martes, 17 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos XI: Primera Gubernatura, la Mutación se Acelera


Durante el verano, regresé a Chihuahua, no había vuelto desde el verano de 86 y me encontré una Chihuahua distinta, mucha gente decía que Fernando Baeza, el gobernador que había llegado producto de un criminal fraude electoral, había resultado un buen gobernador, noté una sociedad más apática y aunque no totalmente, más desencantada, ese año habrían elecciones intermedias (las primeras después de 86), pero no hubo un gran movilización, el abstencionismo fue muy alto. Sin embargo, estando en Chihuahua, me enteré por la televisión del triunfo de Ernesto Ruffo en Baja California Norte y de que el PRI y el gobierno habían reconocido su triunfo.

Estando en Chihuahua, después del fraude que había vivido apenas unos años atrás en ese estado, no había ninguna palabra que pudiera explicar la alegría, la sorpresa, el entusiasmo y la sensación de reivindicación que sentía, por el hecho de que el PAN hubiera ganado una gubernatura por primera vez en su historia y se le hubiera reconocido, en algún momento de pesimismo había llegado a pensar que no me tocaría ver una cosa como esas. Jamás me pasó por la mente que eso hubiese sido producto de una negociación, hacer una afirmación como esa me parecía una falta de respeto a los bajacalifornianos, además eso demostraba que ya había madurez para derrotar al PRI y que este, empujado por Salinas lo reconociera. Me puse a gritar, a festejar como loco, hasta que me preguntaron qué si estaba bien, cuando les platiqué lo que pasaba, me sorprendió que no hicieran mayor aspaviento, por más que les quería explicar la trascendencia del momento, lo más que logré fue algunas tibias expresiones de satisfacción. Sin mucho cuorum para festejar, celebré el triunfo de Rufo en mi mente y en mi corazón, esa noche no pude dormir, me sentía reivindicado y optimista. Ojalá el PAN gobierne muy bien, pensé, porque a la gente, después de la fiesta electoral lo que le importa más es su bienestar y si el PAN gobierna mal, la transición se va a frenar.

Mientras disfrutaba el triunfo del PAN en Baja California Norte, me enteraba de las denuncias de fraude en Michoacán y posteriormente del conflicto poselectoral que viviría ese estado, a diferencia de la celebración democrática bajacaliforniana, en Michoacán el sistema había mostrado su peor cara, muchos periodistas y comentaristas hablaban de la democracia selectiva, una para el PAN que había decidido colaborar con el gobierno y otra con el neonato PRD, que había decidido no reconocerlo y enfrentársele, el PRD y todos los que tuvieran agravios pendientes con Salinas de Gortari, sufrirían las consecuencias durante todo el sexenio.

 Regresé en el otoño a la universidad, como había estado en Chihuahua, no había festejado el bicentenario de la Revolución Francesa con mis amigos de la UNAM, así que Arturo Márquez organizó una buena fiesta en su casa en la que planeábamos, además de celebrar, leer en voz alta la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y gritar el lema de “libertad, igualdad y fraternidad”. Todo el año habíamos estudiado el proceso de la Revolución Francesa con Alponte y no podíamos dejar pasar la fecha como si nada. Además de un hecho histórico muy trascendente, el proceso revolucionario de Francia a fines del siglo XVIII, se había vuelto una categoría teórica, una forma de explicar fenómenos políticos y un referente idealista de cambios sociales.

Alponte insistía mucho en tres cosas sobre la Revolución Francesa; en primer lugar (de manera muy resumida) que había sido precedida de la Enciclopedia y la Ilustración, por lo tanto de la idea de la tolerancia, la razón y el laicismo, la mayoría de los maestros de la Enciclopedia no vivirían para verla, pero sus ideas, investigaciones y reflexiones, serían la base sobre la que se construiría ese proceso. En segundo lugar, la Revolución no había estallado por la toma de la cárcel de la Bastilla, sino por la convocatoria a los Estados Generales (Aristocracia, Clero y la Burguesía o Tercer Estado) por Luis XVI, para que financiaran el déficit del Estado que el banquero real Necker consideraba muy grave. Cuando la burguesia se dio cuenta que ellos eran los únicos que tenían dinero y la aristocracia y el clero no querían y no podían constribuir, desecharon el voto corporativos (1 voto para cada estamento) y se constituyeron en una asamblea soberana con votos individuales anulando el absolutismo. Tercero, el terror de Robespierre y el Comité de Salud Pública, solamente duró unos meses y después de eso las libertades prevalecerían.

Después de la Revolución, la historia de Francia sería muy azarosa, vendría Napoleón, el regreso de la Monarquía de Luis XVIII y Luis Felipe de Orleáns, Napoleón III y finalmente la democracia, me daba cuenta que los procesos políticos son largos y que todos los cambios radicales producen liberadores que luego se convierten en tiranos como Robespierre, pero si no hay una “enciclopedia” o una “Ilustración” atrás de una Revolución el terror podrá durar más de 18 meses. Alponte solía citar una frase de Hannah Arendt que decía algo como “la verdadera revolución culmina no con el cambio social [de caudillos o sistemas, me permito añadir] sino con la fundación de la libertad”. La idea de que la Revolución era la fundación de la libertad, me sedujo y de pronto empecé a pensar que la fundación de la libertad, más que la sola derrota del PRI, era lo que andaba buscando. Esa idea me serviría para meditar y discutir muchas horas y muchas noches completas.

En el otoño de 1989, mi maestro de Sistema Político Mexicano, cuyo nombre desgraciadamente no recuerdo, pero se que fue uno de los traductores de Hegel al español, nos pidió que leyéramos el libro de John Womack “Zapata y la Revolución Mexicana”. Para mí dos personajes de la historia de México siempre me habían generado cierto rechazo, no tanto por su historia real, sino porque los habían convertido en una especie de santos laicos llenos de virtudes sobre humanas que los volvían sumamente pedantes, uno de ellos era Emiliano Zapata y el otro Benito Juárez. Del segundo tenía muy malas referencias, mi padre era un hombre muy católico y mantenía un respeto mas sentimental que intelectual por el sinarquismo y por Maximiliano, ya que su abuelo, según contaba la mitología familiar había sido asesinado por órdenes de Juárez ya que era partidario del segundo imperio. Además siendo Moreliano, nacido en los años veinte había estado en contacto con el sinarquismo y había vivido en carne propia la persecución religiosa, siendo una persona tan abierta a las ideas, siempre pensé que su antijuarísmo era más una lealtad sicológica con la Iglesia, con su abuelo y con su padre que una oposición real al pensamiento de la Reforma.

