viernes, 25 de julio de 2014

Memorias de Los Pinos XV: VAMOS POR GUANAJUATO


Me tocó sentarme junto a Vicente Fox en un vuelo entre la Ciudad de México y León, yo ya lo había visto durante el Colegio Electoral en la Cámara de Diputados donde destacaba por su estatura y sus atuendos de vaquero, sin embargo, nunca había cruzado una palabra con él. Cuando me subí al avión, estaba sentado en el asiento de junto. Inmediatamente lo reconocí pero entre mi timidez y la cara de enojado que tenía en el avión no me animaba a hablarle. Intuyo que era una época muy dura de su vida, entre otras cosas había declarado que estaría en una especie de huelga de activismo político hasta que Salinas saliera de la presidencia porque había violado sus derechos políticos.

En efecto, en las elecciones de 1991, Fox se había postulado para gobernador de Guanajuato, enfrentándose al ex Regente de la Ciudad de México en la época de Miguel de la Madrid, Ramón Aguirre y a la curiosa candidatura de Porfirio Muñoz Ledo. Después de una intesísima campaña, el PRI volvió a las andadas perpetrando un espectacular fraude electoral donde Ramón Aguirre derrotaba a Fox, la historia es bien conocida y los protagonistas la han contado con precisión. La protesta en Guanajuato fue tan grande que trascendió las fronteras, Salinas le ordenó a Ramón Aguirre renunciar a la gubernatura, se negoció (se concertacesionó diría Muñoz Ledo) un interinato (que no lo fue tanto porque duro casi cuatro años) que presidiría el Alcalde de León, Carlos Medina Plascencia y en una sesión, casi clandestina del Congreso Local, a altas horas de la noche, con los diputados apenas necesarios para lograr el cuorum , nombraron a Carlos Medina, gobernador interino de Guanajuato.

La idea original del interinato era promover una reforma electoral y después convocar a elecciones extraordinarias, sin embargo, el interinato se alargó, de tal manera que Fox no pudiera postularse siendo Presidente Salinas de Gortari, lo que debió haber lastimado a Fox y efectivamente violó sus derechos políticos alargando las negociaciones de la reforma electoral.

Durante el vuelo pensaba, sentado junto a Fox, tratando de acomodarme en el estrecho asiento de clase turista que se hacía más estrecho por el tamaño del futuro Presidente, que,  sin duda,  algún día sería gobernador. No me pasó por la cabeza decirle que algún día sería presidente, se veía tan sólo ahí sentado, quizás hasta un poco amargado, no parecía de humor para una platica de avión, cuando llegó al aeropuerto nadie se le acercaba pero mucha gente se le quedaba viendo, parecía una especie de vaquero enfrentando una lucha en solitario, sin embargo, aún así quise solidarisarme con él y desearle suerte, sólo pasarían tres años más para que mis buenos deseos se volvieran realidad.


Presidente Municipal de todos los Mexicanos…

Llegué a Guanajuato en Febrero de 1992, unos meses antes, como resultado del fraude electoral que había cometido el PRI y de las protestas posteriores, el Congreso del Estado nombró como Gobernador Interino al, entonces, Alcalde panista de León, Carlos Medina, cuando supe la noticia, lo único en los que podía pensar era en como poder trabajar en ese gobierno, pensaba entonces, que la transición democrática sería paulatina, primero en los municipios, luego en los estados y el Congreso y finalmente en la Presidencia por ello la única posibilidad de derrotar al PRI sería colaborar para que los gobiernos de la democracia fueran exitosos, me entusiasmaba pensar ¿cómo se sentiría trabajar en un gobierno que no fuera priísta? Era, el segundo Gobernador panista y mi oportunidad de participar en un gobierno que fuera punta de lanza de la transición democrática en México, sin embargo, a pesar de mi entusiasmo, no tenía la menor idea de cómo acercarme al gobierno de Medina pero yo quería estar ahí. 

No cabe duda que Dios opera de maneras misteriosas, un día providencialmente, me encontré a un buen amigo (que tenía años de no ver) en una misa de aniversario de la muerte de mi padre, el había ido a esa misa por otras razones (la esposa de otro amigo de esa época había muerto en un accidente y esa era también su misa) platicando con él sin poner mucha atención en la celebración, le pregunté en que trabajaba y para mi sorpresa me contesto que ¡en el gobierno panista de Carlos Medina Plascencia en Guanajuato! ¡Queeeeeeeee! Sin pensarlo dos veces, le pregunté si no habría un empleo para mí, en ese gobierno (me imaginaba que un gobierno organizado a toda velocidad necesitaría panistas para cubrir espacios antes ocupados por priístas) para mi felicidad me dijo que si y me ofreció que le hablara para hacer una cita en Guanajuato y platicar del tema.

Carlos Gadsden
Cuando llegué a Guanajuato y pude hablar con él, me ofreció un empleo en una dependencia que se llamaba Centro Estatal de Estudios Municipales CEEM y que luego le cambiaron al de Estudios por Desarrollo Municipal CEDEM dependiente de la Secretaría de Gobierno del Estado. Después de las entrevistas de reclutamiento con el director del Centro (que resultó ser también, otro amigo del DF Carlos Gadsden, (que era una persona muy cercana a Carlos Median), me ofreció un puesto como consultor de tres municipios del estado Pénjamo, San Felipe (torres mochas) y Ocampo. Sonaba muy interesante, Carlos Gadsden era un sociólogo, especialista en disciplinas como desarrollo organizacional y calidad total, que estaban muy de moda en esa época, así que el Centro que el dirigía lo había diseñado para implementar procesos de desarrollo organizacional en los 46 municipios del estado, así a cada consultor del Centro se le asignaban algunos municipios para que sirviera de consultor al Presidente Municipal tanto en materia de desarrollo organizacional como de enlace y gestor con el gobierno del estado.

Tenía noticia desde mucho tiempo antes, que los gobiernos más débiles de México eran los municipales, a pesar del papel que les otorgaba el artículo 115 constitucional y de la reforma de 1983 que los fortaleció, el estado de los municipios era deplorable. Sin embargo, no es lo mismo estudiarlo que vivirlo, la falta de reelección impedía que las administraciones municipales pudieran fortalecerse y retener sus liderazgos, además de que en un periodo de tres años podían hacer pocas cosas estaban incentivados a hacer obras de corto plazo, que le dieran identidad a cada Presidente Municipal, pero que aportaban poco al desarrollo urbano y rural de los municipios. Muchos pueblos y ciudades de México estaban llenos de monumentos, lienzos charros y pequeñas obras elaboradas sin articular un proceso de desarrollo para plazos mayores a tres años y la mayoría de las ciudades y pueblos con un enorme crecimiento demográfico son un desastre urbano. Por si fuera poco, tampoco en los municipios había un servicio profesional de carrera, por lo que los principales puestos de los ayuntamientos tenían una alta rotación y más bien eran utilizados (al estilo de las encomiendas virreinales) como botín político. Derivado de esta situación, la administración de servicios municipales era muy deficiente y con un alcance muy limitado y la recaudación de impuestos municipales era infinitamente pequeña. Los palacios municipales eran casas saqueadas, cada trienio la arcas de los municipios estaban vacían, la rendición de cuentas era mínima y sujeta a alianzas políticas y con el aumento de la población, los asentamientos irregulares crecían casi paralelamente con la inseguridad pública.

En la mayoría de los casos, la corrupción de los alcaldes y miembros del ayuntamiento, la escasa o nula preparación de los funcionarios municipales y la falta de enfoque de todos ellos (el enfoque estaba en ver como medraban de puesto los tres años que lo iban a ocupar) provocaba que el desarrollo económico y la atracción de inversiones fuera muy baja o nula, en el mejor de los casos promovida por el gobierno del estado o por las propias empresas que necesitaba estar ahí, por los recursos naturales que podían proveer ese municipio. Esta falta de desarrollo económico y el crecimiento demográfico, generaba un alto desempleo y falta de oportunidades, así que, en algunos pueblos y comunidades, la mayoría de los hombres, especialmente los jóvenes, estaban en Estados Unidos como “mojados” o listos para partir. El único negocio importante en esos municipios era la casa de cambio que distribuía, previa comisión, las remesas de los familiares ausentes.

