jueves, 5 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos VII: Inflación, CEU y Elecciones 1988

Obtuve mi primer empleo de mi vida, en enero de 1987, ese año la inflación alcanzaría casi el 160% y mi salario serviría, casi exclusivamente, para pagar mis pasajes desde San Jerónimo hasta Río Ganges, cerca de Reforma, donde estaba mi trabajo y de regreso. Había llegado tarde a los exámenes de admisión y sólo podría entrar a la universidad hasta el próximo otoño por lo que conseguí un trabajo de asistente en una notaria, mi intención era estudiar derecho, así que me serviría por partida doble, ganaría algo de dinero y aprendería algo del oficio. Mi primera tarea en la notaría fue la de ir a los bancos y depositar cheques en las inversiones del notario, me parecía un poco aburrida la tarea porque había que hacer muchas colas y no era una muy jurídica, pero yo sentía que así empezaba uno su carrera, desde abajo. Me pagaban cada semana en efectivo un salario mínimo, que era muy poco pero pagaba mis pasajes de metro y camiones y sin tener a nadie que mantener, no me quejaba.

Después de unas semanas trabajando en la notaria, me di cuenta de dos cosas que llamaron mi atención, la primera que las inversiones bancarias del notario en las que yo le depositaba sus cheques le daban rendimiento de 90% y hasta 100% de intereses, la segunda que, prácticamente cada semana obtenía un aumento de sueldo, pero que no me alcanzaba para más cosas, sino para menos (nunca me había alcanzado para gran cosa) y mi madre, que trabajaba de promotora de libros en una editorial médica, se quejaba del aumento casi cotidiano de los precios. Para ser el primer año laboral de mi vida, la situación económica era muy mala, el desempleo y el subempleo crecían aceleradamente y los precios de bienes y servicios se hacían cada vez más inalcanzables para un mayor número de personas. Dentro de todo, yo me sentía privilegiado, tenía un empleo y esperaba entrar a la universidad en otoño. Sin embargo, la mayoría de mis contemporáneos, estarían subempleados o desempleados y jamás tendrían estudios universitarios.

Mientras seguía participando en el PAN, (iba a las juntas de mi comité y participaba en las convenciones, aunque en esa época, cuando no había elecciones el PAN era un partido fantasma, porque no había funcionarios partidistas profesionales y todo mundo estaba en su trabajo), comencé a frecuentar la casa de mi vecino, Arturo Márquez, que estudiaba ciencias políticas en la UNAM. En ese momento, el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) se había opuesto a una serie de reformas que había propuesto el Rector (entonces Jorge Carpizo) para aumentar la colegiatura, restringir el pase automático de los estudiantes de los CCH´s y de las preparatorias de la UNAM a la licenciatura y para establecer exámenes departamentales de tal manera que se evaluara el nivel de enseñanza-aprendizaje de los alumnos.


El CEU después de movilizaciones y paros, obligó a la Rectoría y sus funcionarios a sostener un diálogo público, que fue transmitido por radio UNAM, así que Arturo invitaba a sus compañeros de la Facultad de Ciencias Políticas, para que en su casa escucharan y comentaran los debates. Estando en su casa escuché muchos de los debates y conocí a muchos de sus compañeros que participaban activamente en el movimiento estudiantil, además tuve la oportunidad de discutir con ellos, a veces muy acaloradamente, además de hacerme su amigo. Era interesante, por un lado, participaba en el PAN, donde había militantes bastante liberales, pero también personas con ideas fascistas (la poderosa burocracia panista todavía no aparecía) y por otro iba a casa de mi vecino y podía platicar con gran confianza con activistas del CEU y de la izquierda, involucrados en una lucha por la democracia, que con su diferencias convergía con la del PAN y la mía por derrocar al sistema priísta y hacer un sistema más justiciero.


En un principio, la lucha del CEU me parecía absurda, ¿porqué oponerse a que se hicieran exámenes departamentales? ¿No aseguraría eso que los maestros enseñaran las materias como estaba el plan de estudios? ¿no impediría eso que los maestros se la pasaran “grillando” toda la clase en lugar de enseñar su materia (como muchas veces tuve ocasión de presenciar)? No me parecía que eso afectara  la libertad de cátedra, pero en una clase de microbiología o de matemáticas o de derecho penal, se debía tratar el tema en cuestión, no los problemas sindicales de la UNAM. Por otro lado, eso mejoraría la calidad de los maestros, porque los alumnos ejercerían más presión para saber y entender lo que les preguntarían en esos exámenes.

Por otro lado, el tema del pase automático para los alumnos de CCH y las preparatorias oficiales, me parecía ridículo, no es lo mismo hacer un examen para entrar en una preparatoria, que para entrar a la carrera, ¿porqué oponerse a eliminar el pase automático? Además eso permitiría que los que vinieran de preparatorias de la SEP compitieran en igualdad de circunstancias con los de los CCH´s y las preparatorias. Finalmente, coincidía con mis amigos del CEU que el tema de las cuotas era un error, me parecía que la educación debía ser gratuita de cualquier manera (una flor del jardín del gobierno), cobrar más afectaría a muchas personas y el gobierno siempre gastaba (y gasta) muy mal los recursos fiscales, pasarle su ineficiencia y corrupción a los alumnos de la UNAM no parecía, para nada, una buena idea.

Discutíamos acaloradamente y por horas sobre los mismos temas, sin avanzar mucho, cada quien se sostenía en su postura, a veces con buenos argumentos y a veces con sofismas y babosadas, a veces con mucha racionalidad y de pronto de muy mal humor y con argumentos retóricos y descalificativos. Después cuando fui a sus casas y conocí a sus familias y vi como vivían, comencé a comprender. Algunos tenían más dinero que otros, pero ninguno era muy rico, casi ninguno tenía coche y vivían en colonias populares o de clase media, sus padres eran comerciantes en pequeño, burócratas de mediano nivel, profesionistas, académicos o empleados sindicalizados de la propia UNAM.

Para ellos la Universidad Nacional no era solamente una institución académica y cultural como quizás la veía Carpizo y los funcionarios de rectoría o el propio gobierno (que al parecer, la veían sólo como un gasto más que había que recortar), la UNAM era la única posibilidad, en un país con poquísimas oportunidades para los jóvenes y especialmente para los que venían (y vienen) de la clase media trabajadora, de ascenso social. Las reformas de Carpizo no les parecían mal, a todos, muchos de ellos incluso estaban a favor, pero ¿qué daría el gobierno a cambio?¿Más oportunidades? ¿Más empleo? O sólo era una forma de depurar la universidad y con ello la única oportunidad de ascenso social que tenían? ¿Cómo confiar en ellos? ¿Cuánto ganaba el Rector? ¿Cuánto ganaba un maestro, un investigador, un trabajador sindicalizado? ¿El gobierno, la rectoría en que cedía? ¿Qué había a cambio para ellos? El problema social que se discutía en la UNAM, la rectoría y el gobierno lo redujeron a un problema de gerencia académica, nunca entendieron lo que pasaba, es decir, que frente a la crisis económica, a la concentración del ingreso que les quitaba en muchos sentidos el futuro, además querían quitarles las pequeñas transferencias que recibían por ser parte de la comunidad universitaria, la propuesta de Rectoría era un muy mal negocio. ¿Quién lo aceptaría? Ese año, sólo ese año, la inflación llegó al 160%, la gente del gobierno y de Rectoría no entendían, por su posición social, el problema social que despertaron y la falta de perspectivas que el país les ofrecían a los jóvenes de esa época ¿Qué querían? ¿Que los jóvenes les dijeran, - gracias por quitarme oportunidades, les dejo la universidad y ya me voy sin nada a cambio?... quizás no pasaron tantas horas como yo, discutiendo y conviviendo con los militantes del CEU y los estudiantes de la UNAM, debieron haberlo hecho, la mayoría no eran los monstruos que pintó el noticiero 24 Horas de Televisa.