Del primero (Emiliano Zapata) también tenía malas referencias, mi bisabuelo (Ambrosio Figueroa) miembro de la clase media agraria y liberal, había combatido en la Revolución Maderista en Guerrero, pero estaba completamente enemistado con Zapata. Su hija, mi abuela, a quien todavía tuve la oportunidad de conocer y platicar con ella, me contaba que los zapatistas, cuando llegaban a un pueblo saqueaban las casas y mataban a los hombres y violaban a las mujeres. A ella y a sus amigas las escondían en la sierra para protegerlas de los ardores zapatistas, donde pasaban por muchos días hambre y miedo.

No obstante los malos antecedentes de Zapata, de las hagiografías de Zapata leí el libro como parte de la asignatura, no obstante mi mala actitud, para mi sorpresa más allá de la persona de Zapata, había una historia de lo que algunos llaman el México profundo que materializaba ciertas intuiciones que tenía sobre el carácter de por lo menos cierta parte de nuestra nacionalidad. El libro empezaba diciendo algo como “Esta es la historia de un grupos de personas que no querían cambiar y que por ello hicieron una revolución”, la primera frase me atrapó y diría nuevamente que no leí el libro sino que me lo bebí, la hipótesis de Womack era impresionante, al menos como yo la entendí. 

Ese grupo de campesinos, desconfiaban de la modernidad liberal, no eran enemigos de Porfirio Díaz porque fuera un dictador, sino porque había protegido a quienes les quitaban las tierras desde la ley de desamortización de bienes del clero “y manos muertas” que también afectó a las comunidades indígenas, porque sus tradiciones comunales se oponían al proyecto liberal de la Reforma de convertir la tierra en un comodity como un bien sujeto al comercio, en lugar de una entidad mitológica la madre tierra como la concebían los campesinos de esos lugares. 

Desde el punto de vista de la modernidad, tanto capitalista como marxista, la postura de Zapata era una especie de regreso al pasado virreinal donde la propiedad comunal mantenía unidas a las comunidades campesinas y mantenía su antigua forma de vida y tradiciones. Leyendo el libro de Womack imaginaba a los Zapatistas, en realidad, como antijuaristas y anti liberales (aunque lo hacía en silencio para evitar que me lincharan por herético), porque luchaban por la tierra (que era un entidad mitológica) para conservar sus tradiciones y forma de vida. Nada les parecía más perverso que convertir a la tierra en un bien sujeto al comercio, nadie vende a su madre, mucho menos que el Estado, en sustitución del Hacendado, los privara de su tierra.

Para agregarle a la intensidad de aquel año, un domingo en la noche, viendo algún noticiero, informaron de la muerte de Manuel Clouthier en un accidente automovilístico, la noticia fue muy breve y no se dijo más, me quedé muy inquieto. Al otro día en la universidad, la muerte de Clouthier era el tema de conversación, corrían todo tipo de rumores sobre su muerte, la idea del atentado era la más fuerte. Lamenté mucho la muerte de Clouthier, como mucha gente, si bien yo no apoyé su campaña electoral porque pensaba que el FDN podía derrotar al PRI mucho más que el PAN y esa era mi principal obsesión política, Clouthier había sido mucho más consecuente en su lucha pos electoral. Había confrontado a De la Madrid y le había reclamado de frente el fraude, además de eso se había declarado en huelga de hambre para protestar porque se aplazaba la negociación sobre una nueva y democrática reforma electoral (a pesar de que era diabético y no tenía la salud de hierro de Don Luís Álvarez) y posteriormente había convencido al PAN de formar un Gabinete Alternativo que espejeara la actuación del gobierno y propusiera nuevas políticas. Intuía que “El Maquío” todavía tenía mucho que hacer por la transición democrática, sin embargo su extraña y absurda muerte lo detuvo. Admiraba a Clouthier y en cierta forma me reprochaba no haberlo apoyado en su campaña, del primer Clouthier que conocí con su discurso empresarial que me había parecido un poco hipócrita, después de las elecciones tuve la percepción de que había cambiado, sus móviles habían dejado de ser estrictamente empresariales llenos de rencor por las expropiaciones y la nacionalización de la banca y se había transformado en un demócrata, convencido de la necesidad de derrotar al PRI. No tengo manera de saber si esta percepción era correcta, pero era lo que yo percibía y con eso me quedaba ¿quién sustituiría a Clouthier en el liderazgo del PAN? No tardaría mucho en saberlo.

El Gabinete Alternativo
En los meses siguientes a su muerte, Ernesto Ruffo tomó posesión como gobernador de Baja California que de alguna manera reivindicó la lucha del “Maquío” y se aprobó una reforma electoral extremadamente gradualista que Clouthier tal vez hubiera rechazado, pero que inició el camino certero de la alternancia. Su lucha no habría de ser vana.

Paralelamente, los acontecimientos en Europa del Este se aceleraban, en Polonia, en Hungría, en Alemania del Este y en la propia URSS, se derrumbaba el comunismo ante los ojos atónitos de una parte de la izquierda mexicana que parecía quedarse huerfana. Para mí el comunismo no era más que una dictadura absolutista y no podía sentirme más feliz, de que esos regímenes cayeran para siempre, aunque me irritaba mucho que a muchos de mis amigos de la izquierda les pareciera trágica la caída del comunismo. Los acontecimientos se sucedían con rapidez hasta que el 9 de noviembre en la mañana, dieron la noticia en el radio de que habían abierto las fronteras de Alemania del Este y el Muro de Berlín en adelante, no serviría más que para pintar graffiti. Me paré de la cama y prendí la televisión, llegaban imágenes de la gente festejando arriba del Muro y de miles de Alemanes Orientales cruzando hacia Berlín Occidental. La alegría parecía inmensa, la gente se juntaba para aplaudirle a los que cruzaban la frontera. Aunque el comunismo en Europa del Este, tardaría todavía unos años en ser liquidado completamente, la apertura del Muro y su posterior caída, simbólicamente representaba el fin de esa pesadilla absolutista.