Evidentemente algunos municipios estaban mejor que otros, las grandes ciudades como, León, Irapuato, Salamanca o Celaya, etc., estaban mejor organizadas, sin embargo, todas sufrían de la misma situación algunas por la descontrolada corrupción u otras por la impericia de sus funcionarios, otras por la escases de recursos financieros, la falta de planeación urbana, o por la inseguridad o de plano por una combinación de todas estas. En ningún lugar, se hacen tan evidentes los efectos del centralismo y de la disfuncionalidad del sistema político mexicano que en los municipios, tanto en los grandes, como en los medianos y pequeños, ninguno se salva.

En este contexto, la premisa de Carlos Medina y de Carlos Gadsden, era buscar la reforma administrativa de los municipios, para mejorar con procesos administrativos innovadores, su gestión gubernamental. Mi tarea en Ocampo, Pénjamo y San Felipe, sería convencer a los alcaldes de hacer una planeación estratégica de su periodo gubernamental facilitando ese proceso, fortalecer sus procesos administrativos, especialmente en las áreas donde se recaudan impuestos (que eran casi inexistentes) y facilitarles los procesos de liberación de recursos para obras públicas que debía darles el gobierno del estado. La tarea no parecía muy difícil, sin embargo, mis conocimientos sobre planeación estratégica o reingeniería eran prácticamente nulos, así que Gadsden contrató a un consultor para que nos asesorara y capacitara en esa y otras materias similares para atender adecuadamente a los municipios. Ese consultor tenía fama de haber cambiado la administración municipal de León, introduciendo métodos de gerencia aplicados en la iniciativa privada, a la administración pública y que había desarrollado una filosofía y técnicas propias que habían revolucionado al municipio de León.

Palacio Municipal de León
Viviendo en León a principios de la década de los noventa, era una experiencia bastante interesante, ya que a diferencia de otras ciudades del país, cuyo desorden urbano era muy grave, León crecía de manera ordenada tanto en materia urbana como económica, la innovación era una especie de lema de la administración, que había sido tomada por el PAN, con panistas de última hora, básicamente de origen empresarial que estaban implementando estrategias empresariales, con mucho éxito, en la administración de la Ciudad. Obsesionado como estaba, en que el PAN no solamente ganara elecciones, sino que también gobernara bien, León era mi paradigma de un buen gobierno panista, así que tenía muchas ganas de conocer al consultor que había logrado articular una administración tan exitosa sin opacar al Presidente Municipal.

Conocí a Ramón Muñoz, cuando llegó al CEDEM para asesorarnos y capacitarnos en administración estratégica, y todas estas técnicas y estrategias de managment con el fin de dar un buen servicio a los municipios que atendíamos, el famoso consultor era él y no me decepcionó cuando lo conocí. Aunque jamás había estado expuesto a la cultura del desarrollo organizacional, la reingeniería, la calidad, ni nada de eso, de hecho en algún momento me habían parecido nada más que “charlatanerías”, me sorprendió muchísimo lo innovador de sus ideas y su personalidad sencilla (a cada rato utilizaba dichos rancheros para esclarecer algún punto) y la energía y el entusiasmo que transmitía en su explicaciones, en medio de una cultura bastante pesimista, burocrática-inercial y perdedora que había en la administración pública, 

Ramón inyectaba entusiasmo y advertía que, frente a la idea de que es muy difícil que las cosas cambien, él ofrecía una alternativa innovadora que estimulaba mi imaginación ¿Cuánto podrían cambiar las administraciones municipales de Guanajuato si implementaran estas nuevas ideas? ¿Cuánto se optimizaría el funcionamiento de las administraciones municipales con una nueva estrategia de gerencia? ¿Cómo, incluso, cambiaría el lenguaje y la concepción que tenían los alcaldes de su administración, si visualizaran las perspectivas que les abrían estas nuevas técnicas? No podía esperar para llevar estas ideas a los municipios que me tocaban.

Se me hizo tan interesante y prácticas sus ideas para las administraciones públicas que lamentaba que en las escuelas de administración pública, en esa época, no se enseñara esta nueva tecnología gerencial. Algún día debía escribir todas las ideas y experiencia que había acumulado para compartirlo con los funcionarios públicos y la academia, en verdad lo que estaba sucediendo en León en esa época fue un paradigma de nueva gerencia pública. Por mi parte, además de interesarme en el managment público, que nunca antes había estado en mi radar, me hice buen amigo de Ramón, amistad que conservo a la fecha.

Una de las primeras sorpresas que tuve cuando me presenté en los municipios que me tocaba atender, fue que no fui bien recibido, los tres presidentes municipales que me tocaba atender eran priístas, se habían opuesto a la designación de Medina como gobernador y consideraban que las tareas del CEDEM violaban la autonomía municipal. Sin intimidarme, empecé utilice todos mis recursos retóricos para convencerlos de lo útil que sería para ellos tener un aliado como yo en el gobierno del estado, podría gestionarles recursos, facilitarles trámites y darles ideas innovadoras. Sin embargo, a pesar de que me aceptaron y llegamos a hacer cosas interesantes, los presidentes municipales de esa época estaban menos interesados en los recursos del gobierno del estado (que también eran limitados) que en los federales, en efecto, los alcaldes de esa época competían con el Presidente Municipal de todos los mexicanos que era Carlos Salinas de Gortari.

Salinas había desarrollado el famoso programa de Solidaridad que organizaba a través de comités y promotores, a los vecinos de las colonias o comunidades para que propusieran y desarrollaran obras de beneficio social, así cuando se comprometían y se organizaban, Solidaridad financiaba cada una de las obras, (yo tenía muchas dudas sobre estos procedimientos, en una reunión de planeación que me tocó ir, los vecinos de un pueblo, en lugar de invertir en agua potable o drenaje, habían decidido construir un Lienzo Charro). Estos comités de Solidaridad tenían a su vez líderes municipales y estatales que intermediaban entre el Programa Nacional de Solidaridad, la delegación de Sedesol en el estado y los comités municipales y vecinales, de tal manera que tenían una organización muy fuerte desde los niveles sociales más básicos, que además, en muchas ocasiones tenían el mismo o incluso más dinero para gastar en inversión pública, que los propios gobiernos municipales y estatales. Por esa razón, los constantes choques entre el gobierno del estado, los presidentes municipales por un lado, y la delegación de Sedesol y los comités de Solidaridad por el otro, eran una cuestión cotidiana. No es casual que quien manejaba esos recursos, Luis Donaldo Colosio, haya sido después el candidato de Salinas a la Presidencia.

Carlos Medina, a pesar de todo el aparato de Solidaridad que violaba el federalismo y la autonomía de los municipios (los alcaldes priístas se quejaban de eso en privado, pero en público se disciplinaban a lo que viniera desde el centro) y a pesar de que la mayoría de los alcaldes del estado eran priístas, decidió descentralizar la planeación del gasto cediendo su facultad a los ayuntamientos, para que ellos y no el gobernador (ni los comités de Solidaridad) decidieran que obras públicas hacer, aumentándoles en algunos casos hasta 400% su presupuesto. Sin embargo, la manipulación priísta de los comités de Solidaridad, buscaron impedir el proceso para seguir manejando directamente los recursos del programa salinista, pero Medina no se dejó y finalmente se logró un punto medio donde los municipios tuvieran más capacidad de decisión. En privado los alcaldes priístas nos lo agradecieron, pero en público se amotinaban contra Medina con el pretexto de que les retrazaban los recursos de obra, sin embargo, Medina no tomó represalias y siguió trabajando generosamente con ellos.

