viernes, 30 de mayo de 2014

Memorias de Los Pinos IV: ¿A qué partido me afilio?

Los años del sexenio de Miguel de la Madrid, fueron muy difíciles para mi y para mi familia, básicamente por razones económicas, provocadas por los gobiernos priístas, a mis ojos, cualquier cosa que hacia Miguel de la Madrid me parecían tímidas e hipócritas, en el fondo – según yo- sólo quería rescatar al sistema, me sentía sin esperanzas y, a punto de salir de la preparatoria, el futuro de mi generación no se veían entonces, muy promisorio.

Sin embargo, un día cayeron en mis manos, como una pequeña y tenue luz de esperanza, algunos números atrasados de la revista Proceso, que, relataban como el PAN había ganado unas elecciones importantes en Chihuahua y en Sonora, el PDM otras en Guanajuato y una coalición del Partido Socialista PSUM y la COCEI (Coalición Obrera, Campesino, Estudiantil del Istmo) en Juchitán, Oaxaca, leí con pasión las entrevistas a diputados del PAN del PSUM y del PDM que narraban su batallas parlamentarias y los esfuerzos por construir un México mas justo.
 
Me sentía eufórico y pasaba de la desesperanza del gobierno de De la Madrid,  a la esperanza de la participación política. Quería volverme un activista, en realidad no me importaba mucho si ganaba el PAN, el PDM o el PSUM, lo que yo quería era que el PRI perdiera y que desapareciera ese monopolio, sentía que poco a poco el sistema político cambiaría si otros partidos accedían a espacios de poder aunque fueran pequeños y el municipio parecían ser el campo de batalla.

Quería saber más y quería participar en esa lucha, por mi cabeza empezaron a surgir ideas, que tal si el PAN, el PDM y el PSUM se unen contra el PRI y hacen un frente común, que pasa si todos salimos a la calle y exigimos el fin del PRI. O si me voy a Chihuahua o a Oaxaca para ayudar en la lucha por la democracia. En esa época, sin Internet, estuve buscando las direcciones o los teléfonos de los partidos políticos de oposición, me urgía participar, recuerdo que el PRI tenía muchísimos y el resto apenas uno que otro o no estaban en el directorio. Llame al PSUM, pero nadie me contestó, llame al PAN, pero una señorita se portó grosera conmigo y tuve que colgar, llame al PDM y tampoco contestó nadie. Busque las direcciones y salí de mi casa, no podía pasar otro día sin que yo estuviera involucrado en la lucha contra el PRI, había oído el término democracia pero, para mí, el término sólo significaba elecciones sin fraude electoral, no entendía bien que eran las ideologías y me movía el sentido práctico de derrotar al PRI, que yo pensaba era la causa de todos los males del país.

Salí de mi casa, tomé uno de esos camiones “delfín” que había entonces en la Ciudad de México y me dirigí al PAN, cuyas oficinas estaban en la Colonia del Valle, para mi sorpresa aquello se veía muy desoldado, entre a la casa de la calle de Ángel Urraza y no había nadie, de pronto salió una persona que me miró con cara de ¡has de ser un espía de Gobernación! Apenas tenía 17 años, pero la sensación de no ser bienvenido me inhibió, me preguntó que quería y sólo atine a decir que me había equivocado de oficina y me salí. Sude frío, tenía tantas ganas de participar en la derrota del PRI, que no sabía como canalizar tanta energía, me frustró que en el PAN no me hubieran recibido con los brazos abiertos y con fanfarrias, después de todo no tenían mucha gente y yo venía a sumarme a la lucha, pero el “modito” me apenó y no me afilié al PAN en ese momento.

Me fui caminando a la Avenida Insurgentes, envuelto en mis pensamientos y con la sensación de frustración, tomé un camión y me fui al Monumento a la Revolución donde había leído que estaban las oficinas del PDM, en efecto, llegué, más preparado que en el PAN, y también estaban desoladas, sólo había un viejito canoso que hablaba con una voz muy baja y como triste. Le platique mis intenciones y muy amablemente, me dijo que estaba bien y me invitó a un evento que iban a tener unos días más adelante, ahí me presentaría a alguien que me afiliaría y me daría alguna tarea que hacer.

Me sentí un poco decepcionado, yo traía mucha energía, y ese viejito se veía débil y sin mucho entusiasmo, le quise platicar mi euforia por derrotar al PRI, pero me vio con cierta condescendencia y me invitó que fuera a ese evento sin prestar mucha atención a lo que le decía. Salí un poco desanimado, comenzó a llover, no tenía dinero para el camión, por lo que tuve que pedir dinero a algún transeúnte para mi pasaje y todo mojado y un poco decepcionado regrese a mi casa.

