Por Bernardo León-Olea
“El oficio de Presidente se aprende sólo siendo Presidente. Puede uno llegar con preparación y proyectos al ejercicio del poder. Pero muy pronto la riqueza de la realidad desborda todos los esquemas.”
José López Portillo
Un 17 de septiembre de 1975 el presidente Luis Echeverría llamó a acuerdo a su secretario de Hacienda y gran amigo de toda su vida José López Portillo, estaba cerca la revisión de la cuenta pública y la presentación del presupuesto, así que López Portillo pensó que el acuerdo sería para eso y se llevó todos los documentos del tema, que por su volumen tuvo que acomodar en un montacargas.
La reunión sería muy especial, unos días antes, sin previo aviso el presidente Echeverría le había enviado a su responsable de Información y Relaciones Públicas Fausto Zapata para que se encargara de los procesos de comunicación de la Secretaría de Hacienda, López Portillo intuyó que eso significaba que él sería el elegido para ser el candidato del PRI y próximo presidente de la República.
Sentados en la oficina presidencial, los grandes amigos, tocaron brevemente el tema de la cuenta pública y al final Echeverría hizo una pausa se paró de su asiento e invitó a López Portillo para que se sentaran en forma más familiar en otro sillón de su oficina, ahí frente a frente el presidente señalando la bandera que estaba en un vitrina le dijo: “Señor licenciado López Portillo, el Partido me ha encomendado preguntarle si aceptaría usted la responsabilidad de todo esto”, haciendo un gesto que parecía envolver todo lo que implicaba el poder ejecutivo federal. “Si, señor Presidente. Acepto”(i).
“Bien”, le contestó. “Entonces prepárese usted, pero no se lo diga a nadie, ni a su esposa ni a sus hijos. Ya lo llamaremos, cuando el Partido concluya la organización y los sectores se pronuncien públicamente.” Según sus memorias se despidió con un “fuerte apretón de manos de mi viejo amigo…” (ii)
A diferencia de Echeverría que tenía una larga carrera política recorriendo todos los escalones del poder de esa época, López Portillo por su parte había llegado tarde al gobierno y de la mano de su gran amigo había llegado a ser director de la Comisión Federal de Electricidad y luego Secretario de Hacienda, en más de un sentido, además de la amistad que los unía, su crecimiento político se lo debía todo a Echeverría.
Considerando su corta carrera López Portillo no tenía luz propia, sino que claramente, su poder derivaba de su cercanía con el presidente. Por ello, cuando lo destapó como candidato del PRI a la presidencia, mucha gente pensó que era una forma en la que Echeverría podría mantenerse en el poder seis años más, en una especie de nuevo “maximato”.
Apenas destapado López Portillo, Echeverría le nombró a Porfirio Muñoz Ledo y a Augusto Gómez Villanueva (gente muy cercana a él) como presidente y secretario general del PRI quienes conducirían su campaña. En una entrevista que le hizo Jorge Castañeda le preguntó: “¿Usted no sintió un empeño de Echeverría por conservar parte del poder?” a lo que contestó “Bueno, de alguna manera cuando, me designa al presidente, al secretario y al presidente del DF de mi partido… […] En su política el aconsejaba de una cierta manera, y yo aceptaba, ya en su momento vería la oportunidad y establecería la mía.”(iii)
López Portillo negaba que Echeverría quisiera seguir ejerciendo el poder a través de él y no hizo nada al respecto, pero, en la entrevista con Castañeda señalaba que “conforme pasó el tiempo me di cuenta de que el presidencialismo tenía una regla implícita: romper para estabilizar…” (iv)
Aquí es importante recordar tres cosas: a) que desde 1929 echando mano de las diversas formas de fraude electoral, los candidatos del PRI habían ganado las elecciones presidenciales, de senadores, gobernadores y prácticamente todas las de diputados federales y locales y presidentes municipales; b) Que López Portillo había sido candidato único a la presidencia sin ninguna oposición, lo que por un lado le facilitó la victoria pero también deslegitimó su triunfo porque evidenció la simulación democrática que había en México; y c) que el movimiento estudiantil de 1968 y su posterior represión estaban llevando a muchos activistas a proponer y practicar la vía armada como respuesta a la cerrazón del régimen amenazando la estabilidad social y política.
Consciente de ello, López Portillo nombró a Jesús Reyes Heroles como Secretario de Gobernación y le encomendó la reforma política que abriría el sistema a los partidos de oposición, como válvula de escape de la presión política que había.