Huyendo de Alemania del Este
Yo estaba eufórico, no sólo porque me alegraba de que miles de personas tuvieran acceso a la libertad que se les había negado por muchos años, sino también porque era el principio del fin de la Guerra Fría. Desde que era niño había escuchado del peligro de la guerra nuclear, de las miles de bombas atómicas que había y de cómo podían destruir un número indeterminado de veces la Tierra. 

Durante los ochenta había visto por la televisión, el despliegue de misiles bálísticos de mediano y largo alcance que se desplegaban por Europa ante las protestas de los pacifistas. Luego había seguido la estratégia del Presidente  Reagan, la llamada "Guerra de la Galaxias" cuyo objeto era lanzar satélites al espacio capaces de destruir misiles balísticos desde el espacio intensificando la carrera armamentista (que la URRS no podría pagar) y llevándola a extremos más peligrosos. También había visto con esperanza y luego frustración las grandes cumbres entre Gorvachov y Reagan en Ginebra y en Reikiavich para distender la Guerra Fría y tenía muy presente la guerra en Nicaragua, el Salvador y Guatemala que eran en mas de un sentido producto de la Guerra Fría, en otros campos de batalla,  por si fuera poco había visto una película que se llamó “Al Día Siguiente” en donde se ilustraban los efectos de una guerra nuclear en una ciudad de Estados Unidos y como los líderes llegaban a la decisión de lanzar un ataque nuclear y ya en la paranoia, hasta un cantante argentino de rock peguntaba en una canción (nene nene que vas  a hacer cuando alguien apriete el botón). 

En este contexto, mi euforia ante la caída del Muro de Berlín, estaba plenamente justificada, en la tarde llegue a la universidad, yo pensé que la Rectoría suspendería clases y llamaría a los alumnos a la explanada para hacer una reflexión del asunto, me imaginé que los alumnos estaríamos festejando, tal vez habría una misa, sin embargo, cuando llegué todo parecía muy normal, cuando lo comentaba con mis compañeros y maestros no parecían sorprenderse demasiado del asunto, un Maestro llegó a decirme – eso está muy lejos de nuestra realidad. Sólo un amigo judío que estaba en la misma sintonía que yo festejó conmigo. En mi interior pensaba que éramos un país demasiado provinciano y que poco estábamos involucrados en el destino de la raza humana, esa era otra cosa que había que cambiar aunque el argumento de “nuestra idiosincrasia” no lo haría nada fácil.

Paralelamente, en 1989, América Latina también era escenario de cambios muy importantes. Por un lado, en Chile después de un plebiscito en el que se había rechazado la continuidad de la dictadura en 1988 (aunque para mi sorpresa el 44% de los chilenos apoyó la continuidad) se convocaron a elecciones y en diciembre de 1989 se eligió al primer presidente civil de Chile desde el golpe de estado en 1973. Además del gusto que me dio el triunfo de la democracia, me intrigó el hecho de que Patricio Aylwin (el nuevo presidente civil) hubiera sido postulado por una Concertación de partidos desde la democracia cristiana, hasta el socialismo y la unión de esos partidos hubiera conseguido la presidencia. En México, pensé, deberíamos hacer eso para derrotar al PRI. Aunque hubo momentos en que estuvimos cerca, nunca se consiguió. La derrota del PRI se daría en otras circunstancias.

El caso chileno, me sedujo, aunque el régimen autoritario del PRI era diferente a la dictadura chilena, pensaba que la Concertación, había logrado que los partidos se volvieran más tolerantes y tuvieran claro que el objetivo común era la democracia y la protección de las libertades, lo que los ha unido hasta ahora y los ha mantenido en el poder. Para mis adentros pensaba que a diferencia de México, la Concertación no tenía caudillos por encima del objetivo democrático, lo que permitió su alianza, en México esos caudillos y la falta de generosidad de los líderes de los partidos retrazarían la derrota del PRI hasta el año 2000.

Sin embargo, el optimismo por lo que pasaba en Chile, no era el farol que alumbraría al resto de América Latina, en Argentina elegirían a Carlos Menem, como una especie de nuevo caudillo que salvaría a la patria, con un populismo renovado, cosa que no sucedió y le causó mucho sufrimiento a los argentinos, En Brasil, también en su regreso a la democracia y a las elecciones directas para Presidente, elegirían a Fernando Collor de Melo (que luego sería juzgado por corrupción) que con puro “voluntarismo”  y populismo quiso resolver los problemas estructurales de Brasil y sólo logró ser destituido, juzgado y encarcelado. En Perú, el populismo de Alan García y su postura de reducir el pago de la deuda sin reformas internas, produciría una enorme inflación que en muchos sentidos destruiría su economía, en Nicaragua, la guerra y la inflación dejarían en ruinas a ese país por muchos años. En Panamá el caudillo Manuel Antonio Noriega se defendía de las acusaciones de narcotráfico que le hacía Estados Unidos con un discurso antiimperialista, hasta que el Presidente Bush decidió invadir Panamá  y detener al dictador para ser juzgado en Estados Unidos, instalando un gobierno pronorteamericano en Panamá. La caída del comunismo, en Europa del Este y las transiciones a la democracia en América Latina eran una buena noticia, sin embargo, su destino, especialmente en América Latina era bastante incierto. Tengo muy presentes las palabras de Alponte que repetía la idea de que América Latina debía “liberarse de sus liberadores” para madurar políticamente… para fundar la libertad.

En este contexto, una mañana de noviembre, llegando a la universidad, todavía en la euforia de la “Caída del Muro de Berlín” la rectoría suspendió las clases y nos convocaron a la explanada de la ibero. Metido como estaba en el tema de la caída de los muros, pensé que las autoridades de la ibero habían reflexionado que no podían dejar pasar desapercibido un momento histórico como ese y que el Rector reflexionaría sobre el asunto, la verdad era muy inusual que se suspendieran las clases. Sin embargo, bajando las escaleras supe que lo que en realidad pasaba es que unos sacerdotes jesuitas habían sido asesinados con mucho sadismo en la Universidad Centroamericana de San Salvador filial de la ibero.

