Mientras Guanajuato vivía la crisis de su
transición democrática, a nivel nacional, el Presidente Salinas de Gortari
transformaba México y sepultaba el hipócrita discurso de la Revolución Mexicana
que había manejado el PRI hasta entonces. Después de ganar abrumadoramente las
elecciones de 1991 (que no dejó rastro de la fuerza del cardenismo tres años
atrás), Salinas tenía un camino muchos mejor pavimentado para llevar a cabo su
proyecto modernizador.
Desde la primera legislatura de su sexenio,
Salinas había logrado con el apoyo del PAN, pasar iniciativas muy
importantes como la que reformaba la Constitución para poder privatizar la
banca, cuya nacionalización había provocado el ingreso de muchos líderes
empresariales al PAN para oponerse a la, entonces, política estatista del
gobierno.En este contexto, el PAN apoyó
casi todas las reformas salinistas, porque en más de un sentido recogían muchas
de las propuestas que había hecho el PAN a través de los años. La similitud de
programas provocó una curiosa alianza de facto con Salinas y con el PRI, basada
en la idea de que las reformas salinistas, eran una “victoria cultural” del PAN, ya que Salinas prácticamente asumía su programa como propio, modificando la
postura tradicionalmente opositora del PAN, el partido blanquiazul se convirtió
en una especie de bisagra entre la oposición sistemática del cardenismo y el
PRI.
La situación era un poco incómoda para mí, por
un lado, Salinas estaba tomando medidas y proponiendo iniciativas con las que
no podía estar en desacuerdo, como reconocer la mayoría de los triunfos del PAN
en elecciones estatales y municipales (no así los del PRD), de privatizar,
fusionar o liquidar cientos de empresas paraestatales entre ellas la banca y
utilizar el producto de las ventas para reducir dramáticamente la deuda interna,
reducir el déficit fiscal, las tazas de interés y la inflación, construir
carreteras de cuatro carriles, crear un nuevo sistema de pensiones o quitarle
tres ceros a la moneda, entre otras medidas que me impresionaban. Por otro lado, no olvidaba que Salinas había llegado al poder por una elección fraudulenta,
que el PRI a pesar de la incipiente apertura hacia el PAN, era una dictadura de
partido hegemónico y me preocupaba que Salinas, estuviera estructurando una
versión más compleja del sistema priísta, utilizando al PAN para legitimarse
dando una apariencia de pluralismo que en realidad era muy marginal. Temía que
se estuviera construyendo una democracia dirigida que excluía a los que, como
el PRD o Fox, no se sometieran a los designios y las ambiciones de Salinas.
De cualquier manera, yo sentía que las reformas
de Salinas iban en el camino correcto, aunque siempre estaba recordando –para
no equivocarme – su origen fraudulento, la manipulación del Programa de
Solidaridad y la falta de equilibrios y contrapesos de su gobierno para
mantenerme como un opositor al sistema priísta y a Salinas a pesar del apoyo de
la cúpula del PAN que por otro lado, también me parecía correcto. ¿Cómo
oponerse a reformas que el PAN llevaba años proponiendo?
En eso estaba, cuando Salinas, propuso una
reforma al artículo 27 Constitucional que básicamente modificaba el régimen
jurídico del Ejido transformándolo en una especie de propiedad en condominio,
donde el campesino después de acordar con la comunidad pudiera – sin tanta
simulación – vender y rentar sus tierras o modificar, en acuerdo con el resto
de miembros de su Ejido, el régimen de propiedad y convertirlo en propiedad
privada, rompiendo uno de los grandes pilares del régimen de la Revolución que
sirvió como método para someter a los campesinos como sector dentro del PRI.
No acababa de salir de mi asombro por la
reforma del 27 cuando, utilizando la mayoría del PRI en el Congreso (más el 60%
de los diputados y casi la totalidad del Senado) y su alianza con el PAN, Salinas,
logró la aprobación de la reforma al artículo 3, 5, 24, 27 y 130
constitucional que le daba reconocimiento jurídico a las Iglesias, modificando
todo el esquema antirreligioso de la Constitución de 1917 y de la época de la
persecución religiosa de la década de los años veinte y treinta del siglo
pasado que a mi siempre me había parecido una de las épocas más negras y
autoritarias del régimen de la revolución y de su fundador (aunque el PRI como
tal todavía no existiera).