Reyes Heroles además de conducir la reforma política le informaba al presidente de las actividades del expresidente Echeverría (que había fundado un Centro de Estudios del Tercer Mundo como plataforma de su trabajo como expresidente) que actuaba como si siguiera en el poder y a través de Porfirio Muñoz Ledo que había sido nombrado Secretario de Educación y de Augusto Gómez Villanueva que era diputado federal, operaban políticamente para el expresidente. En sus memorias López Portillo escribió: “Empieza un foquito ámbar con Luis Echeverría. Lo lamento mucho. No desearía que pasara a mayores. Ojalá él entienda que ya no es responsable de este país. Reyes Heroles me informa muy negativamente. Se queja de Muñoz Ledo y de Gómez Villanueva.” (v)
Sin embargo, el asunto del “Maximato” rondaba en la opinión pública lo que preocupó a López Portillo porque sentía que lo debilitaba y lo enfrentaba con su amigo y mentor el expresidente Luis Echeverría: “Eran constantes y copiosos los informes negativos que me pasaba Reyes Heroles, con lo que se iba formando un área de desconfianza muy desagradable… […] La regla fatal del Sistema que llevaba al enfrentamiento con el ex, empezaba a funcionar. Mucha gente se movía en torno a Echeverría, mucha gente que hablaba e intrigaba y que pregonaba tener línea para inconformarse. Empezaba a tomar cuerpo el cuento del “Maximato”. “Como quiera que sea, empezaba a crearse una apariencia política estorbosa para el óptimo manejo de la imagen presidencial y de ello era yo consciente.” (vi)
¿Cómo podía un presidente con el estigma de ser solamente el títere de su antecesor llevar a cabo la trascendente reforma política que se había planteado? No debe olvidarse que Echeverría era Secretario de Gobernación cuando fue la represión de Tlatelolco y eso podía deslegitimarlo como interlocutor del diálogo con el Partido Comunista y otras organizaciones de izquierda. Tanto López Portillo como Reyes Heroles necesitaban legitimidad para negociar.
El 1 de abril de 1977, apenas cinco meses después de entrar en funciones el nuevo gobierno, López Portillo autoriza a Reyes Heroles a iniciar la Reforma Política con un discurso pronunciado en Chilpancingo donde propuso “que el Estado ensanche las posibilidades de representación política” captando “en los órganos de representación nacional el complicado mosaico ideológico nacional…” (vii)
El 8 abril López Portillo haciendo un esfuerzo sicológico personal se decide a hablar con Echeverría “Tuve que vencer mi propia naturaleza para hablar con mi amigo.” Y le propuso que se fuera de México, en la entrevista que le hizo Jorge Castañeda recuerda lo que le dijo a Echeverría “Mi hermano, por razones esta y estas te voy a pedir que salgas del país a donde quieras. Ayúdame, ayúdame porque es un factor de ingobernabilidad con el que me vas a ayudar; tu personalidad, tu inercia, el movimiento de tu gente está haciendo que se me dificulte la gobernación de este país.” (viii)
En sus memorias López Portillo también recuerda: “… mi inexperiencia en la política pura a la mexicana, ha proyectado […] la imagen de su influencia: nombramientos de gente suya, parientes; asunto del “Maximato”; por las actividades del Centro de Estudios del Tercer Mundo, y la insidia, la idea de que interviene. En razón de que debo tomar decisiones radicales, necesito tomar el poder y ello no solo real, sino aun el de apariencia, por lo que es mi obligación tomar todas las medidas.”(ix) Más adelante escribe Él se disciplina […] el régimen presidencialista de México es interesantísimo.” Y cierra “Esta conversación con Luis, fue un manejo puramente político, básicamente en razón de apariencias.” (x)
El 14 de abril, Echeverría le anunció que se iba de México “Desagradable decisión la de pedirle su ausencia.” Ese mismo día López Portillo anunció las primeras liberaciones de presos políticos y lanza la reforma política. Entre el 28 de abril y el 21 de julio se llevaban a cabo 12 audiencias públicas donde partidos organizaciones, funcionarios, etc., expresan sus opiniones sobre la lo que se necesita reformar, destacadamente Heberto Castillo del Partido Mexicano de los Trabajadores pidió establecer la representación proporcional en la Cámara de Diputados para que “el número de diputados de representación proporcional de un partido correspondiera al porcentaje de votos obtenidos en la elección” (xi)
Finalmente, el 6 de octubre de 1977 (10 meses después de tomar posesión) el presidente López Portillo a través de su secretario de Gobernación Jesús Reyes Heroles presentó una iniciativa para reformar los artículos 6, 41, 51, 52, 53, 54, 55, 60, 61, 65, 70, 73, 74, 76, 93, 97 y 115 constitucionales para implementar la Reforma Política que se considera un momento clave de la transición democrática de México y la herencia más positiva de la presidencia de José López Portillo.