Mientras esto sucedía, me indignaba como Salinas y su equipo, se aprovechaban de las necesidades de la gente más pobre y lo aprovechaban políticamente. El PRI, en Guanajuato era un partido de oposición que a todo decía que no particularmente en el Congreso y en los municipios (el PRD parecía conciliador en comparación y los priístas), al mismo tiempo los empleados del gobierno que eran priístas buscaban siempre boicotear las decisiones del gobernador, su reuniones con los líderes del PRI donde recibían instrucciones, eran conocidas por todos los que trabajábamos ahí sin embargo, para mi sorpresa no los despedían. Cada vez estaba más convencido de la necesidad de que los gobiernos de la democracia, promovieran un servicio profesional de carrera para los empleados públicos, para que se asegurara su neutralidad política y su profesionalismo, así servirían a los gobiernos emanados de cualquier partido con todo profesionalismo, además de que sería una herramienta para evitar el “amiguismo” y el boicot a los gobiernos de partidos distintos. 

Ahí me di cuenta que el PRI haría hasta lo imposible por no soltar el poder y en el caso de que lo tuviera que hacer, su labor de oposición sería boicotear lo más posible la actuación de los gobiernos del PAN. Confiar en la buena voluntad del PRI para llevar a cabo la transición, sería un error muy grave para los gobiernos de la democracia, pensaba para mi mismo. Volví a pensar en eso cuando trabajaba en Los Pinos.

Los acuerdos que llevaron al gobierno de Guanajuato a Carlos Medina, son conocidos en la superficie, es decir, que lo nombrarían gobernador interino y que el objeto de su mandato sería promover la reforma electoral en el estado para luego convocar a elecciones extraordinarias, sin embargo, había algunos otros arreglos que no fueron tan conocidos como el hecho de que Medina tendría como Secretario de Gobierno a un priísta con la justificación de que él controlaría un Congreso del Estado dominado por priístas. 


Salvador Rocha
No fue así, el Secretario de Gobierno Salvador Rocha Díaz, que había sido Ministro de la Corte, se dedicó a boicotear, todo el tiempo las acciones de gobierno que emprendía Medina, de manera burda y hasta llegar al ridículo, por lo que el gobernador amenazó con renunciar (al menos eso se rumoreaba) si no se iba Rocha Díaz. Finalmente se fue para felicidad de todos, a principios de 1993 y se nombró a otro priísta, más moderado, como Secretario de Gobierno, Roberto Suárez Nieto, sin embargo, a pesar de su buena disposición, no tenía buena salud y renunció a final de año, se dijo, que las presiones que recibía del PRI para seguir la línea de boicot de Rocha Díaz debilitaron más su salud y finalmente lo obligaron a renunciar. Medina nombró un Secretario de Gobierno panista y el estado siguió tan en paz, como siempre.
Carlos Chaurand

A pesar de que el interinato de Medina debió haber sido breve, la oposición priísta lo alargó, por un lado, es posible que Salinas atrasara el proceso, porque sabía que Fox se postularía y ganaría, cosa que el no permitiría y le causaría un conflicto y por otro lado, los priístas del Congreso del Estado, especialmente Carlos Chaurand, se empeñarían en boicotear al gobierno estatal para demostrar que el PAN no sabía gobernar. No lo lograron, finalmente se aprobó una nueva ley electoral y en 1995 se convocaron a elecciones que efectivamente, como había pronosticado Salinas, ganó Fox.

Mientras todo esto sucedía, veía con mucha crudeza, ejemplos de corrupción increíble que habían dejado los gobiernos anteriores. Un día, en una reunión con los pobladores de una pequeña comunidad del municipio de Ocampo, me reclamaron – como funcionario estatal – que por muchos años habían pagado una cuota para que les construyeran una carretera entre su comunidad y la carretera que va a León, sin embargo no tenían noticia, ni del dinero, ni de la carretera. Me puse a investigar en las oficinas de inversiones y de obras del estado y para mi sorpresa, la carretera aparecía como ¡concluida! en los registros de obra del estado, del dinero no había el menor rastro. Le comenté el asunto a Carlos Gadsden y este al Gobernador, pero efectivamente el dinero había desaparecido y la obra ni siquiera estaba comenzada, así que en una gira, el Gobernador prometió que haría la obra, la comenzó y ya siendo Fox gobernador la inauguraron, nunca nadie fue acusado del desfalco, ni se le dieron cuentas a los pobladores de su dinero. Algún funcionario del gobierno se quedó con el dinero e impune ante la justicia. El mejor incentivo para corromperse.

Para finales de 1993, el Congreso de mayoría priísta modificó el decreto de presupuesto que había enviado el gobernador castigando el activismo del CEDEM, como contrapeso al programa de Solidaridad y como contrapeso a la influencia del PRI, en los presidentes municipales emanados de sus filas y a la televisora del gobierno RTG (Radio Televisión de Guanajuato) les recortaron sustancialmente el presupuesto, por otro lado los diputados se exentaron de pagar un auto préstamo que se habían hecho ellos mismo con dinero del Congreso, es decir, de los contribuyentes.


Al cortar el presupuesto del CEDEM, Gadsden tenía que despedir a más de cuatro quintas partes de los consultores y asesores del Centro, algunos de ellos estaban muy preocupados por quedarse sin empleo, en mi caso yo no estaba en la lista de los despedidos, sin embargo, presenté mi renuncia, quería dejarle mi plaza a algunos de los más necesitados, por mi parte quería seguir haciendo política y promoviendo mi lucha por derrotar al PRI y hacer un país mas justo sólo que ahora lo haría a través de una revista que fundaría apenas se hiciera efectiva mi renuncia del Centro. Mi trabajo en el gobierno del estado había valido la pena y yo sentía que había puesto “mi granito de arena” en la transición, sin embargo, como era un funcionario menor yo sentía que no podía influir gran cosa en las decisiones y pensaba que a través de mi revista podría ser más influyente. Por otro lado, como llevaba muy poco tiempo en Guanajuato, la idea de hacer política sin tener arraigo, parecía una aventura  que no llegaría a buen término. Mi revista sería mi siguiente trinchera.

sábado, 21 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos XIV: CISEN y Servicio Civil.

Al final del segundo semestre de 1990, el martirio del pago de colegiaturas atrasadas me bajaba de mi nube académica a la realidad de que no tenía dinero, hasta el semestre de verano, me habían ayudado a pagar, pero a partir de ese momento el apoyo se acabó. La cosa se estaba poniendo grave, mientras terminaba el semestre, no podía trabajar y literalmente no tenía dinero para comer, así que si no conseguía una invitación de un amigo o pariente, me quedaba sin comer cosa que sucedió con relativa frecuencia, hasta que un día después de unos dos días de no comer, estando en la universidad, sentí un fuerte dolor en el estómago y una sensación de mucho malestar, sin dinero para ir a un doctor, intuí (sin tener que ser un genio para ello) que era por no comer, así que conseguí con un buen amigo mío que me prestara dinero y efectivamente al comer me sentí mejor, pero decidí que tendría que trabajar, lo que implicaría abandonar la universidad, porque no había un sueldo para mi que cubriera las colegiaturas, de cualquier manera asumí que sería una separación temporal porque para mí acabar la universidad era prioritario, pero comer lo era más. Después de muchos años de malestar gástrico, descubrí que mi dolor eran tres hermosas úlceras en mi esófago.

Cuando abandoné la universidad, debiendo una cantidad de dinero impagable, me preguntaba donde pedir trabajo o a quien acercarme. De pronto, me enteré de que mi tío Jorge Carrillo Olea (a quien no conocía y había usado su nombre para entrar a la Comisión Federal Electoral para protestar contra el fraude) era el director del nuevo Centro de Investigación y Seguridad Nacional. Por un momento se me ocurrió que podría pedirle trabajo, sin embargo, considerando mi oposición al gobierno y el hecho de que el CISEN era el centro de inteligencia política del régimen deseché de inmediato la idea. 