Sin que ninguna de las partes cediera, un día se rompió el diálogo e inició la huelga estudiantil, muchos de mis amigos participaron en la toma del campus universitario y pasaron días y noches vigilando que no entraran soldados o policías. Fracasaron, Gobernación y el CISEN estaban por todas partes, pero al menos la huelga siguió hasta que el Rector aceptó una especie de congreso universitario con capacidad de decisión y se suspendieron las reformas que había propuesto, así concluyó la huelga y muchos de los líderes del CEU trascendieron de la lucha universitaria a la política partidista, en la izquierda cardenista.

Mientras todo esto sucedía, conseguí un nuevo empleo en un bufete de abogados, me pagaban un poco más, estaba cerca de mi casa y me gustaba más (nunca me llenó el derecho notarial) porque llevábamos asuntos de inversiones extranjeras, transferencia de tecnología, registro de patentes y marcas y tramitábamos unos instrumentos llamados “swaps” en los que se canjeaba deuda externa por inversión productiva en México, además  se litigaban diferentes asuntos de tipo civil y mercantil, ese despacho era mucho mas chico que la notaria y yo era el único pasante (pasahambres en realidad) lo que me daba mas juego en el despacho.

Pasaba todo el día en la calle, haciendo trámites en diferentes oficinas, iba a las oficinas de la Secretaria de Comercio encargadas de las inversiones extranjeras y de transferencia de tecnología, a Hacienda para ver asuntos de aduanas y de inversiones extranjeras y a los tribunales para copiar acuerdos, presentar escritos para hacer promociones o hablar con algún actuario o participar en algunas audiencia. Haciendo esto me di cuenta de lo precario de nuestro sistema jurídico y de cómo la corrupción era algo normal en el gobierno, especialmente en los tribunales. En esa época, los juzgados del DF, estaban en oficinas provisionales, porque su cede permanente en Pino Suárez se había caido en el terremoto del 85 y estaban dispersos en unas oficinas en la colonia Polanco, otras en Sullivan en la colonia Cuauhtémoc, otros en la colonia Roma, etc. Era tan precario el asunto que en realidad no había oficinas y los espacios del Juez, el secretario de acuerdos y los funcionarios del juzgado estaban separados por mecates de ixtle. En este contexto, cuando uno llegaba al archivo a pedir un expediente para copiar un acuerdo o cualquier otra cosa, se ponía uno un billete de 20 o 50 pesos de  esa época entre los dedos y le gritaba al funcionario el número de expediente que quería, el empleado del archivo, tomaba el billete, confirmaba el número de expediente y momentos después lo entregaba. La escena era surrealista, parecía una subasta en donde los pasantes levantaban sus billetes entre los dedos solicitando sus expedientes.


La primera vez que me mandaron por un expediente, me indigné, por supuesto que no ofrecí dinero y... por supuesto que no me dieron mi expediente, por más que gritaba y exigía mi derecho a una justicia gratuita – como dice la Constitución – ni siquiera me atendieron, entonces un pasante con más experiencia que yo, sea apiadó de mi y me preguntó el número de expediente que necesitaba, se lo pidió al funcionario y me lo dio, después me dijo que le pidiera a mi jefe una cuota para solicitar los expedientes o nunca conseguiría que me los entregaran. Cuando fui por segunda vez, di por primera vez en mi vida dinero a un funcionario en un juzgado de “justicia” civil en la Ciudad de México, nunca había vivido la experiencia de darle dinero a un empleado de gobierno para conseguir algo, me sentía muy avergonzado, pero ¿qué podía hacer? Me indignaba mucho que le pidieran dinero a los pasantes junto a los letreros que rezaban “la justicia es gratuita”. Las promesas de “Renovación Moral” y “Simplificación Administrativa” que el Presidente de la Madrid había prometido durante su campaña, no habían pasado de – en el mejor de los casos – un deseo retórico. Entre los pasantes se hacía la broma de que los funcionarios nos daban a escoger entre la torpeza de la “Renovación Moral” o la máquina bien aceitada – por la corrupción – de la “simplificación administrativa”. En efecto, sin dinero no salía ningún trámite por sencillo que fuera, con dinero era una máquina perfectamente aceitada.


Así transcurrieron, muchos meses, participaba en el PAN, discutía acaloradamente con mis amigos del CEU y les daba dinero a los funcionarios del los juzgados y de las oficinas públicas para  copiar los acuerdos o para que tramitaran con celeridad los asuntos del despacho donde trabajaba (después de esa experiencia juré nunca volver a dar una “mordida” en mi vida y nunca lo he vuelto a hacer). Además, tenía una novia, que me distrajo un poco de mis ideales de justicia y democracia.

1987, fue un año políticamente muy activo, en el PRI Cuauhtemoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Rodolfo Gonzáles Guevara e Ifigenia Martínez, entre otros, trabajaban activamente en la Corriente Democrática del PRI (fundada el 13 de agosto de 1986), para influir en la sucesión presidencial y en el rumbo de la política económica del régimen. Para 1987, el asunto había ido fortaleciéndose y las posiciones encontradas de los llamados “tecnócratas” o “neoliberales” que ahora controlaban al PRI y las de los miembros de la Corriente Democrática se volvieron irreconciliables. En marzo, después de la Asamblea Nacional del PRI, los líderes de la Corriente Democrática fueron renunciando al PRI, hasta que la mayoría quedó fuera. Por otro lado, Rodolfo Gonzáles Guevara y algunos jóvenes del Frente Juvenil Revolucionario como Alejandro Rojas Díaz-Durán y Ramiro de la Rosa, se quedaron en el PRI para luchar por cambios desde adentro, aunque la dirigencia los tenía marginados.

En esos días, se organizó, en el auditorio del ITAM, un debate entre los dirigentes juveniles de los partidos políticos. En ese debate participaron (si no me falla la memoria), por el PAN Felipe Calderón, por el PRI Alejandro Rojas Díaz-Duran y Ramiro de la Rosa y por el, entonces, Partido Social Demócrata Pascal Beltrán del Río, no recuerdo si había representantes de otros partidos, pero si los hubo no llamaron mi atención. Fue un debate muy interesante, aunque los jóvenes reprodujeron los mismo discursos y retórica de los adultos, el ganador sin duda, fue Felipe Calderón, que era muy contundente en sus acusaciones al PRI, aunque Alejandro Rojas, fue un difícil contendiente porque argumentaba que el PRI podía cambiar, el más moderado e inteligente fue Pascal Beltrán que intentaba, sin mucho éxito, mediar entre Calderón y Rojas.

Después del debate, me acerqué con Pascal Beltrán del Río y comenzamos a platicar de lo rudo del debate, luego llegó Felipe Calderón, yo le comenté que era panista y que quería participar con más intensidad en el PAN, porque el trabajo en mi comité distrital era muy aburrido, sin embargo, no me escuchó y sólo me dijo – nos la pasamos golpeándonos allá arriba, Pascal asintió. Yo comenté que eso era normal en los debates entre partidos pero debíamos cambiar el discurso de los jóvenes, después llegó Ramiro de la Rosa, platicamos brevemente y nos retiramos, meses después nos volveríamos a ver con casi todos ellos para organizar unas brigadas de defensa del voto.

