaron mi atención. Fue un debate muy interesante, aunque los jóvenes reprodujeron los mismo discursos y retórica de los adultos, el ganador sin duda, fue Felipe Calderón, que era muy contundente en sus acusaciones al PRI, aunque Alejandro Rojas, fue un difícil contendiente porque argumentaba que el PRI podía cambiar, el más moderado e inteligente fue Pascal Beltrán que intentaba, sin mucho éxito, mediar entre Calderón y Rojas.

Después del debate, me acerqué con Pascal Beltrán del Río y comenzamos a platicar de lo rudo del debate, luego llegó Felipe Calderón, yo le comenté que era panista y que quería participar con más intensidad en el PAN, porque el trabajo en mi comité distrital era muy aburrido, sin embargo, no me escuchó y sólo me dijo – nos la pasamos golpeándonos allá arriba, Pascal asintió. Yo comenté que eso era normal en los debates entre partidos pero debíamos cambiar el discurso de los jóvenes, después llegó Ramiro de la Rosa, platicamos brevemente y nos retiramos, meses después nos volveríamos a ver con casi todos ellos para organizar unas brigadas de defensa del voto.

Unos días después, Jesús González Schmall que era diputado federal, líder del grupo parlamentario del PAN y miembro del mi comité distrital, nos anunció que buscaría la candidatura presidencial del PAN en la convención de noviembre, inmediatamente, comenté mi interés en participar en su campaña a lo cual accedió, sin embargo, más allá de alguna comida con militantes y de “grillarme” a todos los panistas que conocía, no recuerdo haber participado en ningún evento de apoyo o en un comité de campaña. En contraste, Manuel Clouthier, que había sido candidato a gobernador de Sinaloa, era muy activo, mucha gente dentro del PAN lo apoyaba y lo veían con mucha esperanza, para disputarle la Presidencia al PRI.


Partidario como era de González Schmall y descorazonado porque Barrio (que era mi candidato), nunca se presentó a la contienda, me resistí al carisma de Clouthier y no me gustaba su candidatura. Quizás después de haber vivído el verano de Chihuahua 86, lo lógico fuera apoyar a Clouthier, pero a mí no me convencía y pensaba que sólo estaba en el PAN porque estaba enojado por la nacionalización de la banca y para defender los intereses empresariales, pero que no estaba luchando realmente por la democracia ni por la justicia, me parecía una persona privilegiada por el PRI que estaba resentida. Con el paso del tiempo se ven diferentes las cosas, pero en ese momento a mí no me convencía y yo quería que el candidato fuera González Schmall (quizás sólo porque lo conocía) pero muchos pensaban como yo, aunque ahora lo nieguen.

Me registré como delegado a la Convención, donde competían González Schmall contra el ya muy popular “Maquío” Clouthier. Desde la llegada al gimnasio “Juan de la Barrera” del DF, donde se llevó a cabo la Convención, se veía la fuerza de Clouthier, muchos delegados habían llegado de todo el país en camiones con mantas donde se leía “somos bárbaros del norte” y leyendas a favor del “Maquío”, evidentemente era muchos más que los que apoyábamos a González Schmall que prácticamente nos reducíamos a la delegación del DF. En mi interior, unido emocionalmente con los “bárbaros del norte” me contrariaba no estar en su bando, sin embargo, no apoyaría a un candidato que no me convencía. Años después González Schmall, se saldría del PAN, pero en ese momento, yo lo sentía más convincente, más serio y más preocupado por la justicia y la democracia. Me daba la impresión de que aún cuando el “Maquío” tuviera más oportunidad de darle mayor batalla al PRI (uno de los ejes de mi preocupación política) tenía una visión demasiado restringida de la democracia, como un sistema electoral, pero no encontraba la justicia en su discurso, ¿qué pensaría de los jóvenes del CEU? Seguramente yo estaba equivocado con respecto a Clouthier, pero así lo veía en ese momento.