Aunque mi primera experiencia partidista no había sido muy buena, seguía entusiasmado, me faltaba ir a las oficinas del PSUM, pero tenían algunas dudas sobre el socialismo. Mi abuelo había sido fundador del PAN y aunque no militó por mucho tiempo porque lo nombraron Ministro de la Suprema Corte, siempre quedó en el recuerdo familiar su participación panista. Por otro lado, viniendo de una familia profundamente católica, el materialismo dialéctico y la lucha de clases me generaban ciertas dudas, aunque el PSUM ya había renunciado a la dictadura del proletariado (aunque no sabía muy bien que era ninguna de las tres cosas).

Para quitarme de dudas, tome unos libros de Ríus, que eran explicaciones en forma de “comic” de diferentes temas, de la biblioteca de mi papá, sobre Marx, sobre Lenin, sobre la Revolución Cubana, sobre Jesucristo, recuerdo que había varios de diferentes temas. No puedo decir que los leí, más bien me los bebí, sonaba tan interesante, tan idealista y tan bien fundamentado científicamente, además de que la música y la letra de La Internacional me gustaban muchísimo, sobre todo esa parte que decía (por lo menos así lo recuerdo):

El día que el triunfo alcancemos
Ni esclavos ni dueños habrá
La tierra será un paraíso
Patria de la humanidad

Casi me convencieron, sin embargo, había algo que no me terminaba de convencer, por un lado, detestando como yo detestaba al gobierno, no me gustaba la idea de que el programa del socialismo se pareciera (al menos en mi reflexión) al de López Portillo, porque querían estatizar muchas empresas, yo había visto con cierta cercanía la corrupción del gobierno y pensaba que a mayor gobierno, mayor corrupción, nunca me convenció el estatismo. La segunda cosa que no me cuadraba, era su adoración por la Revolución Cubana, para mí, Fidel Castro era un dictador (como el PRI lo era) y no existía la libertad de oponerte a Castro, al contrario, yo quería un país donde la vida política fuera plural y nadie concentrara el poder como lo hacía el PRI. No obstante, me llamaban mucho la atención sus líderes en el Congreso, como Rolando Cordera y Arnaldo Córdova, que destacaban sobre los demás diputados de esa legislatura.

Finalmente, me tenía que decidir, tenía muchas ganas de participar en la política para derrotar al PRI y hacer que México renaciera de sus cenizas, pero llevaba mucho tiempo dándole vueltas al asunto y la verdad es que ningún partido me convencía realmente. Evidentemente el PRI, estaba descartado, el PDM me había parecido un partido de viejitos con algunas ideas interesantes, pero me asustaba que tuviera organizaciones secretas y era demasiado religioso, para mí la religión era importante, pero creía en el paradigma cristiano de “al cesar lo que es del cesar y a dios lo que es de dios” no detestaba a Juárez como los sinarquistas y tampoco era tan católico, no era para mí.
 
Sólo me quedaban el PSUM y el PAN (sabía que existía el PMT pero no tenía ninguna referencia así que no estaba en mi lista), me gustaba el PAN, en muchos sentidos, parecía más abierto que los demás, reclutaba líderes de la sociedad civil, sin que fueran, necesariamente muy conocedores de su doctrina (por lo demás muy similar a la del PDM), muchos profesionistas de clase media militaban en el PAN, muchos empresarios inconformes con la política del régimen (especialmente con la nacionalización de la banca) utilizaban al PAN como plataforma para abrir el régimen (entre ellos Clouthier y Fox), el PAN era un lugar donde convergían diferentes grupos sociales, más allá de cuestiones doctrinarias para luchar por el fin común de abrir el sistema y derrotar al PRI, por si fuera poco, era el más fuerte y parecía el más viable para ganar una elección que derrotara al sistema.

Por otro lado, el PAN me parecía un poco frívolo en cuanto su preocupación por la injusticia y la corrupción, estaban muy preocupados (como yo) por ganar elecciones y ganarle espacios al PRI, pero una vez en el poder, sus administraciones eran mediocres y con una mentalidad muy de derecha, veían el combate a la pobreza como una obra de caridad y no como un imperativo de justicia, eran modernizadores, pero nada o muy poco justicieros (lo siguen siendo), la mayoría de ellos (aunque no todos) venían de la clase alta y media alta y su lucha era más por ganar más espacios de poder, que para hacer más justicia.