Unos días después, Jesús González Schmall que era diputado federal, líder del grupo parlamentario del PAN y miembro del mi comité distrital, nos anunció que buscaría la candidatura presidencial del PAN en la convención de noviembre, inmediatamente, comenté mi interés en participar en su campaña a lo cual accedió, sin embargo, más allá de alguna comida con militantes y de “grillarme” a todos los panistas que conocía, no recuerdo haber participado en ningún evento de apoyo o en un comité de campaña. En contraste, Manuel Clouthier, que había sido candidato a gobernador de Sinaloa, era muy activo, mucha gente dentro del PAN lo apoyaba y lo veían con mucha esperanza, para disputarle la Presidencia al PRI.


Partidario como era de González Schmall y descorazonado porque Barrio (que era mi candidato), nunca se presentó a la contienda, me resistí al carisma de Clouthier y no me gustaba su candidatura. Quizás después de haber vivído el verano de Chihuahua 86, lo lógico fuera apoyar a Clouthier, pero a mí no me convencía y pensaba que sólo estaba en el PAN porque estaba enojado por la nacionalización de la banca y para defender los intereses empresariales, pero que no estaba luchando realmente por la democracia ni por la justicia, me parecía una persona privilegiada por el PRI que estaba resentida. Con el paso del tiempo se ven diferentes las cosas, pero en ese momento a mí no me convencía y yo quería que el candidato fuera González Schmall (quizás sólo porque lo conocía) pero muchos pensaban como yo, aunque ahora lo nieguen.

Me registré como delegado a la Convención, donde competían González Schmall contra el ya muy popular “Maquío” Clouthier. Desde la llegada al gimnasio “Juan de la Barrera” del DF, donde se llevó a cabo la Convención, se veía la fuerza de Clouthier, muchos delegados habían llegado de todo el país en camiones con mantas donde se leía “somos bárbaros del norte” y leyendas a favor del “Maquío”, evidentemente era muchos más que los que apoyábamos a González Schmall que prácticamente nos reducíamos a la delegación del DF. En mi interior, unido emocionalmente con los “bárbaros del norte” me contrariaba no estar en su bando, sin embargo, no apoyaría a un candidato que no me convencía. Años después González Schmall, se saldría del PAN, pero en ese momento, yo lo sentía más convincente, más serio y más preocupado por la justicia y la democracia. Me daba la impresión de que aún cuando el “Maquío” tuviera más oportunidad de darle mayor batalla al PRI (uno de los ejes de mi preocupación política) tenía una visión demasiado restringida de la democracia, como un sistema electoral, pero no encontraba la justicia en su discurso, ¿qué pensaría de los jóvenes del CEU? Seguramente yo estaba equivocado con respecto a Clouthier, pero así lo veía en ese momento.

Después de aprobar la plataforma política 1988-1994, se procedió a explicar las reglas de la elección, a los discursos de los candidatos y de quienes los presentaban y a la propia elección. Clouthier ganó en la primera ronda en medio del desbordado entusiasmo de la Convención, después, se organizó una marcha desde el gimnasio “Juan de la Barrera” hasta la sede del CEN del PAN en la Colonia del Valle, fue la primera demostración de fuerza y disciplina, tipo Chihuahua que vivía la Ciudad de México. También me pareció que en ese momento muchos líderes históricos del PAN sintieron que el sector empresarial, poco doctrinario y bastante pragmático, les arrebataba el partido. Lo recuperarían unos años después.

Después de la Convención, recuerdo haber visto llorar al diputado suplente de González Schmall, me acerqué a saludarlo y darle un abrazo solidario, yo había pensado decirle, en la democracia se gana y se pierde, pero para mi sorpresa, no lloraba porque nuestro candidato hubiera perdido la elección, sino porque él no podría tomar el lugar y el sueldo de González Schmall en la Cámara de Diputados.

Después de la Convención, decidí presentarme como precandidato a diputado federal por mi distrito. Sin haber terminado mis estudios (de hecho apenas empezaba), pero basado en mi entusiasmo, en mis lecturas y reflexiones y en la experiencia adquirida en mis andanzas políticas por el país, me sentí listo para postularme por mi distrito. En ese momento no tenía contrincantes y me sentía seguro de ganar la elección interna, donde participaban, apenas unas treinta o cuarenta personas. Empezando 1988, me puse a trabajar en el asunto con el apoyo del Presidente de mi comité, sin embargo, en ese momento, me enamoré profundamente de una novia que tenía y descuidé mi campaña interna. Cuando retomé el camino, había perdido el apoyo del Presidente del Comité y se había postulado como precandidato el licenciado Diego Zavala, (quien luego sería el primer suegro de la nación) quien además de ser un excelente abogado, tenía el apoyo de la militancia, así que, sin tener oportunidad de ganar la convención interna, renuncié a mi postulación y la pospuse para otra elección, pasarían 18 años para que me postulara para diputado nuevamente.


En 1988, la situación del país había mejorado muy poco, además de los asuntos políticos del año anterior, de la brutal inflación que asfixiaba a la clase media, en octubre de 1987, había caido la bolsa de valores y en noviembre se había devaluado la moneda en casi el 100%. En la caída de la bolsa, mucha gente había perdido los ahorros de toda su vida, en un solo día. Para variar, hubo mucha corrupción, mucha gente había invertido en instrumentos de tasa fija y poco riesgo y las casas de bolsa los habían invertido en instrumentos de mayor riesgo, perdiendo sus ahorros. Muy pocas personas recuperaron su dinero y muchos funcionarios públicos y de casas de bolsa quedaron impunes, el gobierno sólo pudo decir que había sido un fenómeno de “avaricia colectiva”. Ante la crisis, el Presidente de la Madrid firmó con los sectores económicos un Pacto de Solidaridad Económica, buscando controlar la inflación al limitar las demandas salariales y los precios en un pacto entre el sector empresarial, las centrales sindicales y el gobierno. Todo el país estaba lleno de agravios, pero los que más habían visto destruidas sus ilusiones y expectativas era la clase media, que casi en masa castigaría al gobierno en las elecciones votando por el PAN o por el Cardenismo.

En mi caso, producto de la crisis, me fue imposible seguir estudiando, tuve que dejar la universidad porque era imposible vivir con lo que ganaba, ya habría mejores tiempos. En mi interior, estaba, como muchos mexicanos, lleno de agravios contra el gobierno, la corrupción, el fraude electoral, la crisis económica y el cinismo de los funcionarios y sus cómplices, monopólicos en la iniciativa privada eran increíbles, jamás la clase media estuvo tan desprotegida, sin embargo, la deuda externa se pagaba puntualmente sin ofender a los usureros banqueros que se negaban a renegociar. Es extremadamente difícil probar que eso tuvo un efecto positivo para México, la política económica de De la Madrid, mató las expectativas de una generación completa de mexicanos. A finales de sexenio, seguirle echando la culpa a los gobiernos de Echeverría y López Portillo era otro pretexto más y evidenciaba un severo cinismo.

Mientras las campañas se llevaban a cabo, no tenía mucho que hacer en mi distrito, excepto, repartir propaganda e ir a uno que otro recorrido de algún candidato que nos invitara, era francamente aburrido y yo sentía que estaba desperdiciando mi tiempo y quizás, el potencial de hacer más cosas. La campaña de Clouthier estaba creciendo pese a la cerrazón y manipulación de los medios de comunicación, pero la campaña de Cuauhtemoc Cárdenas, después de la formación del Frente Democrático Nacional en Xalapa, estaba creciendo aún más y cada día recibía más adhesiones, especialmente de los miembros del CEU. Estaba leyendo el periódico La Jornada, que era una lectura casi obligatoria en esos días, cuando llegó mi vecino Arturo Márquez con Antonio Tenorio, que era otro de los amigos de la UNAM cercano al PRI y a la Corriente Democrática (su padre había sido diputado del PRI), venían a proponerme que fuéramos a reunión con jóvenes para ver como podíamos participar más activamente en el proceso electoral.