En la explanada, el Rector habló, no recuerdo que dijo, pero el tono era de coraje y tristeza, después invitó a los que quisieran asistir a una Misa, donde dio más detalles del homicidio, habían sido cinco sacerdotes jesuitas incluido el Rector de esa universidad, además mataron a una salvadoreña que asistía a los sacerdotes en sus labores domésticas y a su hija de 16 años. Al parecer el gobierno percibía que los jesuitas apoyaban las causas de la guerrilla salvadoreña y al igual que al obispo de San Salvador Monseñor Romero, decidieron eliminarlos. Uno de los jesuitas – recuerdo que dijo el Rector en la Misa – le habían desecho el cráneo como una forma de demostrar que habían destruido sus ideas y pensamiento, el Rector estaba triste y muy indignado, pidiendo en el sermón de la misa que se hiciera justicia. Qué difícil en ese momento pensar en el perdón cristiano para los asesinos, pero al menos debía haber justicia. No la hubo, perdón, no lo creo.

Finalmente, para cerrar con broche de oro un año espectacularmente apasionante e intenso, el efecto dominó de la caída de los países comunistas, produjo en Checoslovaquia lo que luego se llamó la “Revolución de Terciopelo” que básicamente fue un movimiento popular, que literalmente “llevó en vilo” a un disidente, dramaturgo y rockero llamado Václav Havel y lo instaló en el Castillo de Praga como Presidente de la nueva República. El caso de Havel, para mi, era distinto porque Alponte había hablado mucho de él, antes de que fuera presidente. Nos había contado de su disidencia, de sus detenciones en las cárceles del régimen, de sus cartas a los líderes de su país suplicándoles que no destruyeran la esperanza de su pueblo, de su apoyo a los grupos de rock que no eran aceptados por el régimen y de la invitación  que le hizo Miterrand para que asistiera a los festejos del bicentenario de la Revolución Francesa. Ahí frente a los diplomáticos comentarios que escribían los líderes en el libro de visitantes distinguidos y ante la sorpresa de Miterrand, Havel había dibujado un corazón. Havel era el verdadero revolucionario; después de algunos años en la Presidencia de Checoslovaquia y luego de la independencia, de la República Checa, Havel sería en muchos sentidos el fundador de la libertad para su nación.


Metido como estaba en el estudio y en la euforia de todos los cambios que ocurrían en México y en el mundo, me había olvidado que no tenía dinero para pagar las colegiaturas de la universidad, ni las inscripciones para el siguiente semestre, tuve que bajar de las grandes ideas y de los grandes acontecimientos para concentrarme en pagar mis deudas escolares. Al final del primer curso, había logrado que la universidad me diera una prórroga para pagar y me permitiera inscribirme, sin embargo al final del segundo semestre no tenía dinero para pagar ninguno de los dos. Tenía la esperanza de conseguir una beca, bajo la premisa de que mi promedio era bastante bueno, sin embargo, la universidad me la había negado, nunca supe las causas pero intuía que no me creían que no tuviera dinero porque la casa donde vivía era muy grande (claro éramos 12 hermanos aunque para esa fechas casi la mitad se habían casado, pero todavía 7 vivíamos ahí) y porque uno de mis hermanos era un empresario bastante próspero, sin embargo ¿cómo explicar que el ingreso de promotora de libros de mi madre no era suficiente para cubrir las colegiaturas? Desde la muerte de mi padre, el tema de las colegiaturas siempre había sido un martirio para mi cada que había que pagarlas.

Ya un poco desesperado, fui a ver a mi hermano mayor, que en esos momentos había conseguido comprar el, entonces, Hotel de México y lo estaba convirtiendo en el World Trade Center, aguantándome mi orgullo (nunca me ha gustado depender de nadie) le pedí dinero para mi colegiatura e inscripción, lo que hizo con una gran generosidad y además me regaló dinero extra para mis gastos, sin embargo, saliendo de su oficina me prometí no volver a pedir dinero, debería conseguirlo yo mismo. No cumpliría mi promesa hasta un año y medio después, el siguiente semestre la volvería a pagar mi hermano, el siguiente otro de mis hermanos y el siguiente un noble y generoso amigo y ex socio del despacho mi padre, siempre con mucha generosidad, pero para mi cada vez que tenía que ir a pedir dinero, sufría en mi interior porque tenía vergüenza de no haber entrado a la UNAM que es gratis y de no poder conseguir el dinero yo mismo. De cualquier manera, ningún trabajo me pagaría lo suficiente para cubrir el costo de las colegiaturas, yo me justificaba enseñándoles mis buenas calificaciones.

lunes, 16 de junio de 2014

Memoria de Los Pinos X: Alponte y la Mutación Global

Por mi parte en Enero de 1989 finalmente pude reingresar a la universidad, aunque siempre con excesivas precariedades económicas, siendo la Ibero una universidad privada, la alimentación y el pago de colegiaturas sería un calvario cotidiano que terminaría de pagar 19 años después. Durante los años de la Ibero abandoné casi por completo mi activismo político, me involucré en el estudio y me convertí en lo que hoy llaman los estudiantes una “rata de biblioteca”, pasaba largas horas y a veces días en las bibliotecas de la Ibero y en la de mi padre estudiando y reflexionando sobre lo apasionante que era para mí, el fenómeno político. Quería comprenderlo en los libros, en las discusiones, en las conferencias, en las clases, argumentando con compañeros y profesores, todo lo que fuera política me lo bebía, ahora pienso que exasperé a varios de mis amigos, pero fueron años muy divertidos y muy interesantes, lamiéndome mis propias heridas y reflexionando sobre lo que había visto y vivido me di cuenta de lo complejo y vasto que es el fenómeno político, tanto como el ser humano mismo y como en ocasiones lo habían reducido al absurdo.