Por el contrario, del PSUM, me gustaba mucho su preocupación social, les importaba la justicia y eso me agradaba, el PSUM había renunciado a la dictadura del proletariado y habían aceptado la democracia, sin embargo, como dije antes seguían siendo muy estatistas y no me cuadraba su adoración a la dictadura de Castro, a pesar de los bueno que hubiera hecho (como otros dictadores habían hecho cosas buenas también), porque para ese momento ya me había dado cuenta de que lo que me molestaba del sistema priísta era que no me sentía en un país libre, me di cuenta que la libertad, era el valor político más importante para mí y no entendía (ni lo entiendo ahora) porque vinculaban empresas del estado con mayor justicia social, si era el lugar donde más corrupción había y porque apoyaban a Castro, si en Cuba no había democracia y según yo (ahí me equivoque) todos queríamos derrocar al PRI para que hubiera libertad y democracia. Para mí las propuestas ideológicas eran un poco abstractas y de pronto intolerantes y autoritarias, lo importante era liberarnos del autoritarismo y la falta de libertad que había por las imposiciones del PRI.

Seguía dándoles vueltas al asunto, me gustaban unas cosas del PAN y otras del PSUM y a veces soñaba con fundar un partido político a mi gusto, pero me parecía una locura. Necesitaba decidirme cuanto antes porque las elecciones de 1985 (primeras en las que votaría) estaban ya cercanas y no quería que me tocaran sin tener una trinchera donde pelear. Acaba de leer un libro de Octavio Paz, Tiempo Nublado, que me había confirmado que la libertad es el bien político más importante (ahora se que libertad y justicia son inseparables) pero también me había profundizado mis dudas sobre mi participación política, ningún partido se ajustaba exactamente a lo que yo creía.

Sin embargo, no tuve que esperar mucho más, llego a mis manos, un montón de ejemplares atrasados del periódico El País de Madrid, que me regaló un tío, a él le habían llegado como una promoción y los había guardado, pero los iba a tirar así que me les regaló. En esos ejemplares, se narraba entre muchas cosas, muchos noticias sobre el gobierno socialista de Felipe Gonzáles, los cambios que estaba haciendo, su lucha por entrar a la entonces Comunidad Económica Europea y la condición que le habían puesto de ingresar a la OTAN, si quería ser miembro de Europa, cosa contraria a su programa electoral, unos años después convocaría a un referéndum y España aprobó el ingreso a la OTAN, para ingresar a la CCE.

Me gustó muchísimo el PSOE y lo que estaba haciendo Felipe Gonzáles en España, así que me imagine al PSUM, transformándose en un PSOE mexicano, modernizando México y creando lo que hoy llamaríamos un Estado Social de Derecho, moderando el estatísmo y buscando una solución a mi “cuestión cubana”.

Sin embargo, aunque yo no lo sabía el PSUM nunca sería el PSOE, las personas que conocí de ese partido eran muy dogmáticas y para la época lo que yo les platicaba les parecía muy reaccionario, así que luchar por convertir al PSUM en el PSOE, sólo me desviaría de la meta principal que era derrocar al PRI, así que deseché la idea. En ese momento, el PAN era mucho más cercano a lo que yo creía(y ahora se que la política esta hecha de estructuras y coyunturas y no de grandes principios doctrinales que se vuelven una gran hipocresía), no había que luchar para convencerlos de mi oposición al estatísmo, ni de la dictadura del Fidel Castro, además coincidía con los ejes principales de su doctrina, la dignidad de la persona, el bien común, la visión solidaria del Estado, etcétera, quizás no eran todo lo liberales que yo quería, pero eran menos dogmáticos que la mayoría de los militantes del PSUM y me percate de que sería más fácil imitar a Felipe Gonzáles desde el PAN que desde el PSUM, por su puesto que desde el PAN se podría luchar por la justicia, pensaba yo, así que decidía afiliarme al PAN.

Finalmente, volví a las oficinas del PAN en la Colonia del Valle, nada más que con más valor que la vez pasada y dispuesto a aguantar la actitud de ¡has de ser espía de Gobernación! Estaban igual de desoladas que la vez anterior, pero un buen amigo mío, que era hijo de un ex presidente del PAN; Abel Vicencio, estaba en una oficina, por cierto muy grande, con sólo una mesa y una computadora de esas que tenían las letras amarillas con el fondo negro, trabajando en esa computadora, su trabajo era copiar todos los artículos que salieran del PAN en revistas internacionales – que no deben haber sido muchos – me preguntó que hacía por ahí y le dije que quería afiliarme al PAN, entonces abrió otro archivo me preguntó mi nombre completo y me dijo que ya estaba afiliado, me dio la dirección del comité distrital que me tocaba en mi colonia y luego siendo un panista de pleno derecho me regresé a mi casa.



jueves, 29 de mayo de 2014

Memorias de Los Pinos III: Antecedentes

Descubrir la Corrupción

En una familia de 12 hermanos, yo era el número 11, ser de los más chicos en una familia así tiene sus ventajas y sus bemoles, básicamente, la mayor parte de la historia familiar pasó en mi ausencia – todavía no nacía – y llegas tarde a muchos de los acontecimientos. Cuando apenas tenía uso de razón mis hermanos mayores se estaban casando y estaban perfilando sus vidas, mi padre, víctima de una enfermedad terminal estaba muriendo y mi cabeza estaba llena de dudas y preguntas.