Sin embargo, pasaban las semanas y los meses y yo no conseguía un empleo y ya se me había acabado la lista de amigos que me habían invitado a comer (por supuesto nadie sabía de mi situación financiera) y las chambitas que podía hacer para ganar algo de dinero, de pronto tuve una idea nada genial pero que justificaría mi ingreso al CISEN, ¡el gobierno no era el PRI y yo podía trabajar en el gobierno sin servir al PRI! (era un Servicio Profesional de Carrera) y en verdad necesitaba el empleo, así que sin nada que perder, llamé candidamente a su oficina, me presenté como su sobrino y pedí hablar con él, obviamente esperaba que no me contestará, pero para mi sorpresa tomó el teléfono, me preguntó de quien era hijo, me dio una cita y me pidió que saludara a mi mamá de quien se acordaba perfectamente.

Me presenté a la cita en el bunker que está en Contreras un poco temeroso, la fama de los servicios de seguridad mexicanos nunca ha sido buena así que me preguntaba una y otra vez que hacía ahí, hasta que mi estomago sonaba y me mantenía firme en mi decisión de pedir empleo, estaba envuelto en mis pensamientos cuando llegó un ayudante que me llevó con él. Después de un laberinto de oficinas, esperé unos momentos en una antesala y de pronto salió Carrillo Olea preguntando quién era su sobrino, tímidamente respondí que era yo y me invito a pasar a su oficina. Una vez adentro, además de preguntarme por mi mamá y otras cosas familiares (por lo visto no se había enterado del asunto del 2 de julio de 88, no se acordaba o ya me había perdonado) me preguntó bruscamente qué quería, pensando en mis días de hambre, le dije sin dudar que quería un trabajo. Se quedó pensando un momento y luego como lamentando lo que me tenía que decir, me soltó – ¡no te puedo dar trabajo! Nuevamente, pensando en mis días de hambre, le pregunté porqué y me dijo – ¡porque te apellidas Olea!, intuí que si me daba empleo sería nepotismo y por eso no podía. Lo lamenté un poco, le di las gracias y me salí de su oficina.

Pasaron unas semanas y leí en el periódico, que Carrillo Olea había pasado de director del CISEN a otro cargo de lucha contra las drogas en la PGR, lo lamenté porque se veía que le gustaba su empleo en el CISEN. Unos días después recibí una llamada (de esas raras ocasiones en que mi teléfono no estaba cortado) de su oficina, me citaba para un día de esa semana en su nueva oficina de la PGR. Cuando me presenté ahí, me dijo con mucha calidez ¡ya puedes trabajar en el CISEN! Ve a ver a Alejandro Rubido, que era uno de los directores de área y él te va a ayudar, nuevamente me pidió que saludara a mi madre y se despidió. 

En verdad estaba agradecido, era en realidad un tío muy lejano, nunca lo había visto antes, una vez usé su nombre para ingresar a Gobernación y protestar contra el fraude del 88, no me había dado trabajo por no caer en el  nepotismo y luego sin que yo lo hubiera buscado, me habló personalmente para decirme que me había recomendado en el CISEN. Nunca lo volví a ver, sin embargo, años después, leyendo un libro supe que Jorge Carrillo había sido el militar que rescató al Presidente Echeverría del motín que hubo en su contra cuando se presentó en la UNAM, después de que alguien le aventó una pedrada en la cabeza como protesta por la matanza del 68, lo subió en un coche y lo llevó a Los Pinos. Posteriormente cuando supe las acusaciones que le hacían siendo gobernador de Morelos, lo lamenté mucho lo poco que lo conocí, me di cuenta que era una gente de carácter fuerte, pero de una gran calidad humana, hasta donde sé ninguna de las acusaciones que se le han hecho se ha probado.

Me presenté con Alejandro Rubido en el CISEN, un hombre
amable, pero también de carácter fuerte, me dijo que para obtener empleo en el CISEN no bastaba una recomendación, había que hacer una serie bastante larga de exámenes (2 o 3 días) y pasarlos, entre otros pasar el polígrafo (detector de mentiras) y hacer una confesión de tu vida. Me presenté a los exámenes y escribí mi confesión incluyendo mi militancia panista, pensaba que lo mejor era decir la verdad y si no obtenía el empleo, pues ni modo. Después de los exámenes, me llamó Rubido y me dijo que había pasado los exámenes pero que el único problema era mi militancia panista, entonces le dije, si no mal recuerdo que mientras trabajara en el CISEN la pondría en receso, para que no hubiera problema (en realidad necesitaba el trabajo, en esa época pesaba 57 kilos), Rubido aceptó y me mandó a personal para hacer todos los trámites de ingreso. En el fondo de mi alma me prometí que nunca haría una cosa chueca y que aprovecharía mi empleo en el CISEN para aprender algo de seguridad nacional y del funcionamiento del gobierno.


Después de las elecciones de 1988, me había prometido postularme para diputado en las elecciones de 1991, así que un día me presenté a la junta de comité del PAN en mi distrito que presidía Diego Zavala, padre de la hoy ex primera dama Margarita Zavala. Cuando llegué a la junta, noté mucha incomodidad de los presentes al ver mi presencia, interrumpieron lo que estaban diciendo y se apresuraron a concluir la orden del día. Cuando terminó, me acerqué al licenciado Zavala, éste me dijo bruscamente que yo no había participado en la campaña de Clouthier (ni en la suya para diputado) y que sabía que yo me había vuelto perredista, como niño que es descubierto a media travesura, no supe que decir, pero le dije la verdad, es decir, que había participado en un grupo de jóvenes por la democracia y que ese grupo eran amigos míos y habíamos apoyado a Cárdenas, pero que no era perredista, ni lo sería, que yo seguiría en el PAN y que quería seguir militando. Don Diego con afecto paternal que siempre le agradeceré me reprimió, aunque no recuerdo con exactitud sus palabras, recuerdo que me dijo que la militancia era cosa seria y que no podía dar bandazos, después me pidió que participara más, me perdonó y me invitó a asistir a la próxima junta. Tenía que ganarme de nuevo su confianza.

Aunque asistí a varias juntas del partido, mi trabajo en el CISEN me hacía imposible ser más activo en el PAN, a riesgo de perder mi empleo y de no cumplir la promesa que le había hecho a Rubido, era un lujo que no me podía dar, por supuesto, la idea de postularme estaba completamente fuera de mi alcance.

El año que trabajé en el CISEN, me asignaron al área de comunicación, donde elaboraba una síntesis de los medios vespertinos, después me cambiaron al área de fichas curriculares, donde se acumulaba y ordenaba información de miles de personas. Seguramente eso ha cambiado, pero cuando yo trabajaba ahí, normalmente se abrían folders con el nombre de determinada persona y se acumulaban, básicamente, recortes de periódico con notas en donde se le mencionaba. Otra fuente de información eran las mismas personas, a quienes se les solicitaba su currículo y ellos lo mandaban, finalmente en algunas ocasiones, los delegados del CISEN, enviaban información solicitada sobre determinadas personas. En el área que yo estaba, no había espionaje ni nada por el estilo, simplemente era un área de acumulación de información en papel y se ordenaba en forma de curricula laboral.