Para ser mi primer año en la universidad, 1989 fue uno de los años más intensamente políticos del siglo XX y en mi opinión el verdadero inicio del siglo XXI. En ese año sucedieron muchos eventos que política y humanamente, marcarían a la humanidad y a mí en lo personal. 
La lista es enorme, ese año caerían muchos de los regímenes comunistas de Europa del Este, particularmente se derrumbaría el Muro de Berlín, a la caída del Comunismo en Rumania asesinarían a Cosescu y con ello se conocerían muchos de los excesos de esos regímenes y Vaclav Havel sería empujado al poder en Checolslovaquia. Además se celebraría el bicentenario de la Revolución Francesa, el gobierno Chino mataría a los estudiantes que pedían democracia en la Plaza Tiananmen, en Venezuela el régimen de Carlos Andrés Pérez reprimiría violentamente la protesta contra su paquete económico “neoliberal”, los soviéticos abandonarían Afganistán y empezaría un proceso de democratización de su sociedad, el Ayatola Jomeini de Irán ofrecería una recompensa a quien asesinara al escritor Salman Rushdie autor de un libro que considerarían herético para el Islam; Los Versos Satánicos, pero Inglaterra lo defendería, en Colombia el terrorismo de los carteles del narcotráfico cimbraría a la sociedad, Carlos Menem asumiría la Presidencia de Argentina, en el Salvador asesinarían a seis Jesuitas de la Universidad Centroamericana, Chile tendría su primer gobierno democrático y Estados Unidos invadiría Panamá para derrocar al caudillo Manuel Noriega. No todos los años suceden estas cosas.


Inquieto como estaba y ávido de política, además de tomar mis clases en la Ibero, asistía cada miércoles a las clases de Juan María Alponte en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Alponte era (es) un personaje muy interesante. Nacido en España (creo que en Cataluña) miembro de la generación que no participó en la Guerra Civil Española, su disidencia política lo envió a una cárcel de Franco y después al exilio. Al parecer vivió en la India de alguna manera amparado por Octavio Paz, después trabajó en la CEPAL en Washington y finalmente se estableció en México y se hizo mexicano.

Alponte me deslumbró, era un académico muy distinto a los que conocía. En primer lugar era impresionante todo lo que sabía, toda la gente que conocía y las experiencias que había tenido, además de vestir de manera singular, tenía una filosofía de vida muy especial. Derivado de sus años en la India, había aprehendido el Yoga, así que toda su vida giraba en torno de esos aprendizajes, dormía muy pocas horas, pero como buen Yogui quizás descansaba más que yo en mis ocho horas reglamentaria de sueño, su antigua casa de Coyoacán estaba llena de libros y el ambiente era de estudio y reflexión.

Sus clases eran verdaderamente luminosas, aunque siempre tuve la impresión de que muchos de sus alumnos y profesores no lo comprendían, el sectarismo de la Facultad era, entonces, una de sus características. En 1989, Alponte se pasó los dos semestres del año explicando, con un gran conocimiento, de manera oral y escrita (tenía una columna cotidiana en La Jornada que reproducía de manera resumida algunas de las cosas que exponía en su clases de la Facultad), los eventos de ese impresionante año. No había mejor tutor para seguir con cuidado los acontecimientos históricos de ese momento que Juan María Alponte.

Paralelamente a los cambios tan profundos que vivía el mundo, México vivía transformaciones de un calibre similar, apenas comenzaba mi primer semestre de Ciencia Políticas cuando nos enteramos que en un operativo muy audaz, el gobierno había detenido a los máximos líderes petroleros por los delitos de homicidio y acopio de armas. En las escenas aparecidas en la televisión se veían a los líderes con un verdadero arsenal de armas a su alrededor, sin embargo, en la universidad, nadie ni maestros, ni alumnos creían que fuera verdad el delito del que se les acusaba, todos aseguraban que era un delito fabricado en venganza porque “La Quina” había apoyado a Cárdenas en las elecciones de 1988, el consenso general era que un Salinas débil también quería hacer una demostración de fuerza. Salinas me parecía el clásico líder priísta, pero con el asunto de La Quina logró que lo volteáramos a ver.

Al mismo tiempo, convocó a una serie de consultas para reformar la legislación y las instituciones electorales e instruyó a su equipo económico, particularmente a Pedro Aspe a la sazón Secretario de Hacienda para que renegociara la deuda externa, además pronto empezarían las privatizaciones. Todos esos temas se discutían y comentaban en la universidad y en la Facultad, pero para mí lo más importante de esa época eran los autores que descubría y las lecturas nuevas que hacía, además de las clases de Alponte.

Me gustó mucho el Príncipe de Maquiavelo, cuando lo leí, la crítica moralina que había escuchado de su obra me pareció fuera de lugar y obra de imaginaciones muy creativas, pero lejanas a los consejos que le daba Maquiavelo a su príncipe. Al paradigma que reza “El fin justifica los medios” habría que incluirle el atenuante de ¿qué fines? y ¿qué medios? Aunque por más que busqué la frase en el libro nunca la encontré. Para mí, Maquiavelo había hecho evidente que la realidad política más importante que todo politólogo debe saber acerca de la naturaleza humana se inserta en la lucha por obtener, concentrar y controlar el poder, como fenómeno psicológico y social. ¿Qué podría hacer el Príncipe sin el poder para unificar Italia o para engrandecer su dominio? Nada.

En la misma lógica pero con un sesgo más teórico, fue interesantísimo “El Leviatán” de Thomas Hobbes que quería la dictadura perfecta del estado absoluto y El Contrato Social de J.J. Rosseau, que a mi me parecían similares, porque ambos eran absolutistas, uno por el Monarca absoluto y otro por la dictadura de la mayoría, en ambos la disidencia no existía y no me gustaba la idea. Algún profesor se molestó realmente conmigo por la comparación, pero me sigue pareciendo justa. Después me decepcioné un poco con el Contrato Social de Montesquieu, porque yo había oído que era el teórico de la división de poderes y el control del poder, sin embargo, avanzaba y avanzaba en la lectura de su teoría de la sociedad y no llegaba al tema de la división de poderes, cuando por fin llegué, hace una mención interesante pero breve del tema y luego habla de otras cosas, me quede con ganas de más.