Mi hermano mayor, se había casado, tenía un pequeño hijo y después de unos años de trabajar en el gobierno se disponía a empezar un negocio, se le había ocurrido construir un club deportivo y social, para darle ese servicio a la gente de la colonia. Para ello, había comprado un terreno muy grande, había hecho unos planos, para construir una casa club, unas canchas de tenis y una alberca, etcétera. Sin embargo, cuando solicitó los permisos para construir en la Delegación Magdalena Contreras, se los negaron. Mi hermano, preocupado por la situación y su futuro económico, fue a ver a mi padre, para pedirle consejo, le comentó que había ido a ver al Delegado para conseguir los permisos y éste le había dicho que estudiaría el asunto y que seguramente, se resolvería. Al final habían platicado de caballos (de lo cual pienso que mi hermano sabía muy poco) y el Delegado le había dicho que le gustaban mucho los caballos y las sillas de montar. Cuando mi padre oyó lo que le decía mi hermano, le explicó que sutilmente el Delegado le estaba pidiendo una silla de montar, como “mordida” para concederle los permisos (a la luz de lo que pasa ahora parece un inocente cohecho), efectivamente, le dieron su silla de montar al funcionario y salieron los permisos de construcción.

Nuevamente, el asunto me provocó un corto circuito en la cabeza, por un lado había percibido brevemente, el poder del Presidente y la política, por otro me había percatado de la pobreza y la miseria de dos personas en la calle y luego me sorprendía muchísimo que para obtener un permiso de construcción un funcionario público, pidiera una silla de montar. Era demasiado para mi joven cabeza y unos días después comencé a sufrir de migraña, sin embargo en la intensidad de los dolores de cabeza (y creo que no muy conciente de lo que pensaba), se me ocurrió que podría dedicarme a la política, pero a diferencia de lo que había visto sería honesto y en vez de usar ese poder para enriquecerme, sería austero como San Francisco de Asís y utilizaría todo el poder del Presidente (no sabía muy bien que hacían los demás políticos, además de otorgar permisos de construcción a cambio de sillas de montar) para remediar la injusticia en que vivían los pobres.

Durante los años siguientes, aunque no podía participar en política por mi edad, me volví adicto a leer el periódico y algunas revistas políticas. Al mismo tiempo escuchaba las pláticas de mi hermano – cuya empresa se había convertido en un verdadero emporio – que constantemente nos contaba como para hacer cualquier negocio, tenía que dar “mordidas” cada vez más grandes y más sofisticadas a políticos priístas, que parecían muy educados y serios, algunos incluso lo invitaban a misa. Recuerdo de un político bastante importante y conocido que le pidió como “mordida” algunos departamentos de un edificio que estaba haciendo, después una “iguala” mensual. Finalmente, cuando las empresas quebraron, debido a la devaluación decretada por López Portillo en1982 y las deudas en dólares se multiplicaron, el funcionario, con un aire condescendiente le pidió que le dejara el coche que llevaba, sin opciones le dejó el automóvil y se regresó a su casa en camión.

Otro político, también muy conocido y muy “decente” lo citó un día para pedirle que cerrara un negocio muy exitoso que estaba haciendo, básicamente porque había un monopolio que proteger en ese sector desde hace muchos años, mi hermano sin salir de su asombro, se rehusó a cerrarlo pero pagó las consecuencias, fue víctima de toda clase de presiones, el gobierno suspendió el negocio, con las típicas acusaciones falsas, e incluso lo detuvieron en la PGR. Gracias a las gestiones de mi padre, pudo salir bien librado del asunto, pero el negocio fue herido de muerte.

Por su parte, aunque mi padre era un abogado especializado en cuestiones fiscales, defendía gratuitamente a trabajadores del sindicato del seguro social y a personas, normalmente muy pobres cuyos hijos estaban injustamente en la cárcel o eran víctimas de despojos o de abusos de autoridad. Me pasé mi niñez escuchando estas historias, no comprendía como políticos que parecían tan cultos y tan decentes, fueran en realidad unos positivos criminales y tampoco comprendía para que servían los jueces y abogados, si al final siempre ganaba el que tenía más influencias en el gobierno o el que daba la “mordida” más grande. A pesar de mi edad, me sentía indignado y a al vez me daba miedo la prepotencia de los políticos, me sentía indefenso en medio de todos los políticos que eran mis vecinos.