Acepté sin demora, a la mejor esa era la respuesta a mis plegarias. Llegamos a la reunión y había otros jóvenes de un grupo de izquierda, cuyas siglas no recuerdo, después de mucho platicar y discutir, acordamos organizar un grupo de jóvenes, cuyo objetivo fundamental sería luchar por que las elecciones fueran libres y organizar unas brigadas de jóvenes para defender el voto. Se propuso llevar a cabo un Foro en el auditorio “José Martí“, que está junto a la Alameda en la Ciudad de México, donde los jóvenes pudieran leer sus ponencias y fuera un foro abierto para defender la necesidad de la democracia y del respeto al sufragio.

El foro fue un gran éxito, por más de 6 horas, muchos jóvenes de todas las corrientes y tendencias, discutimos y expusimos nuestras reflexiones sobre la democracia y exigimos el respeto al sufragio. La asistencia fue bastante buena y algunos periódicos, especialmente, La Jornada, lo reseñaron al día siguiente. Entusiasmados por el éxito del Foro, se organizó otra reunión en el departamento del padre de Antonio Tenorio, que era bastante pequeño y muchos asistentes por lo que estábamos bastante amontonados, ahí estaban muchos jóvenes, de todos los partidos, algunos incluso eran candidatos, tanto de algunos de los partidos del FDN como del PAN. La idea era formar brigadas juveniles por el sufragio efectivo, la idea era juntar personas, automóviles y radios, para vigilar el proceso electoral en brigadas, con el objeto de cuidar que no se hiciera fraude electoral, básicamente en la Ciudad de México.

Así lo hicimos, organizamos el mayor número de personas posibles, conseguimos automóviles y les pusimos un pañuelo blanco en la antena del coche para distinguirnos, además establecimos una cadena telefónica para informar de cualquier irregularidad y poder actuar como defensores del voto o al menos como testigos del fraude, en conjunto. Aunque habíamos gente del PAN, la mayoría de los participantes era jóvenes de izquierda, que estaban apoyando a Cuauhtémoc Cárdenas y al FDN. Me sentía un poco raro entre ellos, porque por un lado era muy buenos amigos míos y compartíamos la lucha por la democracia y la justicia y por otro lado, yo estaba en el PAN y aunque me invitaban a muchos de sus eventos, siempre cargaba (con ellos mi estigma de panista). Para mí era una situación un poco extraña, había estado en Chihuahua 86 y había sentido la fuerza de una sociedad unida luchando por sus derechos y aunque parezca cursi, en verdad había un sentimiento de solidaridad y entrega entre la gente sin preguntarse quienes era o de donde venían. También había visto de cerca, el movimiento estudiantil del CEU y aunque por otras razones (que al final eran las mismas) también se oponían al autoritarismo del PRI y se rebelaban contra un sistema que no nos ofrecía ningún futuro, excepto el desempleo, el subempleo o empleos muy mal pagados. En la campaña del PAN de 1988, yo no me sentía a gusto, en mi distrito, no había discusión y los niveles jerárquicos y la disciplina partidaria ahogaban (al menos así yo lo sentía) mi iniciativa y mi necesidad de discutir y entender la coyuntura que se vivía.

Por otro lado, con mis amigos del Foro, del CEU de la UNAM, aunque apoyaban a Cárdenas, había un punto de convergencia que era la lucha por la defensa del voto y yo sentía que tenía la libertad de proponer, de discutir y de participar, de hacer política, mientras que mi comité distrital, tenía una dinámica muy diferente, en la que yo me sentía un poco asfixiado. Así que asistí cada vez menos a mi comité distrital y pasaba cada vez más tiempo organizando brigadas de defensa del voto, asistiendo a foros y discutiendo mucho y muy intenso con mis amigos de la izquierda...

domingo, 1 de junio de 2014

Memorias de Los Pinos VI: El Fraude de Chihuahua 1986

Unos meses después, leí en el periódico, de la elección como candidato a gobernador de Chihuahua por el PAN de Francisco Barrio, entusiasmado por la decisión y lo que en mi opinión eso significaba en lucha por derrotar el PRI, sin pensarlo mucho (más bien nada), empaqué la poca ropa que tenía y me fui en un camión a Chihuahua, sabiendo que tenía otro (de mis 12) hermanos viviendo allá, pensaba pedir asilo en su casa (que generosamente me ofreció) y participar en la batalla electoral.

Cuando llegué a Chihuahua después de muchas horas de camión, el clima todavía no estaba tan caluroso, pero ya se presentía lo que venía. En ese momento, el PAN protestaba por los anuncios tácitos y explícitos que hacían el PRI y el gobierno estatal del fraude electoral, el PAN no ganaría de ninguna manera. En primer lugar, el año anterior (1985) el Presidente de la República (respetando profundamente el federalismo) había removido al gobernador Oscar Ornelas ya que este había reconocido los triunfos del PAN en las elecciones anteriores y no querían que eso volviera a suceder. 

En segundo lugar, el nuevo gobernador Saúl González Herrera, había promovido una reforma a la ley electoral del estado (contenida en un código Administrativo) que ponía en manos del PRI-gobierno el control del proceso electoral. La reforma aprobada por la mayoría oficial en el Congreso local, le daba el control al PRI de todo el proceso electoral, desde la comisión electoral del estado, pasando por los órganos electorales distritales y municipales, hasta las mesas de casilla, restringía la supervisión del proceso por parte de los partidos y abría la puerta a la falsificación de los resultados electorales.

Oscar Ornelas

Saúl González


Mi hermano (el de Chihuahua), tenía entonces una agencia de publicidad y comunicación en la capital de estado, un día, se presentó uno de los dirigentes de la campaña de Barrio, no recuerdo el nombre, pero trabaja en una empresa de jugos, donde se llevaban a cabo algunas reuniones de estrategia del PAN estatal y contrató a la empresa de mi hermano para hacer unos desplegados en los periódicos, que a través de caricaturas explicaran como las reformas electorales hacían profundamente inequitativo el proceso y anunciaban el fraude electoral que se cometería en el verano. La agencia, tenía un caricaturista muy bueno y en sus caricaturas se explicaba a la perfección lo que se venía, el PAN se opuso como pudo pero no hubo poder humano que mejorara esa legislación autoritaria.

El PAN estatal, ha diferencia de mi comité en el DF, se veía muy bien organizado, había dos oficinas, una enfrente de la otra, la primera era el Comité Estatal del PAN y la de enfrente era la casa de campaña, el asedio del gobierno federal a través de los clásicos agentes de Gobernación, del gobierno estatal y obviamente del PRI, obligaba a los miembros de campaña a actuar con mucha discreción (todo mundo se sentía espiado) y el acceso a la campaña del PAN era muy restringido. Como era natural, para mí, me presenté en el comité de campaña con el ofrecimiento de ayudar a la derrota del PRI, me recibió algún miembro menor de la campaña, yo quería participar en la estrategia, organizar brigadas o emitir documentos, sin embargo, esta persona me vio (y en parte creo que por mi apariencia medio desaliñada, no tenía dinero para comprarme ropa y tenía unos pantalones de mezclilla que ya se paraban solos)  y en parte porque era chilango (en esa época, había un sentimiento anti-chilango en Chihuahua, en parte porque había emigrado muchos paisanos míos a este estado después del terremoto de 1985. 