En esta “Montaña Rusa” de reformas, a finales
de 1992, Salinas logró que se firmara el Tratado de Libre Comercio con Estados
Unidos y Canadá en una ceremonia paralela en los tres países que ví en la
televisión, donde cada Presidente, es decir, Bush en Estados Unidos, Mulroney
en Canadá y Salinas en México, firmaba el texto del tratado para someterlo,
especialmente en el caso de Estados Unidos, a la aprobación del Congreso (que
finalmente sería aprobado el año siguiente).
¿Qué podía pensar ahora? ¿Cómo me podía oponer a
un Presidente que a pesar de su origen espurio estaba transformando,
radicalmente el país en la dirección que a mi me parecía correcta? Por si fuera
poco, muchísimas personas que yo respetaba consideraban a las reformas de Salinas
como revolucionarias y las apoyaban, incluso en una película mexicana (El
Bulto) un personaje interpretado por Héctor Bonilla señalaba que Salinas era el
mejor Presidente de la historia de México. Obsesionado, como estaba, en la
derrota del PRI, en ese momento mi análisis sobre el Salinismo era más político
que económico y me preguntaba ¿qué impacto tendrían las reformas de Salinas en
el sistema priísta? Sobre todo porque estaba desmantelando los sistemas de
control que había tenido el PRI para sostenerse en el poder.
Por un lado, al privatizar empresas disminuía
fuertemente la capacidad del Presidente, para ofrecer cargos en el sector
paraestatal y acumular las lealtades políticas que eso le producía, debilitando
su patronazgo. Al otorgarle reconocimiento jurídico a las Iglesias, en
particular a la Iglesia Católica que el PRI, desde su fundador, había
considerado su enemiga histórica, no sólo de su ideología sino del propio
Estado. Paralelamente, liberaba a los campesinos (que ya no eran el 75% de la
población sino el 30% pero seguían siendo un sector que daba muchos votos al
PRI) de la amenaza de quitarles su tierra y consideraba concluida la reforma
agraria, por lo que perdía el control de los campesinos (al menos en ese
aspecto) y perdía el intermediarismo político de ofrecerles tierras. Finalmente,
al abrir la economía mexicana al TLC, en el fondo disminuía su margen de
maniobra política, porque eliminaba la autarquía económica de la que gozaba el
gobierno y se sometía a la reglas del mercado, que no podía violar sin causar
un problema con nuestro poderoso vecino del norte.
Más adelante perdería el
control de la política monetaria a partir de la autonomía del Banco de México.
¿Qué podía pensar de Salinas en ese momento? ¡Estaba desmantelando en más de un
sentido el sistema político priísta y con ello la capacidad de control del
sistema para obligar a la gente a sostener al PRI! Sin una parte importante de
la maquinaria priísta ¿cómo podría Salinas garantizar su sucesión, el triunfo
de su candidato y la continuidad del PRI?
Reflexionando un poco sobre esa época y sobre
lo que había dejado Pinochet en Chile, me di cuenta de algo importante, y es
que los líderes autoritarios, no necesariamente son malos gobernantes, es decir
¿qué impide que un gobierno autoritario equilibre el déficit fiscal, promueva
el desarrollo de la economía o construya un programa de lucha contra la
pobreza? Nada. Lo que un sistema autoritario, nunca va a poder hacer es
proteger las libertades ciudadanas, los derechos humanos y combatir el abuso de
autoridad. En realidad, empecé a pensar, la democracia, es una pedagogía de la
libertad, es un ideal abstracto de libertad que no tiene que estar relacionado necesariamente
con tal o cual política pública o con el bienestar económico de la población.