Me gustaba mi trabajo en el CISEN, pero donde yo estaba no era realmente un área de seguridad nacional, tampoco de espionaje político, nunca estuve seguro quien leía las fichas que hacíamos o a quien le servía esa información. Sin embargo, unos meses antes de las elecciones de 1991, me pude percatar de primera mano la simbiosis que había entre el PRI y el gobierno. Un día, cayó un “bomberazo” nos dieron la instrucción de elaborar una serie de fichas curriculares de una serie de personas que eran precandidatos a diputados del PRI, de la lista que enviaron, la curricula serviría para palomear la lista de candidatos. Otro día, me enviaron buscar alguna información a unos archivos muy viejos que había en un sótano, ahí había un documento que hacía referencia a Pancho Barrio y las elecciones de Chihuahua, en esa información decía que Barrio tenía una enfermedad del corazón y que eso podía usarse para demeritar su campaña. Finalmente, otro día me enviaron a revisar unas tarjetas escritas en máquina de escribir mecánica, de la época del DFS (Dirección Federal de Seguridad) en 1968, en ella se narraba las actividades cotidianas de un líder estudiantil, cuyo nombre no recuerdo, con muchísimo detalle. 

Fuera de eso, mi trabajo en el CISEN fue bastante calmado y me parecía que los funcionarios del Centro eran bastante profesionales he institucionales, ahí me di cuenta de una cosa muy importante para el futuro, la mayoría de los funcionarios no eran priístas, eran profesionales del servicio público que querían servir en el gobierno, pero que sólo decían que eran priístas para continuar en su empleo. En ese momento se me hizo fundamental que se creara un sólido servicio profesional de carrera, que asegurara la neutralidad política de los funcionarios, su profesionalismo y le quitara a los partidos la capacidad de convertir los puestos públicos en un botín político. Respetar la profesionalidad y la neutralidad política de los funcionarios sería una de las más sólidas claves para eliminar la corrupción en México. No se me olvidaría.


Después de trabajar en el CISEN un poco más de un año, ahorré todo el dinero que pude y un buen amigo de mi padre se ofreció a pagarme la reinscripción a la ibero, así renuncié al CISEN para seguir estudiando, porque el dinero que ganaba ahí y los horarios de trabajo que había me impedían ir a la universidad, así que con un semestre de oxígeno salí del CISEN y regresé a la universidad, sin embargo, a medio semestre se volvió a terminar el dinero y volví a abandonar la escuela, sin embargo, nuevos horizontes aparecerían en el camino y parafraseando a Machado, confiaba en que “caminante no hay camino se hace camino al andar”...

jueves, 19 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos XIII: Privatización e Injerencia

Por ello, ante la falta de arrojo del gobierno de Miguel de la Madrid y después del asunto del arresto del líder petrolero “La Quina” y del reconocimiento del triunfo del PAN en Baja California Norte (y a pesar del conflicto en Michoacán) empezó a cambiar mi percepción del Presidente Salinas de Gortari. Aunque no estaba muy atento a lo que hacía su gobierno, en mi cabeza su origen fraudulento lo descalificaba completamente, así que sólo de manera marginal ponía atención a sus actividades, lo de “La Quina” no me había impresionado mucho porque pensaba que lo había fabricado, sobre todo porque corría el rumor de que el líder petrolero había apoyado a Cárdenas en la campaña. Sabía que estaban renegociado la deuda externa, pero mi escepticismo era muy grande ¿no había hecho eso De la Madrid todo el sexenio pasado? Tenía la impresión que sería otro De la Madrid, pero más joven, con un refrito del mismo discurso y de las mismas acciones. Mientras no derrotemos al PRI y haya un sistema de equilibrios y contrapesos que limiten el poder del Presidente y de sus partidarios, como diría Popper, no creeré en la eficacia de los políticos.


Sin embargo, un día anunciaron la renegociación definitiva de la deuda externa y un acuerdo muy atractivo para México con la banca internacional, posteriormente se hizo una ceremonia en Palacio Nacional donde se protocolizaron los acuerdos que reducían la deuda unos 20 mil millones de dólares y además se abrían las puertas a nuevos créditos entre otras cosas. Viendo la televisión y posteriormente leyendo los periódicos, me quedé sorprendido, esperaba que México volviera a crecer y que la democracia llegara en una economía en crecimiento no en una economía en crisis. Salinas había logrado llamar mi atención, su equipo, especialmente Pedro Aspe. Por si fuera poco leí en alguna columna que la negociación había sido muy difícil y que Salinas había advertido que si no había negociación, habría una suspensión de pagos, que al final había logrado doblarle las manos a los banqueros internacionales.


Me gustó mucho lo que leí y quizá con ganas de tener buenas noticias después de un sexenio de malas, subieron los bonos de Salinas en mi fueron interno, si me hubieran encuestado habría dicho que le ponía 9 de calificación en la renegociación de la deuda y 7 en democracia, 10 por haber reconocido el triunfo del PAN en Baja California por un lado, pero 0 por lo sucio de las elecciones en Michoacán y en otros lugares de la República. La atención de Salinas al marginado municipio de Chalco en el Estado de México como producto concreto de los ahorros de la renegociación y su incipiente programa de Solidaridad, no me sorprendían, el PRI y sus gobiernos, eran expertos en prácticas populistas y yo sentía que eran pura propaganda, al final estaba seguro (y lo sigo estando) de que la pobreza se acabará sólo cuando se acaben los privilegios derivados de la corrupción e impunidad de los políticos y sus asociados en la inicitiva privada, y eso no parecía reducirse. 

No acaba de salir de mi sorpresa respecto de la renegociación de la deuda, cuando Salinas envió al Congreso un proyecto de reforma constitucional que permitiría reprivatizar la banca, unos meses después anunció la privatización de Teléfonos de México que, por cierto daba un pésimo servicio, y luego se anunció la venta de Imevisión, la compañía estatal de televisión y radio. 

En esta, Salinas me había tomado por sorpresa, sobre todo porque Miguel de la Madrid, nunca se había atrevido a tanto, básicamente porque en el fondo nunca rompió con su mentalidad estatista, con la que nunca estuve de acuerdo. En mi experiencia, no hay ningún lugar en el gobierno donde haya tanta corrupción como en las empresas paraestatales. La venta de Telmex era una excelente noticia, en mi interior pensaba que con la privatización, habría muchas empresas que compitieran y que mejoraran el servicio, que era muy malo. En esa época, conseguir una línea de teléfono podía tardar años, las nuevas empresas - esperaba - abaratarían las tarifas. De cualquier manera hubiera estado dispuesto a pagar más siempre y cuando hubiera servicio y fuera de mejor calidad. 

La privatización de la banca era música para mis oídos, quitarle ese poder al Estado, a favor de la sociedad siempre es algo bueno y el hecho de que la iniciativa privada retomara las instituciones bancarias permitiría, pensaba yo, que los banqueros privados se preocuparan por prestar dinero a las empresas, buscar tasas más atractivas para competir por los clientes y mejorar el consumo de la clase media. Finalmente, la venta de Imevisión, era la que me gustaba más de todas porque alguien le haría algo de competencia a Televisa cuyos noticieros eran espectacularmente mentirosos respecto de la vida política de México.

Empezaba a entusiasmarme, pero la magia no duró mucho, cuando se anunció el método de privatizaciones, yo esperaba que las acciones de esas empresas y bancos, se cotizaran en la Bolsa de Valores, que se pulverizara el capital (se democratizara) entre los inversionistas que ya había y otros nuevos que ingresaran al mercado de valores y que unas buenas administraciones profesionales echaran a andar esas empresas en beneficio de sus accionistas y de los consumidores como se había hecho en algunos países de Europa del Este. 

En lugar de eso el gobierno había optado por el método de subastas “públicas”, me decepcioné, inmediatamente vino a mi cabeza las relaciones incestuosas entre políticos y empresarios y la forma en la que los últimos obtenían contratos y privilegios de los primeros, así que no me hice las ilusiones sobre la transparencia y conveniencia de las “subastas públicas”. 