Después de aprobar la plataforma política 1988-1994, se procedió a explicar las reglas de la elección, a los discursos de los candidatos y de quienes los presentaban y a la propia elección. Clouthier ganó en la primera ronda en medio del desbordado entusiasmo de la Convención, después, se organizó una marcha desde el gimnasio “Juan de la Barrera” hasta la sede del CEN del PAN en la Colonia del Valle, fue la primera demostración de fuerza y disciplina, tipo Chihuahua que vivía la Ciudad de México. También me pareció que en ese momento muchos líderes históricos del PAN sintieron que el sector empresarial, poco doctrinario y bastante pragmático, les arrebataba el partido. Lo recuperarían unos años después.

Después de la Convención, recuerdo haber visto llorar al diputado suplente de González Schmall, me acerqué a saludarlo y darle un abrazo solidario, yo había pensado decirle, en la democracia se gana y se pierde, pero para mi sorpresa, no lloraba porque nuestro candidato hubiera perdido la elección, sino porque él no podría tomar el lugar y el sueldo de González Schmall en la Cámara de Diputados.

Después de la Convención, decidí presentarme como precandidato a diputado federal por mi distrito. Sin haber terminado mis estudios (de hecho apenas empezaba), pero basado en mi entusiasmo, en mis lecturas y reflexiones y en la experiencia adquirida en mis andanzas políticas por el país, me sentí listo para postularme por mi distrito. En ese momento no tenía contrincantes y me sentía seguro de ganar la elección interna, donde participaban, apenas unas treinta o cuarenta personas. Empezando 1988, me puse a trabajar en el asunto con el apoyo del Presidente de mi comité, sin embargo, en ese momento, me enamoré profundamente de una novia que tenía y descuidé mi campaña interna. Cuando retomé el camino, había perdido el apoyo del Presidente del Comité y se había postulado como precandidato el licenciado Diego Zavala, (quien luego sería el primer suegro de la nación) quien además de ser un excelente abogado, tenía el apoyo de la militancia, así que, sin tener oportunidad de ganar la convención interna, renuncié a mi postulación y la pospuse para otra elección, pasarían 18 años para que me postulara para diputado nuevamente.


En 1988, la situación del país había mejorado muy poco, además de los asuntos políticos del año anterior, de la brutal inflación que asfixiaba a la clase media, en octubre de 1987, había caido la bolsa de valores y en noviembre se había devaluado la moneda en casi el 100%. En la caída de la bolsa, mucha gente había perdido los ahorros de toda su vida, en un solo día. Para variar, hubo mucha corrupción, mucha gente había invertido en instrumentos de tasa fija y poco riesgo y las casas de bolsa los habían invertido en instrumentos de mayor riesgo, perdiendo sus ahorros. Muy pocas personas recuperaron su dinero y muchos funcionarios públicos y de casas de bolsa quedaron impunes, el gobierno sólo pudo decir que había sido un fenómeno de “avaricia colectiva”. Ante la crisis, el Presidente de la Madrid firmó con los sectores económicos un Pacto de Solidaridad Económica, buscando controlar la inflación al limitar las demandas salariales y los precios en un pacto entre el sector empresarial, las centrales sindicales y el gobierno. Todo el país estaba lleno de agravios, pero los que más habían visto destruidas sus ilusiones y expectativas era la clase media, que casi en masa castigaría al gobierno en las elecciones votando por el PAN o por el Cardenismo.

En mi caso, producto de la crisis, me fue imposible seguir estudiando, tuve que dejar la universidad porque era imposible vivir con lo que ganaba, ya habría mejores tiempos. En mi interior, estaba, como muchos mexicanos, lleno de agravios contra el gobierno, la corrupción, el fraude electoral, la crisis económica y el cinismo de los funcionarios y sus cómplices, monopólicos en la iniciativa privada eran increíbles, jamás la clase media estuvo tan desprotegida, sin embargo, la deuda externa se pagaba puntualmente sin ofender a los usureros banqueros que se negaban a renegociar. Es extremadamente difícil probar que eso tuvo un efecto positivo para México, la política económica de De la Madrid, mató las expectativas de una generación completa de mexicanos. A finales de sexenio, seguirle echando la culpa a los gobiernos de Echeverría y López Portillo era otro pretexto más y evidenciaba un severo cinismo.