De cualquier manera, estaba desconcertado, a
veces pensaba que Salinas estaba dirigiendo una transición gradual desmantelando
el corporativismo del PRI al propósito para provocar la transición democrática,
(siguiendo el ejemplo de las cortes del Franquismo que se autoeliminaron para
que se eligieran nuevas cortes), reconociendo por un lado los triunfos del PAN
en Baja California Norte y Chihuahua o corrigiendo los casos de Guanajuato y
San Luís Potosí, en contra de su propio partido o simplemente estaba
modernizando el corporativismo por otras vías, como el control de los monopolios
y las empresas que había privatizado o el Programa Nacional de Solidaridad y
sus poderosos comités en todo el país y deteniendo por cualquier medio al PRD y
a Fox, para evitar frenos a su programa de modernización y equilibrios a su
poder.
Las respuestas no tardaron mucho en llegar, en
primer lugar la propuesta – apoyada por el PAN – de quemar las boletas
electorales, fue un primer síntoma de autoritarismo que me dio una idea de cual
de las dos opciones era la que buscaba Salinas. En segundo lugar, la reforma
electoral de 1993, fue precedida por la campaña de Vicente Fox para eliminar la
restricción a los hijos de extranjeros, pero mexicanos por nacimiento, para que
pudieran ocupar la Presidencia de la República y aunque tuvo avances
importantes y se aprobó que hijos de padre o madre extranjera pudieran ocupar
la presidencia, se añadió un transitorio (probablemente promovido por Diego
Fernández de Cevallos) para que la reforma entrara en vigor después de la
elecciones, eliminando a Vicente Fox de la contienda.
En tercer lugar, no se
permitieron las candidaturas comunes y las coaliciones, que en la elección de
1988, habían permitido sumar a las fuerzas que apoyaron al cardenismo, lo que
en mi opinión estaba dirigido a debilitar esa opción. Finalmente, Salinas
designó al mas puro estilo priísta, es decir, a “ dedazo” como candidato del
PRI a la Presidencia de la República a su Secretario de Desarrollo Social
(dependencia inventada por él) y cabeza del Programa Nacional de Solidaridad, Luís
Donaldo Colosio, sin buscar alguna forma más democrática de designación del
candidato del partido oficial. Intuí, sin ser muy perspicaz, que Salinas no era
un demócrata sino que estaba modernizando el viejo corporativismo por otras
vías.
De cualquier manera, la modernización económica que había emprendido le
serviría a un futuro gobierno democrático...
Me tocó sentarme junto a Vicente Fox en un
vuelo entre la Ciudad de México y León, yo ya lo había visto durante el Colegio
Electoral en la Cámara de Diputados donde destacaba por su estatura y sus
atuendos de vaquero, sin embargo, nunca había cruzado una palabra con él.
Cuando me subí al avión, estaba sentado en el asiento de junto. Inmediatamente
lo reconocí pero entre mi timidez y la cara de enojado que tenía en el avión no
me animaba a hablarle. Intuyo que era una época muy dura de su vida, entre
otras cosas había declarado que estaría en una especie de huelga de activismo
político hasta que Salinas saliera de la presidencia porque había violado sus
derechos políticos.
En efecto, en las elecciones de 1991, Fox se
había postulado para gobernador de Guanajuato, enfrentándose al ex Regente de
la Ciudad de México en la época de Miguel de la Madrid, Ramón Aguirre y a la
curiosa candidatura de Porfirio Muñoz Ledo. Después de una intesísima campaña,
el PRI volvió a las andadas perpetrando un espectacular fraude electoral donde
Ramón Aguirre derrotaba a Fox, la historia es bien conocida y los protagonistas
la han contado con precisión. La protesta en Guanajuato fue tan grande que
trascendió las fronteras, Salinas le ordenó a Ramón Aguirre renunciar a la
gubernatura, se negoció (se concertacesionó diría Muñoz Ledo) un interinato
(que no lo fue tanto porque duro casi cuatro años) que presidiría el Alcalde de
León, Carlos Medina Plascencia y en una sesión, casi clandestina del Congreso
Local, a altas horas de la noche, con los diputados apenas necesarios para
lograr el cuorum , nombraron a Carlos Medina, gobernador interino de
Guanajuato.
La idea original del interinato era promover
una reforma electoral y después convocar a elecciones extraordinarias, sin
embargo, el interinato se alargó, de tal manera que Fox no pudiera postularse
siendo Presidente Salinas de Gortari, lo que debió haber lastimado a Fox y
efectivamente violó sus derechos políticos alargando las negociaciones de la
reforma electoral.