Por más que el Secretario de Hacienda nos quería convencer a los mexicanos de la transparencia de las subastas, como no había un auditor verdaderamente independiente y con facultades y poder suficiente para transparentarlas, nunca le creía, y creo que en eso acerté, las famosas subastas estaban prefabricadas. Serían unos cuantos empresarios privilegiados y subsidiados, los beneficiarios y Salinas crearía una nueva clase empresarial leal al PRI y a él. No esperaría mucho de las privatizaciones, pero de cualquier manera, pensaba que era mejor que fueran empresas privadas y no estatales, al menos los dueños no se sentirían “encomenderos” que buscarían como explotar la encomienda por seis años en su beneficio con la complicidad del sistema, sino empresarios, dueños, que al menos podrían ver el largo plazo y cuidar a sus clientes y socios. 

¿Es mejor un monopolio público que uno privado? - en mi opinión, en general, son igual de malos, sin embargo, con el tiempo, los errores y la corrupción en las privatizaciones “públicas” permitieron que los bancos acabaron en manos de la banca internacional, Telmex se convirtiera en un enorme monopolio que expolia con sus tarifas el ingreso disponible de los mexicanos todos los días, produciendo a uno de los hombres más ricos del mundo, aunque su servicio es infinitamente mejor que el del Telmex estatal. Por su parte Televisión Azteca, si ha competido con Televisa, pero la manipulación de la información todavía duró muchos años más y los escándalos de corrupción “siguieron continuando”.

De cualquier manera, el sexenio de Salinas estaba tomando un rumbo que me gustaba; a diferencia del De la Madrid, el país se estaba moviendo, la inflación bajaba, porque la deuda se renegociaba, las empresas estatales se privatizaban y por tanto el déficit fiscal era menor, más allá de mi oposición al sistema priísta y de que no se me olvidaban los fraudes electorales y el presidencialismo imperial, me parecía muy interesante lo que hacía Salinas porque de alguna manera disminuía el poder del Estado sobre las libertades individuales y eliminaba muchas áreas de corrupción gubernamental. Para mí las empresas paraestatales eran todo menos empresas públicas, sino verdaderas encomiendas virreinales que inhibían la iniciativa y producían muchos millonarios sexenales, la privatización, aún mal hecha era música para mis oídos. 

En el futuro, cuando haya democracia, pensaba, sería la hora de hacer cuentas con los beneficiarios, abrir la competencia y destruir los privilegios pero por lo pronto se disminuyen espacios de corrupción. Años después cuando leí sobre los impuestos que se cobraran a los monopolios para compensar el tiempo en que no tuvieron competencia, sobre el gobierno corporativo de las empresas y sobre los consejeros que cuidan los intereses de los accionistas minoritarios, pensé que sería una manera de hacer cuentas con los beneficiarios de las privatizaciones y los dueños de los monopolios. Sigo soñando.


En este mismo ritmo alucinante de reformas, Salinas lanzó la iniciativa de abrir la economía al comercio exterior, reduciendo las barreras y protecciones a la industria para hacerla competir con las empresas del extranjero y abrirle puertas para vender sus productos en el exterior, eso incentivaría a los empresarios mexicanos a mejorar la calidad de sus productos beneficiando a los consumidores que no tendríamos que aguantar la clásica mala calidad de los productos “chafamex” como les decíamos en esa época. La estrategia de Salinas, al igual que la del mundo desarrollado era una apuesta por la calidad y la innovación, el lema quizás era algo así como “modernizarse o morir”.

Pensando en los grandes cambios (mutaciones) que estaba
experimentando el mundo en materia política y económica, yo sentía, desde mis lecturas y discusiones universitarias, que Salinas estaba, finalmente, alineando a México con el mundo, nada prepara más a México para la democracia que una economía próspera, pensaba yo. Disminuir el déficit fiscal vendiendo las empresas paraestatales, confiar en el mercado en lugar de la planificación central, reducir la deuda, abrir la economía al comercio exterior, a la inversión extranjera y por tanto a la transferencia de tecnología ¿No era lo que estaban haciendo en el mundo desarrollado como estrategia frente a su propia crisis de deuda y de competitividad para progresar y ofrecer bienestar económico a su población? ¿Reducir las paraestatales, abrirse al mercado no era una manera de eliminar espacios de corrupción quitándole poder al gobierno? ¿No era una manera de modernizar la economía? ¿Cómo podía estar en desacuerdo con las políticas de Salinas, si estaba haciendo cosas que desde hace mucho yo pensaba que se debían de hacer?

En esos días, a pesar de mi antisalinismo crónico derivado del fraude de 1988 y de mi desconfianza hacia un régimen sin equilibrios ni contrapesos, pensaba que Salinas estaba haciendo lo correcto y me entusiasmaba en lo que podían derivar sus reformas. Si comparaba lo que pasaba en el mundo particularmente en materia económica (no política, Salinas nunca ha sido un demócrata) con las reformas salinistas, me parecían similares, el mundo estaba cambiando y si México se quedaba atrás se profundizaría la injusticia agravada por mayor pobreza, así que Salinas estaba poniendo la economía mexicana al día para enfrentar los retos de la llamada “globalización”. ¿Porqué me habría de oponer a medidas con las que estaba de acuerdo aunque vinieran de un gobernante espurio? Ya llegaría el momento (y llegó) de regresar el gobierno a la legitimidad, pero si la transición llegaba en una situación de estabilidad y crecimiento económico sería mucho mejor.

Las reformas salinistas, fueron apoyadas por el PAN, sin embargo, daba la impresión que se hubiera podido pedir más, incluso unirse con el PRD para hacer reformas más profundas más allá de la voluntad de Salinas, sin embargo, Cárdenas, el PRD y sus aliados estaban instalados en que no se podía negociar, ni nada, con un Presidente espurio por lo que de alguna manera el PRD se automarginó de la negociación. Yo por mi parte no sabía por qué el PAN y el PRD no se unían como en la Concertación Chilena para hacer las reformas que México necesitaba; controlar el Presidencialismo y con una agenda buscar la mayoría en las elecciones intermedias. 


Así mientras el PAN negociaba y apoyaba a Salinas y de alguna manera lograba pequeños avances, el PRD se radicalizaba y mantenía por un lado una oposición sistemática a todo lo que propusiera el gobierno y por otro un discurso económico muy anacrónico que cerraba los ojos a los cambios del mundo. Si bien en 1988 yo había apoyado a Cárdenas porque pensaba que el FDN y no el PAN podía derrotar al PRI, en 1990, ante la oposición sistemática y quizás poco talentosa del PRD y su discurso económico anacrónico, empecé a pensar que la victoria del PRD en las elecciones del 88, hubieran creado una profundización de la crisis económica.

Cuando pensaba esto, trataba de reprimirlo, porque sentía que estaba validando el fraude, sin embargo, no tenía dudas, en 1988 hubo un fraude electoral; en mi opinión Cárdenas había ganado las elecciones, sin embargo, me daba cuenta que la ideología y el pensamiento del PRD era mucho más Cardenista que socialdemócrata y que ese discurso era anacrónico y que por ello hubiera llevado a México por el camino equivocado, o quizás, a un hipotético gobierno cardenista le hubiera sucedido lo que al gobierno de Miterrand en Francia que tuvo que echar para atrás sus reformas (como nacionalizar la banca) y nacionalizadoras, por la crisis económica que estaba provocando y retomar el camino del mercado y un papel más estratégico y justiciero, y menos patronal para el estado. Nunca lo sabremos, pero la realidad es que el cardenismo se había detenido en un discurso económico anacrónico y en una oposición sistemática al régimen que de pronto – al menos eso me parecía – dejaban sólo al PAN, que lograba pequeños avances con la fuerza (en ese momento tercer fuerza) que tenía.