Mientras las campañas se llevaban a cabo, no tenía mucho que hacer en mi distrito, excepto, repartir propaganda e ir a uno que otro recorrido de algún candidato que nos invitara, era francamente aburrido y yo sentía que estaba desperdiciando mi tiempo y quizás, el potencial de hacer más cosas. La campaña de Clouthier estaba creciendo pese a la cerrazón y manipulación de los medios de comunicación, pero la campaña de Cuauhtemoc Cárdenas, después de la formación del Frente Democrático Nacional en Xalapa, estaba creciendo aún más y cada día recibía más adhesiones, especialmente de los miembros del CEU. Estaba leyendo el periódico La Jornada, que era una lectura casi obligatoria en esos días, cuando llegó mi vecino Arturo Márquez con Antonio Tenorio, que era otro de los amigos de la UNAM cercano al PRI y a la Corriente Democrática (su padre había sido diputado del PRI), venían a proponerme que fuéramos a reunión con jóvenes para ver como podíamos participar más activamente en el proceso electoral.

Acepté sin demora, a la mejor esa era la respuesta a mis plegarias. Llegamos a la reunión y había otros jóvenes de un grupo de izquierda, cuyas siglas no recuerdo, después de mucho platicar y discutir, acordamos organizar un grupo de jóvenes, cuyo objetivo fundamental sería luchar por que las elecciones fueran libres y organizar unas brigadas de jóvenes para defender el voto. Se propuso llevar a cabo un Foro en el auditorio “José Martí“, que está junto a la Alameda en la Ciudad de México, donde los jóvenes pudieran leer sus ponencias y fuera un foro abierto para defender la necesidad de la democracia y del respeto al sufragio.

El foro fue un gran éxito, por más de 6 horas, muchos jóvenes de todas las corrientes y tendencias, discutimos y expusimos nuestras reflexiones sobre la democracia y exigimos el respeto al sufragio. La asistencia fue bastante buena y algunos periódicos, especialmente, La Jornada, lo reseñaron al día siguiente. Entusiasmados por el éxito del Foro, se organizó otra reunión en el departamento del padre de Antonio Tenorio, que era bastante pequeño y muchos asistentes por lo que estábamos bastante amontonados, ahí estaban muchos jóvenes, de todos los partidos, algunos incluso eran candidatos, tanto de algunos de los partidos del FDN como del PAN. La idea era formar brigadas juveniles por el sufragio efectivo, la idea era juntar personas, automóviles y radios, para vigilar el proceso electoral en brigadas, con el objeto de cuidar que no se hiciera fraude electoral, básicamente en la Ciudad de México.

Así lo hicimos, organizamos el mayor número de personas posibles, conseguimos automóviles y les pusimos un pañuelo blanco en la antena del coche para distinguirnos, además establecimos una cadena telefónica para informar de cualquier irregularidad y poder actuar como defensores del voto o al menos como testigos del fraude, en conjunto. Aunque habíamos gente del PAN, la mayoría de los participantes era jóvenes de izquierda, que estaban apoyando a Cuauhtémoc Cárdenas y al FDN. Me sentía un poco raro entre ellos, porque por un lado era muy buenos amigos míos y compartíamos la lucha por la democracia y la justicia y por otro lado, yo estaba en el PAN y aunque me invitaban a muchos de sus eventos, siempre cargaba (con ellos mi estigma de panista). Para mí era una situación un poco extraña, había estado en Chihuahua 86 y había sentido la fuerza de una sociedad unida luchando por sus derechos y aunque parezca cursi, en verdad había un sentimiento de solidaridad y entrega entre la gente sin preguntarse quienes era o de donde venían. También había visto de cerca, el movimiento estudiantil del CEU y aunque por otras razones (que al final eran las mismas) también se oponían al autoritarismo del PRI y se rebelaban contra un sistema que no nos ofrecía ningún futuro, excepto el desempleo, el subempleo o empleos muy mal pagados. En la campaña del PAN de 1988, yo no me sentía a gusto, en mi distrito, no había discusión y los niveles jerárquicos y la disciplina partidaria ahogaban (al menos así yo lo sentía) mi iniciativa y mi necesidad de discutir y entender la coyuntura que se vivía.