Para completar el cuadro, mi padre y sus amigos, comentaban con regularidad que las elecciones eran una farsa y que siempre ganaba el PRI. Sin embargo, lo acompañé a votar dos veces, la primer en las elecciones de 1976, que votó por Cantinflas y la segunda en 1979 que votó por el Partido Demócrata Mexicano, que era de los antiguos Sinarquistas, una especie de nacional-catolicismo de origen popular que había sido muy fuerte en los años cuarenta, particularmente en Michoacán de donde mi familia era originaria.

Además de querer ser presidente para hacer justicia entre los mexicanos, me convertí en opositor acérrimo del PRI, me di cuenta de que todos esos políticos criminales que pedían “mordida” para poder hacer cualquier negocio, que tenían en la pobreza a mucha gente, que sus hijos “juniors” cometían toda clase de tropelías impunemente, que habían hecho quebrar las empresas de mi hermano y que se robaban las elecciones eran del PRI. Ahora no tenía dudas, la meta era derrocar a ese partido (en esa época estaba muy lejos de entender conceptos como partido hegemónico o “dictadura perfecta”) y así llegaría otro partido que sería honesto y haría justicia.

Pasaron algunos años, mi padre murió, las empresas de mi hermano quebraron y yo, como toda mi generación nacida en la segunda mitad de la década de los sesentas, nos tocó vivir desde la adolescencia las recurrentes crisis económicas. A la lista de agravios se sumó el hecho de que mi padre había dejado un seguro de vida que estaba guardado en dólares en el banco, López Portillo los convirtió en mexdólares, es decir, los pagó en pesos a un precio muy por debajo de la cotización en el mercado, por lo que mi madre con todavía unos 7 hijos que mantener, no tendría lo necesario para poder hacerlo.


López Portillo, también había nacionalizado la banca privada, en esa época no estaba tan seguro de qué significaba esa decisión, pero por ser priísta, por tener una increíble fama de ladrón (particularmente porque se había hecho público, que se había construido unas casotas en Cuajimalpa conocidas como la “colina del perro"), porque, por su culpa,  mi madre había perdido más de la mitad del dinero que mi padre había dejado en su seguro de vida y porque su devaluación había hecho quebrar las empresas de mi hermano mayor, me sentí completamente opuesto a esa decisión. Por otro lado, me llamó la atención que algunos medios que yo consideraba antigobiernistas (de mi equipo) y los partidos de la izquierda apoyaran la decisión de López Portillo. Desde entonces, la ideología estatísta de la izquierda siempre me provocó mucho rechazo.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Memorias de Los Pinos II: Antecedentes

LUCHAR POR DERROCAR AL PRI: PANISMO, SINARQUISMO O SOCIALISMO

Mi padre, nunca fue político, ni aspiró nunca al poder, toda su vida litigó como abogado en materia fiscal y de eso mantuvo a una familia de 12 hijos. Pase toda mi niñez en la colonia San Jerónimo Lídice, en el DF, mi vecino, el entonces Secretario de Gobernación, Luís Echeverría se convertiría en Presidente de la República y muchos funcionarios se fueron a vivir al antiguo pueblo zapatista de San Jerónimo Lídice, muy probablemente para estar cerca del poder. Apenas a unas casas se mudó Fernando Gutiérrez Barrios, del otro lado vivía Porfirio Muñoz Ledo, más abajo Sergio García Ramírez, Enrique Álvarez del Castillo y otros más que no recuerdo, pero muchos funcionarios vivían en esa zona y el ambiente del pueblo estaba, por decirlo así, muy politizado. También estaba lleno de hijos de políticos que no tenían pena de mostrar sus casas y coches importados (en una época en la que las fronteras estaban cerradas) que circulaban por las estrechas calles del pueblo. Los rumores que corrían sobre las tropelías de los “juniors” se comentaban en la intimidad familiar y uno vivía con el miedo de que no se cruzara uno de ellos en tu camino.

Siendo niño, no tenía ninguna conciencia de lo que pasaba durante el sexenio del Presidente Echeverría, pero recuerdo haber escuchado, las amargas quejas de mi padre y sus amigos, en las reuniones familiares por la corrupción y la represión del gobierno. También recuerdo, que el día de su último informe de gobierno, Echeverría había devaluado la moneda y mi padre estaba sumamente indignado, por eso y por el hecho de que muchos de sus amigos (algunos eran diputados y otros funcionarios) estaban aplaudiendo la medida en la Cámara de Diputados. (altavoces en la comercial mexicana)

Unos días después del informe, apareció Echeverría caminando por mi calle con una pequeña comitiva, cuando mi padre lo vio, lo bajo a saludar muy amablemente y lo invitó a pasar a la casa. Sorprendentemente el Presidente aceptó y con toda su comitiva entraron a mi casa. En mi fuero interno (de un niño de 10 años) no entendía porqué si apenas hace unos días había sido ese señor y su comitiva objeto de una crítica muy agria por parte de mi padre, ahora los trataba con tanta deferencia. Sin embargo, el momento se me hizo bastante entretenido – ¡no todos los días iba el Presidente de la República a tu casa!