De vez en cuando se veían pintas en las calles que rezaban “haz patria, mata un chilango”, me dijo que estaba difícil participar en algo más que no fuera, repartiendo y pegando propaganda, participando en los mitines y ayudando en la defensa del voto, así el acceso para involucrarme más intensamente en la campaña estaba vedado. Sin embargo, repartí bastantes volantes, pegué muchas calcomanías en los coches y a toda la gente que conocía le recetaba oralmente toda mi propaganda proselitista, (más de uno ya me alucinaba), participé en los mítines y en la defensa del voto, vigilando casillas como observador y además serví de chofer para llevar en una “troca” que tenía mi hermano a toda la gente que quisiera ir a los mítines del PAN, ya que el gobierno del estado suspendía el transporte público esos días, para evitar que la gente asistiera en apoyo de Barrio, aún así siempre llenaba la Plaza de Armas.

La campaña fue muy interesante, Francisco Barrio era una magnifico candidato, su personalidad era muy carismática y su discurso contra el autoritarismo priísta era muy bien recibido, hablaba de cambio y la gente quería cambio, se oponía al centralismo priísta y la gente hacía lo mismo, incluso los periódicos (casi siempre oficialistas) no podían evitar la magia de Barrio. En las calles de Chihuahua, durante los altos en los semáforos, mucha gente tocaba de una forma especial el claxon, que significaba Barrio Si, Baeza No. Había un ambiente muy intenso, muy alegre, la gente se sentía unida en algo (ni siquiera en el 2000, tuve esa sensación de fraternidad entre la gente) y Barrio representaba ese catalizador de la esperanza del cambio.

Por su parte, el candidato del PRI, Fernando Baeza, era todo lo contrario, sin ningún carisma, con un tono de voz bastante chilango y muy gris, los mítines del PRI estaban llenos de acarreados y no despertaban el entusiasmo de nadie, daba la impresión de que los que apoyaban a Baeza eran gente que trabajaba en el gobierno o que tenían negocios con éste y temían perder sus empleos o contratos si se sabía que apoyaban al PAN, más de uno en privado lo hacía, pero en público se mantenían al margen. A nivel nacional, Jacobo Zabludovsky y en general televisa, inventaban calumnias increíbles sobre Barrio y no había una sola noticia que dijeran (si es que decían) que no llevara una mentira o una forma manipulada de decir las cosas.


La campaña fue muy intensa, me sentía (aunque fuera un poco marginal mi participación) como parte de un cambio social histórico, el PRI no tenía ninguna oportunidad de ganar y pese a todas las calumnias, la mayor parte de la gente rica, mediana y pobre, incluso los tarahumaras, tenían ya un freno mental contra las mentiras del PRI, ya no sabían como atacar a Barrio, lo acusaban de fascista, de que quería unir Chihuahua a Estados Unidos, de que lo apoyaba la CIA, etcétera, sin embargo, nadie les creía, la popularidad de Barrio crecía y el fenómeno de movimiento social, de un objetivo común a muchos Chihuahuenses crecía cada día. Sin embargo, los más realistas, contrastaban mi entusiasmo y me decían “el gobierno federal, nunca va a permitir que gane el PAN, les puede provocar un efecto dominó que haría caer al sistema”.

Mientras avanzaba la campaña, los medios de comunicación nacionales y de Estados Unidos, principalmente, tomaban más interés en el proceso electoral, en sus notas y reportajes se destacaba la fuerza del PAN y se apostaba por su triunfo, incluso se comparaba el asunto de Chihuahua con la caída del dictador filipino Ferdinando Marcos, que había ocurrido apenas unos meses atrás, después de un proceso electoral fraudulento.

Un noche, ya muy avanzada la campaña, se empezó a correr el rumor de que Barrio había muerto cuando el avión en el que viajaba se había desplomado, el rumor fue creciendo y de pronto muchos creímos (predispuestos como estábamos a que el PRI haría cualquier cosa por no perder) que era verdad. Me sentí completamente indignado, me acuerdo haber pensado (aunque fuera por un momento) que de ser cierto que Barrio había muerto, estaba cancelado el camino de las urnas y era la hora de tomar el camino de las armas. Sin embargo, más tarde, supimos que efectivamente, el avión de Barrio había tenido un accidente, él había salido ileso y al parecer no había sido un atentado del PRI. Todos sentimos un gran alivio aunque, la sospecha de atentado perduró en la mente de muchas personas, por más tiempo.

El PRI, más que hacer campaña, preparaba el fraude, se hacían acusaciones y se oían rumores por todas partes, en el sentido de que se estaban falsificando boletas electorales, se estaban “rasurando” del padrón electoral, todos los nombres de las personas identificadas con el PAN, se hablaba de un operativo para llevar gente a votar por el PRI de otros estados o de la zona rural y un gran etcétera. Finalmente, llegó el día del cierre de campaña se había convocado en la Plaza de Armas y estaba llena hasta reventar, nunca había visto un mitin tan grande y tan numeroso. La gente muy entusiasmada festejaba todo lo que Barrio y los otros líderes del PAN decían, entre ellos, yo mismo. En el mitin se habló de la posibilidad del fraude y se dijo que había que evitarlo, yendo a votar, cuidando las casillas y vigilando el voto, sin embargo, ya se sabía – aunque quizás no en toda su dimensión – que el fraude estaba preparado.

El día de las elecciones – no podía votar, porque no estaba inscrito en el padrón de Chihuahua – empezaron a saberse todas las formas de fraude, en primer lugar expulsaron a los representantes del PAN de las casillas, en algunos casos instalaron las casillas en lugares distintos de donde se habían anunciado, en otras las casillas estaban en casas de reconocidos priístas. Cuando llegó a votar la gente, las urnas estaban llenas de votos por el PRI y muchísimos ciudadanos habían sido eliminados del padrón, por lo que no pudieron votar. En las colonias populares una organización que se llamaba el Comité de Defensa Popular (CDP) dirigido por un líder llamado Rubén Aguilar, instrumentó el fraude en esas zonas, llevando gente a votar, expulsando representantes de casilla del PAN, rellenando urnas y un largo etcétera.

Para el medio día, todos sabíamos que había habido fraude, sin embargo, en algunas casillas la votación transcurría con cierta normalidad, aunque en pleno calor de verano chihuahuense, las colas eran muy grandes y muy lento el proceso de votar. Lo único que pude hacer es andar en coche con mi hermano viendo que pasaba en las casillas y escuchando los testimonios impotentes y llenos de ira de mucha gente. Como a las seis de la tarde, me fui a la casa de campaña de Barrio (que estaba casi enfrente del comité estatal) muy cerca del Parque Lerdo que luego sería el centro de la protesta contra el fraude. Obviamente no me dejaron entrar, pero afuera, en la calle, se empezó a juntar mucha gente como yo que quería saber que había pasado, como iban los resultados o en que podíamos ayudar. Las historias de fraude se multiplicaban, mientras los representantes de casilla del PAN (los que no habían expulsado) llegaban con sus copias de actas de escrutinio en las que, en casi todas, ganaba el PAN. La gente les preguntaba por el resultado y la cada vez mas grande multitud que estábamos ahí vitoreaba cada casilla que se ganaba y a los heroicos ciudadanos que habían aguantado todo tipo de presiones y se habían mantenido hasta el final en la casilla.