Durante el vuelo pensaba, sentado junto a Fox, tratando de acomodarme en el estrecho asiento de clase
turista que se hacía más estrecho por el tamaño del futuro Presidente, que, sin duda, algún día sería gobernador. No
me pasó por la cabeza decirle que algún día sería presidente, se veía tan sólo
ahí sentado, quizás hasta un poco amargado, no parecía de humor para una
platica de avión, cuando llegó al aeropuerto nadie se le acercaba pero mucha
gente se le quedaba viendo, parecía una especie de vaquero enfrentando una
lucha en solitario, sin embargo, aún así quise solidarisarme con él y desearle
suerte, sólo pasarían tres años más para que mis buenos deseos se volvieran
realidad.
Presidente Municipal
de todos los Mexicanos…
Llegué a Guanajuato en Febrero de 1992, unos
meses antes, como resultado del fraude electoral que había cometido el PRI y de
las protestas posteriores, el Congreso del Estado nombró como Gobernador
Interino al, entonces, Alcalde panista de León, Carlos Medina, cuando supe la
noticia, lo único en los que podía pensar era en como poder trabajar en ese
gobierno, pensaba entonces, que la transición democrática sería paulatina,
primero en los municipios, luego en los estados y el Congreso y finalmente en
la Presidencia por ello la única posibilidad de derrotar al PRI sería colaborar
para que los gobiernos de la democracia fueran exitosos, me entusiasmaba pensar
¿cómo se sentiría trabajar en un gobierno que no fuera priísta? Era, el segundo
Gobernador panista y mi oportunidad de participar en un gobierno que fuera
punta de lanza de la transición democrática en México, sin embargo, a pesar de
mi entusiasmo, no tenía la menor idea de cómo acercarme al gobierno de Medina
pero yo quería estar ahí. No cabe duda que Dios opera de maneras
misteriosas, un día providencialmente, me encontré a un buen amigo (que tenía
años de no ver) en una misa de aniversario de la muerte de mi padre, el había
ido a esa misa por otras razones (la esposa de otro amigo de esa época había
muerto en un accidente y esa era también su misa) platicando con él sin poner
mucha atención en la celebración, le pregunté en que trabajaba y para mi
sorpresa me contesto que ¡en el gobierno panista de Carlos Medina Plascencia en
Guanajuato! ¡Queeeeeeeee! Sin pensarlo dos veces, le pregunté si no habría un
empleo para mí, en ese gobierno (me imaginaba que un gobierno organizado a toda
velocidad necesitaría panistas para cubrir espacios antes ocupados por
priístas) para mi felicidad me dijo que si y me ofreció que le hablara para
hacer una cita en Guanajuato y platicar del tema.
Carlos Gadsden
Cuando llegué a Guanajuato y pude hablar con
él, me ofreció un empleo en una dependencia que se llamaba Centro Estatal de
Estudios Municipales CEEM y que luego le cambiaron al de Estudios por
Desarrollo Municipal CEDEM dependiente de la Secretaría de Gobierno del Estado.
Después de las entrevistas de reclutamiento con el director del Centro (que
resultó ser también, otro amigo del DF Carlos Gadsden, (que era una persona muy
cercana a Carlos Median), me ofreció un puesto como consultor de tres
municipios del estado Pénjamo, San Felipe (torres mochas) y Ocampo. Sonaba muy
interesante, Carlos Gadsden era un sociólogo, especialista en disciplinas como
desarrollo organizacional y calidad total, que estaban muy de moda en esa
época, así que el Centro que el dirigía lo había diseñado para implementar
procesos de desarrollo organizacional en los 46 municipios del estado, así a
cada consultor del Centro se le asignaban algunos municipios para que sirviera
de consultor al Presidente Municipal tanto en materia de desarrollo
organizacional como de enlace y gestor con el gobierno del estado.