La visita fue interesante, pero la anécdota vino de mi sobrino Guillermo, que estrenaba una cámara de fotos y le gritaba con desenfado al Presidente – ¡Echeverría, Echeverría! y cuando volteaba el Presidente disparaba su cámara. De pronto el Presidente le dijo – préstame tu cámara y ahora yo te tomo una foto, sin embargo mi sobrino se negó y argumento – ¡no porque me la robas! Echeverría se rió y comentó – ¡qué fama tengo! No recuerdo que pasó después pero creo que todos se rieron del asunto sin mucho entusiasmo.

Mi primer encuentro con un Presidente de la República, fue interesante y dos cosas se me quedaron muy grabadas, por un lado la sensación del poder tan enorme que tenía un Presidente (y eso que ya era el final del sexenio), daba la impresión de que podía hacer lo que quisiera con sólo manifestar su voluntad y todos sus colaboradores servilmente se reían de sus chistes (aunque no fueran graciosos) y le festejaban todo lo que decía, como si Jesús hubiera relatado una parábola. Por otro lado, el hecho de que esos monstruos que había sido objeto de críticas tan agrias parecían bastante humanos, incluso uno de ellos – Rubén Figueroa que era gobernador de Guerrero – resultó tío de mi madre.

Unos días más tarde, cuando Echeverría entregó el poder a su sucesor, mucha gente de San Jerónimo, lo fue a recibir a su casa, llevaron mariachis y una gran fiesta, yo acompañe a mi padre a saludarlo, una especie de besamanos y cuando fue su turno, Echeverría sólo le dijo “¡híjole!”, cuando le pregunté porque lo había ido a saludar, si no había sido un buen Presidente, me contesto – ¡por caridad cristiana! Nunca hasta después de trabajar en el sexenio de Fox, entendí lo que me decía.

Otro día, fui con mi padre a cenar a un restaurante de la zona rosa, que entonces era un lugar de cultura, de galerías, de librerías  y de artistas (no la zona roja en que se ha convertido ahora). Ahora se, que era un restaurante muy caro, habíamos saludado a Alfredo del Mazo que unos años después sería Gobernador del Estado de México, y yo empezaba a percibir, incipientemente, lo que era el poder y la política y todo lo que se podía hacer desde los puestos públicos, además de la deferencia y respeto con que te trataba todo mundo (en mi inocente cabeza de entonces no entendía de hipocresías y conveniencias), sin embargo, al salir del restaurante, había una pobre mujer con su hijo – un bebé de brazos – llorando sin parar, sentada en el piso de la calle, pidiendo limosna para alimentarlo. Cuando ví a la mujer, todo el glamour de la política y el poder desaparecieron, me sentí muy miserable, por esa mujer y me preguntaba –quizás de manera muy primaria e inocente – porqué, los políticos que había conocido, con tanto poder y dinero que tenían no podían ayudar a esta gente tan desprotegida, porqué al mismo tiempo, yo salía con el estómago lleno de un restaurante muy caro, donde había políticos y empresarios, a penas unos metros afuera había alguien que no podía darle de comer a su hijo.


Para terminar la noche, cuando íbamos de regreso a nuestra casa de San Jerónimo, pudimos ver a un hombre tirado en la calle, completamente borracho, golpeado, todo vomitado y semi inconciente. Mi padre, se detuvo y contra las protestas y el asco – debo confesar – de todos los que íbamos con él, subió al señor al coche y lo llevó a la casa, ahí lo baño, lo vistió, lo dejo dormir en un cuarto y a la mañana siguiente le dio de desayunar. Ambas escenas me conmovieron profundamente y las contrastaba con el poder, ¿cuál era la relación entre la política y estas cosas que había visto? ¿tenían alguna relación o eran dos cosas distintas? En verdad no lo sabía, desde la visita del Presidente a mi casa mi infantil cabeza estaba llena de cuestionamientos.

Memorias de Los Pinos I

Por. Bernardo María León Olea

Repito esta primera parte para, empezar desde el principio.

Mi oficina en Los Pinos estaba exactamente arriba de la oficina del Presidente, en broma, me gustaba decir que “mi oficina estaba por encima de la del Presidente”, lo cual físicamente era verdad, pero hasta ahí.