Finalmente encontré a los autores que me apasionaron en la universidad, John Locke y sus ensayos sobre el Gobierno Civil, John Stuart Mill con su ensayo Sobre la Libertad, Alexis de Toqueville y su Democracia en América y Karl Popper (mucho más contemporáneo) con La Sociedad Abierta y su Enemigos, básicamente estos cuatro junto con Maquiavelo articularon mi visión sobre el fenómeno político. Si la naturaleza humana era propensa a la concentración, acumulación y control del poder, la mejor manera de cuidar las libertades era dividiendo el poder para generar equilibrios y contrapesos, de tal manera que la limitación del poder operará en contra de la corrupción de un poder concentrado. Ese sería mi gran lema político, la libertad como el gran bien público que se le puede ofrecer a un individuo. Muchos años después, leyendo “Liberalismo Político” de John Rawls, descubriría que la base de una sociedad justa está en la rabiosa protección de las libertades, que sólo pueden existir donde el poder está desconcentrado y controlado. En este contexto, revisaba las materias sobre la historia de México y su sistema político y las pasaba por el filtro de Locke, de Mill y de Popper, México, en mi diagnóstico tenía un grave problema de equilibrios y contrapesos institucionales para controlar y limitar el poder del Estado y de su titular el Presidente. Durante el sexenio de Salinas se haría muy evidente mi reflexión.

En mi programa de estudios había un tercer grupo de materias relacionadas con la economía y la administración pública, al principio no me gustaban mucho, pero en la medida que avanzaba el sexenio de Salinas y los economistas se ponían de moda, como los amos de las ciencias sociales, me fueron interesando más, quería saber cuál era el secreto detrás de una disciplina que a partir de los éxitos de Salinas y su gabinete parecía una ciencia exacta. No lo era.

En macroeconomía, tenía un maestro de origen noruego-alemán, si no mal recuerdo, se llamaba Erick Otto Wagner Halt, no se me olvida su nombre porque el primer día de clase lo escribió en el pizarrón y era tan inusual que se quedó gravado en mi memoria. Me cayó bien porque cuando entró al salón – además de escribir su nombre – se quejó de que vivía en Alemania muy feliz y hacía obras de teatro, pero que su padre lo regresó a México para que se volviera serio y responsable. No mostraba la soberbia que los economistas tenían en esa época, era sencillo y creo que era el único que explicaba la economía de Keynes sin prejuicios. 

En la era del “neoliberalismo” salinista era una gran novedad y permitía ver desde un punto de vista distinto al maniqueo “neoliberalismo vs nacionalismo” las reformas económicas que Salinas estaba imponiendo en el país y las reformas económicas que Reagan y Thatcher, así como sus homólogos socialistas Miterrand y Helmut Khol, y en cierta forma Felipe González, habían puesto en práctica en la década de los ochenta en Europa y que se les había denominado como “neoliberales”.


Mientras transcurría el primer año escolar, casi cada día o cada semana sucedía algo espectacular en México o en cualquier otra parte del mundo, fue un año lleno de adrenalina. En primer lugar, el Senado tenía por primera vez cuatro Senadores de oposición, aunque todos eran expriístas, ahora estaban en bandos antagónicos, la casona de Xiotencátl, que era una lugar para irse a dormir, había cobrado una nueva dinámica, especialmente por el desempeño parlamentario de Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, aunque eran muy pocos lograban sacar de quicio a los priístas y los obligaban a aplicarse para no perder los debates, aunque en muchas ocasiones los perdían. No así las votaciones.


En segundo lugar, cuando terminaba el semestre, se incendió la Cámara de Diputados, donde estaban los paquetes de la elección presidencial de 1988 resguardados por el ejército. El Palacio Legislativo quedó bastante destruido y la primera legislatura del sexenio de Salinas tuvo que cambiarse de sede a la unidad de congresos del Centro Médico en avenida Cuauhtémoc. Algunos periódicos, comentaristas y diputados, comparaban ese incendio con el incendio del Reichstag en Alemania al inició del gobierno de Hitler, después del cual liquidó al Parlamento y posteriormente dio un Golpe de Estado, sin embargo, a pesar del incendio los paquetes no se quemaron y Salinas no dio un Golpe de Estado. Esas afirmaciones me parecían exageradas, pero después del fraude del 88 y la cínica manera en que lo habían perpetrado y negado, cualquier “teoría de conspiraciones” tenía cierta cabida en los estudiantes de primero y segundo semestres y en algunos de sus profesores.

Posteriormente, en el otoño se aprobó una reforma electoral limitada, porque de alguna manera el gobierno y el PRI seguían en control de los procesos electorales, aunque de manera menos abrumadora, y no arriesgaban el control del Congreso, pero se creó la credencial de elector con fotografía (que no operaría hasta 1994) y se pusieron las bases para la creación del IFE. En mi interior me parecía un acierto, pero me preguntaba por qué el PAN la había aceptado, si al final del día dejaba abierta la puerta al fraude electoral, además con apenas el 35% de la votación le garantizaba al PRI la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados a través de la famosa “cláusula de gobernabilidad”. Además era una reforma con dedicatoria en contra del izquierda, porque impedía las candidaturas comunes (como la de Cárdenas) y restringía mucho la posibilidad de las coaliciones, obviamente la izquierda se opuso a la reforma y le negó cualquier legitimidad. Según la teoría de la conspiración el PAN había negociado la reforma electoral con Salinas a cambio de otras prebendas políticas. En julio el PAN había ganado por primera vez una gubernatura en su historia, en Baja California Norte, así que los teóricos de la conspiración señalaron que ese era el producto de la negociación.


Por mi parte, trataba de absorber y procesar todo lo que pasaba en México y el mundo producto de la Perestroika, implementada por Gorvachov en la URSS; en Polonia, el gobierno comunista había permitido una apertura restringida, después de legalizar al sindicato Solidaridad, los ciudadanos elegirían libremente al 35% del Parlamento y el 100% de una especie de Cámara de Senadores que no tenía facultades. En las elecciones los candidatos no comunistas ganaron todos los cargos de libre elección y eso inició la transición polaca y el fin del bloque comunista en Europa del Este. El año siguiente Polonia tendría un Presidente Católico, para mí, el gradualismo polaco, legitimó el gradualismo del PAN y no dejaba de comparar sus similitudes. Al mismo tiempo en Hungría se hacían reformas para abrir las fronteras y modificar el sistema comunista para crear una democracia pluralista y liberal. Esto provocó que miles de Alemanes del Este, utilizaran el camino de Hungría hacia Austria para evadir el Muro de Berlín y obtener su libertad. A las caravanas de alemanes orientales que iban a Hungría para cruzar a Austria obligaron al gobierno comunista de Alemania del Este a cerrar las fronteras incluso al interior del bloque comunista, pero el daño al sistema ya estaba hecho, se le llamó “el voto con los pies” así demostraban su inconformidad con el sistema comunista (muy similar a lo que pasaba cada vez que abrían las fronteras cubanas) y su ausencia de libertades.