Tenía noticia desde mucho tiempo antes, que los
gobiernos más débiles de México eran los municipales, a pesar del papel que les
otorgaba el artículo 115 constitucional y de la reforma de 1983 que los
fortaleció, el estado de los municipios era deplorable. Sin embargo, no es lo
mismo estudiarlo que vivirlo, la falta de reelección impedía que las
administraciones municipales pudieran fortalecerse y retener sus liderazgos,
además de que en un periodo de tres años podían hacer pocas cosas estaban
incentivados a hacer obras de corto plazo, que le dieran identidad a cada
Presidente Municipal, pero que aportaban poco al desarrollo urbano y rural de
los municipios. Muchos pueblos y ciudades de México estaban llenos de
monumentos, lienzos charros y pequeñas obras elaboradas sin articular un
proceso de desarrollo para plazos mayores a tres años y la mayoría de las
ciudades y pueblos con un enorme crecimiento demográfico son un desastre urbano.
Por si fuera poco, tampoco en los municipios había un servicio profesional de
carrera, por lo que los principales puestos de los ayuntamientos tenían una
alta rotación y más bien eran utilizados (al estilo de las encomiendas
virreinales) como botín político. Derivado de esta situación, la administración
de servicios municipales era muy deficiente y con un alcance muy limitado y la
recaudación de impuestos municipales era infinitamente pequeña. Los palacios
municipales eran casas saqueadas, cada trienio la arcas de los municipios
estaban vacían, la rendición de cuentas era mínima y sujeta a alianzas
políticas y con el aumento de la población, los asentamientos irregulares
crecían casi paralelamente con la inseguridad pública.
En la mayoría de los casos, la corrupción de
los alcaldes y miembros del ayuntamiento, la escasa o nula preparación de los
funcionarios municipales y la falta de enfoque de todos ellos (el enfoque
estaba en ver como medraban de puesto los tres años que lo iban a ocupar)
provocaba que el desarrollo económico y la atracción de inversiones fuera muy
baja o nula, en el mejor de los casos promovida por el gobierno del estado o
por las propias empresas que necesitaba estar ahí, por los recursos naturales
que podían proveer ese municipio. Esta falta de desarrollo económico y el
crecimiento demográfico, generaba un alto desempleo y falta de oportunidades,
así que, en algunos pueblos y comunidades, la mayoría de los hombres,
especialmente los jóvenes, estaban en Estados Unidos como “mojados” o listos
para partir. El único negocio importante en esos municipios era la casa de
cambio que distribuía, previa comisión, las remesas de los familiares ausentes.
Evidentemente algunos municipios estaban mejor
que otros, las grandes ciudades como, León, Irapuato, Salamanca o Celaya, etc.,
estaban mejor organizadas, sin embargo, todas sufrían de la misma situación
algunas por la descontrolada corrupción u otras por la impericia de sus
funcionarios, otras por la escases de recursos financieros, la falta de planeación
urbana, o por la inseguridad o de plano por una combinación de todas estas. En
ningún lugar, se hacen tan evidentes los efectos del centralismo y de la
disfuncionalidad del sistema político mexicano que en los municipios, tanto en los grandes, como en los medianos y pequeños, ninguno se salva.
En este contexto, la premisa de Carlos Medina y
de Carlos Gadsden, era buscar la reforma administrativa de los municipios, para
mejorar con procesos administrativos innovadores, su gestión gubernamental. Mi
tarea en Ocampo, Pénjamo y San Felipe, sería convencer a los alcaldes de hacer
una planeación estratégica de su periodo gubernamental facilitando ese proceso,
fortalecer sus procesos administrativos, especialmente en las áreas donde se
recaudan impuestos (que eran casi inexistentes) y facilitarles los procesos de
liberación de recursos para obras públicas que debía darles el gobierno del
estado. La tarea no parecía muy difícil, sin embargo, mis conocimientos sobre
planeación estratégica o reingeniería eran prácticamente nulos, así que Gadsden
contrató a un consultor para que nos asesorara y capacitara en esa y otras
materias similares para atender adecuadamente a los municipios. Ese consultor
tenía fama de haber cambiado la administración municipal de León, introduciendo
métodos de gerencia aplicados en la iniciativa privada, a la administración
pública y que había desarrollado una filosofía y técnicas propias que habían
revolucionado al municipio de León.