Por otro lado, con mis amigos del Foro, del CEU de la UNAM, aunque apoyaban a Cárdenas, había un punto de convergencia que era la lucha por la defensa del voto y yo sentía que tenía la libertad de proponer, de discutir y de participar, de hacer política, mientras que mi comité distrital, tenía una dinámica muy diferente, en la que yo me sentía un poco asfixiado. Así que asistí cada vez menos a mi comité distrital y pasaba cada vez más tiempo organizando brigadas de defensa del voto, asistiendo a foros y discutiendo mucho y muy intenso con mis amigos de la izquierda...

domingo, 1 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos VI: El Fraude de Chihuahua 1986

Unos meses después, leí en el periódico, de la elección como candidato a gobernador de Chihuahua por el PAN de Francisco Barrio, entusiasmado por la decisión y lo que en mi opinión eso significaba en lucha por derrotar el PRI, sin pensarlo mucho (más bien nada), empaqué la poca ropa que tenía y me fui en un camión a Chihuahua, sabiendo que tenía otro (de mis 12) hermanos viviendo allá, pensaba pedir asilo en su casa (que generosamente me ofreció) y participar en la batalla electoral.

Cuando llegué a Chihuahua después de muchas horas de camión, el clima todavía no estaba tan caluroso, pero ya se presentía lo que venía. En ese momento, el PAN protestaba por los anuncios tácitos y explícitos que hacían el PRI y el gobierno estatal del fraude electoral, el PAN no ganaría de ninguna manera. En primer lugar, el año anterior (1985) el Presidente de la República (respetando profundamente el federalismo) había removido al gobernador Oscar Ornelas ya que este había reconocido los triunfos del PAN en las elecciones anteriores y no querían que eso volviera a suceder. 

En segundo lugar, el nuevo gobernador Saúl González Herrera, había promovido una reforma a la ley electoral del estado (contenida en un código Administrativo) que ponía en manos del PRI-gobierno el control del proceso electoral. La reforma aprobada por la mayoría oficial en el Congreso local, le daba el control al PRI de todo el proceso electoral, desde la comisión electoral del estado, pasando por los órganos electorales distritales y municipales, hasta las mesas de casilla, restringía la supervisión del proceso por parte de los partidos y abría la puerta a la falsificación de los resultados electorales.

Oscar Ornelas

Saúl González


Mi hermano (el de Chihuahua), tenía entonces una agencia de publicidad y comunicación en la capital de estado, un día, se presentó uno de los dirigentes de la campaña de Barrio, no recuerdo el nombre, pero trabaja en una empresa de jugos, donde se llevaban a cabo algunas reuniones de estrategia del PAN estatal y contrató a la empresa de mi hermano para hacer unos desplegados en los periódicos, que a través de caricaturas explicaran como las reformas electorales hacían profundamente inequitativo el proceso y anunciaban el fraude electoral que se cometería en el verano. La agencia, tenía un caricaturista muy bueno y en sus caricaturas se explicaba a la perfección lo que se venía, el PAN se opuso como pudo pero no hubo poder humano que mejorara esa legislación autoritaria.

El PAN estatal, ha diferencia de mi comité en el DF, se veía muy bien organizado, había dos oficinas, una enfrente de la otra, la primera era el Comité Estatal del PAN y la de enfrente era la casa de campaña, el asedio del gobierno federal a través de los clásicos agentes de Gobernación, del gobierno estatal y obviamente del PRI, obligaba a los miembros de campaña a actuar con mucha discreción (todo mundo se sentía espiado) y el acceso a la campaña del PAN era muy restringido. Como era natural, para mí, me presenté en el comité de campaña con el ofrecimiento de ayudar a la derrota del PRI, me recibió algún miembro menor de la campaña, yo quería participar en la estrategia, organizar brigadas o emitir documentos, sin embargo, esta persona me vio (y en parte creo que por mi apariencia medio desaliñada, no tenía dinero para comprarme ropa y tenía unos pantalones de mezclilla que ya se paraban solos)  y en parte porque era chilango (en esa época, había un sentimiento anti-chilango en Chihuahua, en parte porque había emigrado muchos paisanos míos a este estado después del terremoto de 1985. 