Otro asunto que me llamó la atención fue cuando en Inglaterra, Salman Rushdie, un escritor inglés de origen indú (del cual jamás había oído hablar) había publicado un libro (Los Versos Satánicos) que en una parte del texto, parodiaban la relación entre el arcángel San Gabriel y Mahoma y hacían una burla de los milagros del arcángel. Esta novela, provocó una condena del extremismo musulmán (hicieron famosa una novela que tal vez poca gente habría leído) y el Ayatola Jomeini expidió una Fatwua, una especie de recompensa a quien matara a Rushdie y a todos aquellos que habían ayudado en la traducción, edición e incluso a la venta del libro. Algunos fueron asesinados, sin embargo la primera ministra Margaret Tatcher (que era una especie de diablo para la izquierda) protegió a Rushdie, incluso a costa de la ruptura de relaciones entre los dos países. Sin embargo, más allá del propio hecho, yo lo quise ver como una defensa de la libertad de expresión frente al fanatismo y la intolerancia de líderes religiosos que no creían en la libertad y se sentían con derecho a matar a cualquiera que consideraran hereje como una especie de inquisición musulmana. Por otro lado, lo contrastaba con algunas personas que le daban la razón a Jomeini, como una especie de afirmación antiimperialista, dado que Rushdie había insultado sus creencias, lo que más me indignaba es que muchos que apoyaban la "Fatwa" contra el escritor eran gente que provenía de la izquierda. Para mí, el asunto me abrió los ojos a la existencia del mundo musulmán, que no estaba en mi radar, pero a partir de ahí, ya no estarían fuera de mi mundo, pronto llegarían noticias inquietantes de esa parte de la tierra.

En la lógica de los movimientos libertarios en Europa del Este, de la Glasnots y de la  Perestroika, en China también había iniciado un movimiento libertario, fundamentalmente de estudiantes y obreros que exigían mayores libertades y apertura al gobierno de Beijing. Durante abril, mayo y principios de junio, los acontecimientos en China parecían seguir la corriente de Europa del Este, que concluiría con la caída del comunismo. Todos los días leía en La Jornada y veía en la televisión, como evolucionaba la crisis China, esperaba que eso provocara la caída del régimen y un proceso de democratización de la sociedad China. Como estudiante, me sentía solidario con los jóvenes que veía en la televisión, en huelga de hambre o levantando una pequeña estatua de la libertad, como símbolo de lo que estaban buscando. Sin embargo, a diferencia de Polonia, la URSS, Alemania del Este o Checoslovaquia, en China no había un líder con el poder de Mijail Gorvachov que tolerara los cambios en el marco de un proceso de reforma. En China, los líderes del Partido Comunista, estaban en desacuerdo, fundamentalmente, en la manera como debía de proceder, unos apoyaban las demandas de los estudiantes y otros querían reprimir la manifestación y sus posibles consecuencias. Al final, se supo que el líder de los moderados en el partido Zhao Ziyang, había sido arrestado y destituido de su cargo como Secretario General del PC Chino, lo que permitió que la cúpula más ortodoxa del gobierno ordenara la represión de los estudiantes. La caída de este hombre anunció la represión que se esperaba en cualquier momento.



En esos días, la televisión transmitió lo más que pudo de la represión, en una escena que se hizo muy famosa, se veía a un estudiante solitario, tratando de evitar el avance de un tanque hacia la Plaza Tiananmen, posteriormente, ante la solidaridad internacional y las acciones inconfesables del gobierno Chino, se impuso la censura y se produjo una represión del ejercito a su propio pueblo que según muchos testimonio produjo un número incuantificable de muertos, heridos y desaparecidos. Cuando supe la noticia, me sentí muy triste y bastante enojado, no esperaba que eso terminara de esa manera. Como reacción a la represión, se organizó un acto de protesta ante la Embajada China, todos los que estábamos ahí, (casi puros estudiantes) nos sentíamos muy indignados y sin importar la tendencia política (la mayoría de izquierda) de los que estábamos en esa protesta había unanimidad en cuanto a lo reprobable del acto. Durante el acto hubo algún discurso, pero de pronto una lluvia de huevos y jitomates volaron hasta la puerta de la embajada, después un grupo más radical pateó la enorme puerta de la representación diplomática y destruyó una caseta de vigilancia que estaba junto a la puerta. Tenía una doble sensación, por un lado nunca he sido propenso a los actos de bandalismo, pero por otro lado, no podía evitar en mi interior cierta sensación de satisfacción por esos hechos vandálicos (por lo demás nada graves) que de una manera muy menor reivindicaban la vida perdida de muchos estudiantes y obreros, que habían muerto exigiendo algo más de libertad para sus vidas.

sábado, 7 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos IX: Los Saldos del Fraude

Miguel de la Madrid se fue en medio del desorden; para mi generación y para mí en lo personal, fue una desgracia. ¿Qué de su sexenio había tenido alguna virtud? ¿la Renovación Moral? ¿La simplificación administrativa? ¿El crecimiento de la deuda? ¿La inflación? ¿Los fraudes electorales patrióticos? ¿El crecimiento exponencial de la inseguridad y el crimen organizado? A los 22 años, después de haber vivido tres campañas, dos megafraudes electorales, un movimiento estudiantil y el nulo crecimiento de la economía y el decrecimiento de mi salario cada semana, me daba un enorme gusto que saliera del poder ese señor.