De pronto, salió alguien de la casa de campaña y pidió que se formaran brigadas para proteger casillas, donde apenas se estaban contando los votos y había sospechas de que el PRI quería hacer fraude. Inmediatamente me uní a una, iríamos a una casilla en la calles de Deza y Ulloa donde los representantes de PRI y funcionarios de casilla querían tachar por el PRI los votos que habían sobrado con la oposición de la representante del PAN. Llegamos todos a la casilla y después de enterarnos que estaba pasando, empezamos a reclamar que el conteo se hiciera adecuadamente y que las boletas sobrantes se cancelaran. Sin embargo, los del PRI no cedían, nosotros estábamos afuera y el conteo se hacía a puerta cerrada en esa casa, sin embargo, se podía ver lo que sucedía porque sólo nos separaba una tela de alambre. De pronto las protestas subieron de tono y momentos después llegó un carro del ejército con soldados que se bajaron rápidamente y costaron cartucho, sude frío, pero en lugar de salir corriendo me tomé de la mano con alguna persona que estaba junto a mí y me senté en la banqueta, como para impedir que pasaran los soldados, sentí el caños de su arma enfrente de mis ojos, el momento era bastante tenso, pero pensaba que esa era la forma de defender la casilla. Cuando la cosa estaba más tensa y los representantes del PRI insistían en rellenar más las urnas y los soldados habían cortado cartucho, llegó como del cielo, un camarógrafo y un reportero de alguna cadena estadounidense  - creo que era de la NBC – y prendió un candil muy potente para filmar a los soldados. Los soldados respondieron escondiéndose y ante las preguntas en mal español del reportero, le explicábamos lo que querían hacer los representantes del PRI. Los soldados evadían la cámara del reportero y le pedían que se fuera, pero este insistía en filmarlos, finalmente, los soldados se fueron en su camión, como llegaron.

Sintiéndose, desprotegidos, los priístas, accedieron a cancelar las boletas y a que la representante del PAN acompañara en su coche al Presidente de Casilla a entregar al paquete al  Comité Electoral respectivo, para que no alterara el paquete electoral en el camino, además seguimos al coche respaldando a nuestro representante, hasta que se entregó el paquete, regresamos a la casa de campaña y seguimos escuchando los resultados hasta muy tarde en la noche, me sentía, con la adrenalina en su punto más alto, una especie de brigadista por la libertad, no me preocupaba el riesgo, porque veía que muchísimas personas estaban como yo o incluso había sido mucho más arriesgadas, más bien me sentía muy solidario con todas ellas.

Al parecer a pesar del fraude habíamos ganado, porque caso todas los resultados que llegaban eran a nuestro favor, pensábamos que las declaraciones triunfalistas del PRI eran otra estrategia de fraude, pero que al final el triunfo prevalecería. Siendo muy tarde, después de ir a recoger representantes de casilla, en compañía de otros “brigadistas” en diferentes partes de la ciudad, me regresé a mi casa, mi hermano había estado recorriendo las calles y comentamos los incidentes del día, yo pensaba – idealismo juvenil – que pese a todo el triunfo prevalecería, él sabía que el PRI se había impuesto.

Fernando Baeza
El PRI y su candidato se declararon triunfadores, me uní junto con mi hermano y mucha gente a la resistencia civil, a los bloqueos de carreteras, a las manifestaciones que se hicieron, en la ciudad y sellé algunos billetes (los muy pocos que tenía) con la leyenda que repudiaba el fraude (que por cierto la habían diseñado en  la agencia de mi hermano), además de que me pasaba horas a un lado del kiosco del Parque Lerdo, donde Don Luís Alvarez se había declarado en huelga de hambre en protesta por el fraude. Me sentía tan indignado, tan enojado, los priístas y el Presidente de la Madrid, eran terriblemente cínicos en todas su declaraciones respecto del fraude en Chihuahua – había sido un fraude patriótico, decían, no podemos entregarle el poder a la reacción – y lo minimizaban lo más que podían, mi frustración e impotencia eran muy grandes, además no podía hacer gran cosa, excepto seguir, lo que los dirigentes del PAN nos decían.

De todas las protestas a las que asistí, hubo un mitin, otra vez en la Plaza de Armas, que se quedó gravado en mi memoria como paradigma de lo que puede hacer una sociedad con dignidad. Después de escuchar a los oradores y los testimonios de fraude y de las propuestas de resistencia civil, Barrio, pidió que todos los que estábamos ahí nos tomáramos de las manos, desde la Plaza de Armas hasta el Parque Lerdo, que está a unas cuadras arriba, donde Don Luis estaba en Huelga de Hambre, unos por una avenida y otros por otra formando un enorme círculo humano de gente tomada de la mano, hasta donde estaba Don Luis. Además pidió silencio absoluto para que él con un grupo de personas caminaran en silencio desde el templete hasta el kiosco. Así fue, el silencio era impresionante, había un poco de misticismo (no fanatismo) en el asunto, nadie hablaba y las pisadas de Barrio y su gente se oían en el silencio. Yo me fui detrás de ellos, llegamos al kiosco del Parque Lerdo y después de que saludaron a Don Luis concluyó el mitin. Nos fuimos caminando con toda la gente, con la que se sentía mucha hermandad y solidaridad, habíamos sido víctimas del mismo atropello. Recuerdo que de manera espontánea la gente empezó a cantar, parodiando una conocida canción:

Sacaremos a Baeza de Chihuahua,
Sacaremos a Baeza de Chihuahua
Sacaremos a Baeza de Chihuahua
De Chihuahua sacaremos a ese güey

Muchas cosas más pasaron ese verano, había un debate sobre la pertinencia y las repercusiones del ayuno de Don Luís Álvarez, los obispos de Chihuahua, intentaron suspender los cultos en protesta por el fraude, un grupo de intelectuales se manifestaron por anular las elecciones, Heberto Castillo fue a convencerlo de que diera su vida en abonos para luchar por la democracia e incluso se decían que el candidato del PRI Fernando Baeza, estaba deprimido y en terapia, además de que no estaba en Chihuahua.



Cuando se cumplieron los 40 días de huelga de hambre, se dijo que a partir de ese día, los daños causados por el ayuno a Don Luís serían irreversibles, que moriría irremediablemente, muchos años después platicando con Don Luís de esos días, me dijo que en realidad eran 43, porque la huelga la había empezado tres días antes en su casa, “para ver si podía” “no fuera yo a hacer el ridículo”.  En la noche del día, 43, con mi hermano fuimos a entrevistarlo, estaba muy débil y había poca gente alrededor del kiosco, Don Luís estaba muy débil así que pidieron una entrevista muy breve, desgraciadamente esa grabación se perdió, pero recuerdo (y lo confirmé con mi hermano) que Don Luis nos dijo, “esta es sólo una parte de la lucha para cambiar la situación que vive México y tarde o temprano y yo creo que más temprano que tarde, las cosas van a cambiar”. Después le preguntó si no temía por su muerte y Don Luis nos dijo que no y nos adelantó, “mi ayuno ya terminó”.

En efecto, al otro día Don Luis concluyó el ayuno y después de su recuperación volvió a presidir el ayuntamiento de Chihuahua y a la lucha política. Por mi parte, nuevamente me frustraba el hecho de que Baeza, Bartlett y sus secuaces priístas se hubieran impuesto como viles porros, a la fuerza. Sin embargo, Don Luis me había inspirado y me sentía optimista de que “mas temprano que tarde, esto cambiaría”.

Por su parte, el Presidente De la Madrid, había ido a Chihuahua apenas por unas horas para presenciar la toma de posesión de Baeza en el interior de un gimnasio, despreciado por los chihuahuenses, en un evento lleno de acarreados, donde más que una toma de posesión parecía una reunión donde los ladrones festejaban el botín. El fraude no fue patriótico, fue un vil y criminal fraude, para vergüenza de quienes lo cometieron. Es difícil especular, pero si el sistema hubiese reconocido el triunfo de Barrio, es posible que la transición a la democracia y posiblemente la economía de México hubiera transitado por caminos más pavimentados y una generación completa de mexicanos no se hubiera perdido. Pero De la Madrid, Bartlet y Baeza eran unos enanos para un país que, en ese momento, tenía el espíritu para aspirar a la grandeza. Fue interesante e intenso, pero triste.