De vez en cuando se veían pintas en las calles que rezaban “haz patria, mata un chilango”, me dijo que estaba difícil participar en algo más que no fuera, repartiendo y pegando propaganda, participando en los mitines y ayudando en la defensa del voto, así el acceso para involucrarme más intensamente en la campaña estaba vedado. Sin embargo, repartí bastantes volantes, pegué muchas calcomanías en los coches y a toda la gente que conocía le recetaba oralmente toda mi propaganda proselitista, (más de uno ya me alucinaba), participé en los mítines y en la defensa del voto, vigilando casillas como observador y además serví de chofer para llevar en una “troca” que tenía mi hermano a toda la gente que quisiera ir a los mítines del PAN, ya que el gobierno del estado suspendía el transporte público esos días, para evitar que la gente asistiera en apoyo de Barrio, aún así siempre llenaba la Plaza de Armas.

La campaña fue muy interesante, Francisco Barrio era una magnifico candidato, su personalidad era muy carismática y su discurso contra el autoritarismo priísta era muy bien recibido, hablaba de cambio y la gente quería cambio, se oponía al centralismo priísta y la gente hacía lo mismo, incluso los periódicos (casi siempre oficialistas) no podían evitar la magia de Barrio. En las calles de Chihuahua, durante los altos en los semáforos, mucha gente tocaba de una forma especial el claxon, que significaba Barrio Si, Baeza No. Había un ambiente muy intenso, muy alegre, la gente se sentía unida en algo (ni siquiera en el 2000, tuve esa sensación de fraternidad entre la gente) y Barrio representaba ese catalizador de la esperanza del cambio.

Por su parte, el candidato del PRI, Fernando Baeza, era todo lo contrario, sin ningún carisma, con un tono de voz bastante chilango y muy gris, los mítines del PRI estaban llenos de acarreados y no despertaban el entusiasmo de nadie, daba la impresión de que los que apoyaban a Baeza eran gente que trabajaba en el gobierno o que tenían negocios con éste y temían perder sus empleos o contratos si se sabía que apoyaban al PAN, más de uno en privado lo hacía, pero en público se mantenían al margen. A nivel nacional, Jacobo Zabludovsky y en general televisa, inventaban calumnias increíbles sobre Barrio y no había una sola noticia que dijeran (si es que decían) que no llevara una mentira o una forma manipulada de decir las cosas.


La campaña fue muy intensa, me sentía (aunque fuera un poco marginal mi participación) como parte de un cambio social histórico, el PRI no tenía ninguna oportunidad de ganar y pese a todas las calumnias, la mayor parte de la gente rica, mediana y pobre, incluso los tarahumaras, tenían ya un freno mental contra las mentiras del PRI, ya no sabían como atacar a Barrio, lo acusaban de fascista, de que quería unir Chihuahua a Estados Unidos, de que lo apoyaba la CIA, etcétera, sin embargo, nadie les creía, la popularidad de Barrio crecía y el fenómeno de movimiento social, de un objetivo común a muchos Chihuahuenses crecía cada día. Sin embargo, los más realistas, contrastaban mi entusiasmo y me decían “el gobierno federal, nunca va a permitir que gane el PAN, les puede provocar un efecto dominó que haría caer al sistema”.

Mientras avanzaba la campaña, los medios de comunicación nacionales y de Estados Unidos, principalmente, tomaban más interés en el proceso electoral, en sus notas y reportajes se destacaba la fuerza del PAN y se apostaba por su triunfo, incluso se comparaba el asunto de Chihuahua con la caída del dictador filipino Ferdinando Marcos, que había ocurrido apenas unos meses atrás, después de un proceso electoral fraudulento.

Un noche, ya muy avanzada la campaña, se empezó a correr el rumor de que Barrio había muerto cuando el avión en el que viajaba se había desplomado, el rumor fue creciendo y de pronto muchos creímos (predispuestos como estábamos a que el PRI haría cualquier cosa por no perder) que era verdad. Me sentí completamente indignado, me acuerdo haber pensado (aunque fuera por un momento) que de ser cierto que Barrio había muerto, estaba cancelado el camino de las urnas y era la hora de tomar el camino de las armas. Sin embargo, más tarde, supimos que efectivamente, el avión de Barrio había tenido un accidente, él había salido ileso y al parecer no había sido un atentado del PRI. Todos sentimos un gran alivio aunque, la sospecha de atentado perduró en la mente de muchas personas, por más tiempo.