Con el tiempo me preguntaría muchas veces, si De la Madrid y su gabinete hubieran podido hacer otra cosa o intentar otra estrategia. En esa época las alternativas sudamericanas, ni las mas restrictivas, ni las más “revolucionarias” tuvieron éxito, así que durante un tiempo pensé que, efectivamente, había hecho lo que había podido en esas circunstancias, sin embargo, una vez conociendo el poder de más cerca, la capacidad de maniobra que se tenía entonces, el control corporativo del los sectores, la subordinación de los medios de comunicación, el control corporativo de los gobiernos estatales y municipales, en suma el poder brutal del presidente en esa época, no sólo pudo haber resuelto los problemas económicos en menor tiempo, sino establecer una sociedad más democrática y justa. 

La lista de cosas que pudo haber hecho sería interminable, pero la deuda de México no impedía al Presidente, deshacer los monopolios y abrir nuevas concesiones, privatizar empresas con mayor velocidad, mejorar la educación y la salud pública, impedir los fraudes electorales, modernizar la policía y el ministerio público, defender el federalismo, estructurar un sistema de partidos y la división de poderes. No todo era dinero, eso era un enorme pretexto. 

En lugar de cambiar México - ¿quién tiene la oportunidad de ser Presidente de la República? – optó por una vía conservadora, mezquina hasta el extremo, de echarle la culpa de su ineptitud a sus antecesores – que, es cierto había dejado graves problemas económicos – y al terremoto del DF en 85, pero el fraude de Chihuahua o del 88 no tenía nada que ver con la crisis económica, la corrupción de Bartlet y de la policía secreta e ilegal que él manejaba directamente, no tenía nada que ver con la crisis económica, el crecimiento de la inseguridad y el crimen organizado, tenía y tiene más que ver con la falta de justicia y los privilegios de la clase política y sus aliados en la IP, que con los déficits fiscales de López Portillo o de Echeverría, la corrupción en el gobierno y la falta de justicia para los que delinquieran en el pasado (incluyendo al chivo expiatorio de Díaz Serrano), no tenía nada que ver con la crisis económica. En el sexenio de Miguel de la Madrid, entramos al GATT, se creó el Grupo Contadora, iniciaron las privatizaciones y se firmó el Pacto de Solidaridad Económica, sin embargo, con una hipócrita apariencia de austeridad republicana y liberalismo, le hizo un grave daño a toda una generación de mexicanos, no por la grave herencia que le dejaron sino por la que dejó, por la mezquindad con la que gobernó México.

Vi por la televisión cuando Salinas de Gortari se convirtió en Presidente de México, en el contexto de incredulidad casi total en el que me encontraba, le creí muy poco de lo que dijo en sus discurso inaugural, especialmente en lo referente a la pluralidad y la democracia. Sin embargo, me llamó la atención que en su toma de posesión le diera instrucciones a su gabinete de diferentes cosas, mostrando una dinámica y un liderazgo que no había visto antes. De cualquier manera no me dejé impresionar, el señor había llegado al poder por un fraude electoral, el PRI estaba instalado en la corrupción, los ciudadanos teníamos muy poca voz y casi nada de voto en las decisiones del gobierno, así que no tenía nada de credibilidad su discurso, ni el de sus colaboradores. Mi postura ante Salinas era un enorme “pago por ver” de esceptisismo.


En esos días, mi madre me había dado a leer, unas cartas que habían intercambiado, mi abuelo (Teófilo Olea y Leyva) con su maestro, exsecretario de educación y ex candidato presidencial, José Vasconcelos cuando este vivía la amargura del exilio en España. En esas cartas Vasconcelos le reclama agriamente a mi abuelo y a los miembros de su generación porqué no habían tomado las armas en contra del gobierno cuando se perpetró el fraude electoral de 1929 en su contra. En contraste, mi abuelo le respondía entre otras muchas cosas que México ya había sufrido 10 años de guerra civil y que nadie quería más violencia, en lugar de una nueva revolución muchos, entre ellos mi abuelo hubieran querido que Vasconcelos fundara un partido político para institucionalizar la lucha democrática, pero no lo hizo para frustración de sus discípulos y seguidores, quizás por ello después de la fracasada campaña Almazanista, algunos de ellos, fundarían el PAN, empezando con Manuel Gómez Morín y mi propio abuelo.

Asistí a un último mitin de Cárdenas en el Monumento a la Revolución, ahí propuso la fundación de un nuevo partido político (lo que luego sería el PRD). En esa concentración ya no asistió tanta gente y aunque muchas personas se entusiasmaron con la formación del nuevo partido, para muchos como para mí, era como un premio de consolación. De cualquier manera una vez asentados los ánimos de la campaña, pensaba que formar un partido político era mejor que incitar a una guerra civil.


Después de leer las cartas, me quedó claro que la lucha política debía ser cívica siempre y debía evitarse la violencia a cualquier costo, me sentí aliviado porque tuve la impresión de que la lección había llegado justo a tiempo. Mi madre con su gentil sabiduría envió un mensaje que llegó certero a su destino. Junto con algunos amigos, participé en algunas reuniones preparatorias para la formación del PRD en las que se hizo muy evidente que los ex priístas tenían mucho de nacionalismo revolucionario y poco de izquierda democrática, no era para mí y lamenté cuando el PMS decidió fusionarse con el PRD, eran dos tradiciones y dos visiones distintas. El PMS era el socialismo democrático listo para modernizarse, los expriístas eran básicamente herederos de un populismo autoritario. Un día caminando por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, estaba Carlos Imaz platicando con unas personas sobre la formación del PRD, pasando junto a él, escuché que decía, - Cárdenas nos propuso que el partido se llamara Partido Revolucionario Democrático, pero nosotros no aceptamos ¿Sólo un PRI democrático? Definitivamente no. Al final quedaría como de la Revolución Democrática, sin embargo, recuerdo haber pensado que en verdad la izquierda y el nacionalismo revolucionario eran dos animales distintos en muchas cosas contradictorios. El PRD viviría siempre la tensión entre esas dos corrientes internándose en un laberinto del que no ha salido hasta la fecha. En el camino casi todas las mejores mentes de la izquierda democrática abandonaron el PRD.

¡SENADORES DE MORENA VOTEN EN CONTRA! El Intento de Roosevelt de Destruir la Corte y cómo los Salvaron los Senadores de su Partido

Bernardo León-Olea @bernardomariale En las elecciones de 1936 Franklin D. Roosevelt y el partido demócrata ganaron la mayoría calificada en ...