Poco a poco el movimiento se fue diluyendo, la gente debía trabajar y ganar su sustento y (luego supe) la dirigencia del PAN influyó para que la resistencia civil no continuara. ¿Qué seguía para mí? Durante ese verano había cumplido 20 años y además de perseguir mi sueño de derrocar al PRI y hacer un país más justiciero, no había pisado las aulas de clase en más de dos años. Después de hacer una profunda reflexión sobre lo que quería hacer más adelante en mi vida y de procesar lo que había vivido en Chihuahua, me regresé a México en diciembre de 1986 para pasar la navidad con mi familia en la casa de San Jerónimo Lídice, iniciar mis estudios y obtener algún empleo.

sábado, 31 de mayo de 2014

Memorias de Los Pinos V: 1985, PRI: Hora Cumplida

En 1985, a los 19 años, los jóvenes de esa época vivíamos una situación que ofrecía pocas perspectivas para el futuro. Había una crisis económica muy grave, por un lado el gobierno y muchas empresas estaban altamente endeudados, básicamente en dólares y el servicio de esa deuda restringía el gasto del gobierno en bienes públicos y había provocado la quiebra de muchísimas empresas y negocios. Paradójicamente, el gobierno se seguía endeudando a un ritmo tan o más alto que el de las administraciones anteriores, para poder pagar sus deudas, de tal manera que la inversión y el gasto público estaban muy restringidos, por lo que la economía estaba parada en la época de mayor crecimiento demográfico de la historia de México y el desempleo y el subempleo constituían el único horizonte posible de una buena parte de los jóvenes de mi generación.

Por otro lado, los peores vicios del sistema priísta se hacían cada vez más evidentes, más burdos y más cínicos. Tres asuntos me llamaron la atención profundamente en esa época. En primer lugar el descubrimiento en 1984 del Rancho Búfalo, en el desierto de Chihuahua, donde miles de campesinos  trabajando como esclavos, cultivaban marihuana, con sistemas de riego y fertilizantes con la protección de policías, militares y funcionarios. Después de una denuncia de un agente de la DEA, el gobierno aseguró el rancho, el escándalo fue muy grande ¿cómo es que nadie se había dado cuenta de la existencia de un rancho de ese tamaño, tan próspero y con tanta gente trabajando ahí? ¿Cómo es que nadie se percató del transporte de miles de toneladas de marihuana afuera del rancho? El asunto era bastante ridículo y el gobierno a través de la televisión trataba como subnormales a los mexicanos, era absolutamente imposible que nadie se hubiera percatado, después se supo que muchos estaban perfectamente enterados y otros involucrados en el asunto.

Este aseguramiento, provocó también, la caída del narcotraficante Caro Quintero, el homicidio del agente de la DEA, que provocó el aseguramiento, Enrique Camarena y un grave problema diplomático con Estados Unidos que cerró la frontera con México. Pero quizás lo más interesante del asunto fue el descubrimiento, para muchos jóvenes desempleados o con pocas perspectivas económicas, de la increíble riqueza de los narcotraficantes, de la impunidad en la que vivían y de las estrechas relaciones que tenían con políticos y funcionarios. Yo tuve la impresión, por primera vez, de que el narcotráfico de haber sido un negocio paraestatal, ahora estaba fuera de control y los funcionarios del gobierno que sinceramente querían combatirlo estaban desarmados y podían hacer muy poco para someterlo.



En segundo lugar, me impactó el homicidio del periodista Manuel Buendía que, luego se supo fue ordenado por el jefe de la Dirección Federal de Seguridad (una policía ilegal que tenía el gobierno), misma que el Secretario de Gobernación controlaba directamente y que después del descubrimiento de su responsabilidad la desaparecieron, ¿cómo era posible que el gobierno estuviera involucrado en semejantes crímenes? ¿En que clase de selva estábamos viviendo que la policía era el lugar donde se formaban los principales delincuentes? ¿Por qué el responsable político de esa policía seguía tan campante y además aspiraba a la Presidencia de la República?

En tercer lugar, me entusiasmó la lectura de un artículo de Octavio Paz, titulado “Hora Cumplida”, en él consideraba, entre otras cosas,  que el PRI, como sistema – no como partido – ya había cumplido su cometido, según Paz, el “Ogro Filantrópico” había permitido paz y cierto desarrollo a México, pero era hora de que se abriera el sistema a la democracia liberal y al pluripartidismo. Yo no podía estar más complacido, me reafirmaba que este era el camino correcto y que la derrota del PRI era posible.

No obstante, lo moderado aunque certero de su crítica, el PRI reaccionó agresivo y violento, contra la crítica de Paz y de los otros intelectuales que escribieron en ese número de Vuelta, Gabriel Said y Enrique Krauze, recuerdo algunas histéricas (no históricas) peroratas de un político priísta Adolfo Lugo Verduzco que acusaba – en un discurso en Morelia - de reaccionarios y casi traidores a la patria a todos los que no apoyaran al PRI y a su sistema. Por mi parte, me sentía muy optimista, todo parecía ir dirigido a una transición democrática gradual, por la vía del legislativo y la apertura que había tenido el PRI en las elecciones municipales de Chihuahua, Durango, Guanajuato, Sonora, Nuevo León y otros lugares fundamentaban racionalmente nuestro optimismo.

Me presenté a mi comité distrital (en esa época el distrito 38) el cual era dirigido por un viejo militante panista, Don Tomás Carmona, quien siendo obrero se había unido al PAN y había participado en el primer debate político televisado contra un candidato del PRI. Para mi sorpresa, fue muy amable conmigo y muy abierto, me abrió las puertas del partido, me presentó con los 20 o 30 militantes que había entonces y me citó para el próximo sábado, en que haríamos campaña por nuestro candidato a diputado Jesús González Schmall, (que después de ser un importante líder panista, se salió del PAN) el cual competía contra el priísta Sócrates Rizo, que después sería gobernador de Nuevo León.

Excitado, por el inicio de mi participación política, preparé un discurso en el que planteaba las razones por las que me parecía que la prioridad era derrocar el monopolio priísta del poder, estaba en la misma línea discursiva de los líderes del PAN, cuyo lema para esas elecciones era “Por una nueva mayoría” ya que esperaban ganar al menos 70 diputados de mayoría y las gubernaturas de Sonora con Adalberto Rosas y Nuevo León con Fernando Canales, también le escribí una larga carta al candidato del PAN en Nuevo León dándole algunas ideas para su Plan de Gobierno, esperando que además de ganar tuviera un plan contra la corrupción y la injusticia, pero nunca supe si le llegó la carta, mucho menos si la leyó.

Pensaba que ese sábado, haciendo campaña por el PAN y con mi discurso causaría buena impresión y podría desarrollar un liderazgo que me permitiera llevar mis ideas adelante. Sin embargo, llegó el sábado, me presenté temprano en el comité y para mi sorpresa, hacer campaña, no era ir a un mitin y decir discursos, sino que con otros compañeros, tomamos pintura, blanca y azul y fuimos por la lateral del periférico del DF, pintando postes con las siglas del PAN con mala caligrafía. Discretamente, arrugué el papel donde estaba mi discurso y lo tiré en el bote de basura del comité. Militar en el PAN en esa época era muy diferente a como es hoy, no había dinero, ni empleos que ofrecer a los militantes, éramos pocas personas, aunque muy entusiastas y las campañas se limitaban a hacer algunas pintas de bardas, algunos recorridos con el candidato, una que otra visita domiciliaria y quizás uno o dos eventos al final de la campaña, todo pagado por el propio candidato. Bajo esta premisa, la verdadera lucha en el PAN era por las candidaturas plurinominales, cuyos primeros lugares de la lista eran diputaciones seguras, así González Schmall era al mismo tiempo candidato de mayoría por el 38 distrito y uno de los primeros lugares en la lista plurinominal (sería el coordinador de la bancada) por lo que de cualquier manera ganaría.