El PRI, más que hacer campaña, preparaba el fraude, se hacían acusaciones y se oían rumores por todas partes, en el sentido de que se estaban falsificando boletas electorales, se estaban “rasurando” del padrón electoral, todos los nombres de las personas identificadas con el PAN, se hablaba de un operativo para llevar gente a votar por el PRI de otros estados o de la zona rural y un gran etcétera. Finalmente, llegó el día del cierre de campaña se había convocado en la Plaza de Armas y estaba llena hasta reventar, nunca había visto un mitin tan grande y tan numeroso. La gente muy entusiasmada festejaba todo lo que Barrio y los otros líderes del PAN decían, entre ellos, yo mismo. En el mitin se habló de la posibilidad del fraude y se dijo que había que evitarlo, yendo a votar, cuidando las casillas y vigilando el voto, sin embargo, ya se sabía – aunque quizás no en toda su dimensión – que el fraude estaba preparado.

El día de las elecciones – no podía votar, porque no estaba inscrito en el padrón de Chihuahua – empezaron a saberse todas las formas de fraude, en primer lugar expulsaron a los representantes del PAN de las casillas, en algunos casos instalaron las casillas en lugares distintos de donde se habían anunciado, en otras las casillas estaban en casas de reconocidos priístas. Cuando llegó a votar la gente, las urnas estaban llenas de votos por el PRI y muchísimos ciudadanos habían sido eliminados del padrón, por lo que no pudieron votar. En las colonias populares una organización que se llamaba el Comité de Defensa Popular (CDP) dirigido por un líder llamado Rubén Aguilar, instrumentó el fraude en esas zonas, llevando gente a votar, expulsando representantes de casilla del PAN, rellenando urnas y un largo etcétera.

Para el medio día, todos sabíamos que había habido fraude, sin embargo, en algunas casillas la votación transcurría con cierta normalidad, aunque en pleno calor de verano chihuahuense, las colas eran muy grandes y muy lento el proceso de votar. Lo único que pude hacer es andar en coche con mi hermano viendo que pasaba en las casillas y escuchando los testimonios impotentes y llenos de ira de mucha gente. Como a las seis de la tarde, me fui a la casa de campaña de Barrio (que estaba casi enfrente del comité estatal) muy cerca del Parque Lerdo que luego sería el centro de la protesta contra el fraude. Obviamente no me dejaron entrar, pero afuera, en la calle, se empezó a juntar mucha gente como yo que quería saber que había pasado, como iban los resultados o en que podíamos ayudar. Las historias de fraude se multiplicaban, mientras los representantes de casilla del PAN (los que no habían expulsado) llegaban con sus copias de actas de escrutinio en las que, en casi todas, ganaba el PAN. La gente les preguntaba por el resultado y la cada vez mas grande multitud que estábamos ahí vitoreaba cada casilla que se ganaba y a los heroicos ciudadanos que habían aguantado todo tipo de presiones y se habían mantenido hasta el final en la casilla.