Palacio Municipal de León
Viviendo en León a principios de la década de
los noventa, era una experiencia bastante interesante, ya que a diferencia de
otras ciudades del país, cuyo desorden urbano era muy grave, León crecía de
manera ordenada tanto en materia urbana como económica, la innovación era una
especie de lema de la administración, que había sido tomada por el PAN, con
panistas de última hora, básicamente de origen empresarial que estaban
implementando estrategias empresariales, con mucho éxito, en la administración
de la Ciudad. Obsesionado como estaba, en que el PAN no solamente ganara
elecciones, sino que también gobernara bien, León era mi paradigma de un buen
gobierno panista, así que tenía muchas ganas de conocer al consultor que había
logrado articular una administración tan exitosa sin opacar al Presidente Municipal.
Conocí a Ramón Muñoz, cuando llegó al CEDEM
para asesorarnos y capacitarnos en administración estratégica, y todas estas
técnicas y estrategias de managment con el fin de dar un buen servicio a los
municipios que atendíamos, el famoso consultor era él y no me decepcionó cuando
lo conocí. Aunque jamás había estado expuesto a la cultura del desarrollo
organizacional, la reingeniería, la calidad, ni nada de eso, de hecho en algún
momento me habían parecido nada más que “charlatanerías”, me sorprendió
muchísimo lo innovador de sus ideas y su personalidad sencilla (a cada rato
utilizaba dichos rancheros para esclarecer algún punto) y la energía y el
entusiasmo que transmitía en su explicaciones, en medio de una cultura bastante
pesimista, burocrática-inercial y perdedora que había en la administración
pública, Ramón inyectaba entusiasmo y advertía que, frente a la idea de que es
muy difícil que las cosas cambien, él ofrecía una alternativa innovadora que
estimulaba mi imaginación ¿Cuánto podrían cambiar las administraciones
municipales de Guanajuato si implementaran estas nuevas ideas? ¿Cuánto se
optimizaría el funcionamiento de las administraciones municipales con una nueva
estrategia de gerencia? ¿Cómo, incluso, cambiaría el lenguaje y la concepción
que tenían los alcaldes de su administración, si visualizaran las perspectivas
que les abrían estas nuevas técnicas? No podía esperar para llevar estas ideas
a los municipios que me tocaban.
Se me hizo tan interesante y prácticas sus
ideas para las administraciones públicas que lamentaba que en las escuelas de
administración pública, en esa época, no se enseñara esta nueva tecnología
gerencial. Algún día debía escribir todas las ideas y experiencia que había
acumulado para compartirlo con los funcionarios públicos y la academia, en
verdad lo que estaba sucediendo en León en esa época fue un paradigma de nueva
gerencia pública. Por mi parte, además de interesarme en el managment público,
que nunca antes había estado en mi radar, me hice buen amigo de Ramón, amistad
que conservo a la fecha.
Una de las primeras sorpresas que tuve cuando
me presenté en los municipios que me tocaba atender, fue que no fui bien
recibido, los tres presidentes municipales que me tocaba atender eran priístas,
se habían opuesto a la designación de Medina como gobernador y consideraban que
las tareas del CEDEM violaban la autonomía municipal. Sin intimidarme, empecé
utilice todos mis recursos retóricos para convencerlos de lo útil que sería
para ellos tener un aliado como yo en el gobierno del estado, podría
gestionarles recursos, facilitarles trámites y darles ideas innovadoras. Sin
embargo, a pesar de que me aceptaron y llegamos a hacer cosas interesantes, los
presidentes municipales de esa época estaban menos interesados en los recursos
del gobierno del estado (que también eran limitados) que en los federales, en
efecto, los alcaldes de esa época competían con el Presidente Municipal de
todos los mexicanos que era Carlos Salinas de Gortari.