En la exposición de motivos López Portilllo y Reyes Heroles señalaban: “La Iniciativa dispone que se elijan, además de los 300 diputados de mayoría, hasta 100 por el sistema de representación proporcional. Mediante éste último se garantiza que a la cantidad de votos obtenidos por los partidos corresponda en equitativa proporción el número de curules a que tengan derecho. Con esta fórmula se hace más adecuado el acceso de las minorías a la Cámara de Diputados y es, sin duda, más justa, objetiva y realista que el actual sistema de diputados de partido.” (xii)
Aunque López Portillo era tan cercano a Echeverría, se dió cuenta y tuvo el valor de tomar el poder y ejercerlo en su presidencia eliminando cualquier influencia de Echeverría, incluso pidiéndole que dejara el país “romper para establizar” y eso permitió que se aprobara una Reforma Política historica y trascendente para el país.
Claudia Sheinbaum
Claudia Sheinbaum es por convicción y por lealtad fiel seguidora de López Obrador, y está siendo exageradamente consecuente con esa postura, por estrategia o por convicción está haciendo lo que López Obrador le dice sin ningún atisbo de independencia, eso la debilitará enormemente.
Las reformas del Plan C pueden ser aprobadas, si el espíritu de la Reforma Política de 1977 (y todas sus secuelas) se viola, es decir, en palabras de Heberto Castillo líder histórico de la izquierda “que el número de diputados de representación proporcional de un partido correspondiera al porcentaje de votos obtenidos en la elección”.
Pero además, esa reforma será una herencia maldita para todo el sexenio de Claudia Sheinbaum (si es que sobrevive a la revocación de mandato) porque los inmensos problemas que generará una reforma sin legitimidad de quienes la aprobaron y de quienes la implementarán y la sospecha fundada de “máximato” debilitarán su capacidad política y la gobernabilidad del país.
No debe aprobarse el Plan C antes de que Claudia Sheinbaum tome posesión como presidenta de la República, en su sexenio – como en el de López Portillo – con la legitimidad que tiene podría discutirse el Plan C y otras muchas más reformas que necesita el país, pero no como una imposición “machista” y prepotente de López Obrador a la primera mujer presidenta de México.
López Portillo tuvo el valor de deshacerse de Echeverría, ¿Sheinbaum tendrá el valor, o cuando ya quiera tomar el poder será demasiado tarde porque el Plan C estará aprobado y entorpeciendo el adecuado flujo de su sexenio? ¿Deveras querrá cargar con esa herencia?
En su primer informe de gobierno López Portillo dijo con toda claridad:
“Hace poco más de cuatro décadas, México dejó de ser país de caudillos para convertirse en nación de instituciones. Una de ellas es la Presidencia de la República. […] Como Presidente atiendo el sentir de la nación y escucho opiniones de mis colaboradores e incluso de aquellos que al gobierno se oponen. … Es más, con frecuencia las promuevo; pero como Jefe del Ejecutivo Federal no puedo aceptar presiones. … En las cuestiones de mi competencia sólo yo he decidido, decido y decidiré. … Si ha dado aciertos, ese es mi compromiso, si errores, mi responsabilidad.” (xiii)
En sus memorias recuerda ese primer informe con orgullo “Creo que salió bien” sin embargo, le desconcertó que los medios le dieran mas importancia a las cuestiones del “maximato” echeverrista pero lo entiende: “…no tiene remedio, en México y en política, como en Roma con la mujer del César, parecer es, en buena medida, ser.” (xiv)
“Romper para estabilizar”.
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Muy bien documentado episodio de la historia y mejor escrito. Felicidades, Bernardo. La presidenta electa ha sido clara: pareceremos la continuidad. La única esperanza es el activismo de la sociedad y la fuerza democrática que se atreva.
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