De pronto, salió alguien de la casa de campaña y pidió que se formaran brigadas para proteger casillas, donde apenas se estaban contando los votos y había sospechas de que el PRI quería hacer fraude. Inmediatamente me uní a una, iríamos a una casilla en la calles de Deza y Ulloa donde los representantes de PRI y funcionarios de casilla querían tachar por el PRI los votos que habían sobrado con la oposición de la representante del PAN. Llegamos todos a la casilla y después de enterarnos que estaba pasando, empezamos a reclamar que el conteo se hiciera adecuadamente y que las boletas sobrantes se cancelaran. Sin embargo, los del PRI no cedían, nosotros estábamos afuera y el conteo se hacía a puerta cerrada en esa casa, sin embargo, se podía ver lo que sucedía porque sólo nos separaba una tela de alambre. De pronto las protestas subieron de tono y momentos después llegó un carro del ejército con soldados que se bajaron rápidamente y costaron cartucho, sude frío, pero en lugar de salir corriendo me tomé de la mano con alguna persona que estaba junto a mí y me senté en la banqueta, como para impedir que pasaran los soldados, sentí el caños de su arma enfrente de mis ojos, el momento era bastante tenso, pero pensaba que esa era la forma de defender la casilla. Cuando la cosa estaba más tensa y los representantes del PRI insistían en rellenar más las urnas y los soldados habían cortado cartucho, llegó como del cielo, un camarógrafo y un reportero de alguna cadena estadounidense  - creo que era de la NBC – y prendió un candil muy potente para filmar a los soldados. Los soldados respondieron escondiéndose y ante las preguntas en mal español del reportero, le explicábamos lo que querían hacer los representantes del PRI. Los soldados evadían la cámara del reportero y le pedían que se fuera, pero este insistía en filmarlos, finalmente, los soldados se fueron en su camión, como llegaron.

Sintiéndose, desprotegidos, los priístas, accedieron a cancelar las boletas y a que la representante del PAN acompañara en su coche al Presidente de Casilla a entregar al paquete al  Comité Electoral respectivo, para que no alterara el paquete electoral en el camino, además seguimos al coche respaldando a nuestro representante, hasta que se entregó el paquete, regresamos a la casa de campaña y seguimos escuchando los resultados hasta muy tarde en la noche, me sentía, con la adrenalina en su punto más alto, una especie de brigadista por la libertad, no me preocupaba el riesgo, porque veía que muchísimas personas estaban como yo o incluso había sido mucho más arriesgadas, más bien me sentía muy solidario con todas ellas.

Al parecer a pesar del fraude habíamos ganado, porque caso todas los resultados que llegaban eran a nuestro favor, pensábamos que las declaraciones triunfalistas del PRI eran otra estrategia de fraude, pero que al final el triunfo prevalecería. Siendo muy tarde, después de ir a recoger representantes de casilla, en compañía de otros “brigadistas” en diferentes partes de la ciudad, me regresé a mi casa, mi hermano había estado recorriendo las calles y comentamos los incidentes del día, yo pensaba – idealismo juvenil – que pese a todo el triunfo prevalecería, él sabía que el PRI se había impuesto.

Fernando Baeza
El PRI y su candidato se declararon triunfadores, me uní junto con mi hermano y mucha gente a la resistencia civil, a los bloqueos de carreteras, a las manifestaciones que se hicieron, en la ciudad y sellé algunos billetes (los muy pocos que tenía) con la leyenda que repudiaba el fraude (que por cierto la habían diseñado en  la agencia de mi hermano), además de que me pasaba horas a un lado del kiosco del Parque Lerdo, donde Don Luís Alvarez se había declarado en huelga de hambre en protesta por el fraude. Me sentía tan indignado, tan enojado, los priístas y el Presidente de la Madrid, eran terriblemente cínicos en todas su declaraciones respecto del fraude en Chihuahua – había sido un fraude patriótico, decían, no podemos entregarle el poder a la reacción – y lo minimizaban lo más que podían, mi frustración e impotencia eran muy grandes, además no podía hacer gran cosa, excepto seguir, lo que los dirigentes del PAN nos decían.

De todas las protestas a las que asistí, hubo un mitin, otra vez en la Plaza de Armas, que se quedó gravado en mi memoria como paradigma de lo que puede hacer una sociedad con dignidad. Después de escuchar a los oradores y los testimonios de fraude y de las propuestas de resistencia civil, Barrio, pidió que todos los que estábamos ahí nos tomáramos de las manos, desde la Plaza de Armas hasta el Parque Lerdo, que está a unas cuadras arriba, donde Don Luis estaba en Huelga de Hambre, unos por una avenida y otros por otra formando un enorme círculo humano de gente tomada de la mano, hasta donde estaba Don Luis. Además pidió silencio absoluto para que él con un grupo de personas caminaran en silencio desde el templete hasta el kiosco. Así fue, el silencio era impresionante, había un poco de misticismo (no fanatismo) en el asunto, nadie hablaba y las pisadas de Barrio y su gente se oían en el silencio. Yo me fui detrás de ellos, llegamos al kiosco del Parque Lerdo y después de que saludaron a Don Luis concluyó el mitin. Nos fuimos caminando con toda la gente, con la que se sentía mucha hermandad y solidaridad, habíamos sido víctimas del mismo atropello. Recuerdo que de manera espontánea la gente empezó a cantar, parodiando una conocida canción:

Sacaremos a Baeza de Chihuahua,
Sacaremos a Baeza de Chihuahua
Sacaremos a Baeza de Chihuahua
De Chihuahua sacaremos a ese güey

Muchas cosas más pasaron ese verano, había un debate sobre la pertinencia y las repercusiones del ayuno de Don Luís Álvarez, los obispos de Chihuahua, intentaron suspender los cultos en protesta por el fraude, un grupo de intelectuales se manifestaron por anular las elecciones, Heberto Castillo fue a convencerlo de que diera su vida en abonos para luchar por la democracia e incluso se decían que el candidato del PRI Fernando Baeza, estaba deprimido y en terapia, además de que no estaba en Chihuahua.



Cuando se cumplieron los 40 días de huelga de hambre, se dijo que a partir de ese día, los daños causados por el ayuno a Don Luís serían irreversibles, que moriría irremediablemente, muchos años después platicando con Don Luís de esos días, me dijo que en realidad eran 43, porque la huelga la había empezado tres días antes en su casa, “para ver si podía” “no fuera yo a hacer el ridículo”.  En la noche del día, 43, con mi hermano fuimos a entrevistarlo, estaba muy débil y había poca gente alrededor del kiosco, Don Luís estaba muy débil así que pidieron una entrevista muy breve, desgraciadamente esa grabación se perdió, pero recuerdo (y lo confirmé con mi hermano) que Don Luis nos dijo, “esta es sólo una parte de la lucha para cambiar la situación que vive México y tarde o temprano y yo creo que más temprano que tarde, las cosas van a cambiar”. Después le preguntó si no temía por su muerte y Don Luis nos dijo que no y nos adelantó, “mi ayuno ya terminó”.

En efecto, al otro día Don Luis concluyó el ayuno y después de su recuperación volvió a presidir el ayuntamiento de Chihuahua y a la lucha política. Por mi parte, nuevamente me frustraba el hecho de que Baeza, Bartlett y sus secuaces priístas se hubieran impuesto como viles porros, a la fuerza. Sin embargo, Don Luis me había inspirado y me sentía optimista de que “mas temprano que tarde, esto cambiaría”.

Por su parte, el Presidente De la Madrid, había ido a Chihuahua apenas por unas horas para presenciar la toma de posesión de Baeza en el interior de un gimnasio, despreciado por los chihuahuenses, en un evento lleno de acarreados, donde más que una toma de posesión parecía una reunión donde los ladrones festejaban el botín. El fraude no fue patriótico, fue un vil y criminal fraude, para vergüenza de quienes lo cometieron. Es difícil especular, pero si el sistema hubiese reconocido el triunfo de Barrio, es posible que la transición a la democracia y posiblemente la economía de México hubiera transitado por caminos más pavimentados y una generación completa de mexicanos no se hubiera perdido. Pero De la Madrid, Bartlet y Baeza eran unos enanos para un país que, en ese momento, tenía el espíritu para aspirar a la grandeza. Fue interesante e intenso, pero triste.


Poco a poco el movimiento se fue diluyendo, la gente debía trabajar y ganar su sustento y (luego supe) la dirigencia del PAN influyó para que la resistencia civil no continuara. ¿Qué seguía para mí? Durante ese verano había cumplido 20 años y además de perseguir mi sueño de derrocar al PRI y hacer un país más justiciero, no había pisado las aulas de clase en más de dos años. Después de hacer una profunda reflexión sobre lo que quería hacer más adelante en mi vida y de procesar lo que había vivido en Chihuahua, me regresé a México en diciembre de 1986 para pasar la navidad con mi familia en la casa de San Jerónimo Lídice, iniciar mis estudios y obtener algún empleo.

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