Salinas había desarrollado el famoso programa
de Solidaridad que organizaba a través de comités y promotores, a los vecinos
de las colonias o comunidades para que propusieran y desarrollaran obras de
beneficio social, así cuando se comprometían y se organizaban, Solidaridad
financiaba cada una de las obras, (yo tenía muchas dudas sobre estos
procedimientos, en una reunión de planeación que me tocó ir, los vecinos de un
pueblo, en lugar de invertir en agua potable o drenaje, habían decidido
construir un Lienzo Charro). Estos comités de Solidaridad tenían a su vez líderes
municipales y estatales que intermediaban entre el Programa Nacional de
Solidaridad, la delegación de Sedesol en el estado y los comités municipales y
vecinales, de tal manera que tenían una organización muy fuerte desde los
niveles sociales más básicos, que además, en muchas ocasiones tenían el mismo o
incluso más dinero para gastar en inversión pública, que los propios gobiernos
municipales y estatales. Por esa razón, los constantes choques entre el
gobierno del estado, los presidentes municipales por un lado, y la delegación
de Sedesol y los comités de Solidaridad por el otro, eran una cuestión
cotidiana. No es casual que quien manejaba esos recursos, Luis Donaldo Colosio,
haya sido después el candidato de Salinas a la Presidencia.
Carlos Medina, a pesar de todo el aparato de
Solidaridad que violaba el federalismo y la autonomía de los municipios (los
alcaldes priístas se quejaban de eso en privado, pero en público se
disciplinaban a lo que viniera desde el centro) y a pesar de que la mayoría de
los alcaldes del estado eran priístas, decidió descentralizar la planeación del
gasto cediendo su facultad a los ayuntamientos, para que ellos y no el
gobernador (ni los comités de Solidaridad) decidieran que obras públicas hacer,
aumentándoles en algunos casos hasta 400% su presupuesto. Sin embargo, la
manipulación priísta de los comités de Solidaridad, buscaron impedir el proceso
para seguir manejando directamente los recursos del programa salinista, pero
Medina no se dejó y finalmente se logró un punto medio donde los municipios
tuvieran más capacidad de decisión. En privado los alcaldes priístas nos lo
agradecieron, pero en público se amotinaban contra Medina con el pretexto de
que les retrazaban los recursos de obra, sin embargo, Medina no tomó represalias
y siguió trabajando generosamente con ellos.
Mientras esto sucedía, me indignaba como
Salinas y su equipo, se aprovechaban de las necesidades de la gente más pobre y
lo aprovechaban políticamente. El PRI, en Guanajuato era un partido de
oposición que a todo decía que no particularmente en el Congreso y en los
municipios (el PRD parecía conciliador en comparación y los priístas), al mismo
tiempo los empleados del gobierno que eran priístas buscaban siempre boicotear
las decisiones del gobernador, su reuniones con los líderes del PRI donde
recibían instrucciones, eran conocidas por todos los que trabajábamos ahí sin
embargo, para mi sorpresa no los despedían. Cada vez estaba más convencido de
la necesidad de que los gobiernos de la democracia, promovieran un servicio
profesional de carrera para los empleados públicos, para que se asegurara su
neutralidad política y su profesionalismo, así servirían a los gobiernos
emanados de cualquier partido con todo profesionalismo, además de que sería una
herramienta para evitar el “amiguismo” y el boicot a los gobiernos de partidos
distintos. Ahí me di cuenta que el PRI haría hasta lo imposible por no soltar
el poder y en el caso de que lo tuviera que hacer, su labor de oposición sería
boicotear lo más posible la actuación de los gobiernos del PAN. Confiar en la
buena voluntad del PRI para llevar a cabo la transición, sería un error muy
grave para los gobiernos de la democracia, pensaba para mi mismo. Volví a
pensar en eso cuando trabajaba en Los Pinos.
Los acuerdos que llevaron al gobierno de
Guanajuato a Carlos Medina, son conocidos en la superficie, es decir, que lo
nombrarían gobernador interino y que el objeto de su mandato sería promover la
reforma electoral en el estado para luego convocar a elecciones extraordinarias,
sin embargo, había algunos otros arreglos que no fueron tan conocidos como el
hecho de que Medina tendría como Secretario de Gobierno a un priísta con la
justificación de que él controlaría un Congreso del Estado dominado por
priístas.