Mientras a nivel nacional observaba la evolución del salinismo y su alianza con el PAN y la represión a todo lo que oliera a PRD y el discurso anacrónico de sus líderes, el mundo se convulsionaba; en el verano de 1990 Sadam Hussein, Presidente de Irak había ordenado la invasión de Kuwait, un pequeño país inundado en petróleo y se lo había anexado como su provincia número 19. Según muchos testimonios Hussein se había atrevido a invadir Kuwait sobre la premisa de que Estados Unidos no lo impediría porque se convertiría en un nuevo Vietnam, que el pueblo estadounidense no aceptaría. Se equivocó. Con la Unión Soviética en franca retirada, por sus múltiples crisis económicas, la hegemonía de Estados Unidos en materia militar y política era incontestable, además de que Bush comparó la invasión a Kuwait con la invasión de Hitler a Checoslovaquia en 1938, que permitieron Inglaterra y Francia en la lógica de un falso pacifismo y lo único que lograron fue fortalecer más a Hitler y darle tiempo para que se prepara para la guerra. 

Bajo esta comparación, Bush pensaba que permitir la invasión a Kuwait abriría las puertas para que Hussein invadiera Arabia Saudita y se apoderara de la reserva de petróleo más grande del mundo, por ello declaró que no permitirían la invasión a Kuwait y le exigió a Hussein dar marcha atrás en la invasión o de lo contrario tendrían que sacarlo por la fuerza.

De pronto, a nivel mundial se dio un debate muy interesante sobre el llamado Derecho de Injerencia, que proclamaba que aunque ninguna nación tenía derecho a intervenir en los asuntos internos de otra, el derecho de no injerencia concluía, ante el deber de asistencia, a una nación en desgracia como Kuwait y luego la ex Yugoslavia. Este debate fue muy interesante porque marcaría unos de los ejes en torno a los cuales girarían muchas de las relaciones de seguridad globales en la posguerra fría. Yo estaba sorprendido por la desfachatez y el cinismo de un Jefe de Estado como Hussein que decidía sin ningún escrúpulo invadir otro país, sólo porque no se podía resistir a sus fuerzas militares y meditaba sobre el hecho de que nadie reprimiera esa actitud.

Muchos comentaristas e intelectuales criticaban el hecho de que Estados Unidos se constituyera en una especie de policía mundial que reforzara el derecho internacional o lo ignorara cuando le conviniera, sin embargo,  había una exigencia mundial para detener a Hussein. Lo interesante del caso, además del propio conflicto que concluyó con la expulsión de Hussein de Kuwait al año siguiente, fue que la guerra se convirtió en la primera guerra televisada en vivo, vía satélite a los hogares. El papá de mi buen amigo Arturo Márquez, con el humor sarcástico que siempre ha tenido, hizo una cena en su casa para ver la guerra por televisión. Si eso no era prueba de un mundo mucho más interdependiente, nada lo sería.  

Recuerdo haber pensado que la política exterior de México que le había dado prestigio en el pasado, estaba completamente rebasada y que era el momento de participar con mayor iniciativa en la seguridad mundial. México, pensé, es un país que se ve demasiado el ombligo, en materia económica empezaba a ver para afuera, pero en materia de seguridad no había más política que un discurso anacrónico de la soberanía.

miércoles, 18 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos XII: Cambiar o Morir

Pagadas mis deudas escolares, empecé el año de 1990 por lo menos con un semestre más de oxígeno, no sería rico pero no debía dinero y podría asistir a la universidad. 1990 sería un año tan apasionante y lleno de acontecimientos trascendentes como 1989, a diferencia de la fiesta que fue la Caída del Muro (que luego sería desmantelado) en 1990, empezaron los movimientos de independencia de las repúblicas soviéticas y se hicieron evidentes, los problemas estructurales de las economías de los países socialistas, después de la celebración había que “limpiar el tiradero” y transitar a la democracia y a la economía de mercado, sería muy difícil, cara y dolorosa, pero necesaria. Gorvachov vería esfumarse a la Unión Soviética y los resultados de la Perestroika y las Glasnots serían agridulces.

Además de las verdaderas mutaciones políticas que vivía el mundo con el fin de la Guerra Fría, la caída del comunismo en Europa del Este y las transiciones a la democracia en América Latina, Alponte (en su clase de Historia Económica Mundial) nos hacía notar como paralelamente, crecía y se desarrollaba, otra mutación igual de grande y trascendente; el sistema económico derivado de la Segunda Guerra Mundial, del posterior proceso de descolonización, de la economía de la Revolución Industrial (de su fábricas con miles de obreros y pesadas máquinas) y de la hegemonía económica y financiera de Estados Unidos estaba completamente agotada. 

A principios de la década de los noventa el desarrollo de la biotecnología, la robótica y el desarrollo exponencial de la informática y las telecomunicaciones produjeron un cambio en la forma en la que las diferentes naciones del mundo producían bienes y servicios y los intercambiaban unas con otras. Estas tecnologías transformaron de fondo los intercambios financieros y las cotizaciones de valores y dinero y fundamentalmente obligaron a las economías del planeta a interrelacionarse más, volviéndolas casi completamente interdependientes.

En efecto, si en 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos generaba por si solo el 50% del PNB mundial, con base en su capacidad industrial, para el fin de la Guerra Fría generaba un poco menos de una cuarta parte. Cuando en 1944, los países aliados vislumbraban ya el fin de la guerra, sabían que sólo la fortaleza de la economía norteamericana y por lo tanto del dólar (que se volvería el eje cambiario internacional tazado de manera fija con el oro), podrían sostener la reconstrucción de la posguerra. Durante cerca de 25 años el sistema había funcionado bastante bien, permitiendo la reconstrucción de Europa Occidental y Japón y la expansión de la economía en Estados Unidos, sin embargo, una buena parte de esa expansión económica se había hecho con base en el incremento de la deuda de los gobiernos.

La estrategia económica de la posguerra se basó en la estrategia (imprecisamente atribuida al economista inglés John Maynard Keynes) de aumentar el gasto gubernamental transfiriendo parte del costo de la economía a la deuda pública, por la vía de subsidios directos al consumidor o a través de empresas propiedad del gobierno. La idea era que el consumidor al recibir transferencias gubernamentales (básicamente precios subsidiados) incrementaría su ingreso disponible, lo que estimularía el consumo y por tanto el crecimiento económico, lo que al final redundaría en más impuestos que cubrirían la deuda gubernamental y fundamentalmente estimularían el empleo y abatirían las desigualdades sociales.

Durante los 25 años posteriores a la II Guerra Mundial, la mecanización de la agricultura disminuyó drásticamente el número de personas que trabajaban en ese sector (en Estados Unidos menos del 3% y en Europa menos del 8% en México 30%) mientras que la producción de alimentos creció exponencialmente. La mayoría de los agricultores habían emigrado a las ciudades para trabajar en el sector industrial, básicamente como obreros en los servicios y el comercio. En este contexto, la expansión económica generaba tasas de empleo muy altas, sin embargo, a principios de los setenta, la situación se había tornado insostenible. 


En primer lugar, en el mercado financiero mundial había muchos más dólares, que oro en las reservas de Estados Unidos, por lo que el patrón dólar-oro tuvo que ser abandonado por el gobierno norteamericano, obligando a la devaluación del dólar y la libre cotización de monedas como el marco, la libra o el yen japonés, lo que a su vez, devaluó las reservas en dólares y abarató el intercambio comercial mundial (especialmente con los países del tercer mundo que vendían sus materias primas agrícolas y minerales en dólares). 

En segundo lugar, los principales países productores de petróleo (insumo básico de la Revolución Industrial) se aliaron para subir los precios del petróleo, lo que provocó un aumento en la inflación en los países industrializados, por tanto una disminución del ingreso disponible de los consumidores y una recesión mundial en las economías y el crecimiento de los déficits en el gasto del gobierno. 

En tercer lugar, el desarrollo de nuevas tecnologías estaba provocando que muchas empresas disminuyeran su oferta de empleo y eliminaran millones de puestos de trabajo, de tal manera que la hipótesis del crecimiento económico vía el aumento del consumo estaba teniendo problemas para seguir funcionado ya que los déficits de los gobiernos aumentaban, el empleo disminuía, la inflación crecía y la economía se estancaba.