El último día que ocupe esa oficina, me senté en el escritorio, observé toda la habitación con su grandes ventanales que daban a los jardines y al busto de Benito Juárez y de Sebastián Lerdo de Tejada, el librero estaba vacío, el enorme pizarrón que había mandado poner en una pared se encontraba perfectamente limpio y sólo unas cuantas cajas con libros y con algunas fotos personales permanecían en la mesa de juntas, listas para llevármelas.

Sentado en ese lugar, pasaron por mi mente las experiencias que me había tocado vivir en 20 años de activismo político, desde el diálogo interno que tuve a los 18 años para decidir si me afiliaba al Partido Socialista (PSUM) al Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), al Partido Demócrata Mexicano PDM o al PAN (Acción Nacional), hasta el proceso de desafuero en contra de López Obrador, pasando las elecciones en Juchitán, Oaxaca en el 1985, por la campaña para gobernador en Chihuahua en 1986, el fraude electoral de 1988, la elección de Ruffo en Baja California Norte, que lo convirtió en el primer gobernador panista de la historia, hasta la elección de Vicente Fox en el año 2000.

Comparaba, la transición a la democracia y el gobierno de Fox, con la forma en que me la imaginaba durante la década de los ochenta y de los noventa, cuando la meta era derrotar al PRI y construir un sistema democrático y me daba cuenta que derrotamos al PRI, pero luego algunos obtusos colaboradores del Presidente Fox lo habían revivido en sus peores formas y, por otro lado, la construcción de un sistema democrático todavía era muy frágil como para cantar victoria, sin embargo, el país estaba en calma y la economía estable, aunque subsistía una enorme injusticia en el país.

Claramente las cosas habían sido muy diferentes a como las había imaginado, me sentía un poco decepcionado, pero no demasiado, durante mis años en Los Pinos – al menos en los que a mí me tocaba – habíamos tenido muchos éxitos que festejar y a pesar de toda yo me sentía muy optimista. Sin asomo de cinismo, con los pies en la tierra, y después de ver con cierta crudeza la naturaleza humana en el trance de la lucha por el poder, me había convertido en fiel seguidor del paradigma panista de que “no haya ilusos para que no haya decepcionados”.

Abstraído en mis recuerdos y reflexiones y, dándome cuenta de donde estaba sentado y la trascendencia del momento – al menos para mí – (no todos los días se va uno de Los Pinos), me regresó a la realidad mi secretaría –Josefina – que me avisaba que ya estaba mi chofer en la puerta 5 para llevarme a mi casa. Me paré, observe por última vez la oficina y me salí.

Al cerrar la puerta oí el ruido de la cerradura electrónica de mi oficina por última vez, me despedí de Josefina – mi secretaria – sin mucha ceremonia para evitar las lágrimas y baje las escaleras principales. En la planta baja me cruce con el Presidente Fox y me despedí con un –buenas noches presidente y me respondió amablemente de la misma manera y continué mi camino a la calle. El Presidente no sabía que yo había renunciado, no me había atrevido a decirle, porque un funcionario antes de mi se había ido a despedir y el Presidente se había negado a aceptarle su renuncia y lo había tratado casi como un desertor, así que yo presente mi renuncia ante mi jefe directo, que era Ramón Muñoz y no le informé directamente al Presidente, tenía miedo de que me retuviera o de recibir alguna reprimenda.

Renuncié, en diciembre de 2005, en 2006 serían las elecciones federales y yo me quería presentar como candidato a diputado por el V distrito electoral en Tlalpan DF, tenía la ambición de ser diputado, tenía una agenda legislativa y política que quería promover en la cámara baja y no quería que nada aplazara mi proyecto, además había terminado mi trabajo y el proyecto que quedaba pendiente (la reforma de seguridad pública y justicia penal) no sería aprobada hasta el sexenio siguiente (yo esperaba ser el Presidente de la Comisión de Justicia para promover su aprobación), la mala relación de Fox con el Congreso impedirían que eso sucediera antes, por lo que yo sentía que había terminado mi tarea. Así que me fui a la Puerta 5, me despedí de los miembros del Estado Mayor Presidencial que cuidan la entrada de la casa presidencial, me subí por última vez al coche que me había prestado el gobierno por cinco años y medio y me fui a mi casa.

Ese ciclo de mi vida que había empezado 20 años antes, terminaba, en diciembre de 2005, saliendo de la Residencia Oficial de Los Pinos después cinco años y medio de trabajar con el primer gobierno panista de la historia, efectivamente mucho agua había corrido en ese río... 

sábado, 17 de mayo de 2014

El PAN: ¿Escuela de Cuadros Políticos o Agencia de Colocaciones?