Salvador Rocha
No fue así, el Secretario de Gobierno Salvador Rocha Díaz, que había
sido Ministro de la Corte, se dedicó a boicotear, todo el tiempo las acciones
de gobierno que emprendía Medina, de manera burda y hasta llegar al ridículo,
por lo que el gobernador amenazó con renunciar (al menos eso se rumoreaba) si
no se iba Rocha Díaz. Finalmente se fue para felicidad de todos, a principios
de 1993 y se nombró a otro priísta, más moderado, como Secretario de Gobierno,
Roberto Suárez Nieto, sin embargo, a pesar de su buena disposición, no tenía
buena salud y renunció a final de año, se dijo, que las presiones que recibía
del PRI para seguir la línea de boicot de Rocha Díaz debilitaron más su salud y
finalmente lo obligaron a renunciar. Medina nombró un Secretario de Gobierno
panista y el estado siguió tan en paz, como siempre.
Carlos Chaurand
A pesar de que el interinato de Medina debió
haber sido breve, la oposición priísta lo alargó, por un lado, es posible que
Salinas atrasara el proceso, porque sabía que Fox se postularía y ganaría, cosa
que el no permitiría y le causaría un conflicto y por otro lado, los priístas
del Congreso del Estado, especialmente Carlos Chaurand, se empeñarían en
boicotear al gobierno estatal para demostrar que el PAN no sabía gobernar. No
lo lograron, finalmente se aprobó una nueva ley electoral y en 1995 se
convocaron a elecciones que efectivamente, como había pronosticado Salinas,
ganó Fox.
Mientras todo esto sucedía, veía con mucha
crudeza, ejemplos de corrupción increíble que habían dejado los gobiernos
anteriores. Un día, en una reunión con los pobladores de una pequeña comunidad
del municipio de Ocampo, me reclamaron – como funcionario estatal – que por
muchos años habían pagado una cuota para que les construyeran una carretera entre
su comunidad y la carretera que va a León, sin embargo no tenían noticia, ni
del dinero, ni de la carretera. Me puse a investigar en las oficinas de
inversiones y de obras del estado y para mi sorpresa, la carretera aparecía
como ¡concluida! en los registros de obra del estado, del dinero no había el
menor rastro. Le comenté el asunto a Carlos Gadsden y este al Gobernador, pero
efectivamente el dinero había desaparecido y la obra ni siquiera estaba
comenzada, así que en una gira, el Gobernador prometió que haría la obra, la
comenzó y ya siendo Fox gobernador la inauguraron, nunca nadie fue acusado del
desfalco, ni se le dieron cuentas a los pobladores de su dinero. Algún
funcionario del gobierno se quedó con el dinero e impune ante la justicia. El
mejor incentivo para corromperse.
Para finales de 1993, el Congreso de mayoría
priísta modificó el decreto de presupuesto que había enviado el gobernador
castigando el activismo del CEDEM, como contrapeso al programa de Solidaridad y
como contrapeso a la influencia del PRI, en los presidentes municipales
emanados de sus filas y a la televisora del gobierno RTG (Radio Televisión de
Guanajuato) les recortaron sustancialmente el presupuesto, por otro lado los
diputados se exentaron de pagar un auto préstamo que se habían hecho ellos
mismo con dinero del Congreso, es decir, de los contribuyentes.
Al cortar el presupuesto del CEDEM, Gadsden
tenía que despedir a más de cuatro quintas partes de los consultores y asesores
del Centro, algunos de ellos estaban muy preocupados por quedarse sin empleo,
en mi caso yo no estaba en la lista de los despedidos, sin embargo, presenté mi
renuncia, quería dejarle mi plaza a algunos de los más necesitados, por mi
parte quería seguir haciendo política y promoviendo mi lucha por derrotar al
PRI y hacer un país mas justo sólo que ahora lo haría a través de una revista
que fundaría apenas se hiciera efectiva mi renuncia del Centro. Mi trabajo en
el gobierno del estado había valido la pena y yo sentía que había puesto “mi
granito de arena” en la transición, sin embargo, como era un funcionario menor
yo sentía que no podía influir gran cosa en las decisiones y pensaba que a
través de mi revista podría ser más influyente. Por otro lado, como llevaba muy
poco tiempo en Guanajuato, la idea de hacer política sin tener arraigo, parecía
una aventuraque no llegaría a buen
término. Mi revista sería mi siguiente trinchera.