Aunque no era lo que yo esperaba, mi primera campaña como activista del PAN, me gustó mucho, me di cuenta del poderío del PRI y del apoyo que tenía del gobierno, de las limitaciones de PAN, pero también de la lucha interna (quizás mezquina) que había en el propio PAN por los escasos espacios de poder que ofrecía, seguía sintiendo, sin embargo, que mis compañeros panístas eran un poco frívolos ante los temas de pobreza y de justicia, la preocupación fundamental era ganar espacios y evitar el fraude electoral.

El día de las elecciones voté por primera vez en mi vida en una casilla completamente vacía (las credenciales de elector eran rosas, pero ya no eran de papel sino plásticas y no tenían fotografía), después regresé a mi casa me encontré a un querido amigo mío y le pregunté por quien había votado, me respondió que por el PRI, sin pensarlo mucho le dije:

- ¿Para qué votas por el PRI si siempre gana?
-Tú por quien votaste, me preguntó
- Por el PAN, respondí
- ¡Pero si gana el PAN es la dictadura de la derecha!

Se me hizo tan espectacularmente absurdo el argumento que me quedé sin palabras y argumenté que tenía un desayuno familiar y me tenía que ir. Unos años después, esta persona sería un luchador muy comprometido por la democracia y un amigo entrañable. Cada vez que le recuerdo la anécdota lo niega, fingiendo amnesia permanente.

En cierta forma las elecciones de 1985, fueron una pequeña decepción para mí, el PAN no obtuvo la nueva mayoría que se había propuesto, aunque ganó algunos distritos de mayoría en el norte y centro del país, (nosotros en el DF no ganamos) sin embargo, en el 7° distrito de Chihuahua, capital se había cometido un fraude electoral muy grande contra el PAN, que incluso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, (sería el preludio de lo que pasaría el siguiente año en las elecciones para gobernador) y perdió debido a un gran fraude electoral, las gubernaturas de Sonora y Nuevo León, donde incluso la policía reprimió la protesta panista, cuando el gobernador espurio Jorge Treviño tomó posesión unos meses después.


José Angel Conchello
Durante esa legislatura, tuve la oportunidad de ir muchas veces a la cámara de diputados, me parecía una legislatura muy interesante, me sentaba en una curul y presenciaba los debates como si fuera otro miembro de la legislatura, un diputado del PAN, el noble Juan Bernal Alcocer, me ayuda a colarme en el salón de sesiones y me protegía de las constantes amenazas de expulsión de los ujieres de la cámara y de otros diputados panistas que no me querían ahí. A pesar de las batallas parlamentarias que presencié, era muy notorio que el Congreso tenía muy poco poder, por el PAN José Ángel Conchello, Juan de Dios Castro en primer lugar y Ricardo García Cervantes, Gabriel Jiménez Remus y Jesús González Schmall en segundo eran muy aguerridos y batallaban con las imposiciones del PRI, por el PSUM y el PMT, Jorge Alcocer, Arnoldo Martínez Verdugo, Demetrio Vallejo (que tenía una vocecita de niño)  Pablo Pascual Moncayo, Heberto Castillo, José Luís Díaz Moll y por el PRT, Rosario Ibarra y Pedro Peñaloza de los que me acuerdo haber visto subir a la tribuna, evidenciaban con claridad y en ocasiones con desesperación como se imponía la aplanadora del PRI, aunque en muchas ocasiones la oposición ganaba los debates.



En el PRI también había gente muy inteligente y muchos diputados de esa legislatura llegarían a ser políticos muy encumbrados, entre otros Luís Donaldo Colosio, pero demasiado disciplina a las órdenes del Presidente transmitidas por el pastor, que era el líder de su bancada, no había ningún contrapeso real al ejecutivo. Fernando Ortiz Arana, Santiago Oñate y Diego Valades, eran muy buenos para debatir (Blas Chumacero, un viejo líder sindical sólo observaba los debates con cierto desdén y cara de enojado, como sabiendo que más allá del debate estaba la fuerza de la CTM), sin embargo, al final de las discusiones, sin importar los argumentos, todos volteaban a ver a Nicolás Reynez, que era el líder de la bancada y recibía instrucciones directas de Gobernación y votaban en el sentido que se les decía, en ocasiones incluso en violación flagrantes de algunos artículos constitucionales. Recuerdo como Jorge Alcocer se desgañitaba de vez en cuando, señalando que lo que mandaba la  Constitución no se votaba, pero al fin se votaba y ganaba el PRI.

Cuando estaba ahí, me parecía tan evidente, que la corrupción del PRI se basaba en la falta total de contrapesos, cualquier cosa que se denunciara, cualquier crítica al Presidente o a un funcionario, se apagaba acrítica y fulminantemente desde la bancada del PRI, ¿cómo no se iban a sentir impunes?, si estaban bien con el sistema eran básicamente intocables, en la cámara se veía con mucha claridad como funcionaba el sistema priísta. Además de ver los debates y soñar con ser diputado alguna vez, el PRI, a pesar de la crisis económica y de seguridad que vivía el país se veía muy sólido desde San Lázaro y me frustraba mucho tener que esperar tres años para otro proceso electoral donde se pudiera derrotar al PRI.

Me equivocaba, había una nueva oportunidad de darle un fuerte golpe al sistema, el siguiente año 1986 habría elecciones para gobernador, congreso local y ayuntamientos en Chihuahua, donde el PAN tenía una excelente oportunidad de ganar, también habría elecciones en Durango y Sinaloa donde Manuel Clouthier, el famoso “Maquío” sería el candidato. Algunos medios de comunicación (los que tenían algo de independencia) hacían reseñas de la fuerza que el PAN estaba tomando en Chihuahua y otros como el Excélsior, publicaban caricaturas en las que se ilustraba como si ganaba el PAN en Chihuahua, se separaría de México y se uniría a Estados Unidos.

Una mañana, me desperté tarde, el día anterior había regresado de un viaje a Morelia por asuntos de trabajo (para ganar dinero intentaría exportar escobas de una fábrica Moreliana cuyo dueño era Salvador López “Chavo” quien años más tarde sería Alcalde de Morelia), me extrañó mucho ver una figura de un cristo que había en mi casa, muy pesado, volteado de cabeza, en eso sonó el teléfono, era mi hermana preguntándome como me había ido de temblor. Inmediatamente cuestioné, - ¿Cuál temblor? Estaba tan dormido que no había sentido nada, pero la Ciudad de México había sido sacudida por un fuerte terremoto. Dos primos míos fueron aplastados por el peso de su edificio y sólo después de escarbar en los escombros aparecieron sus cadáveres, mis tíos (sus padres) vivían en Aguascalientes y ha falta de comunicaciones telefónicas mi tío le informó a su esposa de la muerte de sus hijos por la televisión, también así nos enteramos nosotros. Como es sabido la solidaridad y la auto organización de la gente para ayudar en el rescate fue muy grande, de ahí se organizaron muchos grupos ciudadanos en defensa de sus derechos, no tengo ni que decir la lamentable actuación del gobierno y su Presidente, además de la torpeza de su reacción a la tragedia, intentaron disminuir las dimensiones del costo humano y material de la tragedia, mucha de la ayuda internacional no llegó a quienes más lo necesitaban y aprovecharon para echarle la culpa de la crisis al terremoto…




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