En este contexto, al interior de los países desarrollados, se cuestionó fuertemente la estrategia económica de la posguerra, fundamentalmente porque la condiciones de 1945 habían cambiado radicalmente para finales de los setenta. No sólo Estados Unidos ya no podía sostener el patrón Dólar-Oro, ni generaba el 50% del PNB mundial, sino que el desarrollo tecnológico había provocado el recorte de millones de puestos de trabajo por lo que los subsidios gubernamentales y las empresas del estado, no sólo ya no estimulaban el pleno empleo, sino que estaban generando graves procesos inflacionarios y recesión económica. Así un cambio en la estrategia económica era inminente, primero desde el bando de partidos conservadores y después desde prácticamente todo el espectro ideológico se hizo evidente que la estrategia del gran gobierno estaba agotada y había que desarrollar una nueva.

Era evidente, en primer lugar que ante la desaparición del patrón dólar-oro, el valor de las monedas provendría más que nada de su comercio exterior, es decir, de lo que se pudiera comprar con cada moneda y de la disciplina en su gasto gubernamental, por ello la apertura al comercio exterior y la reducción de los déficits del gobierno se volvió una prioridad en todo el mundo. En segundo lugar, la nueva estrategia de apertura al comercio exterior, implicaría la demanda de prácticas de comercio equitativas entre los países competidores, por lo que los subsidios y las protecciones a la industria se verían como practicas desleales, así que las batallas para abrir las fronteras y hacer más equitativo el comercio, se convertirían en una de las prioridades de los gobiernos. 

En tercer lugar, los bienes y servicios debían competir con base en la calidad de sus productos y la eficiencia en su manufactura y gerencia, por lo que la calidad de los bienes sería casi tan importante como el precio estimulando procesos de eficiencia y calidad en la producción industrial, obligando a una disminución de los subsidios gubernamentales, lo que de paso, tendría un efecto positivo en las finazas públicas y en el control de la inflación. En cuarto lugar, el desarrollo tecnológico, cambiaría las relaciones industriales, ya que la economía trascendería la lógica  de la Revolución Industrial de uso intensivo de mano de obra, por el de uso intensivo de tecnología, (incluso en países de mano de obra muy barata), por lo que se debilitaron fuertemente los sindicatos y aumentó gravemente el desempleo.

Estos cambios en los países desarrollados, tuvieron un impacto muy fuerte en las economías de los subdesarrollados que estaban en proceso de industrialización. Los países periféricos, habían seguido la misma estrategia de la posguerra que los países desarrollados, adaptada a su necesidad de industrializarse, es decir, aumentaron el tamaño del sector público y subsidiaron el desarrollo industrial, creando grandes empresas propiedad del gobierno y cerrando las fronteras con la meta de sustituir sus importaciones. 

Al mismo tiempo implementaron, aunque de manera marginal, el llamado estado de bienestar haciendo transferencias, a través del gasto público, de subsidios al consumo y servicios públicos a la población con el fin de desarrollar a las clases medias. Así, mientras los países desarrollados exportaban bienes de capital, intermedios y de manera muy restringida de consumo a los subdesarrollados. El llamado tercer mundo, ofrecía a cambio, materias primas, ya sea minerales o agrícolas obteniendo divisas para sustentar su desarrollo. Adicionalmente, como parte central de la estrategia, mantenían cerradas sus fronteras a muchos productos de importación para evitar la competencia a sus industrias nacionales en proceso de crecimiento lo que les permitiría industrializarse (sobre todo a través de su sector paraestatal) y eventualmente desarrollar plenamente sus economías y hacer crecer a sus clases medias.

En este contexto, el aumento del precio del petróleo a principios de la década de los setenta, los cambios en el sistema cambiario mundial y la tecnificación de la producción industrial, afectaron, aunque de manera desigual, a los subdesarrollados. Por un lado, aquellos países que tenían petróleo (como México) observaron un aumento espectacular de sus ingresos y por tanto su capacidad de industrializarse (nuevamente a través del sector público), pero también aumentó su capacidad de endeudarse, por otro lado, abarató el precio de otras materias primas minerales y sobre todo agrícolas lo que encareció la adquisición de bienes de capital y manufacturas.

Durante la década de los setentas, hizo crisis la estrategia económica derivada de la Segunda Guerra Mundial, basada a nivel mundial, en la estabilidad del dólar, en los bajos precios del petróleo, en un comercio internacional entre países desarrollados y subdesarrollados que intercambiaban bienes industriales por materias primas y a nivel doméstico, en un sector público industrial grande y en una estrategia de bienestar para la población sustentada en la transferencia de ingresos a la población, vía subsidios a los servicios públicos y al consumo. Para finales de la década, el abandono del patrón dólar-oro, el aumento del precio del petróleo, las enormes deudas públicas de los países desarrollados y el desarrollo de nuevas tecnologías para la producción industrial, provocaron graves procesos inflacionarios, bajo crecimiento económico y un alto desempleo. Por otro lado, en los países subdesarrollados, especialmente en aquellos que tenían petróleo, el aumento de sus ingresos, provocó un severo endeudamiento, básicamente, en su sector paraestatal.

Para inicios de la década de los ochentas, los gobiernos del Reino Unido y Estados Unidos primero, y después otros países industrializados, entraron en un proceso de severo ajuste y de rediseño de su estrategia de desarrollo. En primer lugar buscaron disminuir el papel preponderante del gobierno y sus empresas en el desarrollo económico y las vendieron al sector privado o las liquidaron, transfiriendo la responsabilidad del desarrollo mucho más al mercado que a la planificación central del gobierno, lo que a su vez les permitió reducir sus déficits fiscales y bajar la inflación. 

En segundo lugar relajaron sus leyes laborales, de tal manera que las empresas pudieron ajustar su planta laboral  (despedir obreros) o reducir los salarios de los trabajadores, introduciendo nuevas tecnologías en la industria, para ofrecer sus productos a precios competitivos disminuyendo la carga salarial. En tercer lugar, desarrollaron una estrategia de apertura comercial muy agresiva eliminando protecciones y barreras a las importaciones y exportaciones, firmando pactos comerciales y negociando tratados multilaterales para que hubiera reglas de comercio equitativas que además les permitiera transferir sus fabricas a países con salarios muy bajos. Finalmente, el espectacular desarrollo de las telecomunicaciones y de las tecnologías de la información, la robótica, la biotecnología transformaron sus formas de producción, de comercio y de intercambios financieros provocando por lo menos tres efectos:

a) La globalización de 
la producción y del comercio, 
es decir, un producto
podría diseñarse en 
Estados Unidos, mientras 
que podría manufacturarse 
en varios países asiáticos 
y venderse en América 
Latina, en Europa o en el propio
Estados Unidos todo perfectamente controlado a través de las
telecomunicaciones y las nuevas tecnologías de la información.

 b) La globalización de las finanzas, es decir, que a través de las telecomunicaciones y la informática, los flujos financieros serían mucho más rápidos, menos posibles de controlar y estarían buscando siempre los mejores rendimientos y serían independientes del flujo comercial.

c)     La reingeniería de los procesos de negocios, es decir, la manera tradicional de organizar las empresas, la producción y los bienes cambiarían sustancialmente. El uso intensivo de mano de obra no calificada, sería sustituido por el uso intensivo de tecnología e innovación, las empresas serían más pequeñas y los productos menos masivos y diseñados para satisfacer las particularidades de los clientes. El valor agregado de los bienes y servicios sería mucho más simbólico (más basado en el conocimiento) que físico.


En el contexto de estas verdaderas “mutaciones” económicas y políticas del mundo, durante los años ochenta, la enorme deuda que habían dejado los años petroleros en México y la corrupción, la timidez, la indecisión y las trabas ideológicas del gobierno sumieron al país en una grave crisis económica, que impidió aprovechar los cambios que se daban en el mundo y profundizaron el atraso económico y político del país.

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