Por. Bernardo León

"Yo entre a la política para "hacer algo", el error es 
que ahora la gente entra a la política porque quiere "ser alguien"
Margaret Thatcher

Mañana domingo 18 de mayo son las elecciones internas del PAN, gane quien gane, el problema del PAN no es quien lo dirija sino, ¿cuál es su identidad? ¿cuál es su oferta política? ¿qué alternativas de mejora ofrece frente a los gobiernos priístas?

El PAN es un partido que México necesita, sin embargo, es indispensable que redefina su identidad, porque después de derrotar al PRI en la urnas, de ser gobierno y de perder nuevamente, su oferta política a quedado desdibujada.

La identidad política del PAN y sus militantes era la de – frente al autoritarismo priísta – construir un sistema democrático mas representativo, frente a la corrupción gubernamental, ofrecer honestidad en el servicio público y ante al centralismo, articular un régimen municipal y federal fortalecido y ante la desigualdad una propuesta de mayor justicia basada en la ley.

Los gobiernos priístas perdieron el poder por corruptos, por las crisis económicas recurrentes que provocaron, por la desigualdad y la injusticia y por centralistas, sin embargo, el triunfo del PAN, mas temprano que tarde comenzó a mostrar actitudes similares o en algunos casos, peores.

Como ya se ha dicho el PAN conservó el sistema político priísta, se mantuvo la NO-reelección inmediata y los plurinominales, cosa que debilitó enormemente la democracia y una correcta división de poderes (lo llamaron gobiernos divididos; cosa que no explica nada y entorpece todo el proceso político); se mantuvo el presidencialismo (sin los mecanismos metaconstitucionales que el PRI si tenía). La partidocracia, por tanto, se convirtió en el nuevo corporativismo.

La reforma de justicia nunca llegó, el poder judicial siguió siendo un nicho de impunidad e ineficacia, los programas sociales siguieron siendo proyectos asistencialistas, el federalismo y el municipalismo – sin reelección, con plurinominales, sin reforma tributaria – se convirtieron en una especie de “feudos” que balcanizaron al país y produjeron una corrupción inconmensurable.

Quizás la crítica mayor está en el “chambismo”, “patronazgo”, “compadrazgo”, etcétera.

El PAN, tenía que haber roto la trágica tradición de transformar los puestos públicos en nichos de corrupción para parientes y amigos. En 2001 se propuso una ley de Servicio Público de Carrera, con el fin de que desde el Director General hasta Enlace – es decir los puestos públicos mas técnicos – fueran designados por méritos y en igualdad de oportunidades, no por cuotas partidistas, visiones de futurismo político, compromisos o simplemente por corrupción.

Sin embargo, la presión de los panistas, particularmente de los calderonistas fue muy fuerte. El Servicio Público de Carrera, a pesar de ser una propuesta del PAN, fue desechado y poco a poco el gobierno se fue llenado de “panistas de última hora” en los puestos técnicos de las diferentes dependencias, la imitación de las maneras del PRI, no podía ser mayor, se mimetizaron.

Es ahí donde estuvo la tragedia, la idea de formar cuadros en el PAN, era formar “políticos”, dirigentes que inspiraran políticas públicas humanistas desde los altos puestos de la administración; No convertirse en una agencia de colocaciones para puestos medios y bajos del gobierno.

Esta política, se convirtió en una catástrofe para el PAN, miles de personas vieron la posibilidad de colocarse, en donde fuera, bajo la peregrina premisa de ser panista; eso hizo que la militancia creciera enormemente y que se generaran “líderes” expertos en clientelismo político. Del mismo modo, que la administración pública se iba convirtiendo en un “botín” y en lugar de ser un aparato generador de “bienes públicos” se transformó en un campo de batalla y de privilegios de los grupos políticos del PAN que usaban sus cargos como trampolín político y base económica.

Imitamos demasiado al PRI.

En este sentido, el nuevo PAN que surja de la elección del día 18 de mayo, tiene que comprometerse de nuevo con la democracia, la justicia y la honestidad, o se queda sin oferta política, sin votos y sin poder.

El PAN, debe ser un partido de ideas y de cuadros “políticos”, pero NO una agencia de colocaciones, a riesgo de que el PRI – mucho mas experto en eso – absorba cualquier promesa que el PAN ofrezca. Los panistas necesitamos la presidencia, las secretarías de estado, las subsecretarias y las coordinaciones de asesores para gobernar, pero el resto del gobierno debe ser ocupado por profesionales de carrera, neutrales políticamente y designados con base en el mérito y la igualdad de oportunidades, no por ser amigos de alguien o cuota de determinado político con aspiraciones.

Los panistas debemos aspirar a los puestos altos del gobierno para “hacer algo”, no para vivir en la ilusión acomplejada de que el puesto nos va a convertir en “alguien”.


Eso evitará muchas crisis partidistas y permitirá gobiernos panistas mas eficaces y “DIFERENTES” a los del